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Foto: Federico Gutiérrez

Contaminación del río Santa Lucía: entrevista a Daniel Greif, director de aguas

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Los valores de impureza en el Santa Lucía, aunque siguen altos, han bajado y tienden a estacionarse. Así lo muestran los indicadores de la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua). Hace poco más de una década que estos valores se miden sistemáticamente. Según las autoridades, el plan de acción en la cuenca del río viene dando resultados.

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La alerta se encendió en 2013, cuando las cianobacterias coparon los embalses de agua potable. Desde entonces, funcionan 25 estaciones que monitorean 25 variables. Diez están localizadas en la cuenca del río Santa Lucía, la “zona A” en los mapas de la Dinagua. La cuenca madre del agua potable para seis de cada diez uruguayos recibe 6.415 toneladas de nitrógeno y 1.517 de fósforo por año en sus 13.847 kilómetros cuadrados, estiman. El arroyo De la Virgen, a pocos kilómetros de Aguas Corrientes, el Canelón Grande y Canelón Chico son los más golpeados. El índice de estado trófico dice que tenemos una cuenca supereutrófica. Los niveles de fósforo (microelementos que adoran las cianobacterias de verano) sobrepasan ampliamente los estándares.

Daniel Greif entró al Estado como becario, cuando todavía no se había recibido. Desembarcó en una una oficina de la Dirección Nacional de Hidrografía del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Había escaso personal y estaban más preocupados en evitar que las aguas taparan un camino vecinal que en su calidad. También fue director de la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua. Tras la aprobación del decreto del Plan Nacional de Aguas de la semana pasada, la Dinagua, desde el piso 20 de un apartamento sobre los destartalados galpones de la rambla portuaria, ya coordina las acciones interinstitucionales para mejorar la calidad del agua. Dice que el agua tiene mejor calidad hoy que hace 20 años. Que hay más controles. Y que cuando va a un bar, pide agua de la canilla y en su casa no la hierve antes de tomarla.

¿Bebe agua de la canilla?

Totalmente. Siempre lo hice. Me gusta y prefiero el agua de la canilla. Me cae hasta pesada el agua embotellada. Cuando voy a un bar o un restaurante, muchas veces pido agua de la canilla para cuestionar un poco la lógica de la comercialización del agua embotellada.

¿Incluso en 2013, cuando la claridad, el sabor y el olor del agua estaban comprometidos por las cianobacterias?

En ese momento estaba en un congreso en México y no la pude probar.

¿Qué incidencia tiene el cultivo de soja en la eutrofización de las aguas?

Creo que hay una confusión con la soja. La soja es el cultivo menos asociado a la eutrofización; la relevancia de la soja es por los herbicidas que se usa para controlar malezas. Si se quiere, es un factor que va en sentido contrario a la eutrofización. En los cultivos de soja la producción, en general, es por siembra directa. No se da vuelta todo el suelo, que es una de las causas del arrastre de nitrógeno y fósforo a las aguas. El tema es que termine afectando los ecosistemas de alrededor o los peces. Pero va en contra de la eutrofización porque limita el crecimiento de las algas. No ayuda a la eutrofización. Se controla porque es un elemento que afecta a los ecosistemas. En los seres vivos, es más difícil de detectar porque actúan a nivel de trazas y son más susceptibles al arrastre de las lluvias. Los herbicidas necesitan un control de aplicación más preciso y mejor manejo de algunas prácticas. El herbicida se degrada, se diluye, pero hay que ir más al control del medio biótico, en la acumulación de los tejidos de los peces, por ejemplo. Pero no es fácil detectarlo. Se encuentran a nivel de trazas. De todas maneras, debemos tener medidas, y controlar en todos los aspectos las causas que llevan nitrógeno y fósforo a las aguas. Hay que tener buenas prácticas de manejo para todos los cultivos, rotación de pasturas y correcta aplicación de fertilizantes. Por eso, una de las medidas del plan de la cuenca del Santa Lucía es de uso y manejo del suelo, para verificar las buenas prácticas de rotación de cultivos, laboreo del suelo y la limitación en los máximos de fertilizantes permitidos.

¿Es posible reducir el fósforo en los ríos que muestran valores tan altos y están asociados a la eutrofización?

El fósforo es un micronutriente que se controla porque es un limitante del crecimiento de bacterias y vida. Es condición necesaria para el crecimiento de algas de plancton, por eso el fósforo es un importante indicador de control en los ríos; es el que genera reunión de algas. La estrategia en la política de control es evitar que se llegue a las fuentes de agua que por lo general están en el suelo, en el vertido de los tambos y las ciudades. Una vez que pasó el filtro el fósforo queda, no pasa.

¿El agua del Santa Lucía era mejor hace 40 años que ahora?

Es producto de un proceso productivo y del uso del agua en función de la intensidad productiva de todas las cuencas, en particular de la del Santa Lucía. En la medida que empieza a intensificarse la producción se resiente la calidad de las aguas, porque hay una acumulación de esos procesos. El evento de olor y sabor en el agua del Santa Lucía en 2013 fue una alerta, un aviso de que la calidad del agua estaba llegando a un estado que generaba la eutrofización. Ese fue el motivo por el que se decidió el Plan de la Cuenca del Santa Lucía, que trata de revertir el proceso de décadas de intensificación productiva industrial, ganadera y agrícola. Cada rubro tiene un porcentaje de aporte. Hoy se está trabajando para revertir ese proceso, con líneas de acción en cada uno de los sectores.

