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Mulita en Salto. Foto: Pablo G. Fernández (Naturalista uy)

Por primera vez estudian qué comen nuestras mulitas

10 minutos de lectura
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El primer estudio sobre la dieta de la mulita en nuestro país amplía el conocimiento sobre una especie emblemática pero poco investigada y abre también un llamado de atención por el uso de hormiguicidas y otros insecticidas en forestaciones y cultivos de Uruguay.

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Si el lector o lectora rebusca en sus bolsillos o en la mesa de luz, probablemente encontrará una moneda de un peso. Antes de empezar a leer esta nota, le pedimos que mire con atención la figura acuñada en ella, a la derecha del número 1. La palabra “Mulita”, escrita en la parte de abajo de la moneda, parece quitar todo suspenso a la identidad del animal representado, quizá el más emblemático armadillo de nuestros campos. Sin embargo, lo que aparece allí no es exactamente una mulita.

Para empezar, tiene unas 12 bandas en el caparazón, muchas más que las siete de la mulita. Esta discordancia se da de bruces con el propio nombre científico de la especie: Dasypus septemcinctus, que significa literalmente “con siete cinturones”. En Uruguay se ha reconocido recientemente que habita la subespecie Dasypus septemcinctus hybridus, que sería algo así como “pie peludo de siete cinturones híbrida”, en honor a sus características físicas (lo de “híbrida” no es por ser producto de ninguna cruza, sino porque los guaraníes la llamaban tatú mula, debido a que sus orejas grandes les recordaban las de este famoso animal híbrido, según el naturalista Félix de Azara).

La incorrecta representación en la moneda podría deberse a una confusión con alguno de los otros armadillos que habitan Uruguay, pero las características tampoco coinciden. Parece un tatú, pero la cantidad de bandas móviles también difiere (el tatú tiene nueve). El tatú de rabo molle posee 13 bandas pero su aspecto es muy distinto; lo mismo pasa con el peludo, que además tiene sólo seis de estos “cinturones”.

¿Por qué decidimos homenajear a una de las especies más características de nuestra fauna nativa con una representación tan fallida? Enrique González, encargado del Departamento de Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural, encuentra un parecido notable entre la ilustración de nuestras monedas y la foto de un tatú que figuraba en la contratapa de una enciclopedia de animales muy popular hace algunas décadas. “Es muy probable que en vez de consultar a un taxónomo o a un zoólogo buscaran alguna referencia y dibujaran algo parecido, sin atención a los detalles”, supone Enrique.

Enrique González.

Foto: Federico Gutiérrez

Sea cual sea la explicación –Enrique se especializa en mamíferos, no en numismática– lo ocurrido es muy sintomático y también simbólico. Sabemos poco de nuestra fauna, incluso de aquella suficientemente tradicional como para querer convertirla en parte de nuestra iconografía patria. Si estas cosas pasan con la mulita, un animal que prácticamente todo uruguayo conoce, imaginemos cuál es el panorama para la gran cantidad de especies que no tienen siquiera la suerte de figurar en ningún lado.

¿Qué sabemos entonces de la mulita en Uruguay, uno de los cuatro armadillos que viven actualmente en estas tierras? No mucho. Más allá de la información recabada en Argentina y que suponemos extrapolable para nuestro país, en cuanto a artículos científicos hay sólo un trabajo de 2001 del propio Enrique González, sobre las características cuevas que hace esta especie, y otro de 1977 sobre sus mecanismos reproductivos, realizado por el médico y profesor de zoología Fernando Mañé Garzón.

Ahora podemos sumar otro pequeño pero significativo aporte, gracias a la publicación del primer estudio sobre los hábitos alimentarios de esta especie en territorio nacional. La investigación firmada por el propio Enrique González, Grazielle Stumm, de la Universidade de Santa Cruz do Sul (Brasil), Jorge Gallo, del Centro Científico Tecnológico Patagonia Norte (Conicet, Argentina) y Agustín Abba, del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (Cepave) de La Plata, Argentina, sirve de punto de partida para entender el divorcio que hay a veces entre la importancia simbólica que damos a un animal y lo que hacemos realmente al respecto.

