Pactar un encuentro con Fabián O'Neill no es algo simple, y lograr la entrevista fue el final feliz de una historia que tuvo varias cancelaciones: el isabelino gambeteó cualquier posibilidad de concretar la nota esgrimiendo diferentes motivos. Quizás uno de los obstáculos principales sea el principio del placer que rige su rutina: generalmente hace lo que tiene ganas y cuando se le antoja. Ese vivir el presente continuo, absolutamente hedonista, complejiza cualquier gestión previa. No obstante, la diaria logró conversar con él en el club Defensor de Paso de los Toros, que viene de alcanzar un quinquenio en el fútbol isabelino, con un exitoso presente que O'Neill sintetiza en las frases pintadas en la fachada del club: “Sin maldad. Sin envidia. El Mago”.
Más allá de lo complicada que pueda resultar la coordinación de la entrevista, una vez concretado el encuentro la actitud de O'Neill es abierta a charlar sobre lo que sea, siempre al borde del sincericidio: “Vos preguntame lo que sea, que te voy a decir la verdad, conmigo no hay problema. Ser así es mejor, ¿para qué mentir?”.
Esa frontalidad es conocida por todos y cada uno de los vecinos que se acercan a saludarlo o levantan su mano al cruzarse con él sentado en la vereda del club, junto con algunos amigos y su tío Cholo. Entretanto, otro integrante de la banda, Chicharra, comienza a encender el fuego en la parrilla ubicada en la sede del equipo violeta de Paso de los Toros, que ahora espera recibir fondos para reformar la terraza e instalar otra parrilla en ese espacio. Mientras, algunos parroquianos se acercan a contar historias vividas con O'Neill y hablan de su generosidad. La mayoría lo conoce desde hace muchos años, incluso el cantinero de Defensor, con quien jugaba al truco en la puerta del club cuando el isabelino era un niño.
-Que enloquecí tu corazón de libertad / ¡Ya vas a ver!*
Los parroquianos también coinciden en el parecido de los O'Neill, Fabián y su hijo, Favio, que con ocho años se arrima a manguearle 100 pesos para comprar un helado. El isabelino sabe que cuesta mucho menos pero le da ese dinero porque su hijo repartirá la plata entre sus amigos para que todos tengan su helado. Es la misma generosidad que está presente en O'Neill durante la charla: responde a todas las preguntas, posa para las fotos cuantas veces sea necesario y, aún desde su franqueza habitual, durante esa noche muestra el criterio necesario para mejor no hablar de ciertas cosas frente al grabador y reservarse comentarios dignos del tercer tiempo, una vez culminada la entrevista.
Loco, pero tuyo
-Nacional (1990-1995 y 2003) -“Fue después de Defensor [de Paso de los Toros] el cuadro que me permitió vivir gracias al fútbol. Ahora estoy mucho en Paso de los Toros, pero cuando viajaba a Montevideo la gente de Nacional siempre me pedía que volviera a jugar. Tuve problemas con [Eduardo] Ache porque le dije 'Juego por lo que vos quieras pero si viene uno y gana más, yo me voy'. Entonces vino el hermano de [Julio César] Dely Valdez y le pagaban más que a mí, así que me volví a la estancia. Luego vino gente de Peñarol a buscarme por el doble de lo que me pagaba Nacional y les dije que no, por un problema con Ache no iba a irme al otro cuadro. ¿Qué culpa tenía la hinchada de Nacional?”.
-Cagliari (1996-2000 y 2002) -“Me encariñé mucho con el Cagliari, tuvimos buenas y malas, incluso bajamos a la B. Igual lo peor que me pasó en Italia fue que choqué a unas personas en el auto que me prestó el presidente del Cagliari; después de eso me ponían carteles en la tribuna que decían “Asesino”. El presidente me quería, me dejaba ir a pescar al Mediterráneo y le avisaba al técnico que yo no volvería por dos o tres días. Allá también me gustaba ir a los bares con poca gente, a los más roñosos, ahí estaba yo”.
