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Planta industrial de FUNSA. (archivo, octubre de 2009)

Foto: Sandro Pereyra

No importa el lugar

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Economía solidaria es vista como elemento integrador de la región.

No importa el país, las empresas que son recuperadas por sus trabajadores enfrentan los mismos inconvenientes: dificultad de acceso al crédito, falta de capacitación y marcos regulatorios que “no son prácticos”. En un evento organizado por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), representantes de Argentina, Brasil, Cuba, México, Uruguay y Venezuela narraron sus experiencias en la materia, coincidiendo en que la economía solidaria debe ser vista como otro elemento de integración regional al igual que el comercial.

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Desde ayer y hasta hoy, se desarrollan en la sede de Aladi las jornadas denominadas “Diversos enfoques de la economía social: las empresas recuperadas y otras formas asociativas”, a través del cual se busca conocer las realidades de cada país, sus dificultades y la forma en que se solucionan estos escollos.

Durante la inauguración del ciclo, el subsecretario de Cooperación, Asistencia Técnica y Apoyo a los Países de Menor Desarrollo Económico Relativo de la Secretaría General del organismo, Óscar Quintana, opinó que desde Aladi “se ha desarrollado en los últimos 20 años un esquema de integración enfocado en cuestiones comerciales, como la supresión de las barreras arancelarias [...], pero no se había abordado cuestiones concernientes al desarrollo integracional de la economía solidaria”.

Recordó que en mayo de 2009 el consejo de ministros de Aladi decidió incorporar el “desarrollo de la dimensión social” dentro de la agenda del organismo, y a partir de entonces se creó un calendario de actividades, entre las que se encuentra este foro. “Con este evento, no sólo estamos dando cumplimiento a lo solicitado por el consejo de ministros, sino que aportamos un paso fundamental al proceso de integración”, concluyó.

El embajador venezolano en Uruguay, Julio Chirino, sostuvo que se trata de “un gran aporte al debate de ideas” en un momento en el que la economía solidaria “ha tomado un carácter fundamental” en lo que es la asociación latinoamericana. Valoró que la economía social y en particular las empresas recuperadas por los trabajadores son “herramientas de inclusión social” que “corrigen los desbalances del sistema capitalista”.

Por su parte, el secretario nacional de Economía Solidaria del Ministerio de Trabajo y Empleo de Brasil, Paul Singer, subrayó que es “la primera vez” que este tema es abordado por un organismo multilateral. Interpretó que, aunque es importante tener un empleo regular que garantice la protección de los trabajadores, “la crisis del neoliberalismo” de fines de los 90 hizo perder esas garantías, y consigo muchos puestos de trabajo”, provocando “el renacimiento de la economía social solidaria”.

Detalló que este modelo económico “hoy tiene una presencia importante no sólo en América Latina”, sino también en “todos los continentes” y añadió que se trata de “la visión desinteresada de gente que aspira a un nuevo mundo, mucho más igualitario, mucho más justo socialmente”. También criticó las trabas de acceso al capital que existe para la economía social, como a los mercados y al financiamiento, porque “es de gente pobre”. Singer sugirió que la solución para estos problemas es la “ayuda mutua”.

Los mismos de siempre

Luego de la apertura se presentaron los casos de Venezuela, Brasil y Argentina, oportunidad en la que se constató que pese a las diferencias existentes entre estos países, los problemas son básicamente los mismos. Alfredo Riera Hernández, presidente de Fonpymes de Venezuela, contó que su país logró recuperar empresas en diversos sectores de la actividad, pero particularmente se apoyaron iniciativas “que son de carácter estratégico para el desarrollo nacional”, como el sector alimenticio. Brindó detalles de “casos emblemáticos”, como la planta trituradora de piedra Chema Saher (que emplea a 320 personas), la tomatera de producción de salsa ketchup La Caicareña (que tiene 12.000 trabajadores en el total de su cadena), la empresa de pesca La Gaviota, que produce sardinas, harina de pescado y pepitonas, que emplea a 281 personas, y al Centro Azucarero Santa Clara, que ocupa a 513 trabajadores. “Son empresas exitosas que pudieron ser recuperadas, contra los pronósticos de quienes creían que ello no iba a poder ser así”, indicó.

Entre las adversidades que enfrentan estas unidades productivas, la falta de acceso al crédito fue ubicada como la principal, aunque también mencionó la necesidad de promover la capacitación de los trabajadores y brindarles mejores posibilidades para comercializar su producción. Arildo Mota Lopes, presidente de la Central de Cooperativas y Emprendimientos Solidarios de Brasil, Unisol, detalló que en Brasil hay 700 emprendimientos autogestionados, que implican unos 45.000 puestos de trabajo y generan rentas por 1.500.000.000 de reales (865.301.413 dólares).

Si bien resaltó algunos avances, advirtió que hay límites importantes para estas empresas cooperativizadas, como la autogestión, lo reducido, complicado y burocrático de acceder al crédito, dificultades para comercializar, marcos regulatorios que no son prácticos y escasez de formación y asistencia técnica.

Teniendo en cuenta estos puntos, fundamentó que se debe aprobar leyes que fomenten la economía solidaria en Brasil, reducir las asimetrías que hay en las normas del Mercosur, invertir en innovación y tecnología y capacitar a los trabajadores.

Pablo Linari, del Ministerio de Desarrollo Social de Argentina, describió que en su país hay unos 236 establecimientos autogestionados con 20.000 personas en ellos, vinculados en su gran mayoría al sector metalúrgico (26,4% del total), aunque se destacan también los del rubro frigorífico (8%), alimentación (6,9%), textil (4,6%) y vidrios (4,6%).

Indicó que 80% de estos proyectos funciona como unidades pequeñas, mientras que “sólo el 20% tiene más de 100 trabajadores”. Además, la mayoría se orienta al mercado interno, siendo “muy pocas” las que hacen foco en el comercio internacional. Al igual que quienes lo precedieron, Linari evaluó que los principales obstáculos que tienen son la dificultad de acceso al crédito, la comercialización, falta de innovación, escasez de incorporación tecnológica y de capacitación.

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