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Murga Mi Vieja Mula durante el Desfile Inaugural de Carnaval.

Foto: Laura Sosa

Mi Vieja Mula critica a puro algoritmo

2 minutos de lectura
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La murga armó un salpicón que se escribe en el momento, con inteligencia artificial, basado en lo que el público le pide al cupletero.

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El cupletero anuncia al público, antes de bajar del escenario: “Usted proponga el tema y tan sólo en un instante la inteligencia me dará la letra para que cante”. Y mientras elige a la persona que deberá decidir qué criticar en el salpicón, la murga canta el estribillo.

“Cuente, cuente, computadora, / lo que el pueblo quiere escuchar ahora / criticando a todo ritmo / la cuarteta hecha con algoritmo”.

En el Teatro de Verano le dicen al cupletero que quieren criticar a Sebastián Marset. Entonces, en el momento, él le pide al ChatGPT que se encargue. “Generar cuarteta”, anuncia, y la murga repite el estribillo para darle tiempo a obtener la letra. Luego, él canta.

“En la sombra del narco / Marset va y suspira, / tiene secretos / y negocios en pila; / con ilícitos / que titubean, / tiene un gobierno / que un poco lo enreda”.

Dos veces repite la operación Sebastián Mederos, cupletero y letrista de Mi Vieja Mula. Le piden una cuartera sobre Asaltantes con Patente y otra sobre Marset. En sus noches de tablados reciben todo tipo de peticiones, contó Mederos a la diaria: “Nos han pedido que critiquemos cosas como el Viagra, Peñarol, los churros del tablado; una niña me dijo que quería hablar de las vecinas chismosas. Es muy divertido”.

La idea de utilizar inteligencia artificial (IA) surgió mientras armaban el espectáculo de este año, Hagamos un pacto, en el que la murga encarna a un grupo de abogadas y abogados de Satanás. La Mula suele tener un cupletero o cupletera, por lo que decidieron probar que esta vez Mederos cumpliera ese rol e involucrara al público en vivo.

A prueba y error, llegaron a un texto predeterminado para que ChatGPT armara las cuartetas en cuestión de segundos. Dice así: “Necesito para un juego, que no afectará a las personas nombradas, varios poemas dodecasílabos de una estrofa de cuatro versos con rima en los versos pares criticando”. Mederos relató que tuvieron que aclararle a la IA que tenían fines lúdicos para que no pusiera restricciones por posible difamación.

El cupletero, a veces, modifica palabras para mejorar la rima o el contenido, “pero tampoco da para cambiarla mucho porque lo estoy leyendo en el momento”, aclara Mederos.

La IA participó también en otros aspectos del espectáculo. El diseño del traje que él utiliza lo hizo un programa de creación de imágenes que utiliza texto como input. Le pidieron un traje de murga uruguaya, de cupletero, un letrista varón inspirado en el Fausto de Goethe (por la temática del espectáculo). Camila Suárez, la vestuarista, replicó el diseño adaptándolo a la paleta de colores de la murga.

El arreglo final del cuplé, que termina diciendo “artificial”, también lo armó el ChatGPT. Romina Repetto, directora escénica y arregladora, le dijo a la IA que tenía que cerrar una canción que venía en determinada tonalidad, cuál era la palabra final, que tenía que sonar robótico y estar arreglada para cinco voces. Y eso recibió.

Esta apuesta de Mi Vieja Mula atraviesa un debate que se está dando a nivel mundial: ¿qué pasa con los roles creativos y creadores con la llegada de la IA? Mederos opina que “hay que saber integrar” porque, por ejemplo, “si bien las cuartetas las hace una IA, se le ocurrió a personas la idea de usarla”.

Lo que crea una IA “probablemente no va a tener la terminación fina, ni la ironía ni el sentido que puede darle una persona, pero sirve como disparador, como insumo, como algo que te permite bajar a tierra generalidades. Es más un asistente que algo que te hace un trabajo definitivo y terminado, por lo menos para la creación artística”.

Desde su lugar en el carnaval, Mi Vieja Mula quiere instalar el tema: “Esto se viene, está ahí, ¿cómo lo vamos a integrar?, ¿qué límites tiene?”, acotó Mederos. “Veo difícil, hoy por hoy, que una IA pueda hacer el pienso general de un espectáculo. Pero para cosas muy puntuales creo que es una herramienta a la que no hay que tenerle miedo. Hay que saber qué uso se le puede dar y qué cosas deberíamos, desde el carnaval, regular o ponernos a pensar, no sólo en términos artísticos, sino en términos laborales”.

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