Las mulitas sean unidas

Quien parecía conocer algo de las mulitas era José Hernández, el poeta y periodista argentino que creó al gaucho Martín Fierro. En el libro La vuelta de Martín Fierro, el personaje acota en medio de un duelo de payadas: “La mulita pare nones, todas de la misma clase”.

Aunque Martín Fierro tira esta frase casualmente en medio de otros versos, simplemente para provocar a su antagonista, se trata de una observación exacta. La mulita tiene camadas de crías iguales, todos machos o todas hembras, aunque no necesariamente de número impar. Este fenómeno se conoce como poliembrionía, la gestación de crías idénticas que provienen de un único óvulo fecundado. Si Martín Fierro se modernizara, hoy cantaría que la mulita pare clones en vez de nones, para mantener la rima. Este verso fue usado como título en el mencionado trabajo de Mañé Garzón, que estudiaba justamente la poliembrionía en la especie.

La alusión en el Martín Fierro demuestra que esta particularidad de la mulita ya era ampliamente conocida en el siglo XIX. Incluso bastante antes, a juzgar por los escritos del ya mencionado español Félix de Azara, que anduvo a finales del siglo XVIII por el Río de la Plata. En 1801 escribió que era “voz general” que la mulita paría hasta 11 cachorros de un mismo sexo. Lleno de admiración por la “extrañeza de esta circunstancia”, procedió con algo de ansiedad a abrir hembras preñadas para comprobar si era efectivamente así.

No es la única particularidad de este pequeño armadillo típico de nuestros pastizales. También se contagia de la lepra en forma natural, lo que la convirtió en una “fuente importantísima para la investigación de esta enfermedad”, cuenta Enrique. Manipular mucho una mulita no es una buena idea, pero no tanto por la lepra sino por otra enfermedad: la esporotricosis, una micosis subcutánea frecuente en Uruguay que es producida por hongos del complejo Sporothrix y que se contagia mayoritariamente por los arañazos de este animal, cuyas uñas sueñen estar contaminadas por esporas de estos hongos. Muchos cazadores contraen la llamada “enfermedad de las mulitas” al sacarlas de sus cuevas. El aspecto que adquiere la piel por la infección del hongo debería ser un disuasorio efectivo para esta práctica, pero los hechos demuestran que no es suficiente.

Multia en Flores. Foto: Joaquín Lapetina (Naturalista uy)

Las madrigueras de las mulitas fueron justamente el objeto de estudio de Enrique González a finales de la década de 1990, cuando realizó un trabajo de campo en el norte de Florida. Encontró tal cantidad de mulitas en la zona que aprovechó también para recolectar muchas fecas, toda una fuente de dicha para los zoólogos por la gran cantidad de información que aportan (y de probable desazón para quienes los acompañan ocasionalmente y no son especialistas).

Aunque no tenía tiempo para estudiarlas propiamente entonces, las conservó debidamente y las depositó en la colección científica del Museo Nacional de Historia Natural. Allí aguardaron pacientemente hasta que muchos años después la estudiante brasileña Grazielle Stumm comenzó a analizarlas como parte de su pasantía en el museo.

Si será importante conservar bien las muestras en colecciones que ahora, 26 años después de recogida, la caca de aquellas mulitas finalmente está revelando sus secretos. Gracias a ella, vio la luz un trabajo que cuenta por primera vez qué es lo que come esta especie en Uruguay.

De bichos y tierra

Lo que sabíamos hasta ahora de la alimentación de la mulita se basaba en dos trabajos argentinos, en los que se esboza que es un insectívoro oportunista que se alimenta principalmente de pequeños artrópodos con tendencia a la mirmecofagia (o sea, al consumo de hormigas). Bajo la orientación de Enrique y sus colegas, Grazielle se abocó a la sacrificada tarea de analizar los excrementos para comprobar qué comen efectivamente las mulitas en Uruguay, o al menos en la zona de la que provenían las muestras.

