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La pasta de la base

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Montes del Plata comenzaría a producir este mes en Punta Pereira.

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Llegaron con la fórmula para convertir unos 11 millones de árboles al año en 2% del Producto Interno Bruto uruguayo. Eso es lo que pretende Montes del Plata a partir de este mes, cuando empiece a funcionar la planta de Punta Pereira, zona franca y enclave portuario a ocho kilómetros de Conchillas.

Tras el fracaso de ENCE, su chimenea de 120 metros de altura es parte de la obra de 1.900 millones de dólares, con los que la sueca Stora Enso y la chilena Arauco cambiaron la vista del horizonte en la zona y en poco más de dos años modificaron el paisaje de aquellas 500 hectáreas que hasta 2010 eran una enorme y solitaria playa junto al puerto de Conchillas. “Antes pasaba algún pescador el fin de semana, hoy no conozco el idioma que hablan algunos de los que me cruzo a diario”, contó don Eduardo Vidella, que hasta 2010 era casi el único habitante permanente de Puerto Conchillas y a sus casi 80 años está maravillado por el movimiento diario de camiones y ómnibus, con obreros contratados por las más de 600 empresas que se mueven alrededor de la planta.

Con un avance de 90%, Montes del Plata mantiene su proyección de comenzar a producir este mes, pese a que el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) realiza el trabajo a reglamento sin horas extras, ni actividad los sábados, lo que significa un déficit cercano a las 30.000 horas en la planificación inicial.

El viernes 30 de agosto la empresa organizó una visita guiada a medios de comunicación, en la cual se recorrieron las calles de una pequeña ciudad de 361 hectáreas con 200 hectáreas construidos con bloques de concreto. Grupos de obreros con su indumentaria naranja podían verse en todos los sectores de la planta, unos a nivel del terreno, otros colgados a varios metros de altura. Carteles con el nombre de las ciudades -Carmelo, Ombúes de Lavalle, Tarariras, Colonia, Juan Lacaze- delatan el lugar donde paran los ómnibus que traen a obreros de todo el departamento.

Con pilas de seis metros de altura, se pueden ver 240.000 metros cúbicos de madera que permiten la autonomía de producción de 15 días. Desde ese lugar, la madera va a digestores que extraen la celulosa de la legnina y más allá a la planta de recuperación de los productos químicos utilizados en el proceso que posibilita a su vez generar energía para alimentar la planta.

Montes del Plata construye además una planta de generación de energía con biomasa (sobrantes del proceso industrial de obtención de celulosa) con capacidad para producir unos 160 megavatios anuales, de los cuales entre 55 y 75 serán volcados a la red eléctrica nacional. Algo así como abastecer de electricidad a 200.000 hogares.

Casi se tocan

Montes del Plata también es una zona franca en la que se construye una terminal portuaria, que mediante un canal de 700 metros, dragado a 32 pies, conecta al puerto con el canal Martín García, lo que habilitará el acceso de barcos de gran calado para cargar la producción. A un costado hay un muelle más pequeño donde se baja la madera que viene desde Mbopicuá.

Una vez obtenida, la celulosa se apila en la planta de secado y se ata con alambre, para que luego los barcos puedan cargarla con facilidad.

La responsable de comunicación de la empresa, Carolina Moreira, explicó que aún hay unas 5.200 personas trabajando, pese a que “para lo que estaba previsto es mucha más gente de la que debería haber a esta altura del proyecto y estamos haciendo un esfuerzo grande para terminar”. Entre los atrasos más notorios está el que se produce en el puerto, la complejidad de las corrientes del Río de la Plata en esa zona y el reciente accidente del buzo de la Armada que falleció mientras trabajaba a siete metros de profundidad.

