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Pablo López en el gimansio de Malvín. Foto: Santiago Mazzarovich

Rebelde, soñador y fugitivo

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Entrevista con Pablo López, entrenador de Malvín.

Está parado en el medio de la cancha, dirigiendo un entrenamiento del plantel principal. Pablo López para a sus jugadores, los ordena, los alienta. Del otro lado está su asistente, Horacio “Chato” Martínez, a cargo de un riguroso entrenamiento de tiro para los más jóvenes. Faltan pocos días para que comience la actividad oficial de la temporada, que para Malvín presentará el doble desafío de defender el título de campeón de la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB) y afrontar la Liga Sudamericana. Es buen momento para hablar con su director técnico, Pablo López.

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-Estás en etapa de preparación, jugando partidos apuntando a la LUB y a la Liga Sudamericana. ¿Cómo se prepara Malvín?

-Estamos en el comienzo. Vamos a llegar bien físicamente, los jugadores están en ritmo, pero nos va a faltar juego colectivo. Esperemos seguir mejorando como hacemos todos los años. No tengo dudas de que en diciembre vamos a jugar mejor que ahora. También espero que el calibre, la calidad del equipo, nos ayude a no pagar con la Liga Sudamericana. En la liga local el primer objetivo es clasificar entre los ocho mejores; ésa es una pelea que podemos dar.

-¿Ayuda que se mantengan las fichas del año pasado?

-Sí. Ahí hay una clave: la química. Si en momentos de adversidad el equipo tiene una buena cohesión grupal -más que cohesión, cooperación-, encontramos las soluciones mucho más rápido, porque cada uno sabe cuáles son las fortalezas y debilidades del compañero. Desde la dirección del cuerpo técnico la regla de oro es que el equipo es lo primero; si algún jugador, en determinados momentos, se pone egoísta o mezquino, se lo encarrila y se lo separa.

-¿Eso sucede en un plantel cuyos integrantes, en su mayoría, llevan años jugando juntos?

-Sucede muy poco, pero hay momentos. Somos seres humanos. A veces nos ponemos inseguros y somos un poco paranoicos, y al tratarse de un deporte colectivo, sos tan fuerte como el eslabón más débil. Por ahí, es más fácil desde nosotros, porque lo solucionamos dentro del vestuario, dentro del equipo, dentro del club, con diálogo fluido. Por suerte, hemos desarrollado mucho la capacidad de empatizar: tratar de ver qué le sucede al otro, de estar en su lugar y desde ahí ayudar.

-Dentro del proceso de años de trabajo, bajando a lo particular, ¿a qué vas a apuntar este año? ¿Tenés en la mira ser el bicampeón?

-Eso se resetea, cero a cero. Hay que salir a escena, eso es lo que nos planteamos. Tenemos el mismo deseo, la misma ambición, la misma hambre. El primer objetivo es entrar entre los ocho, sembrar la mayor cantidad de puntos pensando en la primera fase de play off, luego en la segunda, hasta la final, para salir campeones.

-¿Alcanza con el paso a paso para conseguir cuatro campeonatos en ocho finales?

-Cuando llegué a Malvín el equipo todavía no aspiraba a esas cosas. Al ganar el primer año, la credibilidad se generó más rápidamente; ganar hace que el método se establezca. Muchas veces, las personas que deciden sobre quién van a dirigir sus equipos exacerban un poco el resultado por encima de las formas. Y siempre hay maneras de ganar. En ese sentido, creo que la selección uruguaya de fútbol ha dado un gran paso hacia adelante, y ahora la de básquetbol también: es importante ver el rendimiento para acceder al resultado, y no al revés, es decir, justificar el rendimiento por el resultado. Eso nos ha permitido tener un poco más de credibilidad, y los títulos fueron llegando.

-¿Si Mathías Calfani se iba a Argentina era un problema?

