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Milu Pereira, integrante de la murga Cero Bola. Foto: cortesía de Camilo López-Moreira.

De todas partes vienen (a hacer carnaval)

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La murga uruguaya se ha expandido por América Latina y algunas personas extranjeras decidieron venir al país y participar en el carnaval de Montevideo. ¿Cómo está siendo su experiencia?

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Existen casi 200 murgas en 70 ciudades de Argentina, Chile y Colombia, integradas mayoritariamente por personas que no han nacido en Uruguay. A partir del fenómeno de la televisación del carnaval, las giras de algunas murgas por el continente, y la presencia de temáticas cada vez más universales en el abordaje del género, son muchos los territorios que la murga uruguaya conquista, y las identidades que se sienten representadas.

El carnaval de Montevideo viene habituándose a la participación de murguistas que nacieron en otras tierras. La presencia histórica del “chileno” –Ernesto Tito Torres, que si bien nació en Montevideo, a los pocos meses de vida su familia se radicó tras la cordillera– en Los Diablos Verdes, de la cordobesa Magalí Liendo en Metele que Son Pasteles y Cero Bola, o del rosarino Facundo Quiles, que participó en la murga rosarina La Cotorra y luego se quedó acá y salió en otros títulos, como Son Delirante y Gente Grande, fueron habituando al público montevideano a la presencia de otras nacionalidades en el género.

En este 2024, además de utileras argentinas –Cándida Kamerbeek, de Bahía Blanca, en Mi Vieja Mula; Evelyna Bergaglio, de Rosario, en Gente Grande; o Mayhua Flores, de Córdoba, en La Guardia Vieja– y de la presencia de Carolina Fontana, de Buenos Aires, como maquilladora de las murgas La Gran Muñeca, Queso Magro y De Frente y Mano, hay componentes actuando en diversos conjuntos de los diferentes escenarios carnavalescos: el Concurso Oficial de Carnaval, Más Carnaval y Carnavalé. Y no sólo en la categoría de murgas.

Quiénes, cómo y por qué

Emilia Siede, murguista integrante de Mi Vieja Mula, nació en Neuquén y creció en Buenos Aires, aunque sus familias materna y paterna son oriundas de la provincia de Entre Ríos. “Mi identidad ya de por sí es una construcción bastante loca; no me identifico específicamente como porteña, pero lo soy”, afirma.

En 2018 se recibió en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, de la carrera de Canto Popular. “Tenía amigos en Uruguay y venía mucho; si tenía un fin de semana libre, me venía a descansar”, recuerda; “además de ser una ciudad que me gustaba, yo salía en una comparsa de candombe en Buenos Aires, pero no tenía ningún contacto con la murga”.

La primera vez que escuchó murga fue al volver a Montevideo luego de haber pasado sus vacaciones en Rocha, en el tablado de Tres Cruces. “Mi primer recuerdo fue haber visto a la Catalina haciendo la Civilización. Y piré. Ese es mi primer recuerdo de decir ‘qué es esto’. Después conecté con que en mi casa se escuchaba Jaime Roos y empecé a conocer más del género al venir seguido a Montevideo”.

El “qué es esto” se repite en casi todas las historias de personas que recuerdan su primer encuentro con el género. Al igual que Emilia, de Neuquén también es originaria Celia Eymann, y casualmente también su familia es oriunda de Entre Ríos. Conoció la murga en Paraná, de niña. “La primera murga en la que participé fue en Neuquén, fui arregladora y directora”, narra. Celia fue la primera estudiante de violonchelo de la Escuela Superior de Música de Neuquén y también fue pionera dirigiendo murgas a la uruguaya en esa ciudad. Se inició dirigiendo una murga mixta, La Porfiada Postalina.

Este año, siendo la directora de una murga de mujeres llamada La Bufona, recibió una invitación para venir a cantar en La Gran Siete, murga que participa en Más Carnaval. “El año pasado vine de vacaciones y fui a los ensayos con ellos, y en abril de este año me invitaron a venir y cantar en la murga”, cuenta. “La Gran Siete siempre me gustó, me parecían vanguardistas, siempre me sentí identificada con el humor y lo absurdo y cómo sus espectáculos tenían esos colores. Lo que más me interesaba ver era el armado del espectáculo, el clima de los ensayos; veo todo el mecanismo, desde llegar al ensayo hasta cómo bailan, cómo se tratan, los chistes que se arman, esas pequeñas perlitas son las más maravillosas porque dentro del ingenio y el humor popular se transforman en algo mucho más grande”.

Celia no está radicada en Montevideo; vino para participar en carnaval, al igual que Matías Sánchez, originario de Santiago de Chile. “En 2011 vine como delegado de la Confederación de Estudiantes de Chile. Nosotros estábamos de movilizaciones allá, y acá se hizo el Congreso Latinoamericano de Estudiantes y vine a exponer. Entre las actividades del congreso cantó La Gran Muñeca. Yo la vi de lejos, me acerqué y se estaban bajando. Sólo fue un atisbo y me gustó mucho el sonido, siempre me gustaron las cosas que suenan fuerte”.

