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Público presente durante el partido Uruguay-Estonia, ayer, en el estadio Atilio Paiva Olivera, en Rivera.

Foto: Nicolás Celaya

Alea iacta est

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Uruguay cerró en Rivera su etapa pre Copa America ganando 3-0.

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Una de las principales ciudades fronterizas de nuestro país, Rivera, se dio el gusto de despedir formalmente a la celeste. El estadio Atilio Paiva Olivera -escenario en el que se jugó una de las series de la Copa America 1995- con las tribunas colmadas, mucho color, la marca registrada del riverense (aunque también llegaron muchos hinchas de localidades cercanas) y bastante frío fueron el marco para la despedida de la selección nacional antes del debut en la Copa América, el 4 de julio frente a Perú.

Los dirigidos por Óscar Tabárez venían laburando tranquilos en el Complejo Uruguay Celeste pero cortaron la paz y la calma para afrontar el ensayo general con público de la obra Uruguay Copa América 2011. Fue la revancha del 0-2 en la ciudad de Tallín ante Estonia. Los europeos venían de ser goleados por Chile el domingo.

Los primeros minutos de juego arrancaron con el equipo báltico más despierto, como si el frío riverense fuera un verano para sus cuerpos. Pero poco a poco la selección local comenzó a tener más la bola y a rodear el área visitante con la pausa dinámica de Lodeiro -de gran actuación- y el conocido circuito de juego que elaboran Forlán, Suárez y el Edi Cavani. Cuando corrían 13 minutos y ya habían caído unos cuantos centros al área, Forlán mandó un córner desde la izquierda que el Pelado Cáceres conectó con un frentazo para mandarla a guardar al fondo del arco de la tribuna Carmelo Sosa.

Pero cuando todos pensaban que se venía un monólogo celeste y una gran goleada, los muchachos de la ex república soviética salieron en busca del empate. Su motor principal de recuperación y elaboración con el balón era el volante Puri. De esta forma se arrimó un par de veces al arco de Muslera, pero nunca llegó a causar más que un pequeño susto.

Esta vez fue agradable que el seleccionado de Estonia propusiera y quisiera, ya que le dio electricidad a la primera parte, que fue de ida y vuelta. Los dirigidos por Tabárez volvieron a estar cerca del gol claramente en dos ocasiones: con una pelota que estrelló Lodeiro de cabeza en el palo, posterior a un entrevero en el área, y, sobre el cierre, la que quizás haya sido una de las demostraciones más importantes de Uruguay con respecto al contraataque, un gran cambio de frente de Suárez habilitó a Forlán, que enganchó y disparó, pero el golero tapó aunque dio rebote y casi llega el segundo. Cierre de primera mitad con aplausos.

Se puede decir que en el complemento Uruguay fue el dominador absoluto del juego. Por abajo la celeste insistía, pero la visita estaba bien parada. Por arriba, entonces, también llegó el segundo: a los diez minutos Forlán lanzó nuevamente un córner desde la izquierda, pero esta vez el que conectó el balón con su propia valla fue un estonio, el zaguero espigado Reinta, desatando otro estallido en el Paiva Olivera. De ahí en adelante Uruguay jugó más tranquilo y se vinieron los cambios.

Cada córner o pelota que iban a buscar los muchachos celestes era motivo de la ovación del público femenino. Entre aullido y aullido llegó el tercer gol, la pinturita del partido. Una salida rápida de Suárez que tocó en corto hacia la derecha para Forlán, el rubio volvió a pasar al medio para Nico Lodeiro, que con un disparo alto al medio cerró el score. El festejo fue muy emotivo y en el abrazo que recibió de sus compañeros quedó reflejado el afecto y apoyo que recibió en los últimos por el fallecimiento de su padre. Tabárez completó el momento al sustituirlo por Abel Hernández antes de que la pelota volviera a rodar.

Minutos después, el cuarto gol casi llega cuando Cavani estrelló una guinda en el travesaño. Finalmente, con las variantes la celeste se dio el lujo de que en la despedida el público esbozara un "ooole, ooole", sobre todo cuando a Hérnandez se le ocurrió tirar unas lindas fintas a base de firulete. También fue motivo de algarabía general el ingreso del Loco Abreu. Su nombre fue coreado por todo el estadio varias veces.

Tácticamente hablando

Uruguay se paró como lo venía haciendo, con ese 4-4-2, o más bien 4-2-2-2. La línea de fondo fue integrada por Lugano, que a pesar de la manija de algunos se sigue perfilando como seguro titular para la Copa América. El que lo acompañó fue Mauricio Victorino, que volvió de Brasil para incorporarse a la oncena inicial. Por los laterales, el Mono, como siempre, se mostró impecable, rápido y efectivo; el otro lateral, Martín Cáceres, también anduvo muy bien y además convirtió por arriba.

En el doble cinco el que estuvo firme fue Arévalo, mientras que el Ruso perdió más de las que ganó. Los volantes-media puntas de creación que paró el maestro tuvieron una gran actuación. Forlán asistió en los dos primeros goles y Lodeiro se movió por muchos momentos como un diez de la vieja escuela. Suárez y Cavani, a pesar de no convertir, reflejaron tener más que aceitado el sistema de juego, y todo indica que tendrán un buena campeonato.

De los que ingresaron del banco, es de destaque lo de Sebastián Coates, quien tranquilamente puede ser una pieza de recambio, al igual que el Tata, Gargano y Eguren en el medio. El otro que entró y es de los que no estuvieron en Sudáfrica es la Joya Hernández, que le da la pizca de velocidad y frenesí al equipo. Quién quedará afuera y quién no lo decidirá Tabárez en un día. Depende en buena medida del estado físico de algunos futbolistas, como Cebolla Rodríguez y Godín.

Varias cosas positivas se pueden rescatar de la actuación celeste en la noche riverense. La primera, que el equipo está cómodo, seguro, acoplado y muy firme. La segnda, que se continuó con la saga “Uruguay por todo el Uruguay”; la selección nacional visitó otro departamento donde, por supuesto, esa suerte de beatlemanía, especialemente para las niños y las mujeres- dijo presente.

En el momento previo al máximo torneo sudamericano, ante las especulaciones y la intriga sobre lo que va venir, apelo a dos frases de un ser no tan célebre pero importante de nuestra historia universal, el “dictador” (nunca fue emperador) romano Julio César: el 10 de enero del año 49 a.C., antes de que su ejército cruzara el Rubicón (hecho que lo enfrentaba con el sistema democrático), pronunció una frase que siempre adoptó previo a cualquier desafío: “La suerte está echada”. Cuando sus soldados ya habían cruzado el río dijo lo mismo que muchos integrantes de la patria futbolera le gritamos al destino: “¡Que empiece el juego!”.

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