El mundo que nos rodea no está mal, es bastante interesante; pero el mundo de los sueños... allí todo es posible. ¿Dónde más, si no, podemos surcar el cielo sobre ballenas voladoras, combatir zombis con sables de luz, o hacer que ese actor o actriz vea finalmente que somos justo lo que su vida necesita? Eso siempre que no nos toque una pesadilla, claro, esas con criaturas que acechan o que nos dejan sin ropa en un lugar lleno de gente.
Sea como sea, es innegable que los sueños están cargados de maravilla y misterio, en un sentido tanto lírico como científico. ¿Por qué soñamos? ¿Cómo generamos esos escenarios? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro durante distintos tipos de ensoñaciones? Esas son algunas de las preguntas sobre el sueño que aún no tienen respuesta.
Para explorar lo que ocurre mientras soñamos desde una perspectiva biológica, en general se utiliza la combinación del análisis de la actividad eléctrica o el flujo sanguíneo del cerebro y los reportes narrados del sueño que se dan al despertar. El problema es que esos reportes, por más buena voluntad que se tenga, tienden a ser... bueno, muy poco confiables. Nuestra capacidad limitada para retener información reciente luego de terminado el sueño hace que las descripciones sean por lo general fragmentarias, distorsionadas y ambiguas. ¿A quién no le ha pasado alguna vez? “Tengo que contarte el sueño que tuve, fue espectacular. Estaba, ehh... creo que estábamos en una nave… pero eso fue después… había un camarón… pucha, ya me olvidé”.
Lo que ocurre exactamente en un sueño es por ahora un terreno cercado para la ciencia. Y si hay algo que a la ciencia le fascina son los lugares inaccesibles. Se queda golpeando la puerta una y otra vez sin aburrirse, y, cuando parece que al fin desistió de sus intentos, es porque está chequeando las ventanas. El trabajo del grupo de investigación liderado por el psicólogo Ken Paller y publicado en la revista Current Biology halló una ranura que promete.
El propósito de su investigación fue lograr una forma de comunicación bidireccional con personas en pleno sueño. Esto permitiría obtener descripciones de la experiencia del sueño en tiempo real, permitiendo un estudio más preciso de los sueños y del acto de soñar. Este objetivo, como explicitan en el artículo, “es similar a encontrar una manera de hablar con un astronauta que está en otro mundo, pero en este caso el mundo está completamente fabricado sobre la base de los recuerdos almacenados en el cerebro”.
Viviendo el sueño
Cuando estamos inmersos en un sueño típico, aceptamos la experiencia como viene, no somos muy perspicaces al respecto. No tenemos ni la más mínima duda de que ese duende de camisa hawaiana que nos ofrece un trago es real, y además muy simpático. Tiene sentido suponer que, si no nos percatamos de que estamos dentro de un sueño, eso puede dificultar la comunicación y la evaluación de la experiencia. Por esta razón, para aumentar las probabilidades de diálogo, limitaron las pruebas a los sueños lúcidos, aquellos sueños en que las personas son conscientes de que están soñando.
Los elementos de un sueño lúcido no dejan de sentirse muy vívidos, aunque la persona sepa que no están sucediendo realmente. Durante estos sueños, las personas pueden incluso llegar a controlar en cierta medida algunas de las cosas que ocurren en él. Es un fenómeno bastante raro, que puede aparecer espontáneamente cada tanto. Algunas personas pueden ser más propensas a tener sueños lúcidos (10% de la población los tiene al menos una vez por mes), y es posible entrenarse para aumentar la probabilidad de que ocurran. Sin embargo, no se puede elegir tener un sueño lúcido, no se invocan a voluntad, lo que es una desventaja para trabajar con ellos en el laboratorio. Pero eso se compensa con creces con una gran ventaja, que es que las personas que tienen un sueño lúcido pueden tener cierto control de los movimientos oculares y los músculos faciales, lo que permite coordinar de antemano distintas señales para la comunicación.
Demostrar la viabilidad de un diálogo de las características planteadas, lo que en el trabajo llaman “sueño interactivo”, significa romper con lo establecido, que dice que eso no es posible. Cuatro grupos de investigación independientes interesados en esta posibilidad, de Francia, Alemania, Holanda y Estados Unidos, en vez de entregarse a la carrera y competencia voraz por la primicia, trabajaron en conjunto en este trabajo. Esto fortalece mucho la validez de los resultados, al ser obtenidos por grupos diferentes, en países distintos, con estrategias y métodos de comunicación diversos. Y de paso, también deja un lindo ejemplo de cooperación científica.