-Juventus (2000-2001) -“Es un trabajo, te saludás con los otros jugadores y está todo bien, aunque ahí me hice amigo de Zidane, también de [Igor] Tudor, todos tomadores, y salíamos por ahí. Como homenaje a Zidane, le pedí a un amigo de mi banda que pinta espectacular que lo dibujara en la pared del club; lo empezó antes de la final de Mundial 2006. Zidane es un fenómeno, por eso lo tengo ahí y le puse todas las copas al lado. Aquél sabe que yo estoy acá por Paolo [Montero], que viaja seguido; Zidane es un espectáculo, era completo: gente fuera y dentro de la cancha. Ahí jugué de 5, no podía jugar de 10 porque estaba el monstruo. Es mejor jugar de 5 porque ves a los delanteros y a los laterales que suben. Cuando jugás de 10 estás de espaldas y perdés panorama de juego, es difícil y te vas a comer 20 patadas más jugando en esa posición. Jugando de 5 me echaron mil veces, casi lo empaté a Paolo y mirá que lo echaron en Italia, no sabía pegar y era rayado. Era una papa jugar en la Juventus, pero me lesioné y ahí si no estás en perfectas condiciones no podés jugar, aparte tenés un partido cada tres días”.
-Selección Uruguaya (2000-2002) -"Cuando venía a jugar por Uruguay aterrizaba y quería hacer 200 asados por día: terminaba de hacer un asado en un lado y salía a hacer asado en otro lado, con todo el mundo. Un día caí mamado a la concentración y estaban todos tocando el tambor, había llegado tarde y Passarella me dijo: 'Sentate ahí'. Empezaron a tocar candombe, faltaban cinco o seis días para el partido. Entonces Passarella me dijo: 'Dale, bailá', le respondí: 'Mire que si salgo a bailar no paro nunca más' y me dijo: 'Entonces quedate quietito ahí'. Yo le hacía acordar a su hijo. Passarella es más bueno que el pan. Me duele lo que dicen de él en Argentina, que hinchas de River Plate le echen la culpa. Bajó a la B pero va a subir a la A”.
Antes, Favio se sienta a upa de su padre y nos cuenta que es hincha de Nacional y también simpatiza por Wanderers, y que juega de mediocampista en el equipo Don Bosco de Paso de los Toros. Su padre lo mira y comenta que le da plata si mete goles y repasa las tarifas de cada conquista: “Los goles normales, 100 pesos; de tiro libre, 500; penales no tira. Quiero que estudie, que es mucho mejor. Si quiere jugar, que juegue, pero soy el padre: tengo que darle de comer a mi hijo. No voy a salvarme con él como hacen otros, no estoy para pedirle nada. Andaré por cualquier lado, seré borracho y todo lo que quieran, pero mi hijo tiene que estar bien y tener lo que necesita. Eso hizo mi abuela conmigo, me enseñó a ser gente; si tengo que jurar por algo lo hago por ella. En ese momento no lo valoraba, hacía que lloraba para que me diera cinco pesos y me iba a jugar a la conga con mis amigos mayores. Como ahora, que ando con gente que tiene más de 60 años, porque te enseñan. Recuerdo que mi abuela me decía 'Usted tiene que ser derecho'; dormía con ella y se dejaba robar la plata que se guardaba en el soutien. Viví desde los ocho meses con ella y hasta los 14 años dormimos juntos. Yo soy igual, ahora vuelvo a casa y duermo abrazado a mi hijo”.
Antes de abandonar la escena en procura de los helados, Favio promete que hará su primer asado en la cena de fin de año y O'Neill comenta que vive las fiestas con cierta melancolía tras el fallecimiento de su padre, hace algunos años, pues trabajaba en la UTE y se encargaba de poner las luces navideñas en Paso de los Toros. “Hay noches en las que sueño con él, que está vivo y me habla, entonces al día siguiente le juego 20 pesos al 48 en la quiniela”.
“Quereme así piantao piantao”*
En el diálogo con O'Neill queda clara su facilidad para contar historias con una gracia y sencillez que naturalizan las temáticas relativas a los tabúes que hacen al imaginario social. Incluso el alcoholismo. “Siempre salí, acá y en Italia. Tomé siempre y seguiré tomando, aunque pueda morir de cirrosis. El alcohol fue una de las cosas que me llevaron a hablar de frente. Tampoco te vas a mamar para jugar al otro día; con el Chango [José Luis Pintos Saldanha] salíamos, pero quedate tranquilo, que adentro de la cancha te íbamos a defender. Si aquél tenía que tirar un puntero para afuera de la cancha, lo iba a tirar igual, no había historia con ese monstruo. La amistad con el Chango la hicimos saliendo. Concentrar no me molestaba, si igual yo tenía al grupo ahí adentro”.
Las anécdotas de escapadas y bohemia son un tema recurrente en la conversación. “A los técnicos siempre los cagué a mentiras. Mi abuela murió hace diez años, pero cuando [Roberto] Fleitas me subió a primera yo le contaba toditos los días que ella se había muerto para irme a Paso de los Toros. Me acuerdo de que caminaba hacia el chalet de los técnicos y le decía 'Mire que está jodida la abuela, que está mal', después le decía que se había muerto. Hasta que un día Fleitas me dijo '¿Cuántas veces más se va a morir la vieja?'. Se moría cada tres meses, al final creo que la maté con todas esas mentiras”.
