“Lagos y embalses son una fuente importante de metano (CH4), un potente gas de efecto invernadero”, dice el artículo publicado en la prestigiosa revista científica Nature Communications mientras aún resuena el eco de un verano con registro récord de floraciones de cianobacterias en las costas de Uruguay. ¿Cómo es posible que los lagos y los embalses contribuyan al calentamiento global? Debido a la mala costumbre que los humanos tenemos de arrojar a los cursos de agua elementos como el fósforo, el nitrógeno y otros residuos orgánicos que producen eutrofización, un exceso de nutrientes que provoca la floración de cianobacterias y otros organismos. “Considerando que la eutrofización se incrementará a lo largo del siglo debido al cambio climático y al crecimiento de la población humana, también ocurrirá un concomitante aumento de la emisión acuática de CH4”, dicen los investigadores de instituciones estadounidenses, canadienses y suizas.
Las simulaciones que corrieron los investigadores no son nada tranquilizadoras: tomando en cuenta distintos escenarios de calentamiento global, el incremento de emisión de metano de lagos y embalses eutrofizados no baja de 30% y alcanza un preocupante 90% para el comienzo del próximo siglo. Para hacernos una idea de qué tanto es ese aporte de gases de efecto invernadero, los autores del paper hacen una comparación de sencilla comprensión: “Es el equivalente al 18%-33% de las emisiones anuales de CO2 de los combustibles fósiles”. En otras palabras: si uno de cada tres vehículos a nafta dejara de circular o se pasara a fuentes renovables de propulsión, si un tercio de las grandes industrias y centrales termoeléctricas se apagara, los efectos de gases invernadero serían los mismos debido al aporte de nutrientes que hacemos a los sistemas acuáticos por el exceso de fertilizantes, saneamiento y aguas no tratadas que hacemos en ellos.
En el trabajo los científicos señalan que el aumento de la eutrofización de lagos y embalses desde ahora hasta 2100 se deberá a tres factores: el aumento previsto de la población en 50%, que implica más aguas servidas y mayor uso de fertilizantes para producir alimentos; el aumento de las tormentas, que hará que los nutrientes pasen de la tierra a las aguas continentales; y el aumento de la temperatura, que elevará la temperatura de lagos y embalses, promoviendo un ambiente más propicio para las floraciones. Los autores señalan que sólo debido a las tasas actuales de aumento de la población y del calentamiento global, la eutrofización de lagos y embalses se incrementará entre 25% y 200% para 2050 y entre 50% y 800% para 2100.
Para los autores, la recomendación es clara: “No sólo es importante limitar la eutrofización para preservar los frágiles suministros de agua, sino también para evitar la aceleración del cambio climático”. En un país agrícola que apuesta a los cultivos intensivos con paquetes tecnológicos que incluyen fertilizantes, en el que además se promociona la creación de embalses que se ha demostrado que contribuyen a la proliferación de cianobacterias y otras floraciones algales, y al que, para colmo, ya tiene en el metano de los eructos del ganado vacuno al principal agente emisor de gases de efecto invernadero, el presente artículo debería ser colgado –tal vez traducido– en el hall de cada casa, en cada ministerio, en cada secretaría y en cada oficina en la que se planifica hacia dónde queremos ir.