Hay unos latazos siniestros como para terminar en la comisaría. Allá donde las noches no son calladas, lejos. Allá donde el diablo perdió el poncho y el murmullo de la cumbia plancha corta el aire por arriba de los techos bajos, como si fueran cuchilladas malevas.
Cancha seca, piso duro, todo a grito pelado. Hay un fuego de mediotanque a un costado del alambrado que alborota los sentidos. Hay también un juego rítmico de batuque descoordinado, casi trasnochado.
El fútbol tiene magia por instantes de pelota bien jugada, a pesar de la ventolina cruzada que te parte el alma y la alfombra cascoteada de ese Montevideo futbolero para muchos casi desconocido.
Todo sucede bajo un cielo de plomo. Ellas gritan en la cornisa de la histeria, bocas con rouge, chillidos agudos, perros dando vueltas y presión asfixiante a la pelota.
El gol de Rentistas pasó por el filo de la línea, como un cheque cruzado, cuando Mauricio Rosa la tocó de zurda bien chanfleado, con una rosca exquisita de justeza superior, ante el error terrible del golero García. Fue el 1-0 parcial que destrabó un partido parejo y súper luchado. Se suceden unos varillazos a las canillas, un par de planchazos secos, fierrazos fieros y un codazo en la oreja que no precisó anestesista. Cuando tembló el arco rojo, el arquero Reyes controló todo frente al goleador Bello. Para la segunda parte todo fue temperamento. Cayó la guinda al área chica y el albañil Valencio -con una pirueta de fretacho- clavó en la red el 1-1.
Después todo sería intenso. Atenas, arriba en la tabla, martilló furioso sobre el arco local. Rentistas metió todo, hasta las uñas. En los últimos minutos, cuando el juez Cabrera apuntó tres dedos al cielo para indicar el tiempo adicional, hubo un amontonamiento de gente en el área de Rentistas y enseguida el pelado Guillauma sacó un contragolpe eléctrico -en una corrida infernal- que le puso los pelos de punta a todo el mundo, hasta que lo aterrizaron como dios manda.
El equipo de San Carlos nunca había empatado... le tenía que tocar. Los muchachos de Balerio siguen prendidos ahí arriba, metiendo roncha, como buenos bichos recontra colorados.