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Gastón Ares y Carolina de León.

Foto: Mariana Greif

El mercado contra la teta: envases de mamaderas y tetinas comercializadas en Montevideo violentan el código internacional de la OMS sobre productos para lactantes

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Están felices. Acaban de tener a su primer bebé. Todo es nuevo y sienten una mezcla de felicidad, agotamiento y responsabilidad extrema. El centro del mundo pasa a ser una criatura tan poderosa como delicada. Necesitará cuidados, atención y amor. ¿Quién no quisiera darles lo mejor a sus hijos?

Los seres humanos somos mamíferos, un grupo especial de animales que desde hace varios miles de millones de años, cuando los dinosaurios aún dominaban el planeta, se especializaron en una forma singular de alimentar a sus crías. Una glándula presente en las hembras –y en algunas excepciones también en machos– secreta un líquido blancuzco que posee todo lo que las crías precisan para nutrirse en sus primeras etapas de vida: proteínas, azúcares, vitaminas, minerales, lípidos, agua. Pero además, en la leche hay componentes de la microbiota de la madre que pasan a su descendencia y que, tras colonizar a la nueva criatura, la ayudarán a ser esa comunidad funcional que somos los seres vivos. La leche es el alimento perfecto para las crías, y como hace unos 200 millones de años que los mamíferos succionan los pezones de sus madres para obtenerlo, cada especie ha desarrollado una anatomía y una fisiología que hacen que glándula, pezón, teta, boca del lactante y otros aspectos estén más sincronizados que el cuerpo del ballet del SODRE. Denle un par de millones de años a la evolución y es capaz de hacer maravillas. Pero puede que quienes se acaban de iniciar en esto de traer a un niño o a una niña al mundo no piensen en estos aspectos al ver a su bebé llorar. Se sienten frágiles en lugar de apoyados por más de 200 millones de años de perfeccionamiento sostenido del acto de dar la teta. El mercado lo sabe, y hacía allí apunta sus baterías.

“La tetina imita la forma que adopta el pezón materno durante el período de lactancia”. “Está diseñada para animar a que tu bebé se prenda como lo haría con el pecho, lo que facilita la combinación de la alimentación con pecho y biberón”. “El nuevo sistema anticólico garantiza el flujo natural de aire y ayuda al bebé a tomar evitando la ingesta de aire”. “Alimentación relajada como al amamantar”. “Más leche, menos cólicos”. “Ayuda a tu bebe a dormir bien y hacer la digestión adecuadamente”. “Tu bebé puede disfrutar una alimentación ininterrumpida”. Estas son algunas de las promesas recogidas en el artículo “La idealización de la alimentación con biberón: análisis de contenido de los envases de mamaderas y tetinas en Uruguay”, realizado por los investigadores Florencia Alcaire, Lucía Antúnez, Leticia Vidal, Carolina de León, Alejandra Girona, Raquel Rodríguez, Ana Giménez, Isabel Bove y Gastón Ares, que será publicado en la próxima edición de la revista Public Health Nutrition y que ya puede leerse online en el sitio de la Universidad de Cambridge.

Foto: gentileza Gastón Ares

Investigando la mano invisible del mercado

Por un lado, hay razones que tienen que ver con la salud y la lactancia. Si bien no es una cuestión que esté en disputa o que sea puesta en duda, en su trabajo los autores repasan algunos conceptos que no está de más recordar. “La lactancia materna se ha asociado con varios beneficios de salud a corto y largo plazo para los bebés, incluido un riesgo reducido de desarrollar sobrepeso y obesidad infantil”, sostienen, y más adelante afirman que Uruguay tiene una tasa “alta” de obesidad y sobrepeso infantil en niños menores de cinco años, de 12,6%. También recuerdan que ese “efecto protector sobre el sobrepeso y la obesidad” otorgado por la lactancia “se ha explicado tanto por las diferencias en la composición de nutrientes de la leche materna y la fórmula infantil, como por las diferencias de comportamiento entre la alimentación con biberón y la lactancia materna”. En otras palabras, no es sólo por el qué –la leche materna, salvo pocas excepciones, es mejor que cualquier preparado para lactantes–, sino también por el cómo, por lo que es relevante destacar que dar la mema y dar la teta son cosas distintas que impactan de diferente manera en la salud y en el vínculo entre el bebé y quienes lo crían.

