Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Es indudable que, en lo que va del actual período de gobierno, al movimiento sindical le ha tocado una parte considerable de la confrontación, y en la actualidad tiene especial repercusión el conflicto de Ancap, al tiempo que se debate si estamos ante un gran aumento de las medidas de lucha por parte de los trabajadores organizados, y si esto tiene motivaciones de política partidaria. La evidencia no indica un estallido de la conflictividad, y de todos modos esta no debería sorprender a nadie ni ser motivo de teorías conspirativas.
Por un lado, la combinación de la emergencia sanitaria y el modo en que la encaró el Poder Ejecutivo causaron impactos importantes en el empleo y una pérdida de salario real que está lejos de revertirse. Por otro, varias de las políticas impulsadas por el oficialismo contradicen los objetivos programáticos del movimiento sindical y avances hacia ellos logrados durante gobiernos anteriores.
El argumento de que “la gente votó un cambio” y corresponde permitir que se produzca tiene poco asidero cuando se dirige al Frente Amplio, como si tuviera algún sentido que la política entrara en receso hasta el próximo año electoral, con gobierno pero sin oposición. En el caso del movimiento sindical, es lisa y llanamente disparatado pretender que no intente revertir, o por lo menos frenar en la medida que le sea posible, políticas que lo perjudican, según su experiencia y su opinión. El objetivo de las elecciones nacionales no es determinar qué visión del país y del mundo debe adoptar durante cinco años el PIT-CNT, y mucho menos imponerle resignación.
En lo referido a la Federación Ancap, es preciso tener presente que, más acá de las concepciones ideológicas y del interés (muy lógico) en defender áreas de actividad y puestos de trabajo del ente autónomo, el directorio decidió, en forma unilateral y sin mayores explicaciones, dejar sin efecto el convenio colectivo que estaba vigente, y que esto no contribuyó a mejorar las relaciones laborales.
Por otra parte, da la impresión de que se ha teatralizado un poco la cuestión de la llama de la refinería de La Teja, que en el paro de ayer no se apagó sino que se llevó al mínimo. Más allá del significado simbólico de esta medida, no hay motivos para pronosticar que la interrupción de actividades vaya a causarle ningún contratiempo grave al país.
El anuncio de que se importará (“por las dudas”, según el ministro Omar Paganini) el también simbólico gasoil parece, ante todo, una contribución del Poder Ejecutivo a la polarización con los sindicatos, que está planteada desde el comienzo y se agudizó desde que se reunieron las firmas por el referéndum contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración.
No es el Ejecutivo el único interesado en echar leña al fuego. Según el movimiento Un Solo Uruguay, la actitud actual de los sindicatos “se parece más a una estrategia de oposición irresponsable que a reclamos en defensa de derechos nunca perdidos”. No se sabe bien de dónde procede la frase “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, que Miguel de Cervantes no incluyó en El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, pero eso no quiere decir que carezca de sentido.
Hasta mañana.