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Durante la jornada “Día del Futuro, Uruguay trae el futuro al presente”, en el marco del “Día del Futuro 2021” en la Sala de Eventos Especiales del Palacio Legislativo.

Foto: Javier Calvelo, adhocFOTOS

Día del Futuro: Expertos conversaron sobre la revolución científico-tecnológica y la economía del conocimiento

10 minutos de lectura
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El saber como factor clave del crecimiento del país y la necesidad del desarrollo científico y tecnológico se abordaron en los paneles.

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Leído por Andrés Alba.
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Los últimos lunes de setiembre, desde 2017, se celebra oficialmente el Día del Futuro. Este es el primer año que lo hace con la Comisión Bicameral Especial de Futuro ya conformada en el Parlamento. Por ese motivo, este lunes en el Palacio Legislativo tuvo lugar la jornada “Día del Futuro, Uruguay trae el futuro al presente”, en la que en distintos paneles, académicos y actores de la sociedad civil debatieron sobre varios temas.

“El futuro es una suerte de animal salvaje impredecible. Trae muchas oportunidades, pero también muchos desafíos”, sostuvo el sociólogo Fernando Filgueira al comienzo de su participación en el primer panel “Los retos de Uruguay ante la globalización, la revolución científico-tecnológica y el cambio climático”. Sostuvo que el futuro debe “domesticarse” y que si bien hay muchas cosas que son imprevisibles, hay “futuros concretos” sobre lo que Uruguay puede –y debe– pensar. El primero que mencionó fue el “futuro de la alimentación”, que implica pensar tanto en la producción de los alimentos, como en las formas de consumo y el tipo de demanda de los alimentos. A su vez, señaló que este punto está relacionado con la reflexión sobre los eventos del cambio climático, la calidad del agua y los suelos.

El segundo es el “futuro del aprendizaje”. En este sentido, Filgueira sostuvo que es necesario reflexionar sobre “cómo pasar de un modelo de aprendizaje pensado sólo desde la institución escolar a ecosistemas de aprendizaje de la sociedad en su conjunto”. Planteó también la necesidad de pensar en el “futuro del trabajo” y los impactos de la tecnología sobre los empleos rutinarios “físicos” y “cognitivos”. “La tecnología va a ser sustitutiva y complementaria del trabajo. El desafío es pensar cómo preparamos a nuestra sociedad para un mercado de trabajo que no se vacíe en el centro y quede polarizado entre los que entran en la economía del conocimiento y los que quedan afuera”, expresó.

Por último, el sociólogo se refirió al “futuro de las ciudades”. Señaló que el proceso de urbanización –que se inició hace dos o tres décadas– continuará profundizándose, y, por lo tanto, es importante pensar en la organización de las ciudades y sus impactos ambientales. Además, sostuvo que es necesaria una reflexión sobre el “futuro de las familias” y el establecimiento de nuevos “contratos de género y generaciones”.

Filgueira dijo que hay dos tendencias que “se vienen” en Uruguay y que se deben atender. Por un lado, la tendencia demográfica del país, que implica un “doble desafío” por la disminución del tamaño de las nuevas cohortes y el crecimiento de las cohortes adultas mayores. Por otro lado, el impacto de la revolución tecnológica sobre el mercado laboral, que aunque “va a destruir empleos y transformará muchos que hoy no creemos rutinizables, va a crear empleos de conocimiento e innovación”.

Las revoluciones tecnológicas

El ingeniero Nicolás Jodal centró su intervención en las revoluciones tecnológicas, que pasan “desapercibidas” porque los hechos tecnológicos están rodeados de “escepticismo”, a diferencia, por ejemplo, de las revoluciones políticas, que están “asociadas a cierto nivel de dramatismo”.

