Esta historia comienza en un lugar absurdo. Aunque trata sobre el impacto de la forestación en los mamíferos de mediano y gran porte de Uruguay y sobre la investigación que una especialista acaba de publicar al respecto, no da inicio en la Facultad de Ciencias, en una forestal, en algunos de nuestros pastizales naturales o en la propia casa de la entrevistada, sino en una mimbrería de Montevideo.
Los únicos mamíferos de mediano porte que hay en el sitio pactado para la entrevista son quienes lo atienden y la responsable de tan curiosa elección: la bióloga Alexandra Cravino, quien seleccionó el lugar del encuentro quizá por motivos de tiempos y necesidad, o por el simple deseo de ilustrar cómo el monitoreo de nuestros mamíferos requiere de ideas nuevas y originales, o cómo fuerza a los investigadores a pensar fuera de la caja.
La bióloga llega a la entrevista con una esfera de ratán decorativa y pide a los dueños de la mimbrería que le hagan otras cuarenta con instrucciones muy específicas: deben estar todas tejidas (sin huecos entre las tiras de ratán) y con un solo agujero. No las quiere para ambientar el fondo de su casa o un boliche en la playa, sino para que oficien de nidos artificiales para un ratón, algo que a esta altura ya no sorprende demasiado a los dueños de la mimbrería. No es la primera visita de Cravino, lo que explica que los comerciantes tengan incluso un pequeño cuadro con la foto del ratón dentro de una esfera de ratán colocada en un árbol.
Alexandra está monitoreando al ratón de hocico ferrugíneo (Wilfredomys oenax), un roedor muy raro y difícil de encontrar, pero que pudo hallar en un bosque pantanoso dentro de un predio forestal que visita hace años. El ratón parece haberse aficionado a esos nidos falsos, que Cravino intenta “naturalizar” lo más posible camuflándolos con barbas de chivo y hojas de árboles nativos. Gracias a ellos pudo registrarlo varias veces en las cámaras trampa que colocó en el lugar.
Evidentemente, el ratón de hocico ferrugíneo no es un mamífero de mediano o gran porte, pero que Alexandra Cravino haya elegido indirectamente su historia como punto de partida resulta un golpe de efecto útil. Explica su necesidad de buscar soluciones originales y la tenacidad que demuestra desde hace casi diez años para contar, cámaras trampa mediante, qué está ocurriendo con nuestros mamíferos ante el avance de la forestación.
Una película y no una foto
Alexandra Cravino estudia lo que ocurre con la fauna dentro de terrenos forestales desde que se iniciaron los primeros convenios entre Montes del Plata y la Universidad de la República con el objetivo de evaluar la riqueza de fauna y flora dentro de potenciales áreas de alto valor de conservación en los predios de la empresa.
Su trabajo allí derivó en una tesis de maestría y luego otra de doctorado –que acaba de finalizar– en la que evalúa los efectos, oportunidades y amenazas que las plantaciones forestales imponen a los mamíferos de Uruguay.
Es un trabajo necesario teniendo en cuenta los niveles notables de expansión de la forestación en la región. De los menos de 2.000 km2 forestados que se registraban antes de la década de 1990 en nuestro país, pasamos a más de 12.000 km2 en 2019, un avance que en 30 años implicó la transformación de muchas áreas naturales, semi naturales o productivas (dedicadas a otros usos) en plantaciones monoespecíficas de eucaliptos o pinos.
Para la mayoría de los humanos que circulan por el país estos cambios no son más que variaciones del paisaje. Para aquellos que ven a los pastizales como tierras abandonadas o degradadas, desconociendo los servicios ecosistémicos que brindan y la gran biodiversidad que albergan, el pasaje a la forestación es incluso algo natural o deseado, como si el destino obvio de los pastizales fuera dar pie a la agricultura o los árboles. Para los animales que habitan nuestras tierras, sin embargo, estos son cambios drásticos, equivalentes a convertir el pueblito de una campiña en una ciudad con edificios exactamente iguales. Para algunas especies es imposible persistir en el nuevo entorno, para otras implican nuevos desafíos y para unas pocas representan una gran oportunidad. Los árboles altísimos y ordenados que caracterizan a los predios forestados, sin embargo, no surgen de un día para el otro.
