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Foto: Federico Gutiérrez.

Investigadores rastrearon la identidad genética del bovino criollo y sus vínculos con las razas originarias

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El ganado bovino no existió en América hasta el siglo XV, cuando se introdujeron los primeros animales domésticos, después de la colonización europea. Rápidamente se extendió por todo el continente y se adaptó a las diferentes condiciones climáticas: desde las grandes llanuras de América del Norte hasta las regiones tropicales del Caribe y las montañas, el área semiárida del noreste de Brasil y los glaciares de la Patagonia. A lo largo de este proceso, que lleva más de cinco siglos, los bovinos criollos han desempeñado un papel crucial en la economía como mano de obra, fuente de alimentos y por sus pieles, y han demostrado una gran capacidad de adaptación y supervivencia, que exhorta a promover su conservación. En ese sentido, un grupo de investigadores de diferentes países estudió la diversidad, identidad y estructura genética del ganado criollo en todo el continente.

El estudio “La ascendencia genética del ganado criollo americano inferido de marcadores genéticos uniparentales y autosómicos”, publicado recientemente, partió de la colaboración de los miembros del consorcio Biobovis –que se dedica al análisis de los bovinos domésticos, integrado por 20 países de América, Europa y África y más de 50 investigadores–, que proporcionaron las muestras para la investigación. En total, se analizaron 4.658 muestras de animales pertenecientes a 114 razas bovinas: “1.480 muestras de animales criollos de 40 razas, 1.930 muestras de 39 razas de la península ibérica, 271 muestras de 18 razas de África, 271 muestras de seis razas de Reino Unido, 229 muestras de seis razas de Europa continental y 192 muestras de cinco razas de ganado del tipo índico”.

Las razas criollas incluidas en el análisis se agrupan en seis clústeres relacionados con su origen geográfico: “América del Norte y razas mexicanas; razas de Argentina y Uruguay; la mayoría de las razas colombianas; razas de Brasil y Panamá; Cuba; un gran grupo que representa diversos orígenes geográficos, incluyendo Chiapas, Ecuador, Paraguay y algunas razas colombianas”, explicó el profesor de genética de la Universidad Complutense de Madrid Óscar Cortés, que participó en el estudio.

En tanto, los investigadores del Departamento de Genética de la Universidad de Córdoba (España) Juan Vicente Delgado y Amparo Martínez señalaron que la investigación tuvo como objetivo el análisis de la caracterización de la diversidad genética de las razas criollas de América y, asimismo, el estudio de las relaciones genéticas “no sólo entre las razas criollas, sino también con aquellas razas procedentes de Europa y África que han podido influir en su formación”.

Los autores apuntan en el documento que la expansión del ganado criollo en el continente siguió los caminos de colonización de portugueses y españoles. Por un lado, la ruta española, señalan los investigadores, tuvo un primer punto en América Central y luego se dividió en tres caminos: “De Cuba a México y luego a América del Norte; del Caribe a Venezuela y Colombia, y a través de Río de la Plata a Perú, Bolivia, Paraguay, Chile, Argentina y Uruguay”. Por otro lado, los portugueses ingresaron el ganado por la costa de Brasil. Los investigadores sugieren que la influencia africana en el ganado criollo puede provenir de animales de Cabo Verde o de las islas Canarias. Generalmente los viajes tenían una escala en esos puntos antes de llegar a América, y el ganado de allí también era trasladado. Otra hipótesis sugiere que la influencia africana puede provenir de ganado que llegó a América en los barcos que trasladaban esclavos.

Eileen Armstrong, previo a la conferencia sobre bovinos criollos, en la Rural del Prado. Foto: Federico Gutiérrez.

Para lograr los objetivos, los autores utilizaron tres tipos de marcadores moleculares. Analizaron los “microsatélites autosómicos”, que están “localizados en cromosomas no sexuales” y que “permiten analizar el grado de diversidad genética y las relaciones genéticas entre poblaciones al heredarse tanto por vía paterna como materna”, señaló Cortés. Además, estudiaron el ADN mitocondrial, que se hereda exclusivamente por vía materna y permite, por lo tanto, analizar “las líneas maternas presentes en el conjunto de razas analizadas”, y “microsatélites localizados en el cromosoma Y”, que se transmiten de padres a hijos exclusivamente y que posibilitan, en este caso, analizar “las líneas paternas presente en el conjunto de razas analizadas”.

El estudio determinó que el ganado criollo en América tiene “un origen fundamentalmente Ibérico [España y Portugal]”, y además que, luego de 500 años de adaptación, las razas criollas desarrollaron una “identidad genética propia”, distinta de las características de sus razas originales. A su vez, aunque en menor orden, los bovinos criollos presentan influencias de razas africanas y otras regiones del continente europeo. Cortés destacó “la influencia del ganado del tipo índico en algunas razas criollas, especialmente aquellas que se distribuyen por las regiones tropicales como Cuba y Surinam y otras localizadas en México y Colombia”. En tanto, la influencia del ganado africano en las razas criollas es más evidente en las localizadas en Panamá, México, Colombia y Brasil. Asimismo, entre los resultados los investigadores señalan que el ganado criollo tiene un patrón más heterogéneo de linajes paternos que el resto de las razas analizadas en el estudio, por la presencia de bovinos taurino y cebú, que están ausentes en las razas de origen europeo.

