Ingresá

Manos arriba

1 minuto de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Han pasado siete meses

y aquí yo no tengo amigos,

mirando el mundo entre rejas

yo ya no me siento vivo.

He vivido muchas cosas

antes de estar acá dentro.

Mi vida no fue entre rosas,

ya verás que no te miento.

En mi niñez lo tuve todo,

casi nada me faltaba,

pero eso no era bueno

porque nada valoraba.

Cuando mi madre me hablaba

yo muy poco la escuchaba,

luego mi padre llegaba

y los problemas ignoraba.

Paso a paso yo fui entrando

en este mundo loco,

la calle me fue atrapando,

me fui hundiendo poco a poco.

La droga y el alcohol

fueron ganando en mi vida

y como en un laberinto

fui perdiendo la salida.

Y fue así que llegó el día

en que cometí un error,

yo quería plata fácil

y me hice malhechor.

Tomé el fierro entre mis manos,

fui directo a la avenida,

entré en aquel comercio

y grité: manos arriba.

NO quería herir a nadie,

sólo buscaba dinero,

pero no me esperaba

que llegara el patrullero.

Dio comienzo el tiroteo

y una bala me impactó,

quedé tirado en el suelo

y mi vista se nubló.

Desperté engrilletado

dentro de un hospital,

con un oficial al lado

que a mí me miraba mal.

Al juzgado me llevaron,

la jueza me interrogó,

el fiscal pidió condena

y ella tres años me dio

y a la Colonia me mandó.

Mi madre lloró mi encierro:

¿¡por qué no lo habré escuchado!?

No seguí su pensamiento y

hoy me encuentro procesado.

Hoy mi padre me ha faltado

mientras ella está a mi lado

y yo lloro por el tiempo

que en mi vida he tirado.

Sé que tú estás escuchando

y piensas que no cambiaré,

pero yo no soy tan blando

y te lo demostraré.

Hay en mí mil sentimientos,

muchas dudas y temores,

sueños, llantos, pensamientos,

ganas de rumbos mejores

ganas de rumbos mejores*.

  • Canción compuesta por Luis y Maximiliano.
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura