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Lorena Irigon, coordinadora del hogar de la escuela Horizonte.

Foto: Pablo Nogueira

Poco y mucho

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El presidente Mujica visitó la escuela Horizonte y reconoció la necesidad mayor apoyo a la tarea realizada allí.

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Lo recibieron globos de todos colores. Se abrieron las puertas. “¿Qué relajo tienen?”, les preguntó Mujica. 12 niños sentados en sillas de ruedas y en círculo, acompañados por cuatro maestras, contestaron con una sonrisa, entre murmullos y casi al unísono. El presidente, que llegó apenas pasadas las 15.00 y con la compañía del vicepresidente del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), Jorge Ferrando, entre otras autoridades, no habló más; se limitó a observar detenidamente. No fue necesesario explicar nada. Todo estaba allí. Se trabaja con “mucho amor”, dijo una maestra. “Lo que no se compra en las farmacias”, respondió Mujica. La visita continuó. En otros salones lo esperaban los más pequeños.

La escuela Horizonte es una asociación civil sin fines de lucro que se creó el 14 de octubre de 1962. Actualmente atiende a poco más de 100 niños, jóvenes y adultos, de tres a 60 años, con parálisis cerebral severa o grave. Procura desarrollar el máximo de sus capacidades remanentes, y su autonomía en el mayor grado posible. Para ello cuenta con un equipo técnico interdisciplinario integrado por 81 personas.

Funciona en dos modalidades, ambas en convenio con el INAU: en tiempo parcial (de 8.00 a 14.00) atiende a 45 niños y adolescentes, y en tiempo completo asiste a 33 personas que viven allí, los 365 días del año. La mayoría proviene de hogares de bajos recursos económicos y de contextos críticos. En dialógo con la diaria, la directora, Marianela Levrini, afirmó que el ingreso de algunos niños se produce por abuso, abandono, desinterés [familiar], discriminación o decisión judicial, aunque se intenta rescatar a las familias. A las que se acercan y asisten a la institución se les brinda apoyo psicológico y educacional.

Sin excusas

María Auxiliadora Delgado expresó a la diaria un sentimiento de “dolor” porque conoció la escuela recién cuando su esposo, Tabaré Vázquez, asumió la presidencia, en referencia a que vive en la zona, y reconoció que económicamente, desde el gobierno, “no se la apoyó”. “El personal es impresionante por los valores humanos que tiene”, detalló. Si bien la escuela recibe aportes del Ministerio de Desarrollo Social, el Banco de Previsión Social, el INAU y el Instituto Nacional de Alimentación, no cuenta con recursos suficientes. Por ejemplo, de las cuatro camionetas que usa para traslados, funciona sólo una. Por ese motivo es que “necesitamos desesperadamente ayuda”, dijo el presidente de la escuela, Gastón Cenicchiaro, que les permita abandonar “la angustia de no llegar a fin de mes”.

“El Estado no da amor”, dijo Mujica, pero “tiene que hacerse cargo”. Para eso, agregó, se necesita una “militancia político social”. Admiró a los trabajadores que sobrellevan la “difícil” tarea. Y por supuesto, “si el presidente viene, le tienen que pasar el sombrero de cajón”. “No me puedo hacer el distraído”, concluyó. Se fue con dos regalos: una foto de él con su perra Manuela y una planta “para Lucía” que hicieron dos niños.

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