En el documento, los investigadores establecen que las diversidades genéticas pudieron apreciarse a pesar de que muchas razas criollas están en peligro de extinción. En ese sentido, llaman la atención sobre la importancia de los aportes de este estudio en la caracterización de las razas criollas de América, para la elaboración de programas de conservación y valorización. Además, destacan que es el estudio “más importante” que se ha realizado sobre biodiversidad bovina iberoamericana y que permite sacar “a estas razas de forma global del ostracismo científico” y colocarlas al “nivel de las razas cosmopolitas”.

Producción nacional

Entre los miembros de Biobovis que aportaron muestras se encontraba una uruguaya, la bióloga Eileen Armstrong, de la Facultad de Veterinaria (Fvet) de la Universidad de la República. De los aportes del estudio la bióloga destacó que, al resaltar la “importancia de las razas criollas y su identidad”, permite entablar las bases para desarrollar mejores prácticas de conservación y que “la mejor forma de conservar un recurso, por lo menos de este tipo, es utilizándolo, porque si es útil la gente lo conserva”.

Armstrong lleva varios años estudiando al bovino criollo uruguayo. De hecho, en la Fvet, un equipo lo hace desde 1996. En Uruguay sólo hay alrededor de 600 bovinos criollos, a diferencia de otros lugares en el mundo donde el criollo está más extendido, señala la investigadora. “Durante los siglos XVII, XVIII y prácticamente todo el XIX la ganadería uruguaya estaba basada en el bovino criollo. Cuando comenzaron a introducirse razas británicas –mayormente de carne, pero también la vaca lechera Holando– fueron vistas como más productivas y de mejor calidad, y de alguna manera fueron absorbiendo al ganado criollo que había por cruzamiento y la raza como que casi llegó a desaparecer”, explicó Armstrong. Pero el bovino criollo logró salvarse gracias a Horacio Arredondo, un historiador uruguayo que se encargó de la restauración de varios monumentos históricos. Entre esos proyectos, reconstruyó el fuerte San Miguel en Rocha en la década de 1930. Recolectó los criollos que se encontraban en zonas de ese departamento, Treinta y Tres y Lavalleja, y en total juntó a 35 criollos que trasladó a San Miguel, en lo que fue la fundación del rodeo actual de alrededor de 600 animales.

A esos centenares, el grupo de investigadores de la Fvet sumó unos ejemplares pertenecientes a un estanciero de Cerro Largo “que tiene ganado criollo desde la época de su abuelo”, y detectó entre ellos “unos 60 animales bastante puros”. Entonces, “serían esos los únicos bovinos criollos uruguayos que quedan en el mundo”, dice la bióloga con un poco de pena.

Raza única

El grupo de investigadores uruguayos había establecido como primer objetivo lograr la “caracterización genética” de la raza criolla: “Determinar si podía considerarse una raza o no y observar si la diversidad genética conservada en esas poblaciones es suficiente como para sostenerla a largo plazo”. Incluso, dentro de la gran diversidad de criollos en América, los de la zona sur –Uruguay, Paraguay, Argentina, sur de Brasil– “son los que más se diferencian” del resto y presentan características propias, dice Armstrong.

Foto: Federico Gutiérrez.

A su vez, dentro de ese grupo, el criollo uruguayo muestra una clara identidad genética única; “no es un rejunte de cosas”, expresa la bióloga. El estudio identificó la presencia de linajes paternos “del tipo taurino [ganado de la India] e índico [bovinos de Asia]”, y desde el punto de vista de la herencia materna una mayor influencia de las razas europeas. El criollo uruguayo muestra una mayor proximidad genética con el criollo patagónico y argentino, pero la bióloga apunta que, a diferencia de estos –cuyo linaje materno es mayormente español–, el uruguayo tiene una mayor herencia materna portuguesa.

Una vez concretado el primer objetivo satisfactoriamente, pasaron al siguiente desafío: lograr que el bovino criollo uruguayo fuera considerado como una raza más. Para eso es necesario generar un registro genealógico –requisito necesario para la inscripción en la Asociación Rural del Uruguay– para saber quién es el padre y la madre de cada ternero que nace y tener un control de la consanguinidad, explica la bióloga, y ya están encaminados, aunque se les han presentado algunas dificultades. “El año pasado extrajimos semen de los toros y los conservamos en tanques de nitrógeno líquido con 2.500 cajuelas de semen de 12 toros diferentes”, cuenta.

Armstrong destaca que a lo largo de los estudios realizados sobre esta población de animales han determinado que los criollos poseen “buenas aptitudes en comparación con el ganado comercial. relacionadas con su rusticidad, adaptación a la sequía o, en momentos en que está complicado el campo, adaptación a comer distintos forrajes de mala calidad”. Además, los criollos han demostrado tener mayores índices productivos que otras razas bajo buenas y malas condiciones de los campos, y estudios en otros países señalan que las razas criollas tienen mayor “resistencia a garrapatas, otros parásitos y otras infecciones”, comenta la investigadora.