“Cuando hice el pasaje a doctorado me di cuenta que no estábamos mirando todo el panorama en realidad, que estábamos observando a la forestación como una escena estática”, cuenta Cravino, ya fuera de la mimbrería y en la comodidad de su hogar. Generalmente en el ciclo forestal se analiza sólo la fase de la plantación adulta, cuando los eucaliptos o pinos ya están crecidos, en fila y con el suelo limpio, excepto por la hojarasca de los árboles. “En realidad la forestación es una película que vuelve a empezar, es un ciclo, entonces nos estábamos quedando con una porción muy poco representativa de todo lo que pasa desde que las empresas plantan hasta que cosechan”, prosigue Alexandra.
¿Qué ocurría entonces con los mamíferos en las distintas fases de las plantaciones? En el primer ciclo de la forestación, por ejemplo, el área plantada tiene un aspecto más “arbustivo”, pero a medida que los árboles crecen se acerca a la complejidad estructural de un bosque nativo, con sotobosque y cobertura de ramas de baja altura. Cuando el follaje empieza a entrelazarse a mayor altura, menos luz del sol llega al piso y la plantación se va transformando en un bosque homogéneo de dosel cerrado y sin vegetación a nivel del suelo o estratos intermedios.
Picada por la curiosidad, Alexandra decidió entonces estudiar lo que ocurría con los mamíferos de mediano y gran porte en cuatro fases distintas del ciclo forestal, lo que implicaba algunos desafíos. “El tema es que no podés estar 10 o 15 años muestreando para ver cómo crece el mismo árbol, al menos si no querés que tu tutor te eche. Tampoco podés moverte mucho geográficamente para cubrir distintos momentos del ciclo forestal a lo largo y ancho de Uruguay, porque las condiciones cambian de acuerdo a la región y al ecosistema que te rodea. Entonces necesitábamos un sitio que cumpliera con la condición de tener todas las etapas del ciclo forestal a la vez y en condiciones geográficas similares”, apunta Alexandra. No tuvo que recorrer mucho. Encontró lo que buscaba en Santo Domingo, predio de Montes del Plata en Paysandú, donde llevó a cabo un minucioso trabajo con los biólogos Juan Andrés Martínez-Lanfranco y Alejandro Brazeiro (su tutor).
Entre cuadrúpedos y bípedos
Por incansable que sea y por mucho que trajine todo el país haciendo monitoreos, Alexandra no podía observar lo que ocurre con los mamíferos en las forestaciones sin ayuda de la tecnología. Se propuso entonces colocar cámaras trampa de forma sistemática en todos los ambientes de su interés a lo largo de un período de dos años.
Estos ambientes incluían cuatro fases distintas del ciclo forestal que dividió de este modo, con base en los cambios estructurales provocados por el crecimiento de las plantaciones: edad 1 (árboles de cero a dos años), edad 2 (de dos a cuatro años), edad 3 (cuatro a siete años) y edad 4 (de siete a diez años). Su plan original fue instalar cuatro cámaras en cada una de estas fases y el mismo número en cuatro ambientes nativos: humedal, palmar, bosque parque y bosque ribereño. No tuvo en cuenta el accionar de otros mamíferos de mediano a gran porte: los cazadores, que robaron tenazmente varias de sus cámaras y la obligaron a cambiar el diseño del trabajo.
“De pronto en el palmar pasaron a quedar tres cámaras y luego dos, y en el bosque parque también dos y así sucesivamente”, se lamenta Cravino. Finalmente, optó por descartar el estudio específico de algunos ambientes nativos y terminó usando los datos de 26 cámaras: 16 en la forestación (cuatro para cada fase), ocho en bosques nativos (agrupando las cámaras de bosques ribereños, bosque parque y palmares) y dos en humedales (las “sobrevivientes” de ese ambiente). Los cazadores furtivos, no satisfechos con afectar directamente la fauna local, también están perjudicando a quienes la investigan al agregar un nuevo sesgo a sus trabajos.
Cravino y sus colegas analizaron también la estructura vegetal de cada uno de los puntos estudiados y la distancia a la que se hallaban de otros ambientes (por ejemplo, de los ecosistemas nativos). Luego, usaron modelos estadísticos para analizar la diversidad de mamíferos captada por las cámaras durante el período de estudio en tres niveles: gamma (más general, que comparó las especies halladas en todo el ciclo forestal y en ambientes nativos), alfa (más local, que analizó lo visto cámara a cámara y las características de cada punto de estudio) y beta (que estudió las diferencias de la composición de especies halladas en las cuatro etapas del ciclo de las plantaciones forestales y en los ambientes nativos).