Soñantes entrenados
Para las pruebas reclutaron a tres tipos de participantes: personas con experiencia en sueños lúcidos, personas con experiencia mínima (nunca tuvieron un sueño lúcido pero suelen recordar sus sueños) y que luego entrenaron para tener sueños lúcidos, y un paciente con narcolepsia, un trastorno crónico del sueño que se caracteriza por una somnolencia extrema durante el día y ataques repentinos de sueño. La frecuencia de sueños lúcidos en pacientes con narcolepsia es mayor a la habitual.
En total participaron 36 hombres y mujeres con un rango de edad entre 19 y 40 años. En primer lugar, fue necesario pasar por un entrenamiento previo para conocer bien el tipo de pregunta que se les iba a realizar ‒operaciones matemáticas simples o preguntas de sí o no‒ y también el tipo de información sensorial que iban a utilizar los investigadores para realizar las preguntas mientras durmieran. Algunos voluntarios, por ejemplo, tuvieron que aprender a decodificar mensajes en código morse con problemas matemáticos para participar. También se acordó y se practicó el mecanismo de respuesta, ya fuera mediante movimientos oculares o con la contracción de algún músculo facial. Es importante mencionar que, si bien se practicaron preguntas y formas de contestar, los participantes no conocían de antemano qué pregunta específica le harían durante el sueño, por lo que las respuestas no son atribuibles a un automatismo, como un reflejo condicionado.
Una vez culminado todo este proceso previo, los voluntarios se dispusieron a tomar varias siestas en nombre del conocimiento. Algunas de mañana y otras de noche. Durante las siestas eran monitoreados mediante una polisomnografía, que registra la actividad cerebral, la respiración, el ritmo cardíaco y la actividad muscular. De esta manera podían identificar cuándo los voluntarios se encontraban en sueño REM, una de las fases del sueño caracterizada por ondas cerebrales desincronizadas, movimientos oculares rápidos, tono muscular reducido y presencia de ensoñaciones. Algunos participantes lograron hacer una señal pactada con los ojos para indicar a los investigadores que estaban teniendo un sueño lúcido. Luego les hacían las preguntas. Cuando obtenían alguna respuesta, los despertaban para que hicieran un reporte narrado del sueño y poder asociarlo a la respuesta. Así que los voluntarios durmieron siestas, sí, pero incómodas e interrumpidas.
Preguntas y respuestas
Los cuatro grupos de investigación lograron establecer una comunicación bidireccional, algo que no se había hecho nunca antes. Resulta ilustrativo e interesante repasar algunos ejemplos exitosos de este sueño interactivo incluidos en el artículo. Cada uno ilustra distintos procesos y diferentes formas de recibir la información desde el exterior, ya sea integrándolas al sueño o como algo aparte.
A un participante estadounidense de 19 años, con sólo dos sueños lúcidos en su haber, le plantearon oralmente el problema matemático “8 menos 6”. Tres segundos después contestó con dos movimientos horizontales de los ojos de izquierda a derecha: “2”, respuesta correcta. Vale la pena aclarar que estos movimientos oculares se diferencian de los movimientos rápidos observados durante la fase REM. Cuando lo despertaron, contó que estaba soñando con su videojuego preferido: “Estaba en un estacionamiento en la noche, y de repente era de día y estaba en un videojuego… Pensé, ok, esto es probablemente un sueño”. Mencionó que escuchó tres problemas matemáticos pero que sólo recordaba el último, 8 menos 2.
En el siguiente ejemplo, a un participante alemán de 35 años, con experiencia en sueños lúcidos, le presentaron un estímulo visual que consistía en colores alterantes que se correspondían con un problema matemático en código morse, “4 menos 0”. El participante dio la respuesta correcta usando el mismo código con movimientos oculares. Al despertarse comentó: “Estaba en el médico... Estaba solo en el cuarto, había un sillón grande, estantes y aparadores. El sillón era extraño. Las luces comenzaron a parpadear. Reconocí esto como la señal intermitente desde el exterior, y reporté la respuesta ‘4’ con la señal de los ojos. Busqué herramientas que pudieran brillar y encontré un recipiente con agua. El agua brilló. Vi la señal pero no pude identificarla... Dejé el cuarto buscando algo que brillara, fui al exterior y vi las nubes... vi variaciones en el brillo... fue muy rápido como para decodificarlo, pero sabía que esos eran problemas matemáticos”.