Hay varias razones que hacen que sea tan importante el cómo se alimentan los bebés. Mientras que al tomar la teta “necesitan succionar activamente para extraer la leche del pecho”, al usar la mema “son más pasivos”, y son los adultos quienes tienen “más control sobre la situación de la alimentación”. Cuando la madre da su pecho se ha notado que “los cuidadores responden más a las señales de sus hijos que durante la alimentación con biberón”. Al no ser el bebé quien decide cuánto y cómo toma, la alimentación con mamadera “puede socavar la capacidad de los bebés para regular la ingesta de leche”, y por tanto “puede conducir a una sobrealimentación y un rápido aumento de peso”. Dado que los ritmos de vida actuales no siempre permiten dar el pecho –y también en casos puntuales en que no es posible–, en el mundo “59% de los bebés son alimentados con leche materna o fórmula utilizando biberones”.

Pero además de estas razones sobre la importancia de la lactancia, hay otros motivos para realizar una investigación como la ahora publicada. En un mundo en que los productos para los recién nacidos son un gran negocio, no siempre el mercado juega de forma limpia. “Se espera que la decisión de los cuidadores de alimentar con biberón a sus hijos se vea influenciada por las ventas y el marketing de biberones y tetinas”, dicen en el trabajo. Y esta influencia no siempre es buena: “Investigaciones anteriores han demostrado que la comercialización de fórmulas infantiles influye en la percepción de los cuidadores sobre la lactancia materna y puede tener un efecto perjudicial en las prácticas de lactancia”.

En esta guerra por el dinero de las personas, el empaque de los productos es de vital importancia. Es por esa razón que se implementaron los octógonos con advertencias de exceso de algunos nutrientes o los letreros en las cajillas de cigarrillos. “El empaque es una herramienta de marketing importante que juega un papel clave en la comunicación de información relevante del producto y puede influir en gran medida en la atención del consumidor en el punto de venta, la percepción de la calidad y las decisiones de compra”, dicen los investigadores. Y en lo relativo a esta lucha teta versus mema, señalan que “se espera que los paquetes incluyan información que pueda crear la idea de que la alimentación con biberón es equivalente o incluso superior a la lactancia materna, como se ha informado para la fórmula infantil”, y alertan que esos mensajes en los empaques tienen “el potencial de socavar los esfuerzos para promover la lactancia materna y pueden alentar a las madres a depender de la alimentación con biberón”.

Foto: gentileza Gastón Ares

Por todas estas razones los investigadores compraron y analizaron todas las mamaderas y tetinas ofrecidos en 44 puntos de venta. De esta manera, entre marzo y junio de 2019 obtuvieron 197 mamaderas y 71 tetinas, de las que analizaron la información e imágenes de sus empaques utilizando “estadística descriptiva y análisis de contenido”. Como dicen en el artículo, “el estudio se realizó como parte de la evaluación periódica realizada por el gobierno uruguayo para monitorear la comercialización de sucedáneos de la leche materna”. Por otro lado, destacan que hicieron “especial hincapié en todas las imágenes o textos que implican o crean la creencia de que la alimentación con biberón es equivalente o superior a la lactancia materna, o que idealizan el uso de biberones y tetinas”, por ejemplo, “imágenes o textos que representan la alimentación con biberón como perfecta o mejor que en la realidad”.

“El punto fuerte del presente trabajo es su novedad”, dicen los autores, algo que no debe interpretarse como falta de modestia. Es que, dada la importancia de la lactancia materna y por el hecho sabido de que el mercado no siempre juega limpio, afirman algo llamativo: que “según el conocimiento de los autores, este es el primer estudio que proporciona un análisis en profundidad de la información que se muestra en los paquetes de estos productos”.

Malas señales

Sólo 5% de las 197 mamaderas y 8% de las 71 tetinas “no incluían etiqueta ni ningún tipo de información impresa en el paquete”. Por otro lado, 100% de los productos “habían sido fabricados en el extranjero e importados al país”, y 36% de los biberones y 56% de las tetinas “no incluían a la empresa responsable de la importación”. Apenas la mitad exhibía su fecha de vencimiento.

Los resultados del análisis de los que sí tenían empaques confirmaron los temores de los investigadores, aunque seguramente eso no los sorprendió. De hecho uno de ellos, Gastón Ares, viene trabajando desde hace años en etiquetado frontal y, siendo ingeniero de alimentos, sabe que el mercado no siempre piensa en la salud de los consumidores (algo que no todo ingeniero de alimentos se anima a decir públicamente, y de hecho llega a haber extraños casos de síndrome de Estocolmo en los que los profesionales se identifican más con las prácticas de la industria que con el bienestar de la sociedad).