Antes de analizar los resultados, los investigadores tenían ya formulada una hipótesis. “Sabiendo que la plantación es un ciclo, que era lo que no estábamos mirando hasta ahora, claramente habría cambios estructurales que podían derivar en entornos más o menos complejos. Quisimos ver si alguna etapa era comparable a ambientes nativos, todo esto estructuralmente porque en diversidad de leñosas y vegetación teníamos una sola especie en la forestación analizada, el eucalipto. Consideramos que cuanto más heterogénea o compleja fuera la etapa de la forestación, mayor sería la diversidad potencial de mamíferos”, explica Cravino.
Ver el bosque y no el árbol
Los investigadores obtuvieron en total 3.548 registros independientes de mamíferos, correspondientes a 16 especies. 1.788 de los registros son de especies nativas (13 en total) y 1.760 de especies exóticas (jabalí, ciervo axis y liebre). La mitad de los registros fueron obtenidos en humedales, pese a que allí se colocaron sólo 8% de las cámaras. Dentro de los ciclos de forestación, la edad 2 fue por lejos la que obtuvo más registros, con 456.
En cuanto a cantidad de especies, la mayor diversidad en los ciclos de la forestación también fue para la edad 2 (11 especies), luego la edad 3 (seis especies), la edad 4 (cuatro especies) y finalmente la edad 1, en la que se registró una sola especie (ciervo axis). El total estuvo de todos modos por debajo de la diversidad que presentaban los ambientes nativos (15 especies en total), aunque la edad 2 fue la que mostró mayor coincidencia en la composición de especies con los bosques nativos.
Dentro del ciclo forestal la edad de los árboles fue la variable más importante, pero no la única; mientras mayor era la distancia de las cámaras de los bosques nativos, menor era la diversidad de mamíferos.
Con respecto a la composición de especies, dentro de la plantación forestal predominaron sobre todo las exóticas y las especies nativas generalistas. Por ejemplo, en los parches forestados con los árboles ya adultos (la edad 4) sólo se registraron ciervo axis, liebre, el jabalí y zorro de campo. En la edad 2, que es la más parecida estructuralmente al bosque nativo, sí se observaron con frecuencia otras especies nativas, como tatú, zorrillo, mano pelada, zorro de monte y peludo. Otros animales, sin embargo, mostraron una fuerte correlación sólo con ambientes nativos, como el gato montés, el carpincho y el coatí (que en realidad fue reintroducido por la propia forestal en esa zona). Los cazadores también, a juzgar por sus apariciones en las cámaras de los distintos ambientes.
“Un detalle no menor es que no tenemos mamíferos especialistas de pradera identificados entre este combo de especies que hay en la forestación, ni tampoco herbívoros más estrictos”, advierte Cravino. Por ejemplo, en ninguna de las edades de las forestaciones aparece la mulita, habitante común de nuestros campos. Y en ninguno de los predios, ni forestados ni nativos, se registró la presencia del guazuvirá.
“En un país en el que predomina el ecosistema de pastizales, pero toda la actividad productiva se desarrolla en ellos, creo hay que aceptar que eso es lo primero que se va a perder: los especialistas de pastizal. Lo hemos dicho muchas veces. Esto va a pasar con la forestación, con la agricultura, con la minería extensiva”, se lamenta. Es una conclusión que va en línea con [trabajos recientes sobre los impactos de la forestación en aves, realizados por Juan Andrés Martínez-Lanfranco.
“En resumen, una primera conclusión es que los bosques nativos siguen estando más arriba en materia de diversidad que cualquier otro ecosistema que hayamos mirado; luego le siguen los humedales y después la forestación, pero especialmente la edad 2, que es la que estructuralmente se parece más a los bosques nativos y empieza a compartir especies con ellos”, apunta Alexandra.
Lo de los bosques nativos nadie lo dudaba, pero lo interesante y significativo es el nivel de diferencia entre las edades del ciclo forestal, y la influencia que ejerce la distancia de los bosques nativos. Las cámaras ubicadas en forestaciones adultas que estaban más cerca de bosques nativos, por ejemplo, mostraban mayor cantidad de especies y con un ensamblaje más rico que las más alejadas. “La forestación por sí sola no puede mantener la diversidad. Nuestros resultados indican que posiblemente los bosques son fuentes de especies, y por lo tanto mantener un paisaje forestal con una diversidad relativamente alta de mamíferos está completamente vinculado a que haya ecosistemas nativos cerca”, explica.
