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Gabriel Isola, Andrés Rius y Daniel Olesker en la Facultad de Ciencias Económicas.

Foto: Andrés Cuenca

Leyendas urbanas

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Cooperativas tienen menos riesgo de fracaso que empresas tradicionales, pero aún son pocas.

Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Economía (Iecon) indica que las empresas autogestionadas por sus trabajadores enfrentan un riesgo de fracaso 46% menor que las empresas tradicionales. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, aseguró a la diaria que desde el gobierno “se ha hecho mucho” para promover el cooperativismo aunque admitió que “queda más por hacer”. “Se quiso ver históricamente (a las cooperativas) como las empresas de los más pobres, que lo único que hacían era recuperar empresas cuando se fundían, y este trabajo rompe ese mito”, destacó, refiriéndose al estudio.

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La autogestión como alternativa. Caracterización y desempeño de las cooperativas de trabajadores en Uruguay es el título de la investigación, presentada en las Jornadas Académicas de la Facultad de Ciencias Económicas. El economista Andrés Rius presentó el trabajo Decisiones sobre empleo, remuneraciones e inversión en Cooperativas de Trabajadores en Uruguay: Presentación del proyecto y resultados iniciales, orientado a “entender mejor la asignación de recursos” mediante “las formas empresariales”. Rius dijo que es importante entender la relación del cooperativismo con los ciclos económicos y, especialmente, con las crisis, y evaluar “qué factores contribuyen al éxito y cuáles pueden poner en duda esa vida [de la empresa]”.

Para ello, los investigadores hicieron una encuesta basada en una muestra representativa de cooperativas de producción y trabajo y en un segmento de “empresas no cooperativas” para compararlas. Uno de los principales resultados indica que las cooperativas de trabajadores ponderan el empleo y las remuneraciones “de forma diferente”, particularmente, en fases recesivas, ya que ajustan salarios para mantener empleos, lo que no hacen las empresas tradicionales. En cuanto a la “autopercepción” de competencia en el mercado, las firmas autogestionadas “se tienen bastante fe”, y en la mayoría de las variables no acusan diferencias, aunque un 47% percibe debilidad en la comercialización. Rius informó que un 25% de las cooperativas son firmas recuperadas, que utilizan menos personal de supervisión y asumen una nueva forma organizativa.

En lo que refiere a cooperación con otras firmas, 27% de las autogestionadas tiene acuerdos de cooperación y dos tercios de éstos son con otras cooperativas. La cooperación se establece mayormente en las áreas de intercambio de información (33%), reducción de costos de actividades logísticas (13%) y ventas (13%).

Todo se transforma

Andrés Dean, colega de Rius, presentó a su turno un trabajo titulado El comportamiento demográfico comparado de cooperativas de trabajadores y empresas capitalistas en Uruguay, en el que abordó los procesos de creación y destrucción de empresas entre 1996 y 2005. La teoría previa sostiene que el surgimiento y cierre de cooperativas obedece a un comportamiento contracíclico, porque cuando la economía se retrae se crean más cooperativas para mantener puestos de trabajo. Desde esta premisa fueron analizadas diferentes variables macroeconómicas como rentabilidad esperable, variación del Producto Interno Bruto, tasa de desempleo y tasa de interés, pero también variables “institucionales” como “densidad de cooperativas”, ya que cuantas más se generan, más instituciones de apoyo surgen. El principal resultado indica que las variables macroeconómicas generan impactos sólo marginales en los procesos de nacimiento y muerte de empresas y cooperativas, y que para éstas últimas resultan más relevantes los aspectos institucionales. Dean comentó que algunas conclusiones “muestran coincidencias con la teoría”, pero otras “se contradicen”.

Complementariamente, el también economista Gabriel Burdín presentó el trabajo ¿Son las empresas gestionadas por sus trabajadores más propensas a fracasar? Un análisis de sobrevivencia aplicado al caso uruguayo, en el que resalta que las cooperativas tienen un riesgo de disolución entre 43% y 46% menor que una empresa capitalista, resultado que “parecía demasiado bueno para ser verdad”. “Como parece difícil de creer” se hicieron análisis adicionales, pero en general se mantuvieron las diferencias, ejemplificando que al excluir a las microempresas, el menor riesgo baja a 35%. Burdín señaló que, según la “evidencia internacional”, las cooperativas de trabajadores son más productivas que las firmas capitalistas, aunque aún no hay evidencia local de ello. Pero aunque son menos propensas al fracaso, las cooperativas no tuvieron un desarrollo significativo en los últimos años.

Derribando mitos

Las investigaciones fueron comentadas por Gabriel Isola, integrante de la Federación de Cooperativas de Producción, quien resaltó sus “resultados super interesantes”. Subrayó que las cooperativas generan empleo más estable y remuneraciones más flexibles, con lo que soportan mejor las crisis, y su mayor vida frente a las empresas capitalistas determina “la necesidad de multiplicar las experiencias” de este tipo. Isola sugirió “profundizar en los temas de financiamiento y estrategias de comercialización”.

Otro comentarista fue Olesker, quien celebró que “el mito de un peor desempeño es algo que empieza a caer” pero lamentó que el número de cooperativas “sigue siendo bajo”.

Mencionó su preocupación “por las causas del no nacimiento” de más cooperativas debido a las dificultades de inserción en el mercado, y evaluó para la diaria que en promoción del cooperativismo “se ha hecho mucho y queda más por hacer”. Destacó “la Ley del Cooperativismo, largamente ansiada durante 30 o 40 años”, que permitió regular al movimiento cooperativo tras sustituir las “leyes dispersas” anteriores para cada tipo de cooperativa. “Es un logro muy importante porque crea la institucionalidad y el Instituto Nacional de Cooperativismo, dependiente del Ministerio de Trabajo, con participación social y financiamiento de las propias cooperativas y del Estado”, valoró.

Después resaltó la instrumentación oficial de “mecanismos para estimular las compras del Estado a las cooperativas sociales”, y ponderó la creación del Fondo Nacional de Desarrollo con 30% de las utilidades del Banco República, para aplicarse a “proyectos estratégicos para el país y proyectos de autogestión”. Sobre las restricciones que enfrenta el cooperativismo, el ministro citó a “las dos puntas del ciclo productivo: el financiamiento y la venta”, y al gobierno, que hizo cosas “a favor de estimularlas”. “El principal escollo para la formación del cooperativismo es de carácter institucional, cultural y educativo, porque los jóvenes no ven esa opción como una más de su set de opciones productivas”, reflexionó. Desde esta evaluación se firmó un convenio entre los ministerios de Desarrollo y Trabajo y la UTU “para incorporar en las currículas aspectos vinculados a la educación en materia cooperativa”. “Se quiso ver históricamente [a las cooperativas] como las empresas de los más pobres, que lo único que hacían era recuperar empresas cuando se fundían, y este trabajo rompe ese mito”, puntualizó Olesker respecto de las investigaciones presentadas.

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