Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU) le brinda un importante servicio a la sociedad con informes periódicos de su Comisión Técnica Asesora, que aportan mucho para percibir y comprender procesos clave de la economía. En el más reciente se señala una aceleración sin precedentes de los depósitos en bancos locales, en particular de los que ya tenían mayores saldos, y sobre todo en el primer semestre de este año.
Así, el total de los depósitos llegó en junio a casi 40.000 millones de dólares, unos 4.000 millones más que al final del año pasado. Los técnicos del sindicato indicaron además que los depósitos en el extranjero ascendieron a unos 10.000 millones más.
Al final de 2019, los depósitos eran equivalentes a 48% del producto interno bruto, y en seis meses llegaron a 60%.
Lo antedicho adquiere un significado preocupante si se lo ubica en el contexto actual de la sociedad uruguaya, con importantes ganancias acumuladas para sectores exportadores, debido a precios internacionales extraordinarios y pérdidas importantes del poder de compra para los ingresos que reciben trabajadores, jubilados y pensionistas, por no hablar de un fuerte incremento de la pobreza que no se ha revertido, o de una notoria precariedad de buena parte de los empleos.
Resulta muy claro que una parte sustancial de las ganancias empresariales no se ha invertido ni está generando nada semejante al “derrame” que, según el gobierno, iba a terminar beneficiando al conjunto de la población, sino que se acumula en los bancos, aumentando la concentración de la riqueza y la desigualdad.
Ilustra sobre esto último que el aumento de depósitos en el primer semestre sumó 2.500 millones de dólares al conjunto de las cuentas que ya tenían saldos de más de un cuarto de millón de dólares cada una, y que casi 80% del incremento total se produjo en las que ya tenían más de 100.000 dólares cada una.
A todo esto se agrega que, con el objetivo de contener la inflación (que sigue por encima de las metas oficiales), el Banco Central continúa operando para que aumenten las tasas de interés. En la teoría clásica, esto desalienta el consumo y contribuye a evitar que los precios suban junto con la demanda, pero esta ya viene bastante deprimida por la caída del salario real.
Tasas de interés más altas también encarecen los créditos para invertir, y por supuesto aumentan el peso del endeudamiento para consumos básicos, de muchísimas personas que no están en condiciones de ahorrar ni de invertir. La contracción de la economía se realimenta y se potencia, y hay fuertes factores inflacionarios que no se deben a fenómenos locales sino internacionales.
El equipo económico apostó, como es lógico, a su concepción de la economía, que deposita las expectativas de crecimiento en las empresas privadas más poderosas y se esfuerza por “quitarles lastre”, para que su lucro conduzca a una mejoría general. Esto es discutible y discutido en términos generales, pero además se adecua poco a la coyuntura nacional e internacional. A la orientación básica gubernamental se le está agregando una dosis poco conveniente de dogmatismo, y el costo de la tozudez sí se derrama sobre la mayoría de la población.
Hasta mañana.