Pocas aves se prestan tanto a la antropomorfización como el hornero (Furnarius rufus). Las características de la especie, su comportamiento y su abundancia en entornos domésticos lo han convertido en un modelo virtuoso a ojos humanos. Sobran ejemplos. El hornero es de plumaje discreto, sencillo y no le gusta hacerse ver en bandadas (atributos ideales para una antropomorfización bien uruguaya). También se convirtió en símbolo de laborioso, fiel, buen compañero, modesto, amoroso.
Estas virtudes, que parecen tan valiosas de acuerdo a nuestro sistema de creencias, no fueron asociadas con el hornero arbitrariamente. Se justifican abiertamente por las peculiaridades de su comportamiento. Por ejemplo, esta especie forma parejas que suelen durar toda su vida. El hornero macho, además, no precisa deconstruirse: las tareas en la pareja se reparten equitativamente. Macho y hembra se turnan para cuidar a los pichones, conseguir alimento y construir su nido. Hasta cantan a dúo con gran sincronización. Como entonaron tanto Atahualpa Yupanqui como Alfredo Zitarrrosa, “juntos trabajan y cantan y tuito lo hacen contentos”.
Es su nido, justamente, lo que cimentó su fama de trabajador esforzado y le dio tanto su nombre común como el científico (Furnarius viene de furnus, horno en latín). Es inconfundible para cualquier habitante del Cono Sur por su parecido a un horno de barro y porque suele ser construido con mucha frecuencia en edificaciones humanas. Al igual que otros furnáridos de su mismo género, esta notable capacidad arquitectónica les permitió colonizar ambientes abiertos donde otras aves, que dependen de los árboles para la reproducción, no prosperaron. En cuanto a su fama de laborioso, basta recordar que los horneros construyen en general un nido por año, pese a que su hogar resiste bastante más tiempo (y es ocupado luego por otras aves y animales que se “aprovechan” de su meticuloso trabajo).
No es extraño entonces que el hornero haya generado todo tipo de mitos en el folclore del Cono Sur. En las escuelas uruguayas se sigue aprendiendo la leyenda guaraní sobre su origen, que cuenta cómo un cazador y la mujer que amaba –la hija de un cacique, para más datos– se transformaron en estas aves luego de un final trágico y bastante shakespeariano. No es la única, ni siquiera entre los mismos guaraníes; hay muchos otros relatos que aluden en clave mítica o fundacional a los atributos ya mencionados de la especie.
El nido no sólo llama la atención por las leyendas que inspiró o sus virtudes arquitectónicas. Algunas de sus particularidades despertaron el interés de la ciencia. Más precisamente, el de dos biólogos argentinos, que demostraron la misma laboriosidad que el hornero para llevar a cabo una cruzada continental que intentó responder algunas preguntas.
En la cumbrera ’e mi rancho
Nicolás Adreani y Lucía Mentesana siempre tuvieron curiosidad por las peculiaridades de los horneros. Una de ellas, por ejemplo, es que macho y hembra no sólo son equitativos con las tareas sino que también comparten niveles similares de agresión. “Es un sistema en el que son tan sincrónicos y sinérgicos en la pareja que podés ver los mecanismos en los dos sexos y comparar. Evolutivamente esto es muy interesante en términos de los patrones de agresión, aunque hemos observado que el macho es un poquito más agresivo”, cuenta Mentesana.
Su interés por investigar el nido del hornero surgió, sin embargo, durante una charla sobre peces con asimetría bilateral en sus bocas, una conexión que puede resultar extraña pero que demuestra cómo la ciencia es una construcción colectiva que necesita de la interdisciplina, y en la que hasta un pedacito de material que producen otros puede ser esencial para construir el nido propio.