El escepticismo que rodea a las revoluciones tecnológicas conduce a que “sistemáticamente” no se las ve venir, dijo Jodal y apuntó que eso mismo ocurre hoy en Uruguay con el crecimiento del mercado de los autos eléctricos. “La revolución de los autos eléctricos en Uruguay va a ser mucho más rápida de lo que habíamos pensado. De hecho, ya se está dando”, dijo. Sin embargo, agregó, “no está visible para la mayor parte de la gente”.

A su vez, planteó que la naturaleza de las revoluciones tecnológicas deja visible “lo difícil que es predecir cuándo van a pasar las cosas”. En ese sentido, opinó que es “mucho más importante” enfocar las energías en desarrollar una “mejor capacidad de reacción” frente a los cambios que cada vez ocurren de forma más acelerada y profunda, que en colocar todos los esfuerzos en tratar de predecir qué es lo que va a ocurrir.

Jodal consideró que las condiciones del mundo actual son beneficiosas para el país y que Uruguay ha demostrado una buena adaptación a los cambios tecnológicos. “Uruguay fue el primer país del mundo en tener rodeo 100% trazado, en tener una computadora por niño y en tener la aplicación de coronavirus más usada en el mundo”, mencionó a modo de ejemplo.

A su turno, el contador Ricardo Pascale señaló que Uruguay se salteó dos revoluciones tecnológicas: la de la “economía del conocimiento” y la “revolución 4.0”. Así, quedó atrás de los países que atravesaron esos procesos. Señaló además que las brechas entre países aumentarán debido a las consecuencias de la pandemia de covid-19.

Pascale manifestó que desde hace muchas décadas el crecimiento de un país ya no depende de “elementos tradicionales” como el “trabajo, el capital y los recursos naturales”, sino que depende del conocimiento de sus habitantes. “No hay país desarrollado en el mundo que no haya entrado en la economía del conocimiento, es decir, en el que haya una aplicación económica del saber”, dijo Pascale y resaltó que el saber es un “factor imprescindible” para el crecimiento y el desarrollo.

En su opinión, el país cuenta con “condiciones excepcionales” para dar “un salto” en la economía: tiene “confiabilidad”, “el índice de corrupción más bajo de América Latina”, “la mejor distribución de los ingresos de la región” y “la capacidad de lograr consensos”, entre otras ventajas. Con estas características, sumadas al cuidado de los equilibrios macroeconómicos y de los recursos naturales, Uruguay podrá “ingresar en una economía cada vez más basada en el conocimiento, en la que la ciencia, la tecnología y la innovación se apliquen a la creación de bienes y servicios con un valor único y generen valor agregado con una buena inserción en el mercado internacional”, señaló Pascale.

Cuidar a nuestra comunidad científica

La última intervención del panel estuvo a cargo de la bióloga Magdalena Cárdenas. La experta señaló que entre las tres grandes líneas propuestas para la discusión (globalización, revolución científico-tecnológica y cambio climático) tienen como actor común a las y los científicos y como factor común “las capacidades científicas en biología y disciplinas afines”, y en ese sentido guio su exposición.

Cárdenas sostuvo que la globalización implica un “reto” porque “achicó el mundo” y que si “hay una profesión que es global e internacional es la ciencia y tecnología”. Mencionó que los científicos trabajan enmarcados en comunidades internacionales y que su mercado laboral es el mundo. Para la bióloga, allí surge el primer desafío para Uruguay: “Encontrar estrategias para retener y atraer a aquellos profesionales que son muy requeridos en los países ricos porque son componentes esenciales de la economía del conocimiento”.

La investigadora señaló que hacer una carrera científica en Uruguay es “muy difícil” y “desmotivante” porque el “sistema está desarticulado y mal financiado”, y por eso el país pierde gran parte de su capital en conocimiento. Asimismo, sostuvo que es necesario revertir estas condiciones del sistema para que Uruguay “no vuelva a perder el tren de la revolución científico-tecnológica”.