“La mayoría de los envases incluían información para permitir a los cuidadores utilizar adecuadamente los productos, incluida la edad recomendada, instrucciones sobre cómo utilizarlos e instrucciones sobre el uso de prácticas higiénicas”, reseñan. Pero luego aclaran: “Sin embargo, los paquetes incluían con frecuencia información que implicaba que la alimentación con biberón era equivalente a la lactancia materna, particularmente desde una perspectiva fisiológica, o que idealizaban el uso del producto”. En concreto, destacan que “más de 50% de los productos incluyen información”, ya sea en imágenes o texto, “que implica o crea la creencia de que la alimentación con biberón es equivalente o superior a la lactancia materna, o que idealizan el uso de biberones y tetinas”. Respecto de las idealizaciones, reportan que “incluyeron la capacidad para reducir los cólicos, mejoras en la experiencia de alimentación y mejoras en la salud, el bienestar y el desarrollo de los niños”.

Foto: gentileza Gastón Ares

También encontraron otros elementos que están reñidos con lo que deberían ser los productos para lactantes. Concluyeron que 58% de los biberones y 67% de las tetinas tenían “elementos para promover las ventas”, incluidos “paquetes promocionales (es decir, paquetes de biberones con chupetes, tetinas, calcetines o pañuelos), promociones cruzadas (es decir, referencias a otros productos de la misma empresa) e invitaciones para hacer contacto a través del sitio web o las redes sociales”. También en 26% de los biberones y 13% de las tetinas se apeló al viejo truco de decir que cuenta con el aval de una autoridad en la materia, y citan ejemplos como “Recomendado por parteras y pediatras” o el aval de la “Dra. Grace Yum, dentista pediátrica certificada”.

Igualar, superar e idealizar

Al analizar aquellos textos o imágenes que “implican o crean la creencia de que la alimentación con biberón es equivalente o superior a la lactancia”, los autores del artículo destacan que eso se daba en al menos un quinto de todos los productos. En la mayoría de los casos se prometía que los productos son iguales o mejores en cuanto a los aspectos fisiológicos de la lactancia. “Muchas de las declaraciones se refieren a la similitud entre los biberones y el pecho en términos de forma, sensación y flujo de leche”, comunican, y dejan constancia de que “en algunos de los paquetes, el texto fue acompañado de imágenes para reforzar la equivalencia con la lactancia”. Si bien no comparan ambas formas de alimentación, sí se refieren “a la capacidad de los biberones o tetinas para reproducir la alimentación natural o instintiva, su naturalidad”, y en algunos casos se llega a incluir la expresión “efecto mamá”.

Respecto de las imágenes y los textos que idealizan el uso de mamaderas y tetinas, reportan que “la idealización más frecuente sobre el uso de biberones y tetinas se relacionó con mejoras en la digestión”, y cerca de un tercio de los empaques aludió a “su capacidad para reducir los cólicos”. A esta altura, lectores y lectoras se habrán dado cuenta de que esto no es así, de lo contrario no figuraría en la categoría “idealizaciones”. También informan que un pequeño porcentaje de las mamaderas además “se refirió a la reducción de gases, regurgitaciones y eructos, así como a su capacidad para ayudar a la digestión y reducir los problemas de alimentación”.

No contentos con estas afirmaciones, que no están basadas en evidencia, algunos fueron más osados y en sus paquetes afirmaron que en unos pocos siglos dando la mema la industria superó más de 200 millones de años de evolución. “Se mencionaron mejoras en la experiencia de alimentación en los paquetes, principalmente alimentación ininterrumpida, flujo de leche controlado, comodidad y relajación”, encontraron los investigadores, que no ocultan su asombro al reportar que “algunos paquetes iban más allá y también implicaban su capacidad para mejorar la salud, el bienestar y el desarrollo de los niños al reducir la irritabilidad y el malestar, promoviendo el desarrollo bucal o una alimentación más higiénica y saludable”.

Por todo esto, los autores concluyen que sus resultados “mostraron la alta prevalencia de prácticas de marketing en los envases de biberones y tetinas que pueden desalentar la lactancia materna”, y que “con frecuencia se incluye información engañosa”. Por tanto, destacan que “se necesitan regulaciones de etiquetado más estrictas y detalladas para los biberones y tetinas”, que permitan “tomar decisiones informadas sobre la alimentación de los lactantes” tanto a las madres y los padres como a los tomadores de decisiones de políticas y los prestadores de salud.