-En este momento, sí, porque no había manera de ordenar el equipo. Primero, porque no hay un jugador como él en el básquetbol uruguayo. Y segundo, porque cambiar una ficha como él implica revalorizar todo el equipo, no es tan sencillo. Te cambian los planes, te cambia la estructura del equipo. Cuando a él le llegó la oferta no era un buen momento para Malvín. Y en la medida en que se trata de ser un equipo serio, que proyecta contratos a dos, tres, cuatro años, no nos merecíamos que él se fuera en este momento. Yo creo que en ese sentido Calfani es un crack. Tiene la grandeza de saber que aquello de “este tren pasa y no pasa más” no es verdad. Pretendemos que aquellos jugadores jóvenes a los que les hacemos contratos multianuales, antes de que se vayan al exterior, sean los jugadores más valiosos del equipo. De hecho, Mathías ya lo es en la parte defensiva. Bruno Fitipaldo también lo fue.

-En ese sentido hay que laburar en formativas, para sostener la cadena de evolución.

-Tengo un sesgo hacia el rendimiento. Los jugadores de cierto nivel tienen que dar el tono normalmente y trabajar para subir un escalón, o dos, o tres, o lo que puedan o quieran. Fitipaldo es un buen ejemplo: puso su actitud, su deseo y su energía al servicio de mejorar.

-¿Ya sabés quiénes vienen o pueden surgir desde los minis?

-Sí, es mi trabajo en el club. Si puedo entreno con ellos, con clases extras que pueden ser los sábados, y hacemos trabajos. Trato de ver los partidos de formativas, me gusta mucho. Hay que estar al nivel de ellos, eso es importante. No es lo mismo trabajar con mayores, con los que a veces tu humor es otro y el rigor también, que trabajar con chicos. En este caso el foco está en el fundamento y en hacerles saber cuáles son las herramientas que deben asimilar para su desarrollo. Cuando entreno a esos gurises mi visión es proyectarlos hacia donde van a jugar en mayores; eso traslada el estrés de la inmediatez para cuando sean de Primera. Cuando llegó Calfani, por el plantel que teníamos, intentamos desarrollarlo como tres. Después no tuvimos mucho tiempo para perseverar, pero lo buscamos todo el tiempo con todos los gurises. La visión de la posición en la que va a jugar en mayores le va a dar a un joven las herramientas para su desarrollo, y hay que complementarlo con lo que todavía no tiene, desde todo punto de vista: físico, nutricional y psicológico.

-¿Lo reconocen? ¿Saben los gurises que Malvín está consolidado como club?

-Sí. Creo que hemos generado una cultura deportiva desde el club. Los tres chicos que vienen de jugar el Metro, [Ignacio] Franzosi, [Fausto] Pomoli y [Juan] Santiso, ya hace casi tres años que entrenan en doble turno. Cuento con un asistente como el Chato Martínez, que se dedica muchísimo a trabajar en el mejoramiento de los jugadores y que dirige formativas full time. Con todo eso hemos conseguido esa cabeza del deporte de rendimiento. Me gustaría posicionar a Malvín en lo más alto del plano internacional. La meta es que el equipo siga creciendo. Hay algunas condiciones económicas que a veces no permiten tener, no tanto a los jugadores sino a la estructura. Pero yo creo que hoy el chico que quiere vivir como basquetbolista sabe que en Malvín tiene un lugar y que hay una manera para hacerlo, y que lo vamos a acompañar hasta que llegue a jugar en el próximo nivel.

-Para transmitir el conocimiento, ¿es indispensable trabajar a largo plazo?