En 2009 había empezado a estudiar guitarra clásica en un liceo artístico, “pero no cantaba bien, era muy desafinado”, asegura. Cuando volvió a Chile se topó con unos documentales musicales de Telesur y vio uno de Agarrate Catalina. Buscó en Facebook y vio que había audiciones para La Urdemales, la primera y en aquel momento única murga estilo uruguayo de Chile, y comenzó a practicar el género en su ciudad. En 2013 tuvo la oportunidad de compartir una gira de La Urdemales y la Catalina por el interior de Uruguay, y a partir de ahí no paró de venir a Montevideo hasta que recibió su primera invitación a cantar en la murga joven Tripulantes de la Farsa. Hoy es sobreprimo en Los Diablos Verdes.

También integrante de la primera murga a la uruguaya en su territorio, en Bogotá, Colombia, es Óscar Celis, actual componente de la comparsa Integración. Óscar participaba en la Escuela Nueva Cultura, una institución de la capital colombiana abocada al desarrollo de la música popular latinoamericana, y en 2009 viajó a Montevideo para participar en el Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña. La primera vez que vio murga entendiendo de qué se trataba fue un DVD del Tablado del Tiempo, aunque antes había presenciado el ensayo de una murga joven en el sótano del Piedra Honda, sin saber qué era lo que estaba viendo. En 2014 fue uno de los fundadores de la Cuadrilla Murguera Bogotana, murga a la uruguaya que hoy en día continúa existiendo y que está próxima a cumplir diez años.

Óscar se vino a vivir a Montevideo en 2019 y desde entonces ha participado como murguista, director y arreglador en diversas murgas jóvenes; incluso llegó a dirigir a la murga La Mojigata y a participar como murguista en Barrio Querido en el carnaval 2023. Alló coincidió con Matías, que fue su director.

Mariana Milu Pereira, integrante de la murga Cero Bola, creció en las murgas porteñas e hizo mucha a la uruguaya en Buenos Aires. Este año está haciendo carnaval en el contexto de Carnavalé. “Cuando yo me vine en 2019 ya habíamos participado en el Encuentro de Murguistas Feministas con Baila la Chola y había conocido a algunas integrantes de Cero Bola”, recuerda. La realización de los Encuentros de Murgas de Mujeres y Mujeres Murguistas, posteriormente devenidos Encuentros de Murguistas Feministas, tuvo gran influencia en los procesos de visibilización y pugna por la representatividad femenina arriba de los escenarios murgueros. Milu participó en su organización y, en paralelo, fue letrista de Cero Bola, rol que abandonó cuando se integró a la murga joven Con Gloria a Morir. “Siempre estuve en murgas de mujeres, y la construcción y la participación feminista mucho no cuaja en el carnaval oficial, entonces creo que mi búsqueda siempre fue por otro lado, aunque hay muchas mujeres que participan en el carnaval y está buenísimo que eso suceda”, reflexiona.

Emilia Siede, durante al presentación de Mi Vieja Mula, el 22 de febrero en el tablado del Club Malvín.

Foto: Camilo dos Santos

Autogestión

Para cada una y cada uno de ellos, la experiencia de participar en el carnaval de Montevideo ha significado un aprendizaje, y las comparaciones con sus experiencias anteriores determinan sus reflexiones actuales, no sólo con referencia a los conjuntos que habitan, sino a la escena en la que circulan.

En el caso de quienes no concursan, el énfasis está puesto en la autogestión. Celia comenta acerca de la participación en Más Carnaval: “Es un lugar que es muy joven y me identifico con eso, porque la ciudad en la que nací es también muy joven, y siempre en las cosas artísticas –y entre ellas la murga, que apenas tiene 25 años–, nos autogestionamos, organizamos en el barrio, todo muy a pulmón de la gente misma que está dentro de las murgas, no hay una cosa bancada ni existe algo muy organizado. Más Carnaval rescata una esencia que es social, que es a la gorra, que es autogestionada, que es en barrios alejados, entonces eso me parece que es volver a la fuente, y que no se manche de negocios y de intereses económicos un arte que es popular y que nunca va a dejar de serlo”.

En la misma línea reflexiona Milu acerca de que en Carnavalé “se busca un carnaval alternativo, un carnaval popular, donde haya diferentes expresiones que por ahí no son tan redituables para el mercado, distintos espectáculos con distinta calidad y pertenencia. La forma de construcción es autogestiva, asamblearia, hay algo en vincularse y generar los tablados con los colectivos del barrio que hace también a un entramado barrial y comunitario que tiene que ver mucho con lo que es esencialmente el carnaval para mí”.

