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Juliana y Triana, de primer año de la escuela No 31 de Flores, explican su investigación "Nueve meses bajo la lupa", el viernes, en Salto.

Foto: Victoria Rodríguez

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25ª Feria Nacional de Clubes de Ciencia.

Luego de finalizada la ronda de muestras departamentales, de jueves a sábado se desarrolló en Salto la feria nacional que reunió lo mejor de todas las investigaciones realizadas por distintos Clubes de Ciencias que funcionan en instituciones educativas del país. Al recorrer el predio ferial en la sede de la Regional Norte de la Universidad de la República (Udelar) se percibía con claridad que lo aprendido iba mucho más allá del conocimiento científico.

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Muchísimas fueron las personas que el viernes, día en que abrió al público la feria nacional, visitaron los amplios espacios de la Regional Norte de Salto destinados a la actividad. Tanto grandes como chicos miraban con atención las características de cada uno de los stands, y cuando querían interiorizarse más no dudaban en pedir explicaciones a los jóvenes investigadores. Éstos se demostraban preparados para el interrogatorio, y sin prisa y sin pausa daban las explicaciones correspondientes. Daban detalles desde el principio, desde el momento en que decidieron empezar a investigar sobre determinado tema, lo que motivó inquietud, los pasos seguidos, las hipótesis desarrolladas, los resultados obtenidos y, en muchos casos, lo que quedó por hacer.

La preparación de los niños y adolescentes que expusieron sobre investigaciones de los más de 150 Clubes de Ciencia que participaron estuvo acompañada por la amabilidad y la simpatía de los chicos. Una pequeña demostración de ello fue la charla mantenida con Melisa, de diez años, proveniente de Tranqueras, quien lo primero que respondió al ser consultada por su experiencia con la planta de marcela expresó: "Primero que nada, buenos días. Somos de la Escuela Nº 131 de la ciudad de Tranqueras del departamento de Rivera. Desde hace ya tres años estamos estudiando la flora del lugar; miramos e identificamos algunas de las especies entre las que reconocimos la marcela". Acto seguido miró a su compañera Betty, de 12 años, y le dio pie para continuar con la explicación. Ella informó sobre las características de la planta y los lugares donde crece, aclarando que "crece desde la primavera hasta finales del verano, en suelos arenosos y rocosos, sin exceso de humedad porque si vos las mojás todos los días ella se pudre". Entre ambas contaron que salieron al campo en busca de la flor; una vez identificada, recogieron algunas muestras, las colocaron con las raíces para arriba de manera que se secara y extrajeron esencia de marcela, con la que produjeron jabones y velas con aroma y perfumadores. No hicieron referencia a la infusión de marcela, pero al ser consultadas, Betty aclaró que sirve para tratar el dolor estomacal, para lavar heridas y para ayudar a bajar la presión arterial. Mariney fue la maestra orientadora del proceso que vivieron algunos estudiantes de la Escuela 131 y que estuvieron representados por las dos niñas. Contó que Tranqueras se caracteriza por ser una zona de forestación, donde hay muchas plantas y flores que son desconocidas por sus habitantes; "entonces cómo íbamos a cuidar una cosa que no conocemos", dijo. A partir de esa premisa maestros y estudiantes salieron a investigar al campo, y desde hace tres años lo hacen bajo la modalidad de Club de Ciencia, que impulsa la Dirección de Innovación, Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Primero reconocieron la flora del lugar y al año siguiente estudiaron qué podían hacer con las plantas; "este año elegimos la marcela para empezar a trabajar porque abunda en la zona", contó. El proyecto contempló además el desarrollo de la lectoescritura, "porque tuvieron que investigar, escribir, leer, hacer resúmenes, y a ellos les costó todavía más porque es una escuela para discapacitados intelectuales". "Así que la experiencia no valió por dos, valió por mucho más", destacó la maestra.

Aprender y difundir

Abejita, Colibrí, Cardenal, Churrinche, Chajá, Ñandú, Tero y Hornero son las distintas categorías en las que participan niños de tres años en adelante hasta jóvenes mayores de 29 años. Las áreas de trabajo son tres: científica, tecnológica y social. En cada una de las categorías fueron premiados proyectos de las tres áreas de investigación.

Lucas y Francisco, de la Escuela Nº 5 de Fray Bentos, ambos de seis años, participaron en la categoría Colibrí. Con entusiasmo contaron que experimentaron con pan. "Le pusimos iodofón y quedó negro; eso quiere decir que tenía almidón", resumió velozmente Lucas. Seguidamente mencionaron al pasar datos aislados: "Si comes más de cinco rodajas de pan al día engordas". “¡Ah! Y al pan no le podés poner nada, ni manteca, si no seguro engordás"; "Lo que sí podés comer son frutas y verduras, todo lo que quieras".