Aunque aún hacen falta estudios nacionales al respecto, la investigadora comenta que es posible aventurar que la gran capacidad de adaptación de estos animales les permite mantener los niveles de producción ante las variaciones climáticas producidas por el efecto invernadero. “Recuerdo una sequía muy grande a principios de los años 2000 y ver vacas criollas que eran pura piel y huesos, pero aún les daban de mamar a los terneros, y los terneros eran más grandes que ellas. En esa época los terneros no se destetaban a los seis meses, se los dejaba. Eso en una raza comercial no lo ves. La vaca no hubiera quedado preñada capaz, o no hubiera podido darle de mamar tanto tiempo al ternero; dejaba de producir leche antes o hasta se moría”.

Como si fuera poco, los criollos son ecofriendly. De nuevo, su capacidad de adaptación a diferentes climas y alimentos genera menores impactos sobre los ecosistemas que las razas comerciales. “Son razas que ayudan a la conservación de los ecosistemas naturales, produciendo alimento de calidad sin necesidad de alterar tanto ese paisaje”, expresa Armstrong. Que no requieran alimentos especiales también reduce la utilización de agroquímicos, la emisión de gases de efecto invernadero y el impacto sobre la biodiversidad. “Al estar adaptado, es casi como un animal silvestre más, por decirlo de una forma exagerada; está a medio camino”, añade la investigadora.

Y los beneficios de los criollos llegan también al bolsillo en otras formas de verde y favorecen la economía de los países. Para Armstrong las vacas criollas “serían más redituables económicamente, sobre todo en condiciones complicadas, más que nada para los productores de carne de la zona del basalto, en el norte del país, que en verano tienen menos pasto y menos disponibilidad de forraje”. Asimismo, sostiene que son animales más baratos de mantener “no sólo por la comida sino por la sanidad, porque son mucho más resistentes: gastan menos en vacunas y en suplementos alimenticios”. “De hecho, los norteamericanos hicieron un estudio entre el criollo y el Angus con los costos con precios reales de carne entre los años 2009 y 2013 de Estados Unidos y determinaron que los retornos netos con la cría de criollos fueron 30% más altos que si se cría Hereford y Angus”, ejemplifica Armstrong. “Cuando el pasto está bueno cualquier vaca anda, pero cuando el pasto escasea anda mejor el ganado criollo”, añade.

Obstáculos a la expansión

El cuidado del ruedo de criollos está a cargo del Ejército. “Hacen un trabajo bárbaro”, dice la bióloga, y añade: “No sé desde qué momento este ganado es de los militares, capaz desde que Arredondo formó los parques o después, pero lo cierto es que si no hubiera sido por ellos, que son muy celosos con sus cosas, ya hubiera desaparecido”. No obstante, ese cuidado celoso ha sido uno de los principales obstáculos para la expansión de los animales criollos. Armstrong comenta que a los militares les ha costado ceder el recurso, pero este año se han mostrado más abiertos y eso permitió la realización de estudios. De hecho, se abrió la posibilidad de vender toros jóvenes y se han mostrado proclives a vender especies para beneficiar la expansión de la especie. El otro obstáculo, dice la bióloga, ha sido el “desconocimiento de la población en general”.

Foto: Federico Gutiérrez.

Carne de calidad

Actualmente los investigadores uruguayos están estudiando la carne de los criollos. Este año lograron faenar la primera tanda de novillos criollos criados en las mismas condiciones de novillos Hereford y encontraron que los criollos “no desmerecieron por ningún lado”, dice la bióloga. “La conformación de la carne y todo lo que es porcentaje de músculo, grasa y hueso nos dio muy bien. El criollo tiene más porcentaje de músculo que la raza Hereford, y menos porcentaje de grasa y hueso que la Hereford”, agrega.

“Las apariencias engañan”, dice Armstrong convencida de que ese dicho popular también se aplica con justicia a los criollos. Quizás por fuera pueden verse más feos, huesudos o más pequeños, pero las ecografías que los investigadores han aplicado a los animales para ver qué tan grande es el ojo de bife han demostrado que los criollos tienen más carne que los Hereford, y al final lo que importa es lo de adentro.

Artículo: “The genetic ancestry of American Creole cattle inferred from uniparental and autosomal genetic markers”.

Autores: Catarina Ginja, Luis Telo Gama, Óscar Cortés, Inmaculada Martín Burriel, José Luis Vega-Pla, Cecilia Penedo, Phil Sponenberg, Javier Cañón, Arianne Sanz, Andrea Alves do Egito, Luz Ángela Álvarez, Guillermo Giovambattista, Saif Agha, Andrés Rogberg-Muñoz, Maria Aparecida Cassiano Lara, BioBovis Consortium, Juan Vicente Delgado, Amparo Martínez.

Publicación: Scientific Reports (08/19).

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