-Eso ayuda, porque cubrís más rápido cuáles son las fortalezas y las debilidades. De todos modos, creo que en el deporte de rendimiento lo que sostiene es el resultado, no sólo desde el punto de vista de ganar, sino de desarrollar jugadores. Hoy tenemos a Fitipaldo jugando en Obras, en Argentina; Calfani, que empezó en Biguá, tiene una progresión ascendente; Marcel Soubervielle fue a Estados Unidos con una beca deportiva, por cómo jugaba al básquetbol y no por cómo estudiaba, aunque también demostró ser un muy buen estudiante. Eso también es una suerte para él, porque después la vida del deportista sigue y es necesario que esté preparado. Ahora abrimos el lugar para Santiso, y esperamos que tenga una buena posibilidad de jugar; tenemos un chico en Goes y otro en Atenas, [Maximiliano] Cervi... Lo que te quiero decir es que el desarrollo no implica solamente salir campeón, sino que también desarrollamos jugadores. El trabajo es integral. A nosotros nos gusta poner a esos jugadores en situaciones de éxito. Una vez que vos lo ponés en la rotación, el jugador tiene que rendir. Entonces, en ese sentido, preferimos ir de una manera paulatina pero sólida. No nos gusta aquel mito, creo yo que un poco falso, de “quién fue el primer técnico que te puso en Primera”. Eso no tiene mucho sentido si no acompañás el desarrollo: no se trata de estar en Primera, sino de ser de Primera.

-¿Cómo ves la LUB para este año?

-Mucho más pareja que la anterior, aunque después hay que ver el desarrollo de los equipos, cómo se reúnen, y el desarrollo de los jugadores mismos, cómo se acoplan. Siento que este año hay más equipos que van a pelear el torneo.

-Llegaron varios jugadores latinoamericanos a ocupar fichas extranjeras, con lo que se ha dejado de lado el tradicional lugar para los yanquis; no paran de llegar españoles, ya sea a dirigir o a jugar, y hasta vino un serbio a Urunday Universitario. Esto resulta, por lo menos, un fenómeno curioso. ¿Cómo lo explicás?

-Estamos en la época de internet. Como decíamos antes, lo importante sigue siendo cómo lo hagas y no dónde hayas nacido. Creo que todas las personas que vienen de un nivel más alto, en tanto y en cuanto tengan compromiso, siempre van a sumar. La humildad está en el que recibe la información. Vos tenés que estar ahí, reconociendo que no sabés.

-¿Qué le falta al básquetbol uruguayo para subir de nivel?

-El primer paso es la gestión. Gestionamos como amateurs y pretendemos rendir como profesionales.

-Hay entrenadores que se dan cuenta de que no ayudan a sus jugadores. En esa dirección, apuntando a lo global, ¿hay dirigentes que se dan cuenta de que no ayudan ni a entrenadores ni a jugadores?

-Lo de la ayuda creo que viene del que la recibe. Si vos te mantenés humilde, reconocés que no sabés y permanecés ávido de saber, podés aprender de cualquier persona. Detalles, cosas pequeñas, metodologías, maneras de comunicarte... En el caso del entrenador, la clave es la autenticidad, la coherencia, no traicionarse a vos mismo; poder transmitir de la manera que vos consideres correcta, pero que el mensaje sea el que vos querés dar, no reacomodarte al mensaje. Creo que los dirigentes como gestores muchas veces son personas que no son profesionales, que hacen desde su saber lo mejor que pueden. Algunos tiene la capacidad de saber escuchar y conceder responsabilidades, cada cual desde su lugar: los jugadores juegan, los entrenadores dirigimos y ellos gestionan. Parece el ideal, pero creo que es muy sencillo. Ésa es la fórmula del desarrollo deportivo. Los equipos que funcionan realmente bien tienen claramente delimitadas las funciones y los roles.

-¿Desde dónde transmitís mejor?

-La mejor forma de transmitir compromiso es desde el ejemplo. Uno cuando es adulto habla con lo que hace. Hoy por hoy, que estamos tan expuestos con las redes sociales, la mayoría de las veces el discurso termina siendo políticamente correcto, pero no real. En el deporte, donde hay que salir a jugar ante mil personas todas las noches, vos rendís o no rendís, tu equipo funciona de la manera que esperás o no funciona. No tenés manera de decir una cosa y hacer otra. No se puede acomodar con la voz, no podés ir al otro día y decir “esto fue distinto de lo que fue”. Es lo que es, hay que analizar lo que es y trabajar con eso. Después, me parece que es muy importante rodearse de gente que tenga coherencia. Involucro mucho el tema de los valores, de la lealtad hacia el objetivo en común, que no es negociable. El talento debe estar al servicio del objetivo en común.

