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Allan Fungi, de Nacional de Minas, durante el partido con Melo Wanderers, en la cancha de Nacional. (archivo, junio de 2013)

Foto: Fernando Morán

De tus pies el fútbol

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Uruguay hecho pelota.

Aunque parezca que la pelota está dando sus últimos piques sobre la cancha mirando de reojo y buscando compañía, no todo es lo que parece. Mientras ella se arrima a un costado de la línea de cal, se planea lo que viene. Se proyecta un nuevo desafío. Se construye otro Campeonato Nacional de Selecciones de la Organización del Fútbol del Interior (OFI). El reinado de Soriano Capital se pondrá a disposición. Podrá renovarlo, pero todos buscarán su corona. El camino, el que viene y el que va, es largo. En el medio nos encandilarán nuestras propias historias.

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Una vez escuché a un antropólogo decir que en Uruguay la mayoría de los niños son testeados, tarde o temprano, como futuros futbolistas. Seguramente sea así. Existe y se palpa una construcción tan fina como sólida, arraigada en la concepción del ideario uruguayo y el sitial que éste le da al fútbol. De ese testeo romántico a la realidad de hoy en día, hay sueños concretados, otros deambulando, algunos rotos; pero todos, absolutamente todos, tienen un lugar en la cancha. Eso bien lo sabe el fútbol del interior.

El lenguaje común es el balón. Cada uno con sus percepciones, cada cual con sus sensibilidades. Todos envueltos en una bandera con rayas azules y blancas más un sol que bien podría ser la balconera en una esquina de la cancha del equipo más remoto tierra adentro. El fútbol también es partícipe en los procesos de construcción del sentido y la pertenencia. Por eso soy de Salto, juego de visita contra Artigas, clasifico y paso de local a Tacuarembó, atravieso el país por la final en el este. Voy. Van. Vamos. Nadie se pierde la oportunidad de gritar por sus colores con la jeta marcada por el alambrado de hilos de metal. Señor árbitro, perdóneme, mal la mía, dirá.

El torneo de OFI es, sumado al de selecciones de clubes campeones que le sigue, el campeonato nacional que más gente moviliza, pero el que menor interés despierta en los medios de comunicación de alcance nacional. Es verdad: no hay premios millonarios ni ómnibus lujosos que trasladen jugadores, no hay estadios como espejos ni un césped como de billar. Pero quien esté un poco despierto se dará cuenta de que, no hace mucho, Salto Uruguay y Ferro de Salto cobraron miles de euros por la venta de Edinson Cavani. Además, Luis Suárez es salteño, Nicolás Lodeiro de Paysandú, Sebastián Abreu de Minas, Diego Lugano es canario y Jonathan Cabecita Rodríguez es de Florida, y en sus casos también ya se habla de millones. Así que tampoco es por plata. O sí, y aún no se han dado cuenta de que cubriendo esas canchas peladas y llenas de griterío pueden hallar algún jugador con futuro prometedor.

¿Será, como dijo Friedrich Nietzsche, que el mundo verdadero, al final, se convierte en fábula? Para la diaria no. Desde siempre el objetivo editorial deportivo ha sido cubrir la actividad de todo el país. Ése es el criterio. Así se han narrado historias, anécdotas y resultados. Descifrando que la realidad es más bien la consecuencia del entrecruzamiento de imágenes, interpretaciones, localismos o cosmopolitismos. Una especie de hibridación en la que la diversidad cultural, en este caso desarrollada por medio del fútbol, está hecha de experiencias y memorias que interactúan.

Cuando juegue la selección departamental se moverá el colectivo. Individuos o grupos irán con la camiseta puesta, el mate pronto y el almohadón para amortiguar el duro cemento -cuando no el picor del pasto del talud- tras los colores y la pasión, definiéndose a sí mismos. La identidad cultural (futbolera) es, fundamentalmente, el sentido de pertenencia a un lugar.