¿Qué implicó ese plan para la cuenca?

El plan incluye 11 medidas que atacan todos los aportes posibles. El aporte urbano es responsabilidad de OSE y están licitando obras de saneamiento para las ciudades de la cuenca. El aporte industrial es el que más avances tuvo. Se identificaron las industrias que más aportes hacían, se controlaron y se les exigió un tratamiento emisario. De las 23 industrias, 19 cumplieron los planes establecidos: invirtieron y disminuyeron la carga de nutrientes. Tambos con más de 500 vacas y feedlots deben manejar y tratar los efluentes como si fueran una industria. Los aportes que podemos considerar más difusos son los del arrastre de suelos por el laboreo. Aportan fósforo y nitrógeno, ya sea por el suelo, naturalmente, o por fertilización agregada. El otro aspecto son las cargas difusas repartidas. Las medidas de control están, básicamente a cargo del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), vinculadas a planes de uso y manejo del suelo. Hay una cadena de responsabilidad asociada a esos planes. Cómo se trabaja la tierra o cómo se maneja la rotación lo controla el MGAP. Hay también medidas de promoción del ministerio, sobre todo asociadas al sector lechero, con préstamos no reembolsables para sistemas de tratamiento de los tambos.

¿Por qué llaman difusas a esas cargas? ¿No pueden identificar la fuente de la que provienen?

No es tan fácil identificarlas como a las puntuales. Las industrias sabemos dónde están, es un vertido concreto. Las fuentes difusas están distribuidas por la erosión, el lavado del suelo, por arrastre de partículas –en los momentos de lluvia sobre todo–. No son puntuales. Las detectás globalmente cuando ves el agregado de la contaminación. Es una suma, el resultado de las acciones en el suelo distribuido, digamos.

¿Qué se hizo para reducir los efluentes contaminantes en el Santa Lucía?

El Plan de Acción de 2013 fue bastante genérico, con medidas por sector. Se analizó la cuenca aguas arriba y aguas abajo de Aguas Corrientes. Y se atacaron prioridades. El sector industrial presentó un plan de medidas para reducir la contaminación, en particular de fósforo y nitrógeno, el mayor aporte en el sector agrícola y ganadero. Eso lo estamos evaluando hoy. Ese plan tiene sus niveles de respuesta. Se promovieron cambios a nivel industrial, agrícola, y se empieza a ver una mejora. Por lo menos, una meseta en la que no empeoran los niveles de calidad. Empieza un proceso de mejora de la situación en los valores.

¿Hay una meseta en los valores?

La tendencia es que empieza a haber una disminución por el efecto de las medidas. Lo que estamos empezando a trabajar es la incidencia por subcuenca, en los afluentes que aportan más contaminación, y haciendo planes más efectivos, más agresivos para esas subcuencas.

¿Por qué los arroyos Canelón Chico y Canelón Grande tienen niveles tan altos de contaminación?

Hay más actividades concentradas por metro cuadrado, más tambos, alguna industria puntual que está generando contaminación, y también más concentración de población. Es lo que estamos evaluando. En el Canelón Chico es donde está la mayor cantidad de tambos. Y aparece una concentración grande de fósforo y un descenso en estos años. Es la cuenca más intensiva, y ahí es donde vamos a concentrar programas de acción. Es lo que estamos viendo por ahora. Cada cuenca tiene su realidad.

El arroyo De la Virgen en Florida y San José también tienen niveles de contaminación muy altos, y su desembocadura está a poco más de diez kilómetros de Aguas Corrientes.

Es un área muy intensiva desde el punto de vista agropecuario y ganadero. Es el foco de la cuenca lechera. Sin duda es una de las subcuencas del Santa Lucía más afectadas, sobre todo por la contaminación difusa. Y es también uno de los cauces donde se instalaron estaciones de monitoreo. El MGAP la tomó como área piloto para el control y la fiscalización del manejo del suelo. Del arroyo De La Virgen recién tenemos datos en 2015 y 2016. A partir de este proceso se instalaron bases de monitoreo por la intensidad productiva que tiene. Los niveles son verdaderamente altos, pero no tanto como en el Canelón Grande y el Canelón Chico.

¿Es posible que el río Santa Lucía y sus afluentes tengan mejores niveles, que vaya mejorando?

Es el objetivo, ir en una escalera progresiva de mejora. Recuperar la calidad, el entorno y la diversidad de los cauces. Son varias líneas que habrá que ir desarrollando. Es un proceso largo. Estas transformaciones necesitan décadas; como hubo décadas de empeoramiento, mejorar también necesita tiempo.

Plan de Aguas | Por decreto, el 31 de julio se aprobó el Plan Nacional de Aguas. Es el instrumento político diseñado para gestionar y sobre todo coordinar las acciones públicas y privadas sobre las aguas. Lo ejecutará la Dinagua. Este plan, hijo de la reforma constitucional del agua, se elaboró luego de un proceso de discusión territorial que dividió al país en cuencas, y ahora pretende enfocar acciones en cada una de ellas. Varias instituciones públicas deberán “explicitar en sus planes operativos anuales y/o presupuestales, los programas y proyectos” del Plan. Entre sus objetivos, además de la coordinación institucional, tiene la obligación de realizar un diagnóstico, la prospección de escenarios, y la proposición y ejecución de directrices.

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