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Investigadores relevando la flora de Punta Ballena.

Foto: Antonella Pollero

Hotspot de biodiversidad ubicado en Punta Ballena está en peligro por proyecto urbanístico que pretende construir 29 edificios

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Botánicos, incluido Eduardo Marchesi, que recientemente recibió el Honoris causa de la Universidad de la República, alertan que en los predios donde se busca instalar la iniciativa existen unas 427 especies de flora, gran parte de ellas en peligro de extinción o prioritarias para la conservación.

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Leído por Andrés Alba.
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Contar la historia de destrucción de un lugar emblemático para Uruguay y hotspot (o punto caliente) de biodiversidad no es fácil. Hace una semana se conoció que un grupo de privados –liderado por el magnate bancario argentino Delfín Jorge Ezequiel Carballo y el abogado uruguayo Eduardo Carlos Carrera Hughes– busca construir 29 edificios, piscinas, calles, redes de saneamiento y conexión con servicios en Punta Ballena. El balneario cuenta con apenas 20 hectáreas en estado natural y el negocio inmobiliario pretende instalarse justo en ellas.

En paralelo, una investigación realizada por investigadoras e investigadores de la Universidad de la República, sobre la que profundizaremos más adelante, arrojó que esta zona alberga 427 especies vegetales que dan cuenta del 15% de las especies de flora del país. Dentro de ellas se encuentran cinco especies vulnerables y una especie en peligro de extinción a nivel internacional, 33 especies prioritarias para la conservación a nivel nacional, y numerosos endemismos locales, nacionales y regionales. Esta última característica quiere decir que las especies únicamente se encuentran en estos territorios. En pocas palabras, la riqueza de flora es inmensa en este sector de Punta Ballena y se encuentra amenazada por el desarrollo urbanístico.

Advertencia: maquillaje verde a la vista

El maquillaje verde –conocido en inglés con el termino greenwashing– es la desinformación que realiza una organización o empresa, donde oculta, omite o minimiza información sobre los efectos negativos que puede causar cierta actividad en el entorno, exagerando al mismo tiempo sus supuestos compromisos ambientales. El Informe Ambiental Resumen que presentó el conglomerado de privados al Ministerio de Ambiente es un claro ejemplo de esta práctica.

El documento tiene 152 páginas que brindan datos del proyecto. Allí comienzan diciendo que fue aprobado por el Ejecutivo de la Intendencia de Maldonado y por la Junta Departamental. Dicen que el proyecto forma parte de un “acuerdo transaccional en el cual las partes realizaron concesiones recíprocas para poner fin a una situación que fue resuelta definitivamente por la Suprema Corte de Justicia”, y agregan que dicho acuerdo “tiene como objetivo concreto poner fin a un largo litigio sobre la zona de Punta Ballena, que la Justicia ha reconocido de propiedad privada”, indicando que el proyecto está “sometido a la única condición de la aprobación por la autoridad ambiental”.

Recordemos que si bien los predios pueden ser propiedad privada, sus dueños no tienen derecho a dañar el ambiente, cuya protección es definida como de “interés general” en nuestra Constitución. También mencionan en el informe como antecedente que la idea inicial era construir 37 edificios, pero finalmente decidieron que fueran 29.

“Con el fin de lograr la integración visual del proyecto se implementarán cubiertas enjardinadas incorporando vegetación en las fachadas que a su vez serán revestidas de piedra y hormigón pintado en colores que se integren al paisaje. Atendiendo los objetivos de conservación de los ecosistemas naturales del medio receptor, el diseño paisajístico del complejo residencial estará inspirado en la fisonomía, composición y procesos naturales de los ecosistemas silvestres de Punta Ballena. El diseño paisajístico buscará equilibrar la belleza, la funcionalidad del paisaje para las personas, con la conservación de la belleza y complejidad de la naturaleza”, dice el Informe Ambiental Resumen.