La simetría bilateral es la norma en los animales, y justamente por eso “las asimetrías resultan fascinantes en términos evolutivos”, explica Adreani. “Hay casos interesantísimos de asimetrías asociadas con especiación; por ejemplo, en cangrejos tenés muchas especies emparentadas, pero con grandes diferencias de asimetría en algunos clados que están asociadas con éxitos de cortejo distintos. Un caso clásico es el de los cangrejos violinistas, que tienen una tenaza grande y una muy pequeña”, señala.
Asimetrías de este tipo son “superpotentes” para entender en forma muy simple los mecanismos evolutivos que provocan los cambios físicos. En el caso del cangrejo violinista, por ejemplo, la pinza notablemente más grande del macho es clave en el cortejo y por lo tanto en su éxito reproductivo, pero su otra pinza, mucho más pequeña, es fundamental para alimentarse.
La charla sobre las asimetrías bilaterales hizo que Adreani y Mentesana pensaran en la asimetría del nido del hornero, una especie con la que están muy familiarizados (de hecho, hace unos años estuvieron en Uruguay estudiando la fisiología del comportamiento del hornero en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria).
Los nidos de hornero tienen una entrada que a veces está colocada a la derecha y otras veces a la izquierda. La primera pregunta que se plantearon fue si eso ocurría de casualidad y era irrelevante, o si en cambio obedecía a algún motivo.
Para comenzar a contestar estas preguntas era necesario contar con muchos datos, algo especialmente difícil para ellos. No sólo por la tarea titánica de registrar los nidos de una especie tan abundante y con un rango amplio de distribución, sino porque estaban realizando sus doctorados en Alemania, país que se caracteriza por su buena cerveza, su industria automotriz y su notable ausencia de horneros, ave exclusiva de nuestra región.
Unieron entonces dos intereses –los horneros y la ciencia ciudadana– para crear en 2018 Hornero, un proyecto que permitió a cualquier aficionado naturalista del Cono Sur enviar sus aportes. Ya fuera a través de la web, las redes sociales (@nidohorneros en Twitter, Instagram y Facebook) o con la ayuda de una aplicación que crearon especialmente, los “hornerólogos” pudieron enviar fotos de los nidos y otros datos como orientación, altura del nido, contexto urbano o ubicación de la entrada.
“Para nosotros fue lo mejor del proyecto. La ciencia ciudadana es un canal directo, es la máxima representación de la conexión entre ciencia y sociedad. Quien participa, tenga o no base académica, está siendo parte directa del trabajo, se interioriza sobre las preguntas que está respondiendo con su trabajo y por qué puede ser importante”, dice Mentesana.
El resultado de la convocatoria fue espectacular. Gracias a los aportes de más de 1.200 observadores, recolectaron datos y fotografías de 12.606 nidos en todo el rango de distribución de la especie (Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay). El aporte de la comunidad fue tan notable que los investigadores decidieron colocar a los “científicos ciudadanos” como coautores del artículo que escribieron y publicaron en la revista especializada Current Biology, detallando sus nombres en un anexo.
Recién salido del horno
Primer spoiler alert: el análisis de los datos permitió responder rápidamente a la primera pregunta planteada. No es casual que la entrada de los nidos esté a la derecha o la izquierda. Encontraron 12% más de nidos con la “puerta” a la derecha, lo que estadísticamente indica que este rasgo no se debe al azar.
Para entender por qué, hay que ahondar primero en las hipótesis que los investigadores manejaron para explicar por qué prevalecen estos “nidos derechos”. A priori, Adreani y Mentesana postularon tres mecanismos que podrían explicarlo: factores ambientales, factores culturales (que también están vinculados con el ambiente) y factores genéticos.
Un primer análisis descarta la hipótesis ambiental. No hay nada en los datos que permita atribuir a las variables del entorno (altura, temperatura, precipitaciones) la construcción de las puertas a la derecha o la izquierda.
