Ingresá

Luis Eduardo Morás.

Foto: Pablo Nogueira

A flor de piel

6 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Inseguridad y paranoia en la sociedad.

La muerte de Federica Alonso a manos de su padre al confundirla con un ladrón llevó a un extremo inimaginable el temor que tienen muchos uruguayos en materia de seguridad. El doctor en sociología y especialista en seguridad y violencia Luis Eduardo Morás reflexionó sobre el hecho, la tenencia de armas, el miedo que siente la población y la necesidad de un cambio cultural para que la violencia disminuya.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

La marcha que tuvo lugar el jueves fue desencadenada por el accidente ocurrido en una casa del barrio Carrasco, donde un padre confundió a su hija de 24 años con un ladrón y le quitó la vida de un solo tiro. La convocatoria se había realizado previamente a este insuceso, motivada por diversos episodios de violencia que protagonizaron involuntariamente vecinos de la zona, pero ganó adeptos tras la muerte de la muchacha, ocurrida hace una semana. En el sitio de Facebook: “Marcha por + seguridad” se concentraron reflexiones, discusiones, y expresiones de todo tipo en materia de inseguridad. Incluso luego de concretada la movilización, que comenzó en el cruce de las calles Bolivia y Boston, pasando por Basilea, Blanes Viale y Gabriel Otero, hasta llegar a Arocena y Schroeder, la gente siguió volcando sus opiniones. Marcharon entre 1.000 y 2.000 mil personas, con gran presencia de jóvenes.

En la llegada

“Hoy marchamos pacíficamente convocados por el hartazgo y la impotencia de no vivir más en paz; con la impotencia de ya no poder vivir tranquilos en nuestras propias casas, ni de poder circular de forma segura por las calles de nuestra ciudad sin sentir el miedo de que nos asalten o nos copen. Todos conocemos casos cada vez más violentos de hurtos, rapiñas y copamientos, sin embargo, las respuestas de quienes tienen que protegernos nunca llegan. ¿Cuántos acá hemos llamado al 911 sin recibir ninguna respuesta mientras robaban nuestras casas o éramos testigos de un delito? ¿Cuántos acá se pusieron en peligro persiguiendo delincuentes dentro de sus hogares o en la calle, arriesgando sus vidas o la de sus familias para enterarse al otro día que lo soltaron porque no había llegado a robar nada o porque era menor? ¿Tenemos que esperar a que haya un herido o ver cómo nos roban en la cara para que los hagan responsables? Esto no es culpa de la Policía, de ninguna manera, la Policía está tan atada de manos y expuesta como los vecinos. ¡No puede ser que un Centro Comunal tenga más vehículos que una comisaría! No venimos a buscar culpables, venimos a buscar soluciones. Ministro Bonomi: debe usted ejercer con firmeza la legítima autoridad que posee. Debe demostrar a la ciudadanía que usted está al mando de la situación y que, en caso de necesitar usar la fuerza legítima para defender al ciudadano de bien, no dudará en hacerlo”, rezaba la proclama leída por el hermano de Federica Alonso al final de la marcha.

Al ser consultado sobre si el homicidio ocurrido en Carrasco fue una demostración de paranoia de una sola persona, una familia o una clase social, Morás señaló enfáticamente que no se trata de algo particular sino que existe “una cultura del miedo, una cultura paranoica” en la sociedad uruguaya. Mencionó un ejemplo que evidencia una gran paradoja: “Ya no sólo quieren más policías los transportistas, los comerciantes, los docentes, sino que también piden los guardias de seguridad privados”.

Esa paranoia y el miedo latente derivan en que los uruguayos tengan un nivel de armas per cápita “absolutamente demencial y tremendo”. Detalló: “En Uruguay hay 580 mil armas registradas y se calcula que por cada arma legal hay una ilegal, estamos hablando de más de un millón de armas en una sociedad de tres millones de habitantes. Un arma cada tres uruguayos. Es un nivel que demuestra que el de Carrasco no fue un caso particular de una persona, hace parte de una cultura”.

En números

Según la Encuesta de Violencia y Criminalidad efectuada en 2010 por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del MI, el año pasado en todo el país hubo 99.918 denuncias por hurto. Años anteriores se registraron cifras similares: 2009, 99.138, y 2008, 110.904. Las denuncias por rapiñas en el mismo período alcanzaron a las 15.094, superando a las 12.459 de 2009 y a las 11.642 de 2008, al revés de lo que pasó con los copamientos, que de los 146 de 2008,cayeron a 141 en 2009 y a 133 en 2010.

Motivos

La procesión del jueves fue encabezada con un cartel que expresaba: “Queremos vivir en paz”. Además, quienes participaron declararon en mensajes públicos que quieren “tranquilidad”, y que las autoridades deberían tomar cartas en el asunto. Por su parte, el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, expresó que fue una respuesta a “una sensación” que la gente tiene y que “quiere expresar”, y anunció que a mediados de diciembre el Ministerio de Interior (MI) dará a conocer la reestructura en materia de seguridad que ya se está empezando a implementar.

