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Teresita Igon, María Laura Moneti y Claudia Brinciotti. Foto: Federico Gutiérrez

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Las escuelas no graduadas son un programa que se desarrolla desde hace 34 años en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, en Argentina. En pocas palabras, este tipo de escuelas presenta una estructura por ciclos que elimina la noción de grado por año escolar, es decir: el niño no pasa de primero a segundo y luego a tercero, sino que avanza en su proceso mediante niveles de logros. Hay 20 escuelas argentinas que trabajan de esta forma alternativa al sistema tradicional (que funciona igual que el uruguayo). Cada escuela tiene su propia forma de incluir el programa, que se divide en dos ciclos. Algunas sólo ofrecen el primer ciclo, que tiene ocho niveles y se correspondería a los tres primeros años de escolarización tradicional, mientras que otras ofrecen también el segundo ciclo, que presenta otros ocho niveles en los últimos tres años y luego tienen un séptimo año (en Argentina la primaria tiene siete grados) dictado de forma graduada.

Claudia Brinciotti y María Laura Moneti son directora y maestra, respectivamente, de la escuela pública no graduada 218 de Rosario. Estuvieron en Montevideo junto con Teresita Igon, maestra inspectora también argentina, y otros colegas para presentar su experiencia en el marco del primer encuentro “Forma escolar, alteraciones sobre la experimentación pedagógica”, organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, de la Universidad de la República. Luego de una recorrida por la ciudad, conversaron con la diaria sobre esta innovadora forma de encarar la educación primaria.

Según Brinciotti, que trabaja con esta modalidad desde 1984, el mayor beneficio es que “el niño no vive la humillación de que no alcanzó lo que la media alcanza en un año, porque se elimina el concepto de repetición, cada uno avanza a su ritmo entre los distintos niveles”. Igon cree que de esta forma “se valora que el niño está aprendiendo y se tiene en cuenta a la familia, porque es duro también para los papás que le digan que su hijo no aprende”. “Hay que luchar contra eso porque, en determinados contextos, la repetición determina toda la escolaridad”, agregó.

Salir del molde de lo conocido siempre cuesta, por eso las maestras se esfuerzan por explicar cómo funciona su escuela: “Durante el primer año hay tres niveles de logro diferente, en el segundo año hay dos y en el tercer año hay tres. Los niños avanzan a los diferentes niveles según su progreso”, detalló Moneti, y puso su aula de ejemplo: “Tengo un grupo a cargo de los niveles 4 y 5 que corresponderían a un segundo grado; a su vez tengo seis chicos en esa aula que tienen el nivel 3, que es el último de primer grado. Todos son parte del mismo grupo y hacen las mismas actividades pero adaptadas al nivel”.

Brinciotti señaló los tres pilares en los que se basan las escuelas no graduadas. Por un lado está la movilidad, componente inherente al programa no graduado, que no funciona sin ella. Por otra parte, es fundamental contar con la hora de integración: una hora a la semana en la que todos los maestros se reúnen y discuten si el niño puede pasar a otro nivel, si se estancó y dónde podría explotar su mayor potencial. El tercer pilar es la maestra niveladora, una docente que sería equivalente “al tercer ojo”, según Igon. La tarea de esa maestra es colaborar con la de aula para que aquellos niños con más dificultades avancen en sus niveles de logros y ver en general cuál es el lugar donde cada uno podría desarrollarse mejor.

Los niveles “consisten en una cantidad de aptitudes y contenidos que tienen que ir aprendiendo, entonces van avanzando hasta que logran esas competencias que hay dentro de ese nivel, y ahí se les da como completado”, comentó Brinciotti.

Según la directora, “el movimiento entre los niveles puede ser rápido o lento, depende del proceso de cada niño. Puede cambiar en dos meses o en un año. La ventaja es que no siempre el siguiente nivel es con otra maestra, muchas veces está dentro del mismo grupo”. Tantos niveles dentro de la misma clase podrían suponer una mayor carga para el docente, que debe adaptar su planificación a los diferentes niveles; sin embargo, para Igon esto no es una particularidad de la escuelas no graduadas: “En las escuelas graduadas el trabajo también es individual, no existe más eso de enseñar lo mismo para todos”, señaló.

Esta forma de trabajo intenta abordar la gestión pedagógica a partir de la participación, la consulta y la constante evaluación para respetar el trayecto de cada niño sin la imposición de un sistema rígido.

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