Una explicación cultural implicaría que los horneros aprenden a hacer el nido con la puerta a un lado o a otro, pero para los autores del trabajo esta teoría presenta algunas dificultades. “Vemos poco probable que el aprendizaje para la copia ocurra cuando es pichón, con el nido ya construido. Una opción es que el pichón se quede en la zona y vea cómo fabrican sus padres el siguiente nido, pero esto ocurre muy poco. Aparece aquí el rasgo de la territorialidad de los horneros. Hemos visto que durante todo el año una pareja de horneros no deja acercarse a otros, aunque sean pichones del año pasado, y menos en épocas de construcción. Entonces no se nos ocurre una instancia en la vida en la cual el hornero pueda ser espectador de este proceso. Por supuesto que no se puede descartar una instancia de adquisición indirecta y menos intuitiva que la mera observación del proceso de construcción”, explica Adreani.
La territorialidad de la especie también sirvió para descubrir otro rasgo notable en la construcción de estos nidos, que abona la teoría de una transmisión genética. Cada pareja de horneros fabrica un nido nuevo todos los años, pero es probable que siempre lo haga con la entrada hacia el mismo lado. No varían de un año al otro entre derecha e izquierda, un rasgo más propio de los políticos que de los animales en esta región.
Teniendo en cuenta que los horneros defienden su territorio, permanecen en él entre tres y siete años consecutivos y construyen un nido por año en la misma zona, fue posible registrar y analizar la repetibilidad de los nidos sucesivos de una misma pareja a lo largo del tiempo. “Calculamos la probabilidad de que estos nidos tengan asimetría para el mismo lado y es muy alta”, dice Mentesana, un dato que sugiere que cada pareja sólo puede crear un tipo de nido. Si en un mismo lugar hay un quiebre de esta asimetría (varios nidos con entrada a la derecha y uno a la izquierda, por ejemplo), es probable que esto obedezca a la misma razón que muchas veces lleva a algunos humanos a realizar cambios en su casa: la muerte o el divorcio de la pareja.
It’s evolution, baby?
Los investigadores se inclinan entonces por una explicación genética, que también deja algunos escenarios planteados. Aunque sugieren que es posible que estemos presenciando un proceso evolutivo que consolidará los nidos “derechos” en las poblaciones de horneros, creen que construir la “puerta” a la derecha o la izquierda no confiere ninguna ventaja aparente a la pareja, siguiendo el proceso darwiniano de la selección natural. “No se nos ocurre un mecanismo concreto en el que tener la puerta a la derecha o a la izquierda haga que los horneros sean más exitosos”, dice el biólogo.
Sin embargo, eso no descarta que esté actuando una presión evolutiva. Quizá la construcción del nido “derecho” no implique una ventaja por sí sola, pero esté asociada con algún rasgo que sí brinda ventajas adaptativas a los horneros. Por ejemplo, la lateralidad. “Puede que la entrada a la derecha o a la izquierda esté correlacionada con que el hornero sea derecho o zurdo en el uso del pico, por ejemplo. Hay especies en que la lateralidad puede conferir una ventaja adaptativa, y en consecuencia lo vemos reflejado en el nido aunque la ubicación de la puerta del nido en sí no ofrezca ningún beneficio”, señala Adreani.
Esta teoría acercaría un poquito al hornero a un tema complejo y apasionante como la lateralidad en animales (sí, también hay animales zurdos y derechos, incluyendo aves). Este es un terreno lleno de áreas a explorar, especialmente porque tampoco hemos resuelto satisfactoriamente aún por qué hay una mayoría abrumadora de seres humanos diestros, más allá de las teorías que vinculan esta prevalencia con el desarrollo cognitivo del hemisferio izquierdo (que controla el costado derecho del cuerpo).
Adreani y Mentesana postulan también otra hipótesis de base genética en la que no hay ventajas adaptativas implicadas. Es posible que la preponderancia de los nidos con puerta derecha se deba a algunos genes neutros, que no tienen efecto alguno sobre el éxito del individuo pero se fijan por factores demográficos. “Puede que en el transcurso de la colonización de distintos ambientes, el hornero se haya distribuido de un modo en el que estos genes que favorecen la construcción de la entrada a la derecha prevalecieran sobre otros”, afirma el investigador. Como todo buen estudio, sin embargo, son más interesantes las nuevas preguntas que abre que las respuestas que proporciona.
