Andrés Alba es gestor cultural especializado en políticas públicas comunitarias e investigador de carnaval, mundo que conoce desde adentro: salió en la murga joven Criadores de Salmón en 2001, fue iluminador de varias murgas, entre ellas Cero Bola y Cayó la Cabra (conjunto del que también fue productor), y cantó en Curtidores de Hongos. Además, integró la Cátedra Unesco de Carnaval y Patrimonio en la que fue investigador y docente.

En junio de 2022 comenzó un recorrido por América Latina para conocer las murgas a la uruguaya del continente, en un proyecto que llamó Las mil esquinas, con el que busca conocer alrededor de 180 conjuntos en Argentina, Colombia y Chile. Desde Lago Puelo, en la Patagonia argentina, Alba conversó con la diaria sobre su viaje, qué ha descubierto hasta ahora y la fascinación que causa el género murga en otros territorios.

¿Qué es una murga a la uruguaya?

En esta investigación abro lo más posible la definición de murga, la laxo. Lo propio del género es nutrirse de los elementos locales para funcionar, entonces al encontrarse con otros símbolos culturales diferentes adopta formas nuevas. Las experiencias que salgo a buscar tienen en común que están inspiradas conscientemente en el género murga que hacemos en Uruguay. A partir de ahí, el proyecto Las mil esquinas tiene dos patas. Una es escribir una crónica de cada una de las murgas que visito: cómo surgen, por qué, cómo se organizan, cómo hacen el género; la otra es, cuando el viaje termine, hacer un libro para Uruguay de divulgación popular del fenómeno expansivo de una marca identitaria.

¿Cómo se expandió un fenómeno tan uruguayo a otros países del continente?

Varios elementos se repiten en todos los territorios. Hay dos causas mayoritarias. Uno es la visita de murgas uruguayas, Falta y Resto en los 90, Agarrate Catalina en 2005, y que a inicios del 2000 comenzó la televisación del carnaval, con lo que empezó a haber un repositorio de imágenes en Youtube. Otro motivo es el vínculo de la murga con el rock de fines de los 90 e inicios de los 2000: la Bersuit, La Vela Puerca y No Te Va Gustar usaron coros de murgas uruguayas en sus canciones y fueron bandas que se escucharon mucho a nivel latinoamericano.
Hay otras causas que son más singulares e increíbles. Por ejemplo, hay un rosarino que fue fundador de la primera murga en la historia de Rosario, se enamoró de una colombiana, se fue a vivir a Colombia y cuando salió a buscar trabajo tenía experiencia en dar talleres de murga, entonces empezó a hacer eso en la localidad de Bosa, una de las más pobres de Bogotá, y a raíz de ahí surgió una murga. Y también hay casos de murguistas uruguayos que salieron a buscar trabajo dando talleres en otros territorios. Todo fue sucediendo al mismo tiempo.

¿Por qué decidiste investigar este fenómeno en América Latina?

Conocí conjuntos de Argentina cuando viajaba desde Montevideo con algunas murgas para trabajar. Cuando entré en la cátedra de Unesco se me apareció esta línea de investigación: el género fuera de fronteras. La pregunta inicial era cómo algo tan local funciona en lugares tan lejanos a Uruguay y tan distintos entre sí. Con Sergio Triviño Rey hicimos un mapeo de experiencias en América Latina y una caracterización a distancia, el censo Del barrio al mundo. Me pareció importante venir a constatar de forma presencial lo que no se veía a distancia: el ensayo, el tipo de humor, la música, los códigos culturales de cada territorio.

¿Armaste un mapeo exhaustivo antes de viajar? ¿Te van indicando las personas con las que te encontrás dónde hay conjuntos?

Al inicio armé un cuestionario para las murgas que yo conocía y una de las preguntas era qué otras murgas conocían en su territorio y fuera de él. Armé una lista de nombres de murgas que no habían contestado el cuestionario, pero otras referían su existencia. Hice una búsqueda en redes sociales y armé un mapeo general lo más fiel posible al itinerario de viaje. A partir del propio viaje, con la herramienta de las redes sociales [@andresitodeviaje en Instagram] me dicen: “Che, mirá que hay una murga en tal lado”. A la mayoría las conozco, pero a algunas no, así pude conocer en Rafaela a una murga que se llama La Mistonga y acá en Lago Puelo y El Bolsón a las murgas La Negra Oveja y La que Faltaba.

¿El proyecto tiene financiamiento?

Este viaje es una investigación nueva, personal y de financiamiento propio. Mi interés es que esto sea de divulgación popular. Si bien utilizo categorías de análisis forjadas en la academia, es una investigación a escala humana. Es posible porque las murgas me alojan cuando llego, me reciben y eso me permite además conocer eso otro que yo no podía conocer a distancia, tiene que haber cierto grado de confianza que se debe construir con mucha inmediatez entre los integrantes y yo para encontrar con velocidad la raíz de por qué hacen y cómo hacen.

¿Qué aspectos de la murga uruguaya son los que más aparecen en las experiencias de otros países?

