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Humoristas Fantoches, durante el Desfile Inaugural del Carnaval, en las canteras del Parque Rodó, en Montevideo (archivo, enero de 2022).

Foto: .

Cinco muy buenos espectáculos de carnaval que no se clasificaron a la liguilla

3 minutos de lectura
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Tres murgas, una comparsa y un conjunto de humoristas que no pasaron a la etapa final del concurso pero que vale la pena buscar.

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Leído por Abril Mederos.
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Integración

El latido del barrio fue el nombre de su espectáculo y contó con la dirección responsable de Florencia Gularte y Héctor Suárez. En cuadros de baile, canto y tambores la comparsa narró la historia de un barrio y sus vecinos: la de un joven que lidia con su compleja realidad –en medio de una cuarentena– y que logra salir adelante luego de sortear muchos obstáculos, la de una abuela que no sale por nada del mundo de su casa, y la de un amor.

Los momentos más dramáticos y los más luminosos del cuento están unidos por una tonalidad idéntica, fuerte y colorida, con actuaciones tan cinematográficas como carnavaleras y una banda sonora que va mucho más allá del simple acompañamiento musical.

Alejandro Luzardo, director musical de la comparsa y guitarrista de su banda, le imprime a cada fragmento teatral un sonido de candombe beat pesado y pegadizo como la música de un barrio, hecha con cada cosa que pasa en sus días.

Por si le faltara algo a esta propuesta, Jonathan Suárez Gularte, hijo de la mítica vedette Florencia Gularte, surge como una de las revelaciones de este carnaval destacándose como cantante, actor y tamborilero, proeza que pocos artistas han conseguido en la categoría.

Fantoches

Tocamos fondo se llamó el espectáculo de estos humoristas, herederos de Los Jokers y Los Carlitos. Todo comienza con la pandemia y una pastilla debajo de la lengua. Con una lograda puesta en escena, a cargo de Charly Alvaréz, este grupo de apariencia circense acompaña cada remate de Álvaro Conejo Pintos y el propio Álvarez, los dos protagonistas de este delirio que, tal vez, sólo los fanáticos de la categoría pueden apreciar en su real valor. Mi escena preferida, la del teléfono.

Fantoches está este sábado en el Molino del Galgo (Timoteo Aparicio 402, Unión) a las 23.50.

Mi Vieja Mula

Con la dirección escénica de Romina Repetto, esta murga joven llegó al concurso con experiencia y prestigio y se supo ganar nuevas simpatías entre el público más fiel al carnaval mayor. Para su espectáculo Hola, Urugüay los integrantes de la murga llegaron vestidos como turistas extranjeros que conocen por primera vez nuestro país.

Desde una supuesta inocencia, este grupo, munido de cámaras fotográficas y mucha curiosidad, investiga y reflexiona con agudeza sobre la historia de la ROU, sus vaivenes político-sociales y sus particularidades culturales más pintorescas. Lo mismo hacen cuando descubren nuestro carnaval y le dedican un original momento de su repertorio al fenómeno Varones Carnaval.

Mi Vieja Mula trajo a esta fiesta un estilo nuevo en la categoría, con la agilidad y el ritmo de otras murgas jóvenes con historia, pero con una sensibilidad diferente y una musicalidad muy emparentada con el rock, que permite a sus integrantes ir de aquí para allá en bloque, con un discurso de apariencia liviana y mensaje contundente.

Mi Vieja Mula está este sábado a las 20.50 en el Molino del Galgo y el domingo en el festival Carnaval por el Sí (plaza 1° de Mayo). Ese día también estará en el escenario popular Punta de Rieles (Cno. Maldonado 6806), en el Almacén Cultural Macanudos (Gualconda 3327 y Magalona, La Paz) y como invitados en la Liguilla de Canelones (parque Artigas de Las Piedras).

Jardín del Pueblo

Otra murga diferente del resto, inclasificable. “No se vayan que viene La Catalina”, bromeó su cupletero Xavier Font ante un Teatro de Verano lleno que aplaudió y reconoció su muy buena performance en la segunda rueda del concurso.

Fundada en 1984, Jardín del Pueblo se aburrió de ganar títulos como local en Paysandú y en otros concursos del interior del país. Este armó se armó un dream team de guionistas con Pablo Pinocho Routin (también encargado de la puesta en escena), Rafael Antognazza (también en la dirección artística y los arreglos corales), Font, Federico de Lima y María Rosa Oña, y el resultado fue un espectáculo libre de obviedades al que no le faltó la crítica ni el picaresco.

Cada aparición de Font fue uno de esos momentos mágicos que alguien dice que tiene el carnaval. Su humor absurdo puesto en funcionamiento a través de su clásica impunidad actoral recuerdan, a la vez, lo más inocente y lo más incorrecto que supo tener esta fiesta. Sus salidas de escena, a medio hablar, como cada una de sus mechas, valieron la entrada.

Metele que son Pasteles

Su consagración en 2020 vino de la mano de un augurio oscuro y premonitorio, pero también de un llamado inspirador de palabras justas en el momento justo. Su regreso al carnaval fue esperado con expectativa por una gran cantidad de público que fue a verlos en busca de algo parecido a aquello tan estimulante.

Sin embargo, Los Pasteles no quedaron congelados en el tiempo, y acompañaron la actualidad política y social con un espectáculo tan crudo como el anterior pero tan amargo como los días en que fue escrito. No obstante, su crítica sin concesiones tuvo poesía y hasta el entusiasmo febril de una buena alegoría.

En su espectáculo, Un mundo muy, muy feliz, la murga canta sobre los enojos de una sociedad y sus injusticias, y lo hace desde su cara más perversa, la de un sistema dispuesto a suplantar los hechos reales con alucinaciones.

Metele que son Pasteles está este domingo en el festival Carnaval por el Sí (plaza 1º de Mayo).

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