Tuito lo hacen contentos
La relación de pareja de los horneros es tan particular que vuelve aún más complejo el estudio de la arquitectura de sus nidos. Si ambos construyen el hogar equitativamente, ¿quién decide dónde colocar la “puerta”? ¿Se ponen de acuerdo? ¿Prevalece el macho, lo que arruinaría un poco la imagen del hornero como ejemplo antropomórfico de la equidad de sexos? ¿O la hembra, lo que acentuaría el estereotipo antropomórfico del cuidado y decoración del hogar? Si ambos se ponen de acuerdo, ¿qué ocurre si se forma una pareja con un individuo que tiene disposición genética a construir nidos con entrada hacia la derecha y otro a hacerlos a la izquierda?
Estas son algunas de las preguntas que Adreani y Mentesana van a abordar muy pronto en futuros trabajos, otra tarea ardua que requerirá supervisar la construcción de muchos nidos y cuantificar rigurosamente el comportamiento de ambos integrantes de la pareja.
“Una pregunta clave para la interpretación evolutiva es resolver si la asimetría es conjunta o si uno de los dos la determina”, dice Adreani. El escenario de “concordancia” en la pareja, por positivo que sea como modelo virtuoso para humanos, complica el trabajo para los biólogos, porque requiere estudiar lo que hacen los dos individuos.
En el artículo, los investigadores aclaran que esta tendencia a construir el nido con abertura a la derecha o la izquierda podría ser incluso un rasgo de preferencia de los horneros cuando buscan pareja. No preguntando en una primera cita sus predilecciones arquitectónicas sobre un potencial futuro hogar, obviamente (algo no recomendado tampoco entre humanos). “Quizá se eligen entre sí con base en algún rasgo correlacionado que genera una compatibilidad”, explica Mentesana. En este caso, se trataría de algo en lo que ambos deben coincidir para que se forme la pareja y que condiciona también la fabricación del nido.
Como dicen en las conclusiones de su trabajo, estas preguntas deberán ser respondidas por nuevos estudios experimentales y observacionales. “La naturaleza binaria y la notable repetibilidad de la arquitectura asimétrica de los nidos hacen que sea un rasgo candidato para investigar las bases genéticas de la construcción de nidos”, culminan.
Por lo pronto, ya nos dejaron algo muy valioso. Demostraron que incluso los aspectos del mundo natural que damos por sentados o que ignoramos por ser muy comunes, como las costumbres del omnipresente hornero, son un regalo lleno de secretos interesantes por descubrir. Sólo nos hace falta saber observar, hacernos preguntas y unir nuestros conocimientos.
La legión uruguaya
Como Adreani y Mentesana colocaron los aportes ciudadanos a la par de los aportes científicos en la publicación, puede decirse que el artículo tuvo la coautoría de nada menos que 74 observadores uruguayos.
En total, la legión oriental aportó los datos y fotos de más de 1.500 nidos. Algunos de los aficionados se convirtieron en auténticos “cazadores” (estrictamente fotográficos) de los nidos de horneros, capaces de recolectar individualmente hasta medio centenar de registros. Por ejemplo, Camila Yaben, de Sarandí del Yi, en Durazno, pudo identificar 23 nidos en las inmediaciones del campo en el que vive y 45 en total, contando zonas cercanas; sólo un ejemplo de los varios que estuvieron al tope del “ranking” de observadores nacionales.
Artículo: “Asymmetric architecture is non-random and repeatable in bird nests”
Publicación: Current Biology (mayo 2022)
Autores: Nicolás Adreani, Mihai Valcu, Científicos Ciudadanos y Lucía Mentesana.