Hay cuestiones que se repiten en todos los territorios, pero hay diferencias muy zarpadas según en qué territorio se desarrolla la murga y cómo surgió ahí. En Mar del Plata está muy uruguayizada, son muy respetuosos del tiempo, del número de integrantes, de la poética incluso; eso es porque hubo uruguayos en el punto de partida. Pero hay otros territorios donde yo fui el primer o segundo uruguayo que conocieron en su historia, entonces hay un desarrollo más libre del género. Eso posibilita ver cuáles son las capas de las que la murga puede prescindir y seguir siendo murga. En esto de laxar la concepción del género parecería bastar con un grupo de personas con la necesidad de decir algo en clave colectiva y cantada y con una inspiración consciente en el género para que la cosa funcione. Después puede haber maquillaje, vestuario o estructura de espectáculo, pero me encuentro con un montón de grupos que no los tienen e igual funciona. Hay dos cosas que para mí son las más interpelantes para la sensibilidad uruguaya. Las murgas acá pueden reproducir todos los aspectos, pero ninguna reproduce una lógica de concurso. En los más de 25 años de trayectoria de murgas a la uruguaya en el exterior hubo una sola experiencia de concurso en Mar del Plata, organizada por un uruguayo, y despertó una oleada masiva de murgas en contra. Y la segunda es que hay una cantidad inmensa, casi mayoritaria, de mujeres en los escenarios.

Taller en el Encuentro Provincial de Murgas de Entre Ríos. Foto de Claudio Rapallo

Taller en el Encuentro Provincial de Murgas de Entre Ríos. Foto de Claudio Rapallo

Un grupo de gente que se junta y canta porque tiene ganas se parece mucho a lo que se dice de los inicios del carnaval en Uruguay, ajeno al concurso.

Es que es genuinamente carnavalero, lo más parecido a las raíces. Ves en un grupo congregado en diez años la historia de casi 200 años de las lógicas carnavalescas uruguayas. Por eso me funciona la laxitud en la definición, porque su acotamiento corresponde a los últimos años. Desprovisto de categorías de concurso o de reglamentos, lo que sucede espontáneamente se asemeja mucho a lo que serían los orígenes en Uruguay. Eso me parece fascinante.

Por lo que contás, las murgas en otros países tienen un fuerte componente autogestivo.

Ellos además de aprender el género, de buscar cómo se hace, tienen que generar un circuito de consumo. Tienen que ver dónde mostrarlo, enseñarle al público cómo consumirlo. A veces bajan al público a cantar, y el público ya se fue, no hay nadie aplaudiendo porque no tienen el código. Por esa dificultad muchos territorios generan colectivos o encuentros de murgas. Una de las de Mar del Plata me contó que habían compartido una instancia con una murga uruguaya, que había ido a Más Carnaval, y les comentaron: “Tenemos que ver cómo hacer un escenario autogestivo”; los de Mar del Plata les dijeron: “Vení que te cuento”.

¿Qué respuestas has tenido de las murgas a las que visitás?

Es impresionante, hay mucho entusiasmo y es mucha la emoción que sienten cuando alguien de Uruguay de pronto pone el foco en ellos y ellas, mucha gratitud. Hay murgas que me han contado que cuando van a Uruguay y dicen que hacen murga la reacción no suele ser tanto de interés. El encuentro con las murgas en sí en los ensayos o en las actuaciones es muy emocionante y no es unidireccional, a mí también me atraviesa de gratitud. Construyo una mirada que busca no ser valorativa, no decir “esto lo hacen bien o mal”, porque son categorías que no se aplican a lo que estoy observando, que son procesos culturales comunitarios. Es una mirada no intrusiva y muy respetuosa de lo que veo, eso viene facilitando que enseguida se construya confianza.
Otra cosa que está pasando, que es una consecuencia inesperada de lo que estoy haciendo, es que se empiezan a tejer redes entre los grupos a partir de que los visité, redes interterritoriales que fortalecen lo que las murgas están haciendo. La gente acá se hace muchas preguntas sobre la murga desde un lugar genuino, en Uruguay tenemos certezas, todo el mundo tiene una posta sobre la murga, incluida la gente que no hace ni consume carnaval.

¿Qué preguntas te hacen?

Me preguntan mucho “¿Es verdad que…?”, les genera mucha intriga; otras son “¿Cómo se hace para...?”: cómo hacen para maquillarse, vestirse, cantar tantas horas; y después preguntas de los orígenes, por qué es así o es asá. Pero sobre todo me preguntan “cómo ves que lo venimos haciendo”, como una constatación.

¿En Uruguay se puede aprender de los hallazgos de tu investigación?

Sí, por varios motivos. Primero el registro de lo emocional: es muy conmovedor ver a personas que hacen murga desde el amor, en territorios recontra lejanos a Uruguay, con pocas herramientas, mucho tesón y muchos años de insistencia, sólo porque están enamoradas de un género que nosotros tenemos ahí a la mano.
Además, porque hay mucho que aprender de ellos y ellas en autogestión, en encontrarse. Son pocas las murgas en el concurso que tienen instancias de encuentro. Las guerras de agua de Metele que son Pasteles, por ejemplo, es algo que se arrastra de murga joven, con todas las murgas bailando cumbia, esperando los fallos en el Teatro de Verano y compartiendo los festis. Hay algo del hacer colectivo que está ahí, pero no en otros conjuntos del carnaval.
Creo que lo que sucede hoy en día en Más Carnaval y Carnalavé es una de las resultantes de lo que sucede en Latinoamérica, un poco se espeja. Hay muchas murgas que han tenido vínculo con el colectivo de murgas de Rosario, la red de murgas feministas es una gran facilitadora de tejido cultural entre las murgas. Hay una consecuencia ahí de procesos que cuestionan el concurso porque se encuentran con que existe el género sin necesidad del concurso.
Otro aspecto es lo que aportan al género en términos artísticos, escuchar murga con sonoridades del folklore del litoral entrerriano y santafesino, cuarteto, cueca, cumbia. Ver esto que sucede como un fenómeno expansivo y no como apropiación cultural posibilita, hay avidez de murga en otros lugares, hay gente que quiere intercambiar.