Ambas identifican esas características a la interna de cada grupo. Sobre La Gran Siete, afirma Celia: “Es bastante horizontal, muchos se encargan de muchas cosas, todos hacemos trajes. Nunca dejan de sorprenderme. Yo todavía me siento un poco ajena, porque además soy extranjera, siento que estoy como en una pasantía”, dice y ríe. Milu, que viene de la experiencia de participar en los carnavales porteños, destaca: “Algo que me impactó también fue la distancia entre el colectivo y la creación artística. En el concurso está todo muy tercerizado; viene la vestuarista, te hace el vestuario y vos no te involucrás en nada. O el letrista, que a veces ni siquiera sale en la murga. Creo que eso es algo sustancialmente distinto a la forma como funciona allá, donde los integrantes del colectivo somos quienes hacemos todo; hay una cosa de involucrarse con lo que estás creando, algo más identitario de poder ser parte de lo que estás haciendo y mostrando; obviamente también existen acá las murgas que funcionan así, pero eso fue algo que me impactó”.

Concurso

Si bien participa en el Concurso Oficial de Carnaval, Emilia coincide con Celia y Milu en la mirada sobre lo que le sorprendió al conocer de cerca el carnaval de Montevideo: “La primera sorpresa fue por qué necesitan competir para crear. Porque la producción cultural es alucinante, pero que el germen sea querer ganarle a otro a mí me impactaba”, recuerda. “Por otra parte, me sorprendía la presencia del Estado en todo. Allá la ausencia del Estado está en todo, entonces hay algo de la creatividad, del inventar y el hacer con lo que hay y con lo que se pueda, que te hace motorizar muchas cosas. Acá hay algo de ‘bueno, el Estado me pone el escenario y me pone los micrófonos’, hay como una cosa de cierto confort; para mí cuesta dimensionar el laburo que lleva todo eso, y en el carnaval de Daecpu eso se potencia”, reflexiona.

Matías, que fue arreglador de la murga Falta y Resto, incursionó en Doña Bastarda y fue director de Barrio Querido, encuentra hoy en Los Diablos Verdes mucho más que la experiencia de concurso: “Me gusta mucho que la murga sea muy militante. Hay detrás toda una construcción que no se ve y en lo que los Diablos están muy metidos: en eventos a beneficio, en todos los toques de los sindicatos. Entonces, cuando la gente no nos está aplaudiendo, entiendo que nos está agradeciendo, no específicamente por ese momento, sino por todo lo que la murga hizo antes”.

Profeta en tierra ajena

No parece ser fácil ser extranjero y participar en una manifestación tan identitaria como el carnaval. Óscar comenta: “Ni siquiera era un propósito en sí mismo hacer carnaval oficial en una primera etapa, quizás hacer murga joven, acercarme al género, a los ensayos, pero en una primera instancia no estaba contemplado poder vincularme a una agrupación más que nada por un asunto quizás de infravaloración de mí mismo, quizás eso era más para la gente local y eso. Hoy en Integración estoy presentando yo los tablados porque no está la presentadora y eso es un viaje que me pone en contacto con el miedo a la xenofobia, por ejemplo”. Sin embargo, el lugar del disfrute lo tiene muy claro: “Las cantarolas, la complicidad, las bromas, el lenguaje, el humor que se usa acá a la cortita, que es diferente al colombiano y que me hace cagar de risa; la experiencia de cantar en el Teatro de Verano, que es tan maravilloso como complejo, porque a veces puede estar bien sonorizado y a veces no, y eso también es un viaje”, dice riendo.

Matías repara en la barrera qué significa haber nacido en otro país. “Siento que el ser chileno genera algo de ‘viene de allá afuera, viene a probar algo que es de acá’; y yo lo que pienso es que tuve que transitar tanto, entre la primera vez y lo de ahora, que siento que he tenido que subir y bajar la cordillera para estar donde estoy, entonces cuando me posiciono como chileno pienso en la cantidad de sacrificio que ha significado”.

Emilia participó en la murga joven La Perica y la murga de mujeres Perlita Cucú. También identifica un choque cultural: “Hay algo acá en donde no se da mucho lugar a que se discutan cosas. No hay tiempo, siempre no hay tiempo. Hay algo de habitar el conflicto y la discusión que es difícil de encontrar acá, no sólo en carnaval”. Matías lo resume en su integración como chileno: “Se asume un poco que ser chileno no es un problema, que está todo bien, pero siempre hay algo que hay detrás. Está todo bien mientras no incomodes, mientras no opines tanto, porque estás opinando de algo que no es tuyo”.

¿De quién es el carnaval? ¿De quiénes? ¿Quiénes opinan y quiénes hacen carnaval? ¿Quiénes pueden hacerlo? Mucho se habla de “la voz del pueblo”, y el pueblo no deja de ser un conjunto heterogéneo de identidades, con diversos orígenes e historicidades. En palabras de Milu: “Es hermoso el carnaval de acá, de allá y del mundo. Me cautiva mucho, me encanta, lo disfruto en las distintas formas y variables”.

Que el disfrute se democratice a cualquier identidad que habite en este territorio, haya nacido donde haya nacido, parece ser un aspecto importante a la hora de pensar la fiesta y todas sus variantes posibles. Y si la murga es reflejo de la sociedad y voz del pueblo, habrá que habituarse a escucharla entonada con distintos acentos y las eses bien marcadas.

Andrés Alba es gestor cultural especializado en políticas públicas de base comunitaria y manifestaciones carnavalescas._

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