A la cancha voy

Si tiramos un estimativo de cuántos pueblos -denominación que abarca desde parajes a ciudades- participan, serían acaso 200 los lugares que juegan en ligas afiliadas a OFI en categoría mayores. Y si quisiéramos ensanchar el espectro de la realidad futbolera del interior, las cifras arrojarían que en 69 ligas juegan 656 clubes. Imaginemos cuántos jugadores hay por equipo, multipliquemos por el número de clubes y nos arrojará una sorprendente cantidad de uruguayos que juegan fútbol. Ignorar esto desde los medios de comunicación no es otra cosa que ignorar la construcción de realidad de miles de futbolistas.

Desde que el fútbol es fútbol, y que los ingleses trajeran el tren con la pelota bajo el brazo, el juego llegó al interior del país. Desde comienzos de 1900, poco a poco, se fueron fundando los primeros clubes en cada ciudad donde la locomotora cargaba y descargaba. Terrenos baldíos, linderos a las estaciones de trenes, calles de adoquines, la playa en verano; todos fueron escenarios de los primeros matchs. Cada lugar tomó las reglas del deporte, lo salpicó con la idiosincrasia propia y le dio un toque de identidad pueblerina. La tradición continúa, tan variopinta como antes.

Mercedes es el actual campeón nacional de selecciones. El año pasado se coronó de visita en Melo, al que le ganó 3-2 en el Ubilla. Un logro para nada fácil en ese mítico estadio; más significativo aun si tomamos en cuenta que la selección chaná dirigida por Hugo Sasén no obtuvo buenos resultados en su estadio Luis Köster.

Conocer el fútbol mercedario es conocer a Sasén. El popular Chino es un entrenador exitoso, ganador. De las ocho participaciones en las que dirigió al representativo de Soriano Capital ganó tres campeonatos de OFI y dos de los antiguos litorales. Acumuló cinco títulos con el Peñarol local, un torneo de la ciudad de Dolores con Libertad y una liguilla mercedaria con Sud América. Precisamente a la IASA, club metido en el corazón del barrio Mondongo, fue la diaria este año para revelar cuál es el sentimiento arraigado de esa parte del país con el fútbol. Con mirada sincera y firme, con voz desgastada pero conceptos claros, el entrenador dijo: “El fútbol para mí es de las cosas más hermosas que me han pasado en la vida. Por eso le retribuyo con dedicación. No le tengo miedo a fracasar, tomaría las mismas decisiones. Pero nunca dejaría de lado mis principios por cuatro pesos, ni arriesgaría la tranquilidad o el bienestar económico de mi familia”.

A pocos metros de su casa está situada la sede de los buzones mercedarios. El oeste de la ciudad se ha caracterizado históricamente por estar rodeado de saladeros. De ahí que se llame Mondongo, por la cantidad de piezas que se colgaban para que tomaran aire a principios de siglo pasado. Un barrio humilde, laburador, con cara de malo y solidaridad del bien común. El 28 de setiembre de 1949, en el viejo almacén de don Eulogio Castro (abuelo de Williams Pato Castro, campeón de América y del mundo con Nacional en 1988), una barra de muchachos se juntó con la intención de fundar un club. Cuando el viajante Cazzola, fortuito visitante del pequeño negocio, les ofreció un juego entero de camisetas si llamaban al nuevo equipo como al homónimo de Montevideo, la decisión no demoró en caer: “Seremos Sud América”, dijeron con orgullo. Hoy es el campeón de la Liga de Mercedes 2012 y está jugando las finales con Bristol por el campeonato de este año, además de haber participado en la pasada edición del Torneo de Clubes de OFI.

Si no hubiera transitado la ruta 2 con rumbo a orillas del río Negro en busca de gritos de gol, no sería posible descubrir estas historias.

Yo soy de aquí y no de allá

Somos seres multidimensionales. Decía el historiador Eric Hobsbawm (1917-2012): “No hay límite para el número de formas en que yo podría describirme a mí mismo. Puedo describirme de 100 formas distintas; y según cuál sea mi propósito elegiré resaltar una identificación sobre otras, sin que ello suponga en ningún momento excluir a las demás”. Entonces, alguien puede ser “el trabajador de la empresa de naranjas” y esto no cambia que nos podamos referir a él como el compañero del liceo, el integrante de la cooperativa de viviendas zonal, el nieto de la abuela Gloria, el presidente del gremio, ni, desde una visión más macro, como Juan el salteño. No por ser uno pierde lo otro. Y dentro del departamento de Salto (esa identidad primordial de Estado territorial que también sugería Hobsbawm, que establece un principio de autoridad sobre cada uno de los habitantes de ese trozo del mapa) Juan tiene una camiseta que lleva a todos lados, de franjas celestes y blancas, que forma parte de él. Juan tiene la identidad de Salto Uruguay.