Cárdenas planteó que la llegada de la pandemia por coronavirus al país fue un “desafío muy grande” y aún lo es, pero que pudo actuar de buena manera, al menos durante 2020, porque “teníamos capacidades locales que supieron entender, interpretar y asesorar a los tomadores de decisiones”. Destacó, no obstante, que esta fue una excepción y que, por lo general, el país “va corriendo de atrás: compramos tecnología, compramos saber, exportamos a la gente que es capaz de generar tecnología y conocimiento”.

En ese sentido, marcó la necesidad de generar una comunidad científica sólida y que la institucionalidad respalde a las y los científicos, además de ofrecer oportunidades para que se queden en el país en lugar de irse al exterior.

Más inversión

En el panel “La cuarta revolución industrial y la economía del conocimiento”, el director del Institut Pasteur (IP), Carlos Batthyány, presentó “un sueño” en el que el IP está trabajando desde “hace al menos seis años”. Se trata de una oportunidad para que “Uruguay pueda dar un salto de calidad” y “zambullirse con fuerza en la economía del conocimiento”, dijo el director.

Antes de presentar la propuesta en concreto, Batthyány comentó algunos obstáculos para el crecimiento económico del país. Mencionó el porcentaje de inversión en investigación y desarrollo (I+D) y comentó que “no hay duda” de que si un país se quiere desarrollar “tiene que tener una política de Estado que establezca una inversión en I+D nunca menor a 2% y no mayor a 4% del producto interno bruto”. En esa línea, “invertir por debajo de 1% en ciencia, tecnología e innovación es estar en el ruido. Nunca nos vamos a despegar y cada vez vamos a estar más rezagados”, manifestó.

Otro desafío para Uruguay es incrementar las inversiones del sector privado en proyectos nacionales de ciencia, tecnología e innovación. Según planteó el director del IP, en Uruguay el Estado es responsable de 90% de inversión en I+D y “sólo uno de cada 100 investigadores trabaja en el ámbito privado”, mientras que en los países con mayor crecimiento y desarrollo “de cada 100 investigadores, entre 70% y 80%” trabajan en empresas privadas.

Frente a estos desafíos, la propuesta del IP consiste en “generar un espacio donde los investigadores encuentren oportunidades para crear y desarrollar empresas de base científico-tecnológica basadas en conocimientos únicos y protegidos por propiedad intelectual en ciencias de la vida bajo el gran paraguas de una sola salud y que apunten al mercado global desde el día cero”, dijo.

Se trata de crear un venture building que funcione con un fondo privado de inversión para construir empresas en ciencias de la vida de “clase mundial”. El director del IP sostuvo que generalmente estas propuestas funcionan con una fuerte inversión pública para iniciar la marcha y luego el Estado se retira progresivamente para que ingresen los privados.

La propuesta del IP parte directamente de fondos privados. El director explicó que se planteó de esta forma porque en el contexto actual no era posible contar con inversión pública. De todas formas, si en un período de cinco a ocho años el “sueño” funciona, Uruguay podrá decir “se pudo, hagámoslo bien”. Batthyány dijo que “está todo pronto” para lanzar esta propuesta a partir de junio de 2022.

La revolución en el trabajo

El licenciado en Ciencias de la Computación Sergio Fogel habló de las transformaciones en el mundo del trabajo a raíz del uso de las tecnologías y cómo se aceleró ese proceso con la pandemia de covid-19 y las disposiciones de confinamiento social. “La pandemia hizo que un montón de servicios que nosotros entendíamos que tenían que ser presenciales de golpe no tienen por qué serlo”, sostuvo Fogel.

A su vez, cambiaron las condiciones de competencia en el mercado. El licenciado sostuvo que desaparecieron “desventajas” que tenía el país, como la posición geográfica o la mala “conectividad aérea”. No obstante, señaló que así como mejoraron las condiciones para Uruguay, lo mismo ocurrió en el resto del mundo: “Se igualó la cancha”.