Las heces ya habían sido clasificadas según su grado de compactación en dos categorías: las más “terrosas”, con gran cantidad de tierra y con pocos fragmentos visibles de artrópodos, y las que contenían mayormente restos de insectos, más quebradizas y livianas.

Los restos de artrópodos de cada feca fueron separados por similitud de estructura y se identificaron hasta el máximo nivel taxonómico posible “en base a bibliografía, consultas a especialistas y comparación con material de colección”, indica el trabajo.

Multia en Maldonado. Foto: Sofía González (Naturalista uy)

Se encontraron un total de 16.128 estructuras pertenecientes a insectos y arácnidos correspondientes a ocho órdenes y 12 familias. De los fragmentos de animales identificables, las estructuras más abundantes fueron de la familia Formicidae (hormigas), seguido de Scarabaeidae (escarabajos). “Sin embargo, las frecuencias de ocurrencia más altas correspondieron a la familia Scarabaeidae (100%), que se encontró en todas las heces”, señalan los investigadores. Aunque se hallaron en menos número que las hormigas, significaron la representación más alta de biomasa consumida.

Luego le siguieron los curculiónidos (familia de coleópteros que incluyen gorgojos y picudos) con 93,3% y después las hormigas y los ortópteros (familia que incluye a grillos, saltamontes y langostas) con 60%.

Además de confirmar la preferencia por los escarabajos y por las hormigas (aunque en este último caso de forma más oportunista), el trabajo aportó algunos datos novedosos sobre la dieta de la mulita. “Lo que no se conocía es la cantidad de tierra que come la mulita. Asumimos que debe provenir de los hormigueros, ya que sus dientes son tan pequeños que no puede hacer una separación de alimentos”, cuenta Enrique. Como bien aclara el trabajo, probablemente se trate de “partículas ingeridas casualmente”, al ser parte del entorno en el que encuentran su comida.

Sobre el final, los investigadores sugieren realizar estudios adicionales que incluyan “información estacional, de oferta del ambiente y comparaciones entre diversas zonas geográficas para obtener un conocimiento más amplio de la dieta de este armadillo”.

Saber qué come la mulita es tan importante como cualquier otro conocimiento de ciencia básica, igual que entender como se reproduce, cuál es su distribución o su información genética, pero en este caso puede tener también implicancias en materia de conservación.

Trabajo de hormiga

La confirmación de que una parte importante de la dieta de las mulitas está constituida por hormigas es un llamado adicional de atención en zonas del país con predios forestados, donde se aplican hormiguicidas en las primeras fases de las plantaciones. Esta es una amenaza ya señalada para mamíferos mirmecófagos –por lo tanto, más especialistas en su dieta y con predilección casi absoluta por las hormigas– como el tamandúa. No sólo porque el uso de estos productos podría implicar una reducción del alimento disponible, sino también por la posibilidad de que sus consumidores se transformen en bioacumuladores de toxinas. “Tenemos datos de paisanos que nos han comentado de gran mortandad de mulitas en momentos de aplicación de insecticidas de las cosechas”, señala Enrique.

Para Enrique hay que estudiar qué insecticidas se aplican a distintos cultivos, como de soja, girasol, trigo, etcétera, para ver “en qué medida afectan a especies que forman parte de la dieta de la mulita y ver si eso tiene algún efecto en su abundancia en departamentos del país sometidos a distintas modalidades de producción”.

Es posible que la mulita no se vea tan afectada por este problema en las forestales, pero no por algo positivo sino porque sencillamente es difícil que aparezca allí. La modificación de uso del suelo para las plantaciones de eucaliptos y pinos parece “correr” a esta especie, como sugieren los trabajos de Alexandra Cravino.

Mulita en Rocha. Foto: Leo Lagos (Naturalista uy)

La Lista Roja de Mamíferos de Uruguay, actualmente en evaluación, señala expresamente estos dos puntos: los reportes locales que indican que el uso de veneno para hormigas en predios forestales “produce importante mortandad de mulitas”, y que la forestación “afecta la conectividad y la abundancia a nivel local”.