Dónde o cómo se genera la identidad con los colores de fútbol de las personas es una cuestión muy variada. Seguramente haya un mandato familiar y afectivo que conduzca a esa elección de ser, pero siempre es mejor dejar todas las maneras posibles de identificación, porque el hombre es un ser que opta y define, se define. Conociendo la historia y asociándola al club de sus amores, un hincha de Salto Uruguay perfectamente podría ser uno de aquellos niños que en la década del 40 se sentaban alrededor del Viejo Luraschi a escuchar sus cuentos. Cualquier chiquilín que por curioso se haya acercado al veterano futbolero pudo haber escuchado: “Todos los gurises como ustedes salíamos a la costa a recoger huevos de paloma o de gallineta... los vendíamos, y con eso comprábamos vejigas de vaca en el matadero. ¿Saben para qué? Con las vejigas practicábamos. Pelota de cuero había una sola, y era para partidos oficiales”; anécdota de cuando Luraschi era pibe a principios del 900. En aquel tiempo ésa era la forma de traspasar y demostrar el sentimiento por una institución. Como el más antiguo de los sistemas: un cuento.

Será Salto “por nuestra querida ciudad” y Uruguay “por nuestro bendito país”; Salto Uruguay, dijeron aquellos jóvenes el 5 de abril de 1905. Y así, 108 años después, generación tras generación, van demostrando que dentro de un mismo territorio, rígido como lo es un departamento nacional, también sucederá que pertenecer a Salto Uruguay no será identificarse con Ceibal o con Ferrocarril. Como Cavani, que lloró cuando todos lloraban el orgullo de ser parte de su parte; o como don Omar Pinasco, quien pidió que para el día que no estuviera su cuerpo fueran cenizas esparcidas por la cancha que tanto quiso. Pinasco se unió para siempre con su Salto Uruguay. Fue amor puro. Es amor puro. Y es la sensación que todo hincha jamás quiere olvidar: la lealtad a los colores.

Aun así, cuando juegue la roja de Salto, todos resaltarán su perfil de salteño por encima de la tricolor de Paysandú. Son lo que son. Y el fútbol es un eje transversal que marca y remarca, al igual, con este caso y tantos otros, que la multiplicidad de identidades dentro del territorio nacional.

Disidente de ti

Entre rivalidades también se teje la historia del fútbol del interior. En la Copa Nacional de Selecciones esto se vive a cada rato, en cada comienzo. En el centro del país está el máximo ganador, Durazno, que tiene diez títulos (más cinco vicecampeonatos). Una hegemonía importante comparada con sus vecinos de Florida, que tiene dos títulos, y Flores, que ganó uno. Sin embargo, ese liderazgo en selecciones no se ve reflejado en los torneos nacionales de clubes. Ahí es Flores, con los tres títulos de Porongos y el ganado por Independiente, el que sobresale del resto.

Porongos nació el 5 de junio de 1910. Un tiempo en el cual la única manera de jugar al fútbol era por medio de partidos interdepartamentales. Lo anecdótico es que en ese tiempo el tren no llegaba a Trinidad, por lo que se movilizaban en carruajes y con días de anticipación. Porongos contó en sus inicios con Guillermo Rodríguez, capitán y presidente, quien junto a muchos otros irguieron las bases de lo que 20 años después pasó a llamarse Centro Recreativo Porongos. Un baluarte, digamos.