Una de las medidas de “gestión ambiental” que proponen los privados consiste en el “rescate de flora prioritaria”, es decir, la extraerán antes de que comiencen las obras para después colocarlas en otro sitio. Indican que “las especies más delicadas o aquellas con raíces dañadas serán rehabilitadas en macetas, durante el tiempo necesario antes de su trasplante definitivo a los sitios de reintroducción”. Sobre este punto volveremos más adelante con la visión de académicos que han dedicado su vida a la botánica. Asimismo, los privados detallan que realizarán excavaciones para “la ejecución de caminería, estacionamientos, escaleras, rampas, pozos sanitarios, planta baja, foso de ascensores, vaso de piscina y construcciones auxiliares”. Como consecuencia, estiman que se retirará un volumen de 77.000 metros cúbicos de “materiales” en toda la obra.

Cypella osteniana, planta en peligro de extinción que crece en Punta Ballena.

Foto: Antonella Pollero

Punta Ballena es el extremo costero sur de la Sierra de la Ballena, una zona de contacto de dos placas tectónicas, ubicada al inicio de la costa oceánica. Se caracteriza por ser un terreno rocos, por esta razón, realizar las obras no será tarea sencilla para los privados. En el documento se detalla que tendrán que utilizar “martillo neumático montado sobre el brazo de la retroexcavadora” y evaluarán la “utilización de explosivos”. De aprobarse la iniciativa, la etapa de construcción durará aproximadamente siete años. Durante este período calculan que habrá únicamente dos impactos ambientales de “significancia alta”: la “pérdida de biodiversidad en la vegetación por la presencia física de la obra” y por el “desbroce de vegetación y remoción de suelos”. Indican que otros dos impactos serán de “significancia media”: uno de ellos es la “percepción social negativa de la población cercana a causa de la presencia física de la obra” y el otro consiste en la “afectación del paisaje usual por presencia física de la obra”. También consideran que otros 16 impactos ambientales son de “significancia baja”, siendo dos ejemplos la “alteración del escurrimiento causado por la remoción de suelos, roca y vegetación” y la “afectación a la geomorfología y estructura de las grutas por transmisión de vibraciones por voladuras”.

Luego de la etapa de construcción, se declara que habrá otros dos impactos ambientales de significancia alta: la “pérdida de biodiversidad en la vegetación por la presencia física del emprendimiento” y la “afectación del paisaje habitual por la incorporación del complejo”. Se suman otros cuatro impactos de significancia media, entre los que se encuentran la “afectación a las actividades habituales turísticas, recreativas y deportivas por presencia física y ocupación del complejo” y “afectación del valor histórico y cultural de Punta Ballena”. Finalmente, también describen otros 27 impactos definidos como de “significancia baja”.

Uno de los aspectos más preocupantes del informe surge de la “evaluación de los impactos acumulativos sobre la vegetación”, donde examinan el futuro de la zona. Plantean que de construirse el complejo se generará la “pérdida de hábitat por su presencia física” pero tendrá lugar la “recuperación de hábitat por acciones de restauración ecológica y mejora en la gestión del público visitante”. En caso de que no se apruebe la obra, detallan que se perderá hábitat por la “proliferación de especies exóticas invasoras” y se degradará “la vegetación por tránsito humano y vehicular”. No conciben otra forma de salvaguardar la riqueza del lugar como, por ejemplo, que el predio ingrese al Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

Por último, los privados señalan “la importancia que cobra el proyecto para la preservación ecológica de la zona”. “La biodiversidad de Punta Ballena se encuentra amenazada por la presión que genera sobre la misma distintas actividades antrópicas que se desarrollan, que se encuentra asociado además al avance de las especies invasoras presentes”, dicen, olvidando que una de las actividades que genera más daño en los ecosistemas costeros es el desarrollo inmobiliario.

Proyecto inmobiliario en la punta rocosa de Punta Ballena.

Un tesoro que hay que cuidar

“Si destruyen Punta Ballena, transformando esta zona en un lugar de edificios, la pérdida a nivel de turismo va a ser mucho más grande que lo que puedan ganar haciendo 27 edificios. Edificios no faltan, en Punta del Este sobran. Esta zona genera contraste, genera que haya cierto equilibrio en los habitantes del lugar. Viven en una ciudad llena de edificios, ruidos, música, autos y se van a estar unas horas contemplando la naturaleza en silencio, sin autos, sin luces, oyendo sólo el oleaje. Además allí está el único acantilado que hay en Uruguay”, comenta a la diaria Eduardo Marchesi, botánico, curador del herbario de la Facultad de Agronomía por más de medio siglo, docente, autor de media centena de artículos científicos, que recibió el Honoris causa de la Universidad de la República el año pasado.