El especialista en seguridad opinó que lo que ocurrió en Carrasco y lo que está sucediendo a nivel de toda la sociedad responde a tres factores diferentes. En primer lugar, se refirió a que “la opinión pública percibe como inminente ser víctima de un delito violento”; en segundo término el hecho de que los uruguayos piensan que “la Policía no hace nada y la Justicia no sirve”, y por último vinculó el impulso que ejercen los medios de comunicación, que hacen que “se hable, se socialice, se interactúe con los otros basados en relatos de inseguridad”.

En su opinión “todas esas premisas son falsas”. Para definir la primera, distinguió dos tipos de violencia, la instrumental, que “se aplica para conseguir un fin de lucro”-, y la relacional, que “tiene que ver con los relacionamientos cotidianos”. En esta última categoría, Morás ubica los delitos de violencia doméstica, entre vecinos, ajustes de cuentas, etcétera. “Ser víctima de un delito violento con fines de lucro, las posibilidades son bajísimas, más aún de copamientos y secuestros con resultados de muerte; son hechos absolutamente excepcionales en Uruguay. Sin embargo, se dan como que son habituales y pueden ocurrir en cualquier momento”.

En este sentido, recordó los resultados de la “Encuesta de opinión pública sobre niveles de victimización, percepciones de inseguridad y grados de confianza institucional en el Uruguay” del MI, que arrojó que 7% de los encuestados, que no fueron víctimas de ningún delito, consideran que es “muy probable” que lo sean; 37% que es “probable”; mientras que otro 37% sostuvo que era “poco probable”. Sólo 10% indicó que es improbable y 9% respondió “no sabe, no contesta”. Las percepciones de probabilidad son más elevadas cuando los que responden ya fueron víctimas de al menos un delito.

La cuestionada imagen que se tiene de los policías y los jueces también es considerada por Morás como una premisa falsa, porque “en Uruguay en los últimos 30 años la cantidad de presos se multiplicó”. “De menos de 2.000 presos en 1989, se pasó a 8.000 en 2009, y hoy en día hay más de 9.400”, añadió. Y sostuvo que desde 1990 se ha modificado, en distintas ocasiones, la legislación en materia de seguridad, y sin embargo, los resultados obtenidos no han sido los esperados.

Por otra parte, Morás afirmó que la idea de inseguridad “es un mecanismo de socialización”, pues es un tema que genera diálogos en distintos ámbitos de la vida cotidiana de las personas, como ser peluquerías, ómnibus, supermercados. Y no sólo se habla con conocidos o extraños de lo que pasó, también de lo que podía haber sucedido. El rol de los medios de comunicación juega un papel destacado en el incentivo de conversaciones entre los ciudadanos. A través de los distintos soportes “se construye una mirada muy particular del fenómeno: construyen una víctima y un victimario muy particular”, detalló. Ambos pierden la categoría de sujetos y pasan a ser nombrados mediante adjetivos; así el victimario se transforma en “el violento”, “el rapiñero” o “el incorregible”.

“Yo no digo que los medios de comunicación creen algo que no existe. Existe sí un componente delictivo, en Uruguay se denuncian 100.000 hurtos al año y no se denuncian todos, cuatro de cada diez no se denuncian. […] Lo que sí digo es que los medios de comunicación generan determinados tipos de victimarios, y tipos de víctimas, hacen una reducción del problema, lo simplifican y hacen evidente la solución. ¿Cuál es la solución evidente? Más policías y leyes más severas. Yo no veo ningún medio que haga el siguiente análisis: los pibes roban mucho, es cierto, pero ¿quién compra todo lo que roban los pibes?, porque estamos hablando de 100.000 hurtos; eso genera decenas de miles de celulares, televisores y eso no queda en la zona roja donde se hacen los megaoperativos, ni tampoco los que tienen capacidad de reciclar los bienes al mercado de consumo son pibes, ni son pibes ni viven en la zona roja. O sea, que por cada pibe chorro hay un ciudadano honesto dispuesto a comprar lo que cada pibe chorro robó”.

Antes de realizar una marcha para elevar los niveles de seguridad consideró que es más conveniente hacer “un acto de sinceramiento”, en el cual decir: “Acá hay un problema de toda la sociedad y hay un problema de adultos. Y no es solamente de los sectores más desfavorecidos”. Finalmente, el especialista en seguridad y violencia remarcó que las sociedades que tienen éxito, o niveles manejables de seguridad, tienen cubiertos dos planos fundamentales: la prevención y represión del delito; y el trabajo a nivel de las percepciones sociales persistentes.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura