En los pastizales de Sudamérica, cuando cae la noche –y a veces durante el día–, merodea de tanto en tanto la reencarnación de un mito. Por supuesto que esta reencarnación no tiene la culpa del mito que se le endilga, pero su aspecto y el curioso ladrido-aullido que lanza no lo ayudaron a evitar la asociación con él.
Para peor, el mito ni siquiera es sudamericano en su origen, sino europeo, pero adquirió su versión vernácula bajo el estímulo imaginativo que brinda una criatura de características tan notables.
En realidad, no se trata del séptimo hijo varón consecutivo de una familia maldita, que los martes o los viernes de luna llena pasa por una brutal metamorfosis y “se transforma en perro o cualquier bestia terrible, con ideas de muerte”, como escribió Horacio Quiroga.
Si este animal realmente estuviera dotado de alguna clase de discernimiento para esas cosas, se reiría de la idea de haber colaborado con la leyenda del lobizón en el Cono Sur de nuestro continente, porque sus “ideas de muerte” no pasan de cenarse algún roedor o algún ave, como parte de una dieta que también es rica en frutas. Su historia es, sin embargo, mucho más fantástica, y si efectivamente pudiera hablar tras recobrar forma humana, podría contar sus aventuras en el medio millón de años que lleva en el planeta y su secreto para sobrevivir a la extinción masiva del Pleistoceno, que logró erradicar a otros grandes cánidos del continente.
Que el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) sigue siendo un desconocido en algunas regiones en las que habita, y que puede impresionar casi tanto como si fuera un lobizón, quedó claro en una de sus últimas apariciones en Uruguay.
El 30 de agosto de 2021, Víctor Fontora, sereno de una empresa agrícola salteña, sintió unos pasos en el camino lindero a su oficina en la madrugada. Miró por la ventana y tuvo la impresión de que se aproximaba un ciervo o un perro. Cuando el causante de los ruidos estuvo más cerca, la curiosidad dejó paso al susto. La criatura que tenía enfrente era un animal de gran tamaño que le resultaba completamente desconocido: parecía una cruza de hiena con lobo, de patas largas, pelo rojizo y una crin negra enhiesta.
El animal se fue antes de que Víctor pudiera filmarlo y el sereno se quedó pensando en que nadie le creería cuando contara su encuentro con una criatura tan estrambótica, pero a los pocos minutos el aguará volvió y le dio la oportunidad de obtener una prueba con su celular. Su video de 20 segundos se convirtió en el primer registro filmado de esta especie en Uruguay (al menos que se haya divulgado) en estado silvestre.
2021 fue un año mediático para los aguarás de Uruguay. Tres meses después del episodio en Salto, otro ejemplar fue registrado con muchísima claridad corriendo por un camino en San Javier (Río Negro). No sabemos exactamente qué ocurrió con estos dos individuos, pero a priori su suerte parece haber sido mejor que la del primer registro tangible de la especie para Uruguay: un individuo capturado en 1989 con una trampa de lazo y muerto de un tiro en la estancia San Lorenzo de Río Negro, en Esteros de Farrapos. El mismo fin tuvo otro ejemplar avistado en 2006 en Sierra de los Ríos (Cerro Largo), abatido por cazadores furtivos cuando caminaba por el campo con otro aguará guazú.
En Uruguay los registros son muy escasos, pero los reportes –confirmados o no– parecen más frecuentes en los últimos años. ¿Qué está pasando con los aguará guazú en la región y en qué situación se encuentran actualmente? De eso trata justamente el artículo Los últimos y amenazados aguarás guazú de Uruguay y el sur de Brasil: nuevos registros y modelación de distribución espacial, escrito por varios investigadores de universidades del sur de Brasil y por el biólogo uruguayo Diego Queirolo, del Departamento de Ciencias Biológicas del Centro Universitario Litoral Norte (Cenur) de la Universidad de la República.
Mi aguará está en la frontera
Diego Queirolo ha tenido la rara suerte de ver al aguará guazú con cierta frecuencia. Hizo su maestría y su posgrado en el corazón de la distribución de esta especie, en Serra da Canastra en Minas Gerais, hace ya más de 20 años. Su experiencia en Brasil le permitió conocer de cerca a varios mastozoólogos de ese país, lo que explica su participación en esta investigación con amplísima mayoría de biólogos brasileños, centrada en el área formada por los estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur, además de Uruguay.
Según Diego, para tener un panorama más completo de la situación del aguará en la región hubiera sido ideal que también participaran en ese trabajo colaboradores argentinos. De hecho, cree que lo más probable es que algunos de los ejemplares encontrados en Uruguay provengan de allí y no del sur brasileño, una situación que concuerda con un aumento de registros en Argentina, especialmente a lo largo del río Paraná y en las provincias de Entre Ríos y Corrientes.
“Los que han aparecido en Cerro Largo vienen de Brasil, pero los que se han reportado en los últimos años seguramente cruzan desde Argentina. El caso de Salto es bien clarito. En mi opinión, cruzó la represa y tomó por un caminito que llega justo a la empresa”, conjetura.
Con respecto al ejemplar filmado en San Javier, cree que puede haber pasado también desde Argentina aprovechando la sequía y las islas. “Es probable que se forme un paso por allí que les facilite el cruce”, aventura Diego.
El objetivo del estudio, de todos modos, no era reconstruir el camino de cada individuo de aguará guazú sino actualizar los reportes de los últimos años en la región y evaluar la idoneidad de hábitat de Uruguay y el sur de Brasil, donde la especie persiste pero dentro de un “escenario alarmante” de poquísimos ejemplares.
En su artículo, los investigadores recuerdan que si bien se han registrado individuos en la parte norte del sur brasileño –las áreas abiertas de la Mata Atlántica de Paraná–, “la información sobre su ocurrencia histórica y presente para el resto de los límites australes de su distribución es escasa”.
También señalan que en los últimos 30 años hubo sólo ocho registros de la especie en publicaciones arbitradas para la región de Río Grande del Sur y Uruguay, uno correspondiente a las tierras altas de la Mata Atlántica y siete a la sabana uruguaya, ecorregión que incluye buena parte de Río Grande del Sur y de Uruguay más una franja del extremo oriental de Argentina (aunque el estudio sólo se enfoca en la parte uruguayo-brasileña, mostrando que en zoología el Mercosur también tiene problemas).
“Hay una considerable falta de información biológica sobre los aguarás guazú que viven en el ecosistema pampeano de Brasil y Uruguay, con la sola excepción de estos reportes puntuales”, advierten.
Por lo tanto, en su trabajo hicieron una búsqueda de nuevos registros en la región, realizaron modelos potenciales de distribución y discutieron las perspectivas de conservación del aguará guazú a mediano y largo plazo.
Sin decir aguará
Para recolectar información sobre nuevos registros de aguará guazú en el área de estudio, los autores acudieron a monitoreos de cámaras trampa en zonas de interés, publicaciones en redes sociales (con registros verificados) y revistas científicas o libros locales.
Se excluyeron los registros históricos anteriores a 1990 por no tener evidencia consistente de la presencia de aguará guazú y “sólo se consideraron reportes indiscutibles desde 1990 a enero de 2023”, señalan.
Con respecto a la búsqueda de nuevos registros en cámaras trampa, se concentraron en los monitoreos hechos principalmente en áreas con reportes de la presencia de aguará guazú (casi todos de Brasil, exceptuando dos zonas de Rivera y Artigas). Pese a estos esfuerzos que abarcaron diez años de monitoreos y cerca de 50.000 noches de cámaras trampa, el aguará guazú mostró por qué tiene reputación de “fantasmal” o elusivo: no hallaron una sola imagen nueva que demostrara su presencia. Todos los nuevos registros que obtuvieron “provienen de avistamientos oportunistas”, señala el artículo.
Efectivamente, la suerte cambió con la búsqueda de reportes en redes sociales, indagaciones personales y medios de prensa: recopilaron nueve registros nuevos en la zona de estudio, buena parte de ellos en las tierras altas de la Mata Atlántica brasileña. Dos de los nuevos registros son los ya mencionados al comienzo de este artículo, ocurridos en Salto y Río Negro en Uruguay. Los restantes fueron: dos imágenes tomadas por turistas en el Parque Nacional Itaimbezinho, otras dos en São José dos Ausentes en Río Grande del Sur, una foto sacada por un residente local en Encruzilhada do Sul (también en Río Grande del Sur), y dos ejemplares atropellados en rutas, uno en Sao Borja (Río Grande del Sur) y el otro en Água Doce (Santa Catarina).
Con estos nueve registros nuevos y los ya reportados previamente a este trabajo, los autores contabilizaron en total 17 que consideran “indisputables” en el sur de Brasil y Uruguay de 1990 a esta parte. Son pocos, pero la escasa presencia del aguará guazú no parece obedecer a factores ambientales.
Con ayuda de un paquete estadístico que midió las variables ambientales de la región de estudio y las correlacionó con aquellas presentes en los puntos de aparición del aguará guazú, hicieron modelos de distribución para la especie que muestran que “la mayor parte del área tiene una alta idoneidad para el aguará”. Pese a ello, la distribución potencial del aguará en el área tiene sólo 38% de pastizales (hábitat preferido de la especie), mientras el 62% restante está conformado por cultivos, forestación, bosques y praderas artificiales.
Los pastizales que prefiere el aguará “han sido drásticamente modificados para otros usos de suelo, y por lo tanto el hábitat preferido de la especie se ha reducido masivamente, con niveles medianos y altos de fragmentación” apunta el trabajo. “Incluso en áreas donde hay poblaciones grandes de aguará guazú, como el Cerrado brasileño, la fragmentación causada por la conversión de pastizales natural en cultivos y praderas artificiales puede llevar rápidamente a la depresión genética”, advierten.
Además, señalan los autores, estos nuevos registros por sí solos no respaldan la idea de la persistencia de la especie a largo plazo en Uruguay y el sur de Brasil. “Podemos especular que los pocos y dispersos individuos no representan poblaciones viables a largo plazo pese a la adecuada idoneidad del hábitat que indican los modelos de distribución. Creemos que los escasos individuos que permanecen al sur de la distribución pueden estar moviéndose continuamente de un sitio a otro, especialmente en la sabana uruguaya”, agregan.
El panorama no es muy alentador, aunque los autores del artículo destacan que “las mejores noticias llegan de las tierras altas de la Mata Atlántica en Río Grande del Sur, con dos áreas que tienen dos registros cada una”, en las que hay unidades de conservación protegidas como Itaimbezinho y São Francisco de Paula.
Pocos pero buenos
Diego Queirolo concuerda en que no parece haber poblaciones viables para el sur de Brasil y Uruguay, aunque señala como gran interrogante lo ocurrido en Cerro Largo en 2006, cuando cazadores observaron a dos aguarás y mataron a uno. Los análisis genéticos de los restos del ejemplar abatido y de una feca encontrada en el lugar demostraron que se trataba de un padre y su hijo.
“Yo creo que los aguarás que terminan llegando a Uruguay son los que no tienen territorio, que recorren un montón de kilómetros. Pero los juveniles no caminan tanto. Y si hay un padre con un hijo, hay una madre por allí. Entonces, quizá hablamos de un padre que tiene un territorio, que no anda dando vueltas. Es posible que se produzca algún evento reproductivo entre dos individuos que se juntan, pero es muy poco probable que haya poblaciones estables”, sostiene.
Diego cree también que la escasísima presencia del aguará en la región puede deberse a otros factores, aunque los modelos de distribución indiquen alta idoneidad. “Hay variables que no entran en el modelo pero que podrían explicar esto en parte. Por ejemplo, la mitad de su dieta son frutas. Cuanto más templado es el ambiente menos disponibilidad de frutas hay, sobre todo en invierno, entonces allí hay una limitante para que no esté más distribuido al sur”, agrega.
En el corazón de su distribución, el aguará está muy asociado a la lobeira, también llamada fruta del lobo, inexistente en el sur. Allí, el aguará cumple un rol de dispersor de las semillas de esta fruta, pero en nuestra región esta función ecológica desaparece. Su escasez en el borde austral de su distribución produce lo que se llama “extinción ecológica”, porque no interactúa en forma significativa con el ecosistema.
Los autores del artículo consideran que otro factor importante para explicar la baja presencia del aguará en la zona es “la caza histórica, que podría haber llevado a cuasi-exticiones locales de las que la especie aún no se recuperó”. La costumbre no es tan histórica, a juzgar por lo que pasó en Uruguay en 1989 y 2006.
Para los investigadores, “un escenario con un número tan reducido de individuos es una gran preocupación para la persistencia de la especie y debería llevar a actualizaciones de las clasificaciones locales del grado de amenaza del aguará guazú”. Con este panorama, ¿es posible hacer algo aquí por la supervivencia de un animal de características tan notables pero tan escaso?
¿Debo ir o quedarme?
El aguará guazú está considerado “casi amenazado” (categoría NT, por near threatened en inglés) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, pero la situación cambia si uno acude a las listas locales de los países. Es “vulnerable” (VU) para la Lista Roja de Mamíferos de Brasil y para la de Argentina, y está “en peligro crítico” (CR) para Río Grande del Sur y Santa Catarina de acuerdo al Libro Rojo de la Fauna Brasileña Amenaza de Extinción.
En Uruguay, la Lista Roja de Mamíferos de Uruguay que está actualmente en evaluación también lo considera “en peligro crítico” y estima que su hábitat seguirá en declive por las actividades productivas.
Además de la disminución de hábitat, el artículo reconoce que el aguará guazú enfrenta otros problemas serios en nuestra región, como la persecución, el atropellamiento en rutas, los conflictos con perros e incluso la posible transmisión de enfermedades por parte de animales domésticos.
“¿Cuántos aguarás guazú quedan en el sur de Brasil y Uruguay? Es imposible saberlo con certeza, pero un número pequeño, menor a 50 individuos, parece razonable. De alguna forma son como fantasmas de las Pampas, vistos esporádicamente luego de largos períodos de ausencia y aparentemente en lugares no relacionados”, señalan los autores. Lo que es claro es que el número es tan pequeño que incluso bajo condiciones ambientales perfectas “llevará décadas para que la población llegue a una situación menos preocupante”.
Recomiendan centrar esfuerzos de conservación en áreas de Brasil que concentran varios registros, como la región central de Paraná, los llamados Campos de Palmas y los cañones del noreste de Río Grande del Sur. En la zona de las Pampas que incluye Uruguay, “la situación es aún más dramática”, un panorama que “podría usarse para enfocar esfuerzos inmediatos de conservación en el futuro próximo”.
Como estrategia de conservación “plausible” que “debería discutirse para recuperar las poblaciones y el rol ecológico del aguará guazú en la región estudiada” proponen el rewilding, es decir, la introducción de ejemplares en el medio silvestre junto con planes de monitoreo y programas educativos. Aun así, advierten que la adaptación de individuos provenientes de otros ambientes debe ser estudiada y que las únicas áreas candidatas para esta práctica son las tierras altas de la Mata Atlántica en el noreste de Río Grande del Sur, que cuentan con áreas protegidas.
Diego Queirolo mira esta alternativa con poco optimismo. “No soy amigo del rewilding, que tiene mucho marketing. Puede parecer muy romántico pero en vez de eso prefiero mejorar las condiciones ambientales y favorecer la presencia de los animales creando corredores, por ejemplo. Además, el rewilding tiene que ser hecho dentro de tierras protegidas amplias, sean públicas o privadas. Uruguay tiene un 1% de tierras en estas condiciones. Entonces, ¿dónde vamos a hacer rewilding?”, reflexiona.
“Con el sistema de áreas protegidas que tenemos, con la política y las ganas ambientales de proteger que tenemos nosotros, no existe ninguna posibilidad de que el aguará se introduzca y mantenga en Uruguay”, dice Diego aludiendo a la pérdida de pastizales debido a las actividades productivas y el cambio de uso del suelo.
El trabajo también hace énfasis en la necesidad de tener un “amplio programa educativo que se enfoque en la importancia de la conservación de la fauna nativa”, porque “sólo comunidades conscientes, medidas fuertes y prácticas de protección pueden permitir que los últimos aguará guazú de Uruguay y el sur de Brasil sobrevivan”.
Haber pasado de los disparos de un arma en Cerro Largo en 2006 a los disparos de una cámara en Salto en 2021 es un paso adelante en la conservación de este cánido en Uruguay, pero parece insuficiente para asegurar la presencia de un animal tan fantástico, capaz de ocultar aún varios de sus secretos pese a moverse en tierras cada vez más intervenidas y degradadas.
Artículo: The last and endangered maned wolves (Chrysocyon brachyurus) from southern Brazil and Uruguay: new records and spatial distribution modeling
Publicación: Studies on Neotropical Fauna and Environment (noviembre de 2023)
Autores: Carlos Kasper, Manoel Ludwig da Fontoura, Magnus Machado, Jorge Cherem, Rodrigo Blumberg, Diego Queirolo, Paulo de Souza, Maria Bretos, Felipe Pessoa, Isabella Ribeiro, Martín Montes y Lucas Gonçalves.
De desconocido a emblema
La aparición del aguará guazú en el predio de una empresa de Salto, que tanta impresión causó en el sereno que logró filmarlo, fue aprovechada por la mastozoóloga Alexandra Cravino para realizar un trabajo de seguimiento que fue presentado en el Congreso Uruguayo de Zoología del 2021 con el título Más allá de la leyenda.
Junto con el virólogo Santiago Mirazo, la bióloga Jennifer González, el veterinario Jorge Cravino y los aportes de algunos colaboradores locales, como Enrique Fletcher (encargado de la empresa) y el propio sereno Víctor Fontora, iniciaron un relevamiento en el área con el objetivo de conseguir más información sobre la presencia de la especie, identificar el entorno ambiental, sus presas potenciales y, último, pero no menos importante, promover un cambio sobre la percepción local y nacional del aguará guazú.
Dedicaron 28 horas diurnas a la búsqueda activa de rastros, 12 horas a recorridas nocturnas con visores térmicos e instalaron 12 estaciones de fototrampeo. El aguará no dijo presente en esas filmaciones (aunque las cámaras de seguridad de la empresa lo captaron la noche de su aparición) pero encontraron ocho lugares con sus huellas, algunas separadas por una distancia de hasta diez kilómetros.
En total, el relevamiento encontró huellas durante un lapso de un mes y medio y permitió ver el tipo de ambientes en el que se movió durante su paso por el lugar, pero probablemente lo más importante de aquel trabajo fue generar un sentido de pertenencia en la zona con la especie. Un póster con una foto del aguará guazú y un poema alusivo de Jorge Cravino adorna hoy la cabina de seguridad de Víctor Fontora. No hay una sola persona en la empresa que desconozca la especie o que no aguarde con ansias su regreso.