Eduardo, junto con Patricia Mai Morente, María Zabaleta, Laura Cappuccio y Antonella Pollero, publicaron el artículo “Plantas vasculares de Punta Ballena: conjunto de datos para la conservación de un hotspot en peligro de Uruguay”. Las autoras son, además de investigadoras, docentes de Botánica de la Licenciatura de Diseño de Paisaje y de la Licenciatura de Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional Este. En el texto explican que, de los numerosos puntos costeros rocosos de Uruguay, sólo dos contaban con estudios que describen su vegetación: Cabo Polonio y Cerro Verde, ambos incorporados al Sistema Nacional de Áreas Protegidas. En Punta Ballena había escasas investigaciones previas y se estaba detectando una rápida degradación del lugar, por lo que decidieron generar una lista de plantas vasculares encontradas en la punta rocosa costera –lugar donde se prevé construir los 29 edificios–. Su objetivo con el trabajo fue contribuir al desarrollo de planes de conservación. Todavía estamos a tiempo.

Durante siete años realizaron trabajo de campo. Como resultado, registraron un total de 427 especies, distribuidas en 252 géneros y 71 familias. Un gran número de ellas está amenazadas o es prioritaria para la conservación. Un ejemplo es la Cypella osteniana que, según criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, está en peligro de extinción. Otras cinco especies son vulnerables a nivel internacional, dentro de los que se incluyen cuatro cactus. Además, 33 especies fueron consideradas prioritarios para la conservación en el país y también detectaron 48 endemismos regionales, 13 de distribución restringida dentro de Uruguay y dos endemismos locales de Punta Ballena. “Hay plantas que sólo crecen en Punta Ballena. Detectamos dos especies, una se trata de una variedad, Senecio ostenii var. Balaenicus, y la otra es una especie de cactus, Parodia tabularis. Esto convierte a la zona en un lugar relevante desde el punto de vista de la diversidad que alberga”, cuenta Patricia.

Lamentablemente, con base en las colecciones históricas del sitio, también confirmaron que cinco especies están localmente extintas y que Punta Ballena ha sufrido la pérdida del 14% de sus especies. “Este hecho es probablemente una consecuencia directa del desarrollo urbano del sitio en las últimas décadas”, afirman en la investigación, agregando que “para todas estas especies hubo una reducción de sus ambientes típicos y en los que quedan no se encontraron. A su vez, durante los continuos censos, pudimos confirmar que algunas especies mostraron poblaciones severamente disminuidas”.

Asimismo, apuntaron que “la muy diversa flora de Punta Ballena, así como la presencia documentada de numerosas especies de interés para la conservación y endemismos en una superficie reducida, justifican la urgente necesidad de protección del sitio”. Por ejemplo, recomendaron regular actuaciones comunes que se producen en el espacio como el corte de pastos y hierbas a los lados del camino de acceso, ya que “reducen las poblaciones naturales de algunas especies autóctonas”, y el tránsito vehicular o estacionamiento irregular en áreas con vegetación o rocas “que no sólo afecta a la planta sino también a la fauna asociada a ella”. Por otra parte, solicitaron acciones para frenar la introducción de especies exóticas invasoras, que representan una amenaza para la vegetación nativa. También que en el área privada no se modifique el terreno natural. Las autoras y el autor, en diálogo con la diaria, manifestaron estar de acuerdo con que la zona ingrese al Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