Otro de los técnicos uruguayos que lo marcaron en su etapa de formación fue Héctor Chino Salvá. “Me ayudó a mejorar la pegada porque trabajaba mucho con pelota de goma, íbamos al frontón de Nacional y estábamos horas entrenando, pegándole de izquierda y derecha. De esa época tengo muy buenos recuerdos. El Chino tenía una discoteca, entonces siempre estaba cansado. Una vez jugamos en la 4ª contra Defensor en el Paladino; en una veo que el Chino se había dormido durante el partido y lo tuve que ir a despertar, me acerqué al banco de suplentes y le dije 'Mirá que estamos ganando 3-0, eh'. Hacíamos cualquier cosa con ese grupo, me acuerdo de que había partidos en los que jugaba de 3 y marcaba; creo que pasé por todos los puestos, por eso me retiré, porque si no terminaba de golero. En realidad arranqué jugando de golero en Huracán de Paso de los Toros”.
Para O'Neill, la relación de los jugadores determina la fortaleza del equipo y por eso recuerda como su mejor momento en el fútbol a su primera etapa en Nacional, allá por 1992, que a la postre obtuvo el Campeonato Uruguayo: “Todo ese plantel era buenísimo. Quique Saravia fue quien me puso Chiquilín, porque andaba siempre entre los más veteranos y a mí siempre me mandaban a hacer el mate. Estaban el Hugo [De León], Felipe Revelez, unos monstruos, toda esa banda, el Yubert [Lemos]; cuando los conocí muchos venían de ser campeones de América y el Mundo. Ésos fueron mis momentos más felices en una cancha, con toda esa barra que me respaldaba, yo era peón y ellos los patrones. Si el Hugo me decía 'andá y hacé lo que quieras', yo iba y hacía lo que quería, gambeteaba para un lado y para otro. Cuando sos patrón la responsabilidad es tuya, después me gustó jugar de patrón. Además, fuera de la cancha yo era el que armaba el grupo, rompía las bolas pero cuando tenía que decir las cosas, las decía de frente. Extraño esa amistad que surge en las concentraciones y las salidas; después, cuando dejás el fútbol, se desarman esos grupos”.
La lírica al poder
Quien ose desafiarlo al truco puede constatar que O'Neill es un jugador que se empecina por ganar a lo que sea, aunque siempre matizando esa ambición con la lírica y picardía del juego que proviene de sus épocas de futbolista: “En un clásico entramos al vestuario y le dije al Ñato [Martín Parodi]: 'Usted entre y encaje caños; siempre tire caños, que lo van a disfrutar los 60.000 tipos que pagaron la entrada. Usted tire caños, que es lo más lindo que hay, sobre todo en los partidos que están más difíciles. Acá si no gambeteamos y tiramos caños no somos nadie'. Los clásicos siempre se viven de un modo distinto, me encantaba jugarlos y no me importaba nada, sabía quién me iba a marcar durante la semana. Incluso hablaba con los punteros para decirles cómo iba a jugar: 'Lo que diga el entrenador está bien, pero después, cuando yo agarre la pelota, ustedes tienen que picar, siempre'. No le hacíamos caso al técnico pero esas cosas rendían después”.
Aquella lírica arrebatada también está presente en su vida personal, incluso al comienzo de su relación de pareja. “Con mi señora nos conocimos cuando éramos chicos, en 1992, pero formalizamos después del Mundial de 2002. Estábamos con [Sebastián] Eguren en China y sabía que era la hermana de los Ramírez de Wanderers [Ronald y Julio], entonces le pregunté si él sabía dónde podía conseguir el teléfono de ella y aquél me respondió que llamara al Parque Viera. Entonces le pedí que llamara él, porque a mí no me conocían. Después de que me consiguió el número de teléfono hablé con ella; todavía estaba casado, pero le dije: 'Mirá que voy, me divorcio y me quedo con vos'. Mi mujer es un espectáculo, no sabés lo que es, mi vida. Es la madre de mi hijo, me aguanta todo, incluso el tema de la adicción, ella siempre está centrada y entiende lo que soy. Pasamos espectacular”.
