El Mono, Fernando, Mauricio y el Ruso son los queribles personajes que Eduardo Sacheri nos recrea como los hinchas de Independiente -como él- que dan vida a la notable novela Papeles en el viento. La trama es maravillosa y traza paralelismos entre el fútbol y la vida, el cáncer del Mono y… el de Independiente. La novela es del año pasado, antes de esa cantidad de partidos que los Reyes de América tenían sin ganar...
¡Pará! Es posible que digas “qué mala suerte, qué mal que le rebotó la pelota al Teto Semperena”, pero ahorrate ese comentario, no se precisaba cargar con muchos años de historia de fútbol para sólo con cinco minutos darse cuenta de que aquello iba a ser un infierno en el infierno. Cinco, fueron cinco minutos los que transcurrieron desde el tiro libre inicial de Liverpool hasta el gol del colombiano Vargas, y ya se veía que aquello, con esa actitud taciturna de Liverpool, venía mal.
Los argentinos metieron en un corto lapso dos o tres chances claras hasta que en la sexta vuelta del minutero un buen desborde por la izquierda y que el tiqui-tiqui la dejara pasar desembocó en el remate franco pero rebotado de Vargas, y en el 1-0.
Entonces toda aquella cháchara barata del grande que está por descender -lo determinan un campeonato y medio antes de que eso pueda suceder-, de que no tiene juego, que sus figuras, blablablá, empieza a quedar de lado porque, señoras y señores, Independiente de Avellaneda es uno de los grandes de América y del mundo y tendrán que pasar muchos años y muchas desgracias para que deje de serlo.
Liverpool mejoró y hasta tuvo una corrida de Carlitos Núñez bien resuelta por él y por el arquero argentino, otra con pase largo de Mansilla y otra gran definición del joven delantero canario que encontró el cruce justo del defensor Galeano. Iba media hora, cuando una nueva corrida de Carlitos Núñez, esta vez como habilitador, generó la chance más parecida a un gol, pero el artiguense William Ferreira no llegó, y te juro que era gol suyo o de Mansilla, que entraba solo a su izquierda.
Irse al vestuario apenas un gol abajo en la caldera del diablo estaba bien, aunque no quemara, pero si al inicio de la segunda parte ya te embatatan de rebote otra vez no está bueno. Paulo Rosales, que no Mauro, recibió de rebote en el segundo palo y definió de calidad a las redes.
Otra vez el partido, pero ahora también la llave de octavos de final, se ponía cuesta arriba. En realidad, el estado que toma el partido con un 2-0 del local en la instancia de ida es de profunda indefinición, para unos como para otros. Es que deja la sensación de que el 3-0, casi definitivo para este tipo de eliminatorias, está ahí, mientras que para la contraparte, en este caso Liverpool, el 2-1, de visitante, te deja pleno de esperanzas para definir en casa.
Y así van con un ataque de uno, una contra de otro y momentos de congelar este resultado porque si no puede ser peor. Pero estaba Carlitos Núñez, que una vez más picó, corrió y definió con un sambombazo de zurda cruzado, un gol que vale mucho. Veremos lo que pasa el 25 de octubre en Montevideo. Mientras, hay tiempo de gozar con Papeles en el viento.