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Soñado

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Con gol de Recoba, Nacional ganó el clásico y mantuvo la chance que se le escapa a Peñarol.

Nacional fue al carrito de hamburguesas del Apertura y pidió una con todos los gustos: con diez, de atrás y en los descuentos. Así alcanzó el 2-1 que lo transformó en el único escolta de Danubio, posición que hasta ayer era de Peñarol. Los carboneros están a cuatro puntos, dato que no caería tan mal en Los Aromos si por delante no quedaran nada más que seis.

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El final quedará para el recuerdo. Corrían 48 minutos del segundo tiempo, en el que se habían adicionado tres. Penal para Nacional. Recoba lo pidió. Sólo faltó que una bola de pasto seco recorriera la cancha. O que las hinchadas empezaran a tararear la melodía de El bueno, el malo y el feo. Era el remate y el pitazo final.

El Chino pateó un adoquín. Y lo clavó fuerte y al medio, mientras Carini elegía un palo. Imposible no revivir la imagen, no describir el instante antes de decir cualquier otra cosa. Por lo pesado, por sus consecuencias y hasta por Recoba, que quizá nunca antes haya vivido algo así en una cancha uruguaya. Las portadas serán suyas. Se entiende. Pero todas deberían incluir la aclaración de que nada de lo que pasó hubiera ocurrido sin el ingreso de Gonzalo Bueno, la figura del clásico, con apenas 18 años.

El tricolor fue un vencedor autocrítico. Ganó tras una serie de cambios que modificaron radicalmente su postura. Luego de la avara y riesgosa apuesta con la que encaró un primer tiempo que terminó sin goles, Gallardo hizo borrón y cuenta nueva. Tuvo la suerte de que su rival no aprovechó la debilidad de su primer planteo, más abocado a pelear que a jugar. Con futbolistas sobregirados, como pasó con Abero, que debió irse tras tirar un golpe luego de una jugada en la que lo faulearon sin que el árbitro pitara. Igualmente, fue de los más firmes con la pelota. Es que tampoco le funcionó la apuesta de último momento, el ingreso como titular de Matías Sosa.

Si el error de encare se notó menos de lo debido, fue porque Santiago Silva no estuvo fino al definir y porque Muñoz ataja. Pero Peñarol se impuso reiteradamente en el medio, Pedro tuvo metros para soltarse y los chicos de arriba combinaron con riesgo.

Paradójicamente, los aurinegros se pusieron en ventaja cuando todo eso era historia. Mucha suerte junta: Rosano pareció tirar un centro y la clavó en un ángulo, en la primera jugada que se le presentó tras el cambio que lo sacó del lateral en el que entró Gunino. Pasó a jugar de 8. ¿El motivo? Desde el comienzo del complemento, el nuevo Nacional hacía estragos por ahí, por donde Bueno se le fue tres veces consecutivamente: a los 50, los 51 y los 52 minutos. Recoba, que entró con el juvenil para transformar el 4-4-2 en un 4-3-1-2, asistía bien y cambiaba la flecha del fútbol. Por eso no sorprendió que la ventaja mirasol apenas resistiera cuatro minutos. Bueno la empujó y encontró un premio rápido y merecido.

Al último Peñarol le caben observaciones similares a las que cargó su rival al comienzo. No aprovechó las guiñadas que le hizo el partido. Pareció enamorado del empate. Sin ganas de explotar el exhibicionismo de un Nacional que se desnudó por ganar desde que entró el juvenil César, salió Píriz y formó un 4-2-1-3. Jugó así media hora. Pero Gregorio mantuvo el esquema conservador que nació de su primera variante, con cambios que no modificaron sus dos líneas de cuatro.

El castigo vino de golpe, en una de las pocas jugadas en las que se tiró a ganarlo. En la hora, Pedro ejecutó un tiro libre peligroso, luego de la expulsión del valioso Jadson Viera. La pelota dio en la barrera. Fue la raíz del penal. Nacional lo ganó por donde apostó a ganarlo y con quien merecía liderar el ataque: Bueno tragó metros e intentó asistir. Gunino puso la mano que habilitó el examen. El Chino rindió y salvó.

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