Foto: gentileza Gastón Ares

Respecto de las regulaciones, aclaran que de acuerdo al Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna y la normativa uruguaya “la información incluida en los envases de biberones y tetinas debe permitir un uso adecuado de los productos y no debe desalentar la lactancia materna”. En ese sentido, reportan que en Uruguay “no existen mecanismos claros de fiscalización y regímenes de sanciones que garanticen el cumplimiento de la normativa en materia de biberones y tetinas”, y apuntan que realizar “avances en este sentido podría contribuir sustancialmente a proteger a los niños y las familias de las prácticas de marketing inadecuadas”.

Un tema a instalar

Como el artículo es tan diáfano y elocuente, Carolina de León, nutricionista e integrante del Núcleo Interdisciplinario Alimentación y Bienestar, y Gastón Ares, ingeniero de alimentos que se especializa en comportamiento del consumidor, de la Facultad de Química de la Universidad de la República, nos reciben para hablar de aquello que rodeó a la investigación que acaban de publicar. Y lo primero que nos cuentan es bastante sorprendente.

Como dijimos, Ares trabaja desde hace años en la evaluación y la implementación de los octógonos negros para ayudar a cambiar los hábitos alimenticios y tratar de frenar así la incidencia de las enfermedades no transmisibles causadas por una mala alimentación. Pero De León no se queda atrás: “Vengo trabajando en el mercadeo de productos abarcados por el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna desde hace muchísimo tiempo, desde organizaciones de la sociedad civil, tratando de proteger a las familias de que crean el mensaje que brindan muchos productos”. Y reafirma: “En esa tarea una se termina convenciendo de que la política pública tiene que empezar a introducir elementos que regulen aspectos de la publicidad y del mercadeo de productos para bebés y niños pequeños”. Entonces uno entiende por qué trabajaron juntos en esta investigación, y De León lo corrobora: “Creo que Ares fue el único que me siguió un poco la cabeza en estudiar qué pasa en el mercado con el Código, en por lo menos hacer una foto de lo que pasa en Uruguay”. Ares devuelve las flores: “Lo importante es que Carolina logró que hubiera un interés y un aval del Ministerio de Salud para hacer un monitoreo del Código, que hubiera una política de avanzar en esa temática”.

Carolina explica un poco más sobre el derrotero: “Fui en comisión al Ministerio de Salud Pública, en el área Niñez, como coordinadora de Lactancia Materna. Cuando llegué al ministerio y tuve la oportunidad de trabajar en el programa Niñez, uno de los objetivos a los que aspiraba era hacer un diagnóstico de situación de cómo se estaba siguiendo el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna en nuestro país”, relata.

El código de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, firmado por 34 países en 1981, entre ellos Uruguay, sostiene que su objetivo “es contribuir a proporcionar a los lactantes una nutrición segura y suficiente, protegiendo y promoviendo la lactancia natural y asegurando el uso correcto de los sucedáneos de la leche materna, cuando estos sean necesarios, sobre la base de una información adecuada y mediante métodos apropiados de comercialización y distribución”. Como fue lanzado hace varias décadas, De León cuenta que a veces se piensa que remite a un mundo que cambió vertiginosamente, algo que es tan erróneo como pensar que el biberón es igual a la teta, ya que el Código es actualizado periódicamente por la Asamblea Mundial de la Salud.

Foto: gentileza Gastón Ares

Si bien el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna es muy claro con respecto a los sucedáneos y las fórmulas, también abarca, en cierta medida, a las mamaderas y las tetinas. Como decía el artículo, no importa sólo el qué, sino también el cómo. “Esto tiene que ver con el repensar ciertas cosas, con cambios de paradigmas en lo que tiene que ver con cómo se come”, dice Ares. “Durante mucho tiempo lo que importaba en la nutrición, el énfasis estaba en qué comías, en el alimento. Si era un engrudo con los nutrientes, si se masticaba o no daba igual. Hoy estamos empezando a ver que no era del todo así. Vemos cómo influyen todas las otras señales que se van generando, y estudiamos qué pasa en el cerebro cuando masticás, cómo eso se vincula con la sensación de saciedad. Entonces estamos empezando a mirar qué es lo que hacemos cuando comemos, cómo comemos, y a repensar la interacción con otros en las primeras etapas: que importa si es un líquido, si se chupa o se mastica, si es una alimentación activa o pasiva”.

