Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Las personas que confían en que ganarán las internas de sus partidos ya tienen la vista puesta en octubre. No descuidan a los convencidos, pero apuntan en gran medida a quienes no van a votar en junio, y a menudo optan por la vaguedad para no ahuyentar a nadie.
En el otro extremo, hay postulantes sin la menor esperanza de triunfar en sus partidos, o de que sus partidos triunfen en las nacionales: no tienen motivos para moderar sus propuestas o intentar que los apoye gente con intereses muy distintos. Pueden hacer promesas incumplibles, y les interesa mostrarse como los mejores defensores de algunas ideas minoritarias para aumentar sus probabilidades de alcanzar metas menos ambiciosas –o menos inmediatas– que la de asumir la presidencia el 1º de marzo de 2025.
Por último, hay aspirantes que todavía tienen chance de ganar en junio y se esfuerzan por atraer a la mayoría de quienes van a votar en sus partidos, aunque esto tenga costos con miras a octubre y les pueda exigir moderarse entre las internas y las nacionales. El discurso de Laura Raffo oscila entre los típicos de los tres grupos mencionados.
Entre las propuestas programáticas que presentó ayer hay algunas que parecen haber sido incluidas sólo para decir algo sobre cuestiones relevantes. Bajo el título “Atacar el atraso cambiario”, por ejemplo, hay apenas tres frases cuyo sentido cuesta comprender, sobre todo en la campaña de una economista: “Todos sabemos que la baja del tipo de cambio en Uruguay se debe mayormente a la gran entrada de divisas producto de las exportaciones e inversiones, y eso es buena noticia. También sabemos que, aunque sea marginalmente, el uso de la tasa de interés puede compensar momentos de mucha baja y tenemos que poder usar esta herramienta en beneficio de la producción, sin que derive en mayor inflación. Y, finalmente, siempre cuidar al máximo las cuentas públicas, porque a mejores resultados fiscales, menor atraso cambiario”.
En otras áreas se trasluce la intención de conquistar a gente muy identificada con la orientación predominante en el Partido Nacional. Por ejemplo, con abundantes alabanzas a la gestión del actual gobierno, retórica contra la burocracia estatal y el “exceso” de “regulaciones innecesarias”, y la promesa de “generar un ecosistema emprendedor pujante”.
Por último, hay propuestas en el límite de lo insensato y más allá. Por ejemplo, la de aprobar “todos los proyectos de inversión [...] tras un simple control de formas”, y comenzar a evaluarlos recién “al año de ejecución”, con “fuertes multas si se incumple”. O la de imponerles un pago adicional a las personas que tengan “posibilidades económicas” y elijan atenderse en ASSE. O la de “reducir el costo de la energía volviendo a discutir la liberalización no sólo de la importación sino también de la distribución del combustible”, sin decir una palabra sobre el peso de los impuestos en el precio de venta al público, como si el solo hecho de discutir pudiera tener algún efecto sobre ese precio.
Se puede ganar o perder buscando a las grandes mayorías, a las personas más politizadas o a un nicho minoritario, pero jugarles simultáneamente a todos los números no puede dar resultado.
Hasta mañana.