Para O'Neill, el lugar que ocupa una pareja es fundamental para la vida del futbolista. “Con mi primera mujer terminé bien, con la segunda no. Hay algunas mujeres que siempre están alrededor de los jugadores y terminan siendo un problema, por eso defendí a [Diego] Forlán cuando no se casó con aquélla [Zaira Nara]. Yo tendría que haber hecho eso, me cagaron algunas mujeres y me quedé sin estancias. Forlán se merece estar en el lugar en el que está, como persona y jugador. También soy hincha de [Luis] Suárez desde siempre porque jugaba en Nacional, pero no lo conozco. Con Forlán jugábamos juntos, es muy buena gente; cada uno arrancaba para su lado, él con la computadora, otros con los tambores, yo arrancaba a tomar unos vinos. En ese plantel estaba Pablo García, un pedazo de pan, excelente persona, y aún hoy soy amigo de todos los negros: el negro Chengue [Morales], el negro OJ [Morales], el negro [Gustavo] Méndez, el negro [Mario] Regueiro, el negro [Gustavo] Varela. Siempre estuvimos juntos. Hace poquito me cayó el Chengue de sorpresa, en medio de la siesta, a las cuatro o cinco de la tarde, y le digo '¿Qué hacés acá, negro?', y me responde 'Te vine a ver, hijo de puta'. Le digo: 'Dejá, negro, estoy muerto', y para peor viene y me dice: 'Vamos a tomar una cerveza', pero yo tenía terrible resaca y no podía ni ver alcohol. Cuando viene lo tengo que echar a la mierda, si no hay nada para hacer acá; le digo: 'Dejá, negro, no rompás las bolas'. ¿Qué puede hacer el Chengue acá? Armar un lío; entre los dos lo único que podemos hacer es un desastre [risas]”.
Ex
Semanas atrás, Fabián O'Neill entrenaba con la selección de Paso de los Toros pensando en jugar en el torneo de OFI, pero, sin embargo, hace algunos días abandonó las prácticas. “Tenía ganas pero nunca me gustó entrenar. De jugar un picado te dan ganas, pero trabajar físicamente es algo que no me gustaba antes y menos ahora. Capaz que en el campeonato senior del año que viene, pero no me comprometo porque capaz que un día te digo que voy a jugar y después falto, entonces quedo pegado. Puede que juegue algún partido más pero sin compromisos; un día capaz que estamos tomando algo, me decís de ir a jugar un partido y voy, pero no todo el campeonato”.
Consultado sobre cuáles son los espacios dentro del fútbol en los cuales le interesaría participar, O'Neill señala que le gustaría trabajar como ayudante técnico. “No me interesa ser contratista porque tenés que recomendar jugadores a otros, y si después se portan mal o no rinden, el que queda pegado soy yo. Me gustaría ser ayudante técnico, estar al lado de la cancha, hablar con el jugador”. La charla deriva sobre el juicio que De León le ganó a la Asociación Uruguaya de Fútbol y que ahora le permite ingresar a la cancha para dirigir, hecho que alegra al isabelino debido a los recuerdos que le despierta el ex zaguero tricolor. “Entrenábamos juntos cuando me rompí la rodilla en 1992, él pateaba de derecha y yo de zurda y jugábamos a tirarla por encima de la barrera”. Consultado sobre si le gustaría trabajar como ayudante de un técnico con las características de De León, responde: “¡Ay, no seas malo! ¿Sabés cómo voy? Ahí sí vuelvo a Montevideo, con el Hugo sí, es un fenómeno”.
Desde sus comienzos en la primera de Nacional, O'Neill es sujeto de diversas coberturas mediáticas por lo hecho dentro y fuera de la cancha, con parte del periodismo que vuela en círculos y zumba alrededor de las leyendas sobre el isabelino. En sus tiempos de jugador, un sector articulaba sus críticas deportivas con valoraciones sobre las actitudes de O'Neill fuera de la cancha. Acerca de esa situación, asegura: “Está bien que el periodista critique y marque si uno anda bien o anda mal. No me gusta que se metan en la vida personal porque terminan jodiendo a la familia; fuera de eso, entiendo las críticas”.
En los últimos años, la presencia de O'Neill en los medios ya no se reduce a la sección deportiva sino que también anima otros segmentos de la programación local, fundamentalmente los programas de archivo, que recogen sus expresiones más desmesuradas. “Cuando veo esos programas que repiten las cosas que yo digo y arman informes con eso me río, no me molesta. Hay otras cosas que no me gustan, como cuando dijo el presidente Mujica que [Luis Alberto] Lacalle se fuera con O'Neill a tomar una [damajuana] de diez. ¿Cómo va a decir eso el presidente? Esas cosas me hacen mucho más fuerte. No soy político, nunca voté a nadie, yo vivo de la mía, no de la de los demás”.