-A veces es al revés...

-Cuando es al revés, te digo lo mismo: ese equipo no está al máximo de su desarrollo. En el tema de los valores es importante que todos estemos correlacionados: jugadores, entrenadores, dirigentes; que no haya grietas, porque muchas veces son utilizadas por personas irresponsables o que quieren justificar sus carencias criticando a los demás, y eso hace que sea una organización trágica.

-La política dirigencial tiene que estar al servicio del deporte. ¿La política nacional?

-Creo que sí. Hoy las ciencias aplicadas al deporte te permiten acercarte al nivel que vos quieras mediante el trabajo. En el básquetbol quizá haya más componentes filosóficos, como pasa en Serbia, Lituania y ahora también en España, pero en realidad es gente que lo practica al más alto nivel. Todo deviene de la estructura y de la gente que dirige la estructura, en la que involucro a los entrenadores, por supuesto. Tienen que estar los más calificados y tienen que estar los que la estructura requiera, no al revés: no se trata de que vengan los entrenadores a mejorar la estructura, porque eso retrasa el desarrollo. El foco tiene que estar en el lugar más importante. Si cada uno se dedica cien por ciento a su actividad, si los jugadores no se tienen que preocupar por cobrar, si la cancha está limpia, si hay agua caliente, si llegan y sólo tienen que dedicarse a jugar, seguramente tengan mejor rendimiento que otros jugadores que estén preocupados por alguna de esas variantes.

-En Uruguay, con sus particularidades, está bueno que la política esté al servicio de la sociedad.

-Sí, sí, creo que sí. Lo que siento con respecto a la política del deporte es que no hemos sabido extraer de los deportistas de rendimiento una cultura que rebalse a los deportistas de formación o a los deportistas de salud. Creo que el deportista de rendimiento es un gran ejemplo, un gran modelo de sacrificio, de preparación, de que sí se puede. En realidad, no importa que el país sea chico, lo que importa es la cultura que apliques a la actividad que querés desarrollar. Hoy por hoy, si sos bueno, te va a contratar ESPN o la CNN, no importa si naciste en Uruguay. Sigue siendo cómo lo hagas. Obviamente, después hay un proceso para que sea reconocido o conocido tu trabajo. El mundo está absolutamente globalizado con la información, al menos con la que nos dejan ver. En Uruguay, a veces ocurre que al deportista de rendimiento no se le da el valor que significa representar a un país, y el esfuerzo que eso conlleva. Nosotros lo vivimos en Paysandú: después de la primera temporada, en la que el equipo jugó la final, para la segunda temporada los clubes habían duplicado y hasta triplicado la cantidad de niños que jugaban al básquetbol. Eso hace el deporte de rendimiento, y está absolutamente desaprovechado. No se aprecia que ayuda a que muchos niños se involucren a jugar cualquier deporte, que lo hagan por gusto, que aprendan, que creen hábitos y que crezcan como personas sanas.

-En tu rol de entrenador, ¿hay que entrenarse para rendir o para mejorar?

-Entreno todos los días para mejorar. Tengo la ventaja de que soy un vocacional, y no me cuesta nada prepararme o estudiar. Llego a mi casa y me pongo a mirar un partido que no vi como quien lee un libro. Mejorar te permite rendir a otro nivel, sobre todo, ahora que estamos en la era de la información y hay acceso a casi todo para formarse. Cuanto más sabés, más te das cuenta de lo que no sabés. Aprender y reinventarte pasa a ser un estilo de vida.

-¿Se vive como se juega o se juega como se vive?

-Está buena ésa... Creo que los grandes juegan como viven: son los que hacen diferencia en cualquier lugar. Cuando digo “grande” no quiero decir que sea más o menos reconocido o que tenga más o menos dinero, me refiero a los que expanden el lugar donde están. Ésos que en vez de dejarse llevar por la masa o achatar, empujan para arriba e incluso dejan como actividades secundarias las otras actividades.