Con el paso de los años y el crecimiento que tuvo el club, comenzaron a convivir diferencias de criterios entre algunos de sus dirigentes. Esto llevó a que un grupo de parciales se escindiera de la disciplina de Porongos y decidiera crear un nuevo equipo. Lo llamaron Club Atlético Independiente. Hoy ambos protagonizan el clásico del fútbol trinitario. Porongos cuenta con 34 torneos locales ganados, entre los que se destacan los ocho consecutivos entre 1986 y 1993, más las tres copas nacionales de clubes (1988, 1994 y 1995). Independiente por su parte tiene 30 copas levantadas a nivel local, con un quinquenio entre 1999 y 2003, y la lograda en 1969 a nivel nacional, cuando fue el primer equipo del departamento en ganar un título de esa categoría.

Tal vez sean dos microidentidades dentro de un mismo contexto. El fútbol separa por 90 minutos a familiares, amigos, conocidos, vecinos, primos lejanos, desconocidos. Tanto por oposición como por afirmación; iguales pero distintos. Hijos de una misma idea, pateando el balón de esa misma idea. Si bien pueden parecer contradictorios o antagonistas, resulta mucho más común y similar de lo que es: cada hincha que va a la cancha va a ver a su equipo, busca el mismo lugar de siempre, mira alrededor por cómplices compañías; huele a barrio en domingo enamorado por lo común y corriente que da la vida. Al fin y al cabo, su estado de ánimo dependerá de si su equipo vence, empate o pierda. Padecer o gozar; otra realidad que se construye y merece ser contada. Luego, todo vuelve a ser Trinidad.

Se va construyendo

Hay buenos estadios y parques, hay buenos y confortables escenarios para jugar fútbol. Ésa también es una marca de las ciudades que juegan los torneos de OFI. Sin ir más lejos, el Campus de Maldonado, el Ubilla de Melo, el Köster de Mercedes, el Supicci de Colonia no les envidian nada a muchas canchas montevideanas. En ese terreno la selección departamental maragata ha sustentado cuatro campeonatos ganados por la Copa Nacional de Selecciones. En 2012, cuando los cronistas de la diaria fueron enviados a patear esas calles del sur uruguayo, aparecieron haciendo juego allí tres grandes instituciones: Universal, Central y Río Negro. Entre ellos están los cuatro títulos de clubes ganados para el departamento. Este año Río Negro y Central fueron quienes llegaron más lejos, y Río Negro fue el que eliminó en la tercera fase a Universal.

Emilio Martínez Muracciole exploró la identidad de Río Negro. Su camiseta es negra y blanca a bastones verticales, y de su similitud con la apariencia de los fusionados montevideanos de Miramar Misiones es que los llaman también cebritas. Su origen tuvo lugar el 19 de abril de 1941 en la fábrica de papas fritas de Orosmán Espinosa, situada en la calle Río Negro (hoy Francisco Acuña de Figueroa), y de ahí su nombre. La vez que ganó el torneo más relevante de clubes del interior fue en 1990, y además obtuvo dos Recopas del Interior (1991-1992). Cuenta con un logro que pocos ostentan: haber jugado la Liguilla Prelibertadores en 1997 junto a River Plate, Defensor Sporting y Peñarol.

En base a títulos, el clásico contemporáneo del fútbol maragato es entre los cebritas y Central. Bastante más antiguo, Central aparece con el tren, allá por 1900. Detrás de los vagones del Ferrocarril del Oeste fue el primer campito. Entre aquellos fundadores aparece un tal Casto Martínez Laguarda. Un club que forja fútbol y mediante él incentiva acciones sociales. Situado en un barrio carenciado de la ciudad, Central donó un terreno de su propiedad para construir la Escuela Nº 103. Y si es verdad que los colores de un equipo son indisolubles con el paso del tiempo, aquí, con ese gesto de Central, hay un montón de gurises que tienen la cancha marcada.

En la vuelta

Enero vestirá muchísimas pilchas futboleras. Si habrá fútbol, porque siempre hay fútbol en esta época. Ve el que quiere ver. Cuando el pitazo inicial dé el comienzo, serán 32 las selecciones que disputarán el cetro máximo que propone el interior. Muchas de las selecciones de las ligas pueblerinas integrantes de los denominados Sectores Interiores ya se están enfrentando entre sí con el firme objetivo de ser quienes representen a esa parte del departamento en el 11º Campeonato Nacional de Selecciones.