Como vimos, también influye la fase del ciclo de forestación. “Si tenemos grandes extensiones con una sola edad, con una complejidad estructural y manejo forestal totalmente parejo a lo largo de todos los rodales, de alguna forma reducimos las chances de los animales de desplazarse libremente por el paisaje”, reflexiona Alexandra. Es ahí donde las conclusiones de su trabajo pueden incidir directamente y ayudar a minimizar la pérdida de diversidad.
Viva la diferencia
En sus conclusiones, los investigadores, como ya habían señalado, vuelven a decir que el trabajo deja en evidencia que las forestaciones “no son desiertos verdes”, como se las ha llamado globalmente por distintos investigadores, ya que 69% de las especies de mamíferos de mediano y gran porte fueron registradas en este hábitat. Sin embargo, muestran que sí hay diferencias significativas al evaluar las edades del ciclo forestal por separado y al considerar los ecosistemas nativos circundantes.
En las edades 2 y la 3, que son las que registran mayor diversidad de mamíferos dentro del ciclo forestal, las plantaciones jóvenes ofrecen mayor cobertura, material de forrajeo y refugio, además “de una percepción de seguridad”, destacan los investigadores.
Esto no es lo que predomina en la etapa adulta de forestaciones, sino arboles altos con poco sotobosque y pocas ramas bajas. “Esta homogeneidad puede contrarrestarse manteniendo paisajes forestados de diferentes edades, como se vio en este trabajo. Esta variación y su persistencia a través del espacio y el tiempo pueden ayudar a facilitar la permanencia a largo plazo de las especies, al permitirles moverse a través de un paisaje cambiante. La heterogeneidad de las forestaciones incrementaría la diversidad de mamíferos terrestres y proveería más recursos para el mantenimiento de especies generalistas y de bosques. En caso de que esto no sea una opción, mejorar la heterogeneidad con acciones de manejo locales, como promover vegetación nativa entre y dentro de los rodales, sería una alternativa útil que ha funcionado en la región”, concluyen los autores. Por decirlo de otro modo, nos advierten que precisamos un poco de intercambio generacional en los eucaliptos, que grupos de adolescentes y adultos se mezclen más en el paisaje.
Para los especialistas de pastizal, sin embargo, esto no es suficiente. Ellos necesitan que se mantengan parches de pastizales naturales a nivel de paisaje en las forestaciones, “aunque la cantidad de área necesaria que se requiere para que persistan los mamíferos especialistas es todavía una cuestión abierta”, concluyen.
“Esto es lo más importante que vimos. Es necesario mantener buenos corredores –que podrían ser los cortafuegos u otros componentes ambientales, por ejemplo– para conectar parches nativos y dejar también un mosaico de edades que te permita tener esta variación. O sea, no pasar de todo a nada”, dice Alexandra.
“Entiendo que puede ser una complejidad para la planificación en algunas plantaciones, pero no necesariamente tiene que ser dentro de la misma empresa. Se puede hacer un trabajo conjunto entre vecinos, digamos, que genere un mosaico y mayor heterogeneidad ambiental a escala paisaje. Al menos eso podría dar a los mamíferos más oportunidades de recursos y de encontrar parches habitables en caso de tener que desplazarse o de ocurrir una perturbación”, agrega.
Todas estas medidas, advierte Cravino, implican una coordinación y discusión entre empresas forestales. Pero “si queremos mantener lo más posible la diversidad de mamíferos de mediano y gran porte que tenemos precisamos pensar un manejo distinto que apunte a su conservación a mediano y largo plazo”, concluye. En algunos casos, aclara, estos mosaicos de distintas edades de las plantaciones se dan naturalmente, como ocurre en Santo Domingo, pero a gran escala requieren planificación. Los ambientes que necesitan varias de estas especies, lamentablemente, no se pueden encargar a medida en mimbrerías comprometidas con la conservación de nuestra fauna.
Artículo: Community structure of medium-large mammals across a tree plantation cycle in natural grasslands of Uruguay
Publicación: Forest Ecology and Management (diciembre 2022)
Autores: Alexandra Cravino, Juan Andrés Martínez-Lanfranco y Alejandro Brazeiro.