Su colega coincide. “Es que en la nutrición de los bebés el problema no es sólo lo que hay dentro de los recipientes, sino también los recipientes en sí mismos”, dice De León. “La forma en que los bebés o los niños pequeños se alimentan también tiene que ver con cómo construyen su alimentación, sus preferencias, cómo se van a regular con la comida en la vida. Por eso a quienes trabajamos en nutrición infantil nos preocupa la forma en que se alimentan bebés y niños cuando se usan determinados utensilios. Y ahí incide mucho el mercadeo de utensilios para bebés”, continúa. “A pesar de todo este mercadeo intenso, siempre les digo a las familias que para alimentar al bebé sólo se precisa un adulto disponible, es decir con tiempo, mucho afecto, una cuchara o un tenedor, un plato y las manos”, agrega.

Pero una cosa es controlar el cumplimiento de un código, buscar que el mercado no incida con mensajes equivocados, y otra es ir contra productos que tienen su utilidad. “Está esa interpretación de que como queremos darles cierta regulación, parece que queremos acabar con los biberones. Pero no, nadie quiere acabar con los biberones, con los chupetes ni con las tetinas. Los precisan muchos bebés y también sus familias, y tienen efectos muy buenos”, reconoce De León. “El tema es cómo se genera una idealización de eso, porque los biberones, las tetinas y los chupetes deberían estar bajo algún marco regulatorio, algo que en este país todavía no pasa. Deberíamos ponernos a pensar y decir que, además de libres de BPA, sean más universales, que se priorice lo funcional. Y después regular todas estas ideas de que el bebé va a dormir mejor, de que no va a llorar, que no va a tener cólicos y otras idealizaciones. Se relaciona con poder trabajar con la familia, con empoderar”.

“Son cuestiones que tienen que ver con los cambios en el estilo de vida”, reflexiona Ares. “Cuanto más interviene el ser humano en distintas cuestiones, más nos alejamos de aquello para lo que nuestros cuerpos están diseñados. Pasa lo mismo con los alimentos: sustituir una cosa, procesar, sustituir la teta son cuestiones que alteran el estilo de vida. ¿Para qué necesito la leche materna si le puedo dar un polvito? ¿Para qué necesito la teta si tengo una súper mamadera? ¿Para qué necesito cocinar si tengo un producto ya elaborado? ¿Para qué comer frutas si puedo comprar preparados que vienen con las vitaminas?”, dice.

De León asiente y va a más. “Tiene que ver también con el control. Sentir que estamos en control nos da seguridad en la maternidad, la paternidad y la crianza. Nos cuesta criar con incertidumbre, pero es así como se cría”, agrega. “Una, que trabaja en estos temas, quiere dar el mensaje de que todas estas cosas no son lo mismo que la lactancia. Creo que se esperan cosas de los bebés que no son reales. Lo digo desde el lugar de madre también. Nos imaginamos un bebé que duerme mucho, que no llora, que toma la teta rápido y sin distraerse. Pero los bebés no son así. Queremos un bebé que funcione como nos gustaría. Entonces está el bebé real y el bebé que nos imaginamos”, afirma.

Foto: gentileza Gastón Ares

“La alimentación con biberón no se problematiza, y la publicidad apela a una solución que no es neutra. La alimentación con biberón tiene un efecto que puede llegar a repercutir en la salud de los bebés. Y eso es la parte que hace que sea necesario regularlos”, sintetiza Ares.

“¡Si los bebés pudieran ser asesores de políticas públicas!”, sueña De León. “Los bebés no hablan ni votan, pero si pudiéramos escucharlos seguramente nos dirían una cantidad de cosas importantes. Si lográramos hacer algo desde la mirada de los bebés sería un golazo para la comunicación, porque esa voz no está representada. Tampoco hay que hiperatrofiarla, hacer una política niñocéntrica”, afirma. Por ejemplo, de eso de prestar atención a los bebés dice que en los talleres las madres se sienten aliviadas cuando les dice que si el bebé les hace que no cuando le dan la mema se la saquen sin culpa, que seguro no quiere más.

Amamantar es conectarse con esa pequeña criatura. Dar la mema también debería serlo. Un mundo con más y mejores vínculos debería ser lo que guíe nuestras acciones. Y si no es eso, al menos que no sean las estrategias de marketing, que nos prometen e idealizan cosas que no son reales.

Artículo: “The idealization of bottle-feeding: Content analysis of feeding bottles and teats packages in Uruguay”
Publicación: Public Health Nutrition (2020)
Autores: Florencia Alcaire, Lucía Antúnez, Leticia Vidal, Carolina de León, Alejandra Girona, Raquel Rodríguez, Ana Giménez, Isabel Bove, Gastón Ares.

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