-En esa mezcla de esfuerzos que parece ser el básquetbol, ¿se disfruta el logro, el camino o el logro con el camino?

-Estoy disfrutando cada vez más del camino. Son más de 20 años dirigiendo... Eso ayuda.

-¿Qué te da el camino? No es fácil percibirlo o percibirse en el camino.

-Yo me bajo de la ruedita del hámster casi todos los días. Me subo cuando realmente hay que desarrollar la tarea, pero para prepararme tengo una cantidad de actividades paralelas al básquetbol que me ayudan, como salir a correr, mi terapeuta personal, los masajes, las clases de yoga. Trato de mantener alrededor de mi lucidez cosas que me permitan disfrutar por el solo hecho de hacerlas.

-¿Sin introspección hay lucidez?

-Casi ninguna. Viviríamos de rodillas, pendientes de la aprobación externa, sobre todo hoy, que estamos bombardeados de estímulos, con lo cual, si no tenemos la capacidad de elegir bien cuáles son los estímulos que vamos a dejar entrar, somos cada vez más vulnerables.

-¿De ahí surge la capacidad de disfrutar?

-Lo que pasa es que te va sucediendo. Vos mirás a los ojos a la gente que elegiste y que te rodea, y esa gente está compartiendo contigo un estilo, estás recorriendo el camino. En la formación de equipos es imprescindible que, ante la duda, la lealtad y el compromiso estén por encima, y eso implica respeto. Trabajamos con personas. Desde la dictadura, desde la verticalidad o desde el miedo no se gestionan buenas cosas. Evidentemente, a veces hay que poner límites, pero pueden ser respetuosos o, en caso de que sean duros, no deben hacer daño a nadie, deben estar dirigidos a mejorar el colectivo.

-Ahí está el disfrute.

-Sí, y en el hecho de estar en paz con uno mismo. Eso de la paz mental. Pero es un tema de todos los días. Está bien lo del hámster: a las 8.00 hago esto; a las 9.00, esto; a las 10.00, lo otro, pero, ¿cuándo es para mí? Y el “para mí”, ¿cómo lo hago? ¿Con qué gente estoy? De esta forma te vinculás desde otro lugar. Eso es ser un adulto, creo yo, yo qué sé... Cuando dejás de encontrar culpables: “No importa lo que él haga, yo puedo manejarlo”. Me dolerá más, me dolerá menos, pero se trata de poder darte esos permisos.

Horizonte Mundial

-¿Cómo viste a la selección en el Preolímpico?

-Muy bien. Estuvo en su máximo potencial o muy cerca. Es muy lindo ver jugadores que quieren estar y que dan todo lo que tienen todos los días. Más allá del resultado, creo que el horizonte tiene que ser generar mejores condiciones y tener proyectos a un Mundial, a dos, a tres, y empezar a trabajar desde hoy. Y crear la estructura para poner los jugadores dentro de la estructura, en lugar de que los jugadores tengan que venir a mejorar la estructura. Si queremos llegar a un Mundial, el básquetbol uruguayo debe tener la humildad de reconocer el lugar en donde está, y no sólo estar trabajando para ir al próximo Mundial, sino también para el siguiente. Hay que darles lo mejor a los jugadores desde la federación, para que después esos jugadores sean agradecidos con la federación.

Todo oídos

“Cuando salgo a correr escucho podcasts. La Federación Española de Básquetbol hacía entrevistas a entrenadores y los escuchaba, pero puedo escuchar cualquier cosa. El podcast es información, y yo aprendo mucho más escuchando y viendo que leyendo; me ha devorado la cultura de la imagen. Leo mucho más por placer que para estudiar. Pero escucho mucho, siempre. En casa, cuando estoy haciendo cosas que no me gustan, como colgar la ropa o lavar los platos, pongo clínicas de entrenadores y en vez de sentarme a mirarlas las escucho. Cuando dicen algo que me interesa, interrumpo lo que estoy haciendo y presto más atención”.

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