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Un manifestante disfrazado de policía participa en una vigilia contra la cumbre del G-20, en Seúl.

Foto: Efe, Stephen Morrison

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China saldrá fortalecida y Estados Unidos debilitado de la cumbre del G20 en Seúl.

Las medidas anunciadas por la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos para reactivar la economía de ese país tienen importantes consecuencias en la política internacional que quedarán bajo las candilejas desde hoy, cuando comience la cumbre del Grupo de los 20 (G20): China, objeto de fuertes críticas por mantener depreciada su moneda, cederá el banquillo de los acusados a la potencia norteamericana.

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Palitos chinos

La calificadora de riesgo china Dagong Global Credit Rating Co rebajó la calificación de la deuda soberana estadounidense de “AA” a “A+”, informó la agencia de noticias Reuters. “La ocurrencia y desarrollo de la crisis crediticia en Estados Unidos fue resultado de la extensa acumulación de contradicciones en su sistema económico”, según esta evaluación. La deuda pública de Washington sólo puede mitigarse, en cierta medida, mediante la emisión e impresión a gran escala de dólares, agregó la calificadora. Sin embargo, “el consecuente declive en el estatus del dólar y del crédito nacional bloqueará el canal de ingresos de deuda, vital en gran medida para la existencia” del país, indica el reporte. “Bajo las circunstancias de que ninguno de los factores que influyen en la economía estadounidense ha variado explícitamente para mejor, es posible que Estados Unidos continúe expandiendo el uso de su política monetaria flexible, perjudicando los intereses de sus acreedores”, consigna Dagong.

La decisión de la Fed de inyectar 600.000 millones de dólares en la economía estadounidense con el fin de estimularla abrió un nuevo capítulo de la “guerra de monedas”. El anuncio del miércoles 3 se incorporó de inmediato al debate preliminar de la cumbre del G20, que se celebrará hoy y el viernes en Seúl. En ese sentido, muchas delegaciones llegan a la capital surcoreana con declaraciones previas de sus gobiernos, en general de descontento ante la nueva intervención monetaria de la Fed, apoyada por el presidente Barack Obama.

Quienes se oponen a la medida, implementada mediante la compra masiva de bonos del Tesoro, argumentan que una intervención de tal envergadura debilitará aun más el dólar frente al resto de las divisas, lo que socavará la competitividad de muchos países y, en contrapartida, favorecerá las exportaciones de la principal economía mundial.

El tipo de cambio parece haberse convertido por estos días en la principal variable de ajuste para los gobiernos de algunos países industrializados, en un intento por apalancar la recuperación económica luego de una de las peores recesiones de las últimas décadas. El riesgo de una “guerra de monedas” se asomó en diversas instancias durante las dos últimas décadas del siglo pasado. Apenas China ingresó a la Organización Internacional de Comercio (OMC) en 2001, Washington amenazó con solicitar a esa institución que investigue si Beijing mantiene depreciado el yuan “artificialmente” con el fin de sostener las exportaciones, uno de los principales motores de su economía.

El gobierno chino respondió apreciando levemente su moneda en 2005, atando su cotización no sólo al debilitado dólar sino también a una “cesta de monedas” que lo incluye junto con el yen japonés y el euro, entre otras. La consecuente apreciación ha sido considerada insuficiente por Estados Unidos y otros países que tienen al país asiático como uno de sus principales socios comerciales.

El enfrentamiento entre las dos principales potencias económicas del planeta se matiza con la disconformidad de los países emergentes, a los que no conviene que sus exportaciones paguen las consecuencias de una apreciación de sus respectivas monedas. Ocurre que estas economías se han convertido en uno de los destinos favoritos de los flujos de capital, que emigran desde el mundo industrializado en busca de los mejores rendimientos que éstas ofrecen. Este ingreso de capitales termina funcionando como lastre del tipo de cambio, pues las monedas locales se aprecian, lo cual afecta la competitividad del sector exportador.

