La aparición de “puntos flacos” en las políticas estatales es como la aparición de gotitas de sangre en un mar infestado de tiburones. Y la educación es como si un helicóptero derramara miles de litros de sangre en el mar.
Según información difundida con schadenfreude por un periódico capitalino, uno de cada seis liceales de entre tercero y sexto año va a estudiar porque lo obligan. Esto disparó una pregunta entre los profesionales del tema. “¿Por qué carajo van los otros cinco?”, dijo a Los Informantes (diario) un educador que no quiso identificarse porque sus alumnos lo tienen amenazado. “Desde que leí las cifras estoy devanándome los sesos tratando de encontrar una respuesta, pero les juro que no puedo. ¡No puedo!”, agregó. Entre las hipótesis que se manejan está la confusión (alumnos que viven en edificios tan destruidos como los centros educativos y creen estar allí), la indiferencia (alumnos a los que les chupa un huevo) y el garroneo (alumnos que quieren usufructuar el wifi).
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