No son los únicos problemas que enfrenta el animal que adorna orgullosamente -aunque en forma anatómicamente incorrecta- nuestra moneda de un peso. La propuesta de la Lista Roja es categorizarla como Cercana a la Amenaza (NT por las siglas en inglés de la expresión Near Threatened), ya que “se infiere una reducción del tamaño poblacional de un 30% considerado seis años hacia el pasado y seis hacia el futuro por reducción de la extensión de presencia y/o calidad del hábitat”.

La tendencia poblacional de la especie en Uruguay, agregan, sería a la baja. Tal cual señala Enrique González, su distribución es muy amplia pero con abundancias muy diferentes según el territorio. Desapareció de la región metropolitana y es escasa en general en el sur (especialmente en el suroeste).

Esto se debe en buena parte a que los ambientes que habita, como pastizales y praderas sometidas a pastoreo, están sufriendo modificaciones a causa de la intensificación de la producción, pero también por la acción de otros factores. Por ejemplo, la depredación por parte de perros, el atropellamiento en rutas y la caza sin control (está prohibida por la Ley de Fauna pero es una práctica tradicional en muchas partes del país). “Dado que es afectada por las mismas amenazas en la región y debido a su reducida capacidad de dispersión, se considera improbable que exista efecto rescate desde países vecinos”, señala el texto tentativo de la Lista Roja.

A nivel global también se la considera Cercana a la Amenaza “dado que se estima que sus poblaciones se habrían reducido entre 20 y 25% entre 2002 y 2014 debido principalmente a la pérdida de hábitat y a la caza”, apuntan los investigadores en su artículo.

La evaluación de especies prioritarias para la conservación desarrollada en Uruguay en 2013 la consideró amenazada, prioritaria para la conservación y de interés para uso sustentable. Este último punto se debe a que, al igual que otros armadillos a lo largo de su distribución en las Américas, la mulita ha sido usada frecuentemente por las comunidades locales como fuente de proteínas. El problema es que en Uruguay desconocemos si su extracción de los ambientes naturales se efectúa a un ritmo que sea sustentable, más allá de que legalmente no debería realizarse.

El ataque a los clones

“Podría ser aprovechada en forma sustentable por las comunidades. El problema es que se la caza sin control y además enfrenta algunos de los problemas mencionados, como los perros sueltos o la sustitución de sus ecosistemas por praderas artificiales y plantaciones, entre otras cosas”, advierte Enrique.

“Si bien hoy hay caza de mulitas para alimentación humana, no hay políticas de uso y conservación, ni monitoreos de campo para ver cómo están las poblaciones. Si bien no sabemos bien qué está pasando, sin duda la caza debe haber contribuido a su reducción poblacional en la gran mayoría del país”, agrega.

Para el especialista en mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural, hay algunas señales de atención respecto de la conservación de la mulita, nuestro armadillo más comprometido luego del tatú de rabo molle. Es mucho lo que podría hacerse para evitar su declive y poco lo que puede realmente llevarse a cabo por problemas de recursos.

Por ejemplo, tratándose de una especie con densidades tan variables según las características del ambiente y las presiones que sufre, un análisis de conservación debería tener en cuenta lo que pasa en cada uno de los 19 departamentos y no en el promedio. Enrique opina que también sería deseable hacer estudios de presión de caza en territorios bien definidos, que permitan sacar conclusiones sobre sus efectos en la abundancia de la especie.

Deseable no es realizable. Si en toda nuestra historia como país sólo pudimos producir tres publicaciones científicas sobre uno de nuestros animales más emblemáticos y reconocibles, parece poco probable que se destinen recursos a esfuerzos de este tipo, por necesarios que sean para garantizar el futuro de la mulita. La fallida representación de esta especie en nuestras monedas tiene también otras lecturas metafóricas: todo indica que Uruguay está dispuesto a poner la mulita en el peso, pero no el peso en la mulita.

Artículo: Aportes al conocimiento de los hábitos alimentarios de la mulita pampeana (Dasypus septemcinctus hybridus) en la República Oriental del Uruguay
Publicación: Notas sobre mamíferos sudamericanos (2023)
Autores: Graziele Stumm, Jorge Gallo, Agustín Abba y Enrique González.

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