“Iniciamos sin ningún capital, solamente con nuestras horas de trabajo para ofrecer”, comentó a la diaria Lucía Ruétalo, psicomotricista e integrante de la cooperativa de trabajo conformada por mujeres del área de la salud y la educación Aynú, que funciona en Covine 8, una de las tantas cooperativas de vivienda sobre la calle Zum Felde, en Malvín Norte. Espacio Aynú brinda atención en psicomotricidad, psicología, psicopedagogía, fonoaudiología y psiquiatría infantil, y la cooperativa está conformada por profesionales que trabajan en esas disciplinas.
Dentro de la diversidad de terapias, la psicopedagoga Sofía von Sanden dijo que “parte de la riqueza” de su trabajo “es poder compartir miradas con otras compañeras que tienen otras perspectivas”. Este año el proyecto cumplió una década de trabajo en comunidad tras superar los obstáculos que se les presentaron por ser mujeres y, además, principiantes en la dirección de un emprendimiento de este tipo.
Para el festejo, invitaron a casi 100 familias con las que han estado trabajando en los últimos años, principalmente su “principal público”, que son los “niñes y adolescentes”.
Todo se desarrolló con la ayuda de gente amiga
La idea de Aynú se empezó a forjar alrededor de 2010, cuando varias de las integrantes cursaban las prácticas de la carrera de psicomotricidad en el hospital Pereira Rossell. “Creímos necesario establecer un lugar al que pudieran acceder familias con bajos recursos económicos y, además, poder llevar una línea propia de trabajo”, explicó Lucía Reiman, psicomotricista.
La cooperativa se puso en marcha el 12 de diciembre de 2014 como “un sueño de estudiantes y egresadas” llenas de “idealismo” y “juventud”, contó Ruétalo. En el inicio la economía era compleja, los trámites rebotaban, ninguna tenía conocimientos ni recursos como para pagarle a un profesional. “Todo se desarrolló con la ayuda de gente amiga”, afirmó Ruétalo. Para ella, poder pagarle hoy en día a un profesional “habla del crecimiento transitado”.
Ruétalo recordó que, en un principio, a pesar de las especialidades de cada una, todas se ocupaban de todo, y agregó que el grupo aprendió a arreglar “cosas de la casa”, a manejar programas de diseño, redes sociales, entre otras tareas que se distribuían “según las habilidades de cada una”. En esa línea, la psicóloga Karin Michelin-Salomon añadió que el grupo aprendió a manejar trámites desde cero, convenios con el Banco de Previsión Social (BPS), la tutela policial, el diálogo con organizaciones no gubernamentales, con cooperativas que tienen convenio con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), que en la actualidad financia algunos de los proyectos.
Según Michelin-Salomon, al principio trabajaron “de forma privada” porque fue la forma que encontraron para comenzar, lo que derivó en discusiones económicas ya que los “aranceles” eran “bastante bajos”. Agregó que, a pesar de eso, daban algunos talleres gratis, lo que las llevó a ver el espacio como un “voluntariado”. En esa línea, la psicóloga reflexionó sobre por qué funcionaron así al principio y acerca del rol de las mujeres en los espacios de negocios: “Puede ser que esté ligado a los conceptos que tenemos arraigados por ser mujeres, como el sacrificio y el dar de más”, y aseguró que el feminismo ayudó a que pudieran cobrar por el valor del trabajo y ver a la cooperativa como una fuente laboral.
En el transcurso de estos primeros diez años, fueron aportando mensualmente para sustentar la economía de Aynú, y eso llevó a que el proyecto tuviese un tiempo de maduración extenso, sin ahorros al principio. En la actualidad, ese ahorro que adquirieron a lo largo de los diez años es el capital con el que cuentan. En caso de haber excedentes, se reparte, aunque continúan pagando cuotas fijas por el alquiler.
Los desafíos de una mirada diferente
Dentro de los obstáculos de sostener una cooperativa de trabajo y de salud de estas características, para Von Sanden es un desafío cuidar la propia salud, ya que muchas veces la licencia médica de alguna de las trabajadoras implica no generar ingresos. Lo mismo ocurre con la maternidad, ya que en Aynú siete de diez mujeres son madres, lo que implicó varias licencias por maternidad y el inconveniente de tener que arreglárselas muchas veces con un par de personas menos. “Hemos sabido acompañarnos y darle tiempo a la compañera que es madre, una puede correrse porque hay un colectivo que [se] sostiene desde la confianza genuina”, resaltó Michelin-Salomon.
Si bien ser una cooperativa exclusivamente de mujeres no era la idea inicial, se fue dando así, y al respecto Von Sanden destacó que “es tremenda potencialidad ser todas mujeres, da pertenencia y permite acompañarnos en cambios personales y maternidades”.
Para el colectivo, compartir las formas de sobrellevar las situaciones que se les presentan es una motivación, lo mismo que “rotar dentro de las comisiones y hacer circular los espacios de poder”. Cada una está dos años en cada rol y al resto le toca “confiar en que la otra va a hacer lo mejor posible”, afirmó Michelin-Salomon.
Entre otras anécdotas de los primeros años, la psicóloga contó que por la falta de capital la casa se fue llenando de objetos propios de las profesionales: “Eran cosas significativas para nosotras. Los primeros juegos que tuvimos eran juegos que habíamos tenido de niñas; esto se fue armando con pedacitos de muchas”.
Por otro lado, Ruétalo aseguró que Aynú es un sistema que logró unir el ámbito laboral, la amistad, lo familiar y que están “contenidas por un espacio sororo”, que al fin y al cabo era lo que habían “soñado” diez años atrás.
“Hace siete años que no se va ninguna”, valoró Michelin-Salomon con respecto a la solidez que han conseguido conservar en el equipo de la cooperativa, aunque han tenido ingresos nuevos. Para ella, Aynú “es un espacio que puede acomodarse y habilitar varias formas de participar a la vez”. En esa línea, añadió que la comunidad continúa “con sueños e ideales”, como poder expandirse y tener sucursales en diferentes barrios y una piscina para hacer terapias acuáticas. “Tenemos muchos sueños, pero vamos despacito” concluyó.