Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El senador Guido Manini Ríos llega a este año electoral con un problema político importante. En todas las encuestas conocidas sobre intención de voto, Cabildo Abierto (CA) está por debajo del apoyo logrado en 2019, y en algunas de ellas muy por debajo. Para un partido que se planteó aquella primera comparecencia como el paso inicial en una estrategia de crecimiento sostenido, el panorama es muy desalentador.
Sucesivas jugadas de desmarque en la relación con el resto del oficialismo no han multiplicado la simpatía hacia los cabildantes. Fueron infructuosas la aprobación con apoyo frenteamplista de una ley para limitar la explotación forestal, vetada por el presidente Lacalle Pou, la imposición a último momento de cambios a la reforma jubilatoria, y hasta la campaña por una reforma constitucional que reduzca las deudas personales.
En este marco, parece que el excomandante en jefe del Ejército busca consolidar por lo menos al núcleo duro de su partido, y esta es la impresión que dan las citas, publicadas ayer por el semanario Búsqueda, de lo que dijo durante una reunión realizada el 24 de febrero en el salón de fiestas montevideano Centenario. Los lineamientos ideológicos que planteó Manini no sorprenden, pero resultan más chocantes porque hablaba, según dijo, “entre amigos” y en confianza, sin saber que sus dichos serían divulgados.
El conductor de CA se despachó a gusto sobre varios asuntos, y entre ellos estuvo por supuesto la seguridad pública. Reivindicó iniciativas que defiende sin éxito desde la campaña electoral pasada, y rechazó con dureza la idea de que se le asignen tareas en este terreno al Ejército.
Manini dijo, sensatamente, que “un militar patrullando las calles con un fusil de alta letalidad [...] no es la solución”. El problema es que fundamentó esto, con gran insensatez, alegando que de ese modo las Fuerzas Armadas se desprestigiarían y perderían la capacidad de disuadir a “instituciones antidemocráticas” como el PIT-CNT, “que tienen altísima incidencia en la política nacional” y que serían capaces de hacer “lo que quieran”, entrando a la sede del Poder Ejecutivo para “imponer esto y lo otro”, si no estuvieran los militares para garantizar “el cumplimiento de la Constitución de la República”.
Es un concepto propio de la “doctrina de la seguridad nacional” que inspiró y alentó, durante la Guerra Fría, la intervención política de las Fuerzas Armadas en numerosos países latinoamericanos. Alineadas con los intereses estadounidenses, dieron golpes de Estado y participaron en dictaduras criminales. En la vida real, el último cartucho del que habló Manini no se disparó para defender la Constitución, sino para violarla de muchas formas terribles. Y el movimiento sindical estuvo, por cierto y con un alto costo, del otro lado, en la resistencia democrática.
Por lo demás, cabe señalar que el senador empleó algunas expresiones tan sonoras como incongruentes, por ejemplo al afirmar que los frenteamplistas son “los padres del desmadre” en materia de seguridad pública y que la “ideología de género” genera degenerados. Si le va muy mal en las elecciones, puede tener un futuro en la literatura aliterada.
Hasta el lunes.