Pra frenchi, Brasil

Uno de los críticos más notorios de la decisión de la Fed es Brasil, cuyo presidente saliente, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció su disposición a “pelear” en la cumbre de Seúl, al tiempo que responsabilizó del conflicto monetario a Estados Unidos, “que quiere resolver su problema de déficit fiscal”, y a China, “que sabe que no puede continuar con su moneda subvaluada como está”.

Las medidas tomadas por la Fed agudizan la tendencia a la baja del dólar en la plaza brasileña y complica la política monetaria del gobierno de Lula, consistente con intervenir en el mercado de cambios con el objetivo de apuntalar la divisa norteamericana. Eso ha llevado al Banco Central del país vecino a comprar montañas de billetes verdes. El real ha sido una de las monedas que más se ha apreciado en los últimos tiempos, como consecuencia del ingreso masivo de capitales a la economía brasileña.

La Unión Europea (UE) también ha mostrado sus reparos ante el anuncio de la Fed. El Banco Central Europeo (BCE) no planea emular la decisión de la autoridad monetaria estadounidense, pues está concentrado en controlar los precios, según aseguró su presidente, el francés Jean Claude Trichet. En cuanto a las compras emprendidas por el BCE de deuda pública (bonos del Tesoro) de alguno de los estados de la eurozona más afectados por la crisis, Trichet argumentó que se trata de “medidas no convencionales”, las cuales “son, por definición, de naturaleza temporal”.

Lluvia de golpes

El gobierno de Alemania se considera el más afectado de la UE por el plan de la Fed, pues ese país depende más que los miembros de la eurozona de sus ventas extracomunitarias. Eso eleva la sensibilidad de su sector exportador a las variaciones del tipo de cambio. El ministro de Economía alemán, Rainer Brüderle, dijo, según el diario madrileño ABC, que la decisión estadounidense incluye “elementos que recuerdan a la economía planificada”.

Brüderle reveló que en la conferencia ministerial conjunta del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial celebrada días atrás, también en Corea, surgieron “críticas a la política monetaria” de Washington, por entender que “se inyecta demasiada liquidez”. “La creación excesiva de dinero es una manipulación indirecta del tipo de cambio”, agregó.

También el presidente del Eurogrupo (que reúne a los ministros de Economía de la eurozona), Jean-Claude Juncker, expresó ante el Parlamento Europeo su desacuerdo con el paquete de estímulo monetario de Estados Unidos, que, en su opinión, conducirá a “una salida de la crisis” de carácter “inflacionista”. Juncker manifestó también temor de que las medidas determinen un “aumento de liquidez hacia los países emergentes que éstos no podrán absorber” y reiteró su convencimiento de que “el dólar no se encuentra al nivel en que debería estar en relación al euro”, con lo cual abogaba implícitamente por su apreciación.

De visita en India, Barack Obama defendió la decisión de la Fed. “El mandato de la Reserva Federal, que es también mi mandato, es hacer crecer nuestra economía. Y eso no es sólo bueno para Estados Unidos. Lo peor que podía ocurrir a la economía mundial es que nuestro país acabe estancado o con un crecimiento muy débil”, declaró. Para Obama es insostenible que haya países “con superávits masivos, mientras que otros tienen déficits masivos”, por lo cual consideró necesarios “los ajustes en las monedas” que conduzcan “a un esquema de crecimiento más equilibrado”.

Algunos analistas prevén que China emergerá como el gran ganador de la cumbre del G20. Después de estar a la defensiva ante las numerosas e intensas acusaciones de sus principales socios comerciales por la subvaluación “artificial” del yuan, Beijing encabeza ahora la larga lista de países que rechazan las medidas de la Fed. Y por ese motivo podría eludir acusaciones contra su política cambiaria como las que soportaran en la anterior cumbre del grupo realizada en junio en Toronto.

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