Mucha expectativa

Si se calcula que solamente de carne se consumen 3.500 kilos diarios para alimentar a los tres turnos que almuerzan en la amplia cocina para 2.000 personas, se puede tener una idea del movimiento que el área de servicios genera en la localidad del puerto de Conchillas, Conchillas y sus alrededores. Carritos de comidas y diferentes emprendimientos gastronómicos florecieron como iniciativas privadas, lo que les otorga a los habitantes locales un ingreso que no existía hasta 2010. Cada mañana, un grupo de vendedores, incluso de Carmelo y Colonia, llega hasta las puertas mismas de la fábrica -a tres kilómetros del puerto- para ofrecer desde alimentos hasta ropa a los que entran y salen del predio. A este movimiento de personas que va a terminar pronto, se le suma la expectativa por saber cuáles de los trabajadores de la planta quedarán en el grupo de 500 que finalmente estarán vinculados en forma directa a Montes del Plata. Actualmente unos 300 habitantes de Conchillas trabajan en las distintas áreas de la obra y mientras tanto buscan la forma de reinsertarse entre las firmas que van a quedar operando. “Hay llamados de personal de las empresas que se van a quedar trabajando para Montes del Plata, pero la gente quiere quedarse en la obra hasta el final”, explica Gianela Fonte, una de las pobladoras de la localidad que participan en la Comisión de Seguimiento de la Obra de Montes del Plata que instaló la Dirección Nacional de Medio Ambiente, un foro público en el que los vecinos podían presentar sus quejas ante los impactos negativos de la obra: “Es que van a pasar a ganar varias veces menos de lo que ganan ahora, y además no quieren perderse el premio por final de obra”, señaló.

El tránsito descontrolado que trajo aparejado el emprendimiento en la pequeña planta urbana de Conchillas y la cantidad de pozos que se producen en las rutas son algunas de las quejas que plantea la comunidad. El Área de Responsabilidad Social facilitó un contacto continuo con la sociedad, que hizo que se insertara sin grandes conflictos. “Hay aceptación de la obra, la gente de la zona está conforme”, afirmó Noemí Delgado, coordinadora del área. Este trabajo hizo también que se minimizara la discusión cotidiana del dilema inicial de algunos vecinos preocupados por los posibles altos niveles de contaminación del río por el vertido de sus aguas residuales, o por la calidad del aire como consecuencia del humo que producirán las calderas.

Hecho realidad

Tres señoras vuelven del almacén a media cuadra de la plaza, allí donde se encuentra el verdadero corazón social del pueblo. Más allá, una cuadrilla de cinco obreros poda un árbol desde la plataforma del camión que delata ser municipal por su cartel: “Colonia Mueve”. Más tarde llegarán los funcionarios del Banco República, pero a las 10.00 de un viernes, ése es el movimiento que se puede ver en la calle de Conchillas, su arteria principal.

Fundada en Buenos Aires para proveer piedra y arena a esa ciudad, fue una localidad de gran desarrollo económico hasta la primera mitad del siglo XX. Los datos censales muestran que en 1910 vivían allí unas 3.100 personas, y en 2011 apenas superaban las 400. Hoy sus pobladores hablan de un “renacimiento” y sueñan con que sus hijos trabajen aquí. “El único veneno es no tener nada que hacer”, señala un veterano que sale con el termo bajo el brazo. “Esto era un pueblo muerto, prefiero morirme intoxicado que viendo a los jóvenes sin hacer nada”, asevera cuando se le advierte sobre los cuestionamientos ambientales hacia las papeleras. “Conchillas cambió para mejor, ahora hay que ver qué pasa cuando esto termine”, dice.

Según Moreira, “volver al esplendor de antes es como un sueño cumplido para Conchillas”, y contó que 40% de las 500 personas que trabajarán efectivamente en la planta son de la zona: “Tenemos técnicos de Conchillas de entre 18 y 25 años que han tenido la oportunidad de ingresar como operadores de la planta sin contar con estudios específicos ni experiencia previa, pasando por una capacitación aquí y en el exterior”, explicó.

En Conchillas tuvieron un sueño: que el pueblo volviera a ser aquel que incluso tuvo moneda propia y trabajo para todos. El presente parece trocarles en realidad aquella añoranza, y eso es todo lo que importa por aquí en estos días.

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