Para indagar hasta dónde llega el espíritu investigador, la diaria les preguntó qué les gustaría estudiar de ahora en más: "Saber cuál es la cabeza de la lombriz", explicó Lucas, y "De dónde sale la cocacola", respondió Francisco.

Gimena y Denis, de nueve años, estudiantes de la Escuela 94 de Paysandú, también experimentaron con alimentos. En pequeños bollones se apreciaba en su stand frutas y verduras en estado de putrefacción. Gimena comentó que después de las vacaciones de julio comenzaron a investigar a partir de la pregunta: “¿Por qué las frutas y verduras tienen manchas?”. "Hicimos muchas hipótesis y finalmente respondimos que las frutas y verduras tienen manchas cuando pasan mucho tiempo sin la raíz. La vitamina se va de la fruta y se pudre", aclaró. Una vez podrida la fruta, indagaron sobre los hongos que se forman; recomendaron no comer frutas en mal estado. Denis destacó que en su proyecto quedó pendiente la consulta a especialistas y divulgar en medios locales lo aprendido.

Otros que hicieron recomendaciones tras su experiencia fueron Sofía y Sebastián, de ocho años, de la Escuela 23 de San José. Centraron su estudio en las escamas de los peces. Años anteriores se dedicaron a saber qué peces tenían escamas; una vez que concluyeron que no todos tienen y que hay especies, como el bagre y la anguila, sin escamas, investigaron sobre los datos que éstas brindan. "Cuando están rosadas significa que está bien y que se puede comer, pero cuando están oscuras están contaminadas", resumió Sebastián. Luego Sofía expresó: "Nosotros somos consumidores y les queremos decir a todos para que también sean consumidores". Según contaron, los dos comen pescado, aunque Sebastián reconoció que no le gusta el atún. “¡Yo le digo que es lo mismo, que coma!”, ordenó la pequeña.

Responsabilidad social

Los estudiantes de magisterio Santiago (21) y Paula (20), provenientes de Fray Bentos, demostraron que lo suyo es vocacional al congregar a un montón de escolares salteños en torno a su stand para explicar cómo funciona el proyecto social Merienda Saludable y sus beneficios en la salud de los niños. Sobre la mesa exponían ensaladas de fruta en envases plásticos, brochettes con trozos de distintas frutas y otros platos frutales alternativos. Para los futuros educadores la clave está en el marketing, por eso se esforzaron en realizar una presentación divertida de los alimentos y en planificar diversas promociones: vale otra, sorteos mensuales, y premiar a las clases que más envases plásticos devuelva en buenas condiciones. Santiago destacó que conjugó lo aprendido en magisterio con lo estudiando en el bachillerato de administración. Cuando se les preguntó sobre la pérdida de vitaminas de los alimentos previamente cortados, Santiago manifestó: “Es preferible que coman un poquito menos de proteínas porque está picada la fruta que te coman un alfajor triple de chocolate”.

La presentación realizada despertó el apetito de los escolares y el momento de más ansiedad fue cuando se hizo un sorteo de pequeños trozos de kiwi y frutilla. Al unísono afirmaron que -si hubiera- comerían ensaladas frutales en la escuela y dejarían a un lado la comida chatarra. Santiago concluyó: “Lo más interesante de nuestro proyecto es que es viable, real. Se apunta mucho a la creatividad, a lo que los niños quieren, porque los niños no te compran el alfajor de Ben 10 por el alfajor, te lo compran por el envoltorio, porque tienen un código para entrar en internet y ganar un premio”.

Reclusas del Centro Nacional de Rehabilitación (CNR) también llevan adelante un proyecto de carácter social. El grupo se denomina Las Hidropónicas porque en la azotea de la cárcel de Cabildo crearon una huerta de cultivos este tipo cuya producción abastecía a otros centros penitenciarios. Este año las reclusas de Cabildo fueron trasladas al CNR y tienen que volver a empezar de cero su huerta. Para ello, implementan cursos on line de hidroponia en los que enseñan al resto de las reclusas cómo cultivar. Además estudian inglés y piensan desarrollar cursos de portugués.

Graciela, reclusa del CNR que participó en la feria nacional, contó que empezar de cero es un “lindo desafío” y que esta vez están comenzando desde la teoría para luego llegar a la práctica. Élida, que se desempeña como orientadora en el proyecto, destacó la necesidad de educar en oficios e iniciativas laborales. “La idea es que la cárcel no sea un castigo, que lo que puedan hacer adentro les sirva para rehabilitarse y que cuando salgan de ahí no reincidan”. Detalló que 56% de las reclusas son primarias y 44% son reincidentes.

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