Quien empezó la defensa del título es Mercedes. Una vez más dirigida por el laureado Sasén, la selección de la capital de Soriano practica desde principios de diciembre con la mira puesta en la serie inicial del torneo. Para ello, ya tiene la preselección definida y en movimiento. Si bien la base es el electo formado el año pasado, tendrá dos bajas sensibles: su capitán, el arquero Enrique Cachila Moreira, que por razones laborales no puede defender la selección tricolor, y el héroe del título en Melo, Alexander Cano, hoy jugador de las Águilas Reales de Zacatecas (equipo de la divisional de ascenso de México). Sasén citó a tres arqueros: José Luis Manzanares, Carlos Pérez y Washington Ortellado. En un grupo que todavía está en fase abierta, y por ende pueden bajarse o citarse nuevos jugadores, la parte defensiva está integrada por Nicolás Barrios, Cristián Bosón, Luis Rial (aunque está en duda si puede jugar), Enzo Polero, Mario González y Germán Cano. Como volantes están citados Raúl Osores, Enzo Morales, Teodoro Luna, Pailo Battó, Paolo Bogni, Martín Montiel y Edison Gómez. Y en el ataque, los convocados son Luis Silva, Pablo Vera, Jonathan Muslera, Cristian Moreira y Ricardo Vázquez.

La otra novedad de Mercedes es que vuelve a su antigua federación: la Confederación del Litoral. Esgrimiendo la desgastante situación de tener que viajar bastante lejos para jugar, más la economía necesaria para sostener dicha actividad, el representativo de Soriano Capital solicitó en el Congreso de la Confederación de Fútbol del Litoral Norte abandonar la regional. Con esta decisión aprobada, ahora la selección de Sasén disputará su serie con los sectores de Fray Bentos, Soriano Interior, Young, Guichón, Ligas Agrarias, Bella Unión y Tranqueras.

No te lo pierdas

El resto de series que completan la Copa Nacional de Selecciones quedarán, para esta ocasión, conformadas de igual manera que la edición anterior. Luego de los brindis festivos, la intención está explícita: las tardecitas de verano serán dominadas por juveniles sub 18, y cuando el sol busque esconderse para cerrar el día serán los mayores quienes darán fútbol y rienda suelta a la pasión que los convoca.

Un tiempo y un espacio: las canchas del interior de Uruguay. Intercambiando continuamente identidades, arraigos culturales, anecdotarios pueblerinos, compatibilidades y divergencias; hechos antropológicos nacionales que van construyendo la realidad social de un país. Todos, valores sistemáticos que la comunicación como tal debería tratar, entre la libertad y la igualdad, entre la identidad y el territorio.

La realidad es mucho más amplia que lo que palpamos. Hay mundos dentro del mundo, hay países dentro del país. Descubrir esas sensibilidades que tiene para dar medio país es sencillo. Sí, puede que el periodismo sea un oficio imperfecto. Pero la curiosidad no se pierde jamás. Tomarse un ómnibus en la terminal con destino a la ciudad en donde se moverá el balón en un centro de la cancha pelado y desteñido, también es ser partícipe de la esencia que mueve pasiones futboleras interculturales. Por tanto, es formar parte de las convergencias y divergencias de nuestra gente. De hombres y mujeres manifestándose, dialogando. Es parte de lo que hacen los medios de comunicación: construir la realidad.

Somos nuestros propios demandantes. Nos tocó el asiento 23, pasillo. Vamos desde Montevideo tierra adentro. Hemos preferido esto a ahorrarnos el desplazamiento, quedarnos en casa o utilizar internet o el teléfono para sustituir nuestra presencia en el acontecimiento. Para escribir sobre algo hay que vivirlo. Serán miles de kilómetros por un país así de chiquitito. Habrá tantos caminos como historias para ser contadas. De gente común, de héroes anónimos, de la vida sencilla. “Te dejé un billete en la heladera”. Un estadio de tribunas bajas nos recibe; detrás se deja ver una ciudad de construcción también baja, con una plaza en el medio y la iglesia enfrente. Si la Copa Nacional de Selecciones organizada por OFI está intrínsecamente calada en nuestro imaginario social, hemos venido para descubrirlo. Así nos queden los championes llenos de granza roja.

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