No es viable

Para los investigadores e investigadoras existe una “contradicción” entre los valores que destaca el Informe Ambiental Resumen y la propuesta urbanística. Asimismo, alertan que la medida de quitar las plantas para luego colocarlas en el sitio degradado no es posible. “La vegetación de Punta Ballena es muy particular. Son plantas que crecen entre rocas, en unas grietas minúsculas. Lo que uno ve es la parte más verde, más herbácea, pero hay mucho más. Son bajitas porque sufren el viento, la salinidad, pero la cantidad de raíces y años que tiene cada una de ellas es impresionante. Tienen troncos, una planta baja puede tener varios años de vida y que sus raíces estén entre las rocas. Ellos hablan de sacar las plantas y ponerlas en macetas, de cuidarlas hasta que termine la obra y volverlas a plantar. Pero no es como agarrar una planta de vivero, llevarla en una macetita y plantarla. Van a morir, porque cuando uno intenta sacar una planta la rompe ya que las raíces están muy divididas abajo entre las rocas”, plantea María. Todos los autores del artículo están de acuerdo con que la propuesta es inverosímil.

Vegetación de Punta Ballena.

Foto: Antonella Pollero

Su colega, Patricia, complementa la respuesta: “Incluso no se tienen en cuenta las adaptaciones y la biología de las propias especies, ni tampoco contempla las características intrínsecas del lugar. Esta zona tiene un montón de microrrelieves que son los que permiten que crezcan este tipo de plantas y variedades. Tenés una zona que hay una vertiente, otra zona que es roca expuesta, otra zona que está un poco más protegida, una ladera. El microrrelieve se va a perder, que después enjardinen sobre un terreno alisado, alterado con respecto al original, no parece viable. Además, las adaptaciones al lugar han llevado a una genética propia de las plantas. Hay variaciones que las tienen sólo ellas porque están adaptadas. La misma especie en otro ambiente se comporta diferente”.

Para Antonella, las plantas tampoco van a sobrevivir “después de siete años de construcción, de poner explosivos, de cambiar las dinámicas de cómo llega el agua, el viento y el sol al lugar y construir edificios”. También planteó que algunas medidas presentadas por los privados como de conservación, en realidad no lo son. Por ejemplo, la construcción de techos enjardinados, ya que es “un suelo con una profundidad y composición limitada”. “No es un caso aislado este proyecto, pero la zona es el último relicto valioso que queda de todo lo que era Punta Ballena. Es una pérdida de vegetación que viene sosteniéndose hace mucho tiempo, siempre con la misma dinámica de urbanización desmedida y de especulación inmobiliaria, porque son edificios que ni siquiera se ocupan para vivir. ¿Hasta cuándo vamos a seguir hipotecando nuestros patrimonios y nuestra costa? El turismo se sostiene si tenemos los espacios naturales, playas y estos lugares, que se están perdiendo todo el tiempo. Todos los días es un proyecto nuevo, todos los días es una destrucción nueva. Lo poco que queda lo tenemos que cuidar al máximo”, suma. Maria acota que, de llevarse adelante la iniciativa, será un “proceso irreversible” porque “no se puede volver atrás una vez que se haya destruido todo”.

Por su parte, Eduardo no puede concebir que alguien defienda el proyecto. “De realizarse, Punta Ballena deja de existir. No tiene explicación, no hay manera de entender. El dueño como negocio no lo precisa y como desarrollo es un desastre. A la comunidad de Maldonado le destrozan un sitio importante para el turismo. Es como si Francia se pusiera a desarmar la Torre Eiffel, o si Estados Unidos destruyera la Estatua de la Libertad. Es destruir un símbolo”, plantea. Enseguida, recordó que en el Informe Ambiental Resumen no se analizó la fauna, no habla del impacto en el medio acuático, ni del impacto arqueológico. “Como sociedad definimos cuáles son los sitios que protegemos y las leyes que tenemos nos amparan. El problema es cómo se aplican: si es en beneficio del interés general, de toda la población, o si se aplican en beneficio de intereses privados. El debate tiene que centrarse en que la normativa para proteger estos espacios está y el Ministerio de Ambiente puede negar la autorización. Es lo que debería hacer de acuerdo a la ley. Si no lo hace, no está defendiendo los intereses de la población”, finaliza Antonella.

El Informe Ambiental Resumen del proyecto se encuentra disponible en el Observatorio Ambiental Nacional; hasta el 18 de noviembre se pueden enviar comentarios al Ministerio de Ambiente ingresando a este link.

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