En este nuevo contexto, Fogel sostuvo que una ventaja para Uruguay es que las empresas que antes contrataban “talento” en sus países, ahora lo hacen en todo el mundo y por eso, “uno ve en todos lados jóvenes uruguayos trabajando para empresas del exterior”. Sin embargo, esto tiene como contracara que el país no es capaz de concentrar los “talentos” en sus empresas. “Hay una competencia feroz por el talento. Ya no existe un mercado uruguayo, hay un mercado global de talentos”, en los que Uruguay tiene que aprender a competir para atraer el conocimiento, señaló Fogel.

Asimismo, sostuvo que esta situación también plantea desafíos en el derecho laboral y los aportes a cajas de prestaciones. “Cuando entro a un país me hacen firmar un papel para asegurar que no voy a realizar tareas asalariadas allí, pero sí trabajo desde ahí para otro país”, dijo y consideró que “esas son cosas en las que tenemos que pensar”.

A su vez, también planteó que se debe tener cuidado con las regulaciones porque” si se ponen demasiadas restricciones al teletrabajo” se puede caer en desventaja. “Una revolución ocurre en diez días, eliminar una regulación demora diez años”, manifestó.

El futuro productivo

El bloque de la mañana cerró con el panel “Oportunidades y riesgos para la cadena industrial agroexportadora y potencialidades de desarrollo de una industria de ciencias de la vida en Uruguay”. El licenciado en Administración Martín Secco dijo que el país no tiene “otra alternativa” que exportar su producción porque “producimos más de lo que necesitamos”.

Para que eso se mantenga en el futuro, Secco dijo que es necesario trabajar en diferentes aspectos. Entre ellos, destacó la importancia de la educación, en especial, en la escuela y liceo rural, para que los jóvenes permanezcan en el campo con herramientas y preparación para el futuro. “Estamos muy lejos de eso, apenas alcanzando a leer y escribir”, señaló. Asimismo, planteó que se debe preparar a quienes decidan no hacer una carrera terciaria para ser los “técnicos del agro futuro”.

Secco señaló que un factor importante para mantener los niveles de producción es “generar ruralidad”. Para eso es necesario garantizar el acceso a vivienda, el acceso a servicios como luz eléctrica e internet y el acceso a la salud.

Otros puntos que destacó fueron la necesidad de aumentar la productividad, para “aliviar los costos individuales”, impulsar las oportunidades de comercio exterior y continuar buscando “clientes en todo el mundo”.

A su turno, el economista Pablo Caputti planteó seis ideas principales en relación al futuro de la producción de Uruguay. La primera fue la “seguridad alimentaria”. “Uruguay no es un país chico, tenemos el tamaño medio de [los que integran] la Unión Europea. Uruguay es un país despoblado, que es una cosa distinta” y eso hace que tenga una “abundancia relativa de recursos naturales” y, por lo tanto, es “normal” que el país exporte entre 70% y 80% de lo que produce.

El segundo punto que planteó fue la “competitividad de las empresas”. Caputti explicó que las condiciones del mercado doméstico no permiten tener “empresas de porte mundial”. Señaló que el mercado local alcanza sólo “para cubrir los costos” y la “diferencia se hace en los mercados internacionales”. Por ese motivo, dijo que es importante apuntar a la creación de una “agenda internacional”. Según el economista, el “comercio relevante” hasta mediados de siglo será con Asia y en la segunda mitad del siglo será con África.

En tercer lugar, habló de los “recursos estratégicos”: el agua como elemento principal y el factor humano como segundo elemento imprescindible. “Sin gente no hay producción, las máquinas no hacen todo”, dijo Caputti. El cuarto punto que planteó el economista fue el valor de la “integridad” de Uruguay. Señaló que ese es un “patrimonio” fundamental en el mercado.

El economista mencionó como quinta idea fundamental la industria del know how. Por último, señaló que ninguno de los puntos anteriores es posible sin una “reforma institucional”. Señaló que los ministerios e institutos deben modernizarse, porque fueron “creados para el siglo pasado”.

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