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La razón del artillero

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La expresión del título es más conocida que su origen. De chico, en casa, me lo contaron así: un oficial de artillería no había cumplido la orden de disparar un cañón y fue sometido a un consejo de guerra; anunció ante sus jueces que expondría numerosas razones de su conducta, pero bastó la primera, que era la falta de pólvora. Cabe recordarlo al considerar qué puede ocurrir en el balotaje que se realizará el domingo 29 de noviembre.

Bumerán

Es bastante obvio que la segunda vuelta de la elección presidencial fue establecida con la intención prioritaria de dificultar el triunfo del Frente Amplio; no para asegurar la formación de coaliciones que le den gobernabilidad al país, sino en todo caso para evitar riesgos de ingobernabilidad. Riesgos como el que podría haber existido en el período 2000-2005, por ejemplo, si Tabaré Vázquez hubiera intentado gobernar, con un programa que prometía cambios sustanciales de lo hecho antes por colorados y blancos, mientras la suma de los lemas tradicionales era mayoría en el Parlamento. Ahora se da la situación inversa.

Luis Alberto Lacalle participará en el balotaje porque encabezó la fórmula presentada el 25 de octubre por el Partido Nacional, con la intención -anunciada en todo el país y formalizada en el programa blanco- de revertir muchas de las principales decisiones adoptadas por el gobierno que preside Tabaré Vázquez. Ese propósito fue confirmado ayer cuando su compañero de fórmula, Jorge Larrañaga, afirmó que durante la campaña para la segunda vuelta él y Lacalle buscarán el apoyo de todos los ciudadanos que no votaron a José Mujica y Danilo Astori. De modo que si el Frente Amplio conserva, como parece muy probable, la mayoría parlamentaria, no se comprende cómo podría cumplir la fórmula blanca, si ganara en segunda vuelta, sus propuestas de cambio.*

El quinquenio perdido

Aun si el FA no tuviera la mitad más uno de los integrantes de ambas cámaras, el perfil y los antecedentes del líder herrerista no condicen con la promesa, formulada en la noche del domingo 25 por el Honorable Directorio del Partido Nacional, de buscar el “diálogo necesario con los restantes partidos políticos” y aportar “el equilibrio indispensable para articular la pluralidad de opiniones que goza nuestra sociedad y dar cabida a todos los uruguayos”. Durante el gobierno de Lacalle, de 1990 a 1995, los blancos no tenían mayoría parlamentaria, y su gestión se caracterizó por la incapacidad de articular una coalición sólida de gobierno (ni siquiera entre los sectores nacionalistas), por la insistencia en impulsar propuestas que no contaban con el respaldo necesario en el Parlamento ni en la sociedad, y debido a lo antedicho, por la ausencia de soluciones a problemas que quedaron pendientes durante cinco años. La tozudez con que el presidente herrerista buscó lo inviable determinó, en definitiva, que el país perdiera cinco años, de alta conflictividad, sin avanzar hacia los cambios posibles.

Ejemplos de lo antedicho fueron los intentos fallidos de aprobar leyes de reforma del sistema jubilatorio y de reglamentación de la actividad sindical, además, por supuesto, del caso emblemático de la ley de privatización de empresas públicas, que terminó siendo derogada parcialmente, mediante un referendo, en diciembre de 1992.

Esa gestión anterior, y la capacidad de irritar a derechas e izquierdas que mostró Lacalle durante las campañas de este año, no son lo que se dice auspiciosas con miras a la articulación de acuerdos, aunque el Directorio blanco haya asegurado, en la declaración citada: “Somos paz, certeza, seguridad y equilibrio”.

En definitiva, la máquina del balotaje puede triturar a sus inventores. El sistema fue ideado para favorecer a quienes pensaban que, juntos, siempre serían mayoría, y ahora afrontan la dura perspectiva de hacer campaña desde el otro lado del mostrador. Será muy difícil convencer al Señor Sentido Común de que al país le conviene elegir, el último domingo de noviembre, a un candidato empeñado en hacer cosas que estén fuera de su alcance por la razón del artillero.

  • Ayer, en su audición de la radio M24, Mujica afirmó que, con independencia de su voluntad de buscar acuerdos interpartidarios si gana el balotaje, la mayoría obtenida por el Frente Amplio en el Senado asegura que, en caso de que no hubiera acuerdo entre ambas cámaras, tendrá mayoría en la Asamblea General, donde se resuelven esas situaciones. Es cierto que allí está la última palabra cuando la Cámara de Representantes y el Senado discrepan acerca de un proyecto, pero en tales casos la Asamblea General debe decidir por una mayoría de dos tercios, con la que no contarán el oficialismo ni la oposición.

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