El participante con narcolepsia, un francés de 20 años, tenía mucha habilidad en lo que a sueños lúcidos se refiere. Debido a su condición, alcanzó la fase REM rápidamente, y a los cinco minutos ya dio la señal de que estaba en un sueño lúcido. Le realizaron oralmente preguntas de sí o no, a las que debía contestar contrayendo diferentes músculos de la cara. “En mi sueño, estaba en una fiesta y lo escuchaba haciendo preguntas. Escuchaba su voz como si fuera Dios. Su voz venía desde afuera, como el narrador en una película. Lo escuché preguntar si me gustaba el chocolate, si estudiaba biología y si hablaba español. No estaba seguro de cómo contestar la última, porque no lo hablo fluido, pero tengo algunas nociones. Al final, decidí contestar ‘no’ y volver a la fiesta”. Buena decisión.
En la entrada de un mundo nuevo
De todas las sesiones experimentales (o sea, siestas, pero en científico), sólo en 26% los participantes lograron indicar que estaban en un sueño lúcido. Durante estos sueños lúcidos verificados, los investigadores intentaron comunicarse con los soñantes 158 veces. En la mayoría de estos intentos, 60,8%, no se obtuvo ninguna respuesta. Los soñantes lograron transmitir la respuesta correcta sólo en 18,4% de las sesiones. El resto está compuesto por respuestas incorrectas (3,2%) y respuestas ambiguas (17,7%).
En cualquier otro experimento, estos números serían desalentadores, rayanos con el fracaso. Pero todo depende de la pregunta planteada. En este caso, estos números son fantásticos, porque se demuestra que es posible percibir y responder a preguntas con cierto grado de complejidad, incluyendo operaciones matemáticas, durante el sueño. No es sencillo, pero es posible. Y esto es un montón. Es una prueba de concepto interesantísima, que desvela una vía de entrada a explorar los sueños mediante un diálogo real con quien está soñando, algo previamente considerado imposible.
En el umbral de un excitante mundo desconocido y con la puerta abierta, ahora son los investigadores quienes sueñan, esta vez con las posibilidades futuras del sueño interactivo. Por un lado, varios participantes, al relatar su sueño, mencionaron la pregunta que les realizaron. Esto implica contar un conocimiento nuevo adquirido, lo que sugiere el uso de la memoria declarativa, aquellos recuerdos que pueden ser evocados de forma consciente. De acuerdo con esta mirada, cuando uno de los participantes les contó que la operación indicada fue “8 menos 2”, eso puede considerarse un ejemplo de aprendizaje en el sueño. Entonces, si previamente se acuerdan claves asociadas a un elemento particular, por medio del aprendizaje y técnicas de condicionamiento, ¿podríamos llegar a influenciar el contenido del sueño?
Los autores del artículo confían en que el sueño interactivo puede ser una gran herramienta para potenciar el aprendizaje durante el sueño, reforzar o practicar alguna habilidad, e incluso lograr intervenciones terapéuticas que disminuyan el impacto emocional en personas que sufren algún trauma y lo reviven al dormir. Proponen que el sueño interactivo podría además ser usado en el futuro para resolver problemas y promover la creatividad; facilitar ideas transformadoras, uniendo las ventajas creativas del sueño con las ventajas lógicas de la vigilia. Y, por supuesto, también para para mejorar y profundizar la investigación científica de los sueños, al obtener información en tiempo real de lo que la persona está experimentando para cotejarla con otros datos obtenidos en el mismo momento, por ejemplo, la actividad cerebral regional.
El tiempo dirá qué escenarios había detrás de esa barrera. Por último, vale la pena destacar que este trabajo rompió con una noción preestablecida sin el uso o necesidad de las más recientes-nuevas-complejas-escasas-caras y asombrosas tecnologías. Si bien son fantásticas, es imposible negarlo, siempre es bueno recordar que a veces basta con combinar de forma diferente lo que ya tenemos y sabemos, el ingenio para saber qué preguntar y la osadía de ponerlo a prueba, para mover paradigmas y revelar nuevos paisajes e interrogantes.
Artículo: “Real-time dialogue between experimenters and dreamers during REM sleep”
Publicación: Current Biology (febrero de 2020)
Autores: Karen Konkoly, Kristoffer Appel, Emma Chabani, Anastasia Mangiaruga, Jarrod Gott, Remington Mallett, Bruce Caughran, Sarah Witkowski, Nathan Whitmore, Christopher Mazurek, Jonathan Berent, Frederik Weber, Basxak Türker, Smaranda Leu-Semenescu, Jean-Baptiste Maranci, Gordon Pipa, Isabelle Arnulf, Delphine Oudiette, Martin Dresler, Ken Paller.