El mundo en que vivimos está lleno de contradicciones. No hacen falta ni diseños experimentales intrincados ni artículos científicos para hacerse una idea, sino que alcanza con haber vivido un tiempito en él.
Por ejemplo, en abril de 2020, cuando el país atravesaba la pandemia, el gobierno defendía lo que sostenían muchos de los artículos de la ley de urgente consideración (LUC). En aquel entonces en el proyecto de ley remitido por el Ejecutivo se incluían artículos que modificarían cómo los terrenos deberían ingresar al Sistema Nacional de Áreas Protegidas. En la LUC se proponía entonces volver a criterios anteriores: los propietarios de los terrenos a ingresar a las nuevas áreas deberían o bien dar su “expresa voluntad” o, en caso contrario, el Estado debería expropiarles sus padrones.
El articulado sobre las áreas protegidas de la LUC suscitó diversas críticas, tanto de la academia como de la sociedad civil, por lo que el presidente, Luis Lacalle Pou, hizo declaraciones al respecto. “Si nosotros vamos a áreas protegidas de demasiada extensión, primero no las vamos a hacer cumplir con toda la normativa, y termina siendo injusto para los pobladores de la zona”, sostenía el presidente, que luego agregó su preferencia por “tener zonas de menor dimensión pero que cumplan a cabalidad con lo que debe ser un área protegida”. Más allá de que finalmente los artículos sobre las áreas protegidas fueron quitados durante el tratamiento parlamentario de la LUC, todo indicaba entonces que para el mandatario y su gobierno la idea era reducir y no ampliar las áreas. Sin embargo, en enero de 2022 el presidente y otras autoridades se mostraron entusiasmados con la posible incorporación de tres islas del río Uruguay a las áreas protegidas del país. En este caso, este sumar tierra era consecuencia de la donación de un millonario y filántropo extranjero -Gilbert Butler de la Butler Conservation Inc.- y no parte o resultado de una política de Estado sobre la conservación y el ordenamiento del territorio.
Para nuestro país la iniciativa en las islas del río Uruguay podría parecer novedosa o estar en sincronía con algunas visiones del gobierno -¡bienvenidos los malla oro que quieran conservar!-, pero lo cierto es que el fenómeno no es nuevo en la región. En Argentina y Chile hace tiempo que fundaciones privadas, que manejan importantes sumas de dinero, compran tierras para que luego pasen a ser parques nacionales y emprenden distintos proyectos de conservación. Uno de los casos más conocidos es el de la organización creada por los filántropos estadounidenses Douglas y Kristine Tompkins, cuya filial argentina ahora se denomina Fundación Rewilding Argentina, que está tras la donación de grandes extensiones de tierra en la zona de Esteros del Iberá, en Corrientes, y que tiene como una de sus grandes cartas de presentación su proyecto de cría y reintroducción en la naturaleza del jaguar, entre otros mamíferos carismáticos amenazados en Argentina.
Hablando de contradicciones, uno puede tener las mejores de las intenciones a la hora de pensar en la conservación de la biodiversidad y en tratar de diseñar e implementar planes para protegerla. Sin embargo, eso no implica que esas buenas intenciones justifiquen por sí y ante sí todo lo que uno hace o que los resultados obtenidos o por obtenerse sean los que se persiguen. Por otro lado, siempre puede haber otras personas que piensen que lo que uno hace se podría hacer de otra forma. Siendo la biodiversidad patrimonio de todas y todos, escuchar distintas voces no sólo es deseable sino necesario. Entre todas esas voces, está la de las investigadoras e investigadores, académicos y expertos en la conservación, quienes, además de tener derecho a expresar su opinión sobre la temática, pueden contar además con evidencia, datos y diversos marcos teóricos. Si bien es dudoso que lo que no nos mata nos fortalece, lo que es cierto es que lo que no se discute nos empobrece.
Justamente, dar su visión sobre la corriente del rewilding, cuya mejor traducción sería el neologismo reasilvestramiento, y su implementación en Argentina, fue lo que hizo un grupo de 125 autores al publicar el artículo Reflexiones acerca del “reasilvestramiento” en la Argentina en la revista Mastozoología neotropical que ya reportamos en esta sección. Con honestidad intelectual, citando trabajos, pero también, como indica el título, reflexionando, el más de centenar de autores del trabajo, dentro de los que se encuentran científicas y científicos de Uruguay, deja por escrito en una publicación que trata sobre mamíferos qué tan exitosos, deseables, efectivos y basados en evidencia son los planes de reintroducción de mamíferos para recomponer ecosistemas donde, por culpa de la actividad humana u otras razones, ya no están. Por más detalles, pueden leer la ya mencionada nota publicada por la sección Ciencia de la diaria o leer directamente el trabajo
El artículo hubiera sido uno más de los tantos que se publican a diario y hubiera sido leído y valorado por las personas que están en esas temáticas (dentro de quienes estamos quienes trabajamos por contar la aventura científica a otras personas). El asunto es que Reflexiones acerca del “reasilvestramiento” en la Argentina ya no es ni será un artículo más. Lo que lo hace excepcional no es lo que dicen los 125 autores –valioso, claro está- ni lo que dejan de decir, sino una insólita, desafortunada y desproporcionada reacción de la Fundación Rewilding Argentina que se dio a conocer el 7 de julio. Vayamos a eso.
Una reflexión que no gustó
En un comunicado emitido por la propia fundación, titulado Rewilding, investigadores, xenofobia, fake news y ciervos, se describe cómo se fueron dando “los hechos”. Es así que se señala que “recientemente un grupo de investigadores mayoritariamente argentinos publicó un artículo titulado Reflexiones acerca del reasilvestramiento en Argentina (Guerisoli et al. 2023)”.
Tras aclarar que “estos investigadores prefieren llamar reasilvestramiento al rewilding”, algo que no aporta demasiado ya que la publicación donde salió la nota, a diferencia de otras revistas científicas, está toda en español, también consideran de la Fundación Rewilding Argentina que es “importante aclarar que este artículo no es un trabajo científico, sino una nota de opinión. Esto significa que el escrito no atravesó el proceso de revisión por pares, es decir, otros investigadores, previo a su publicación”. La aclaración tampoco es demasiado necesaria, porque dado que el título comienza con la palabra “reflexiones” es poco probable que alguien piense que se trata de algo distinto a lo que es. De todas formas es una reflexión compartida entre más de una centena de investigadores, en la que seguramente el texto fue escrito por un grupo y revisado, comentado y mejorado por el resto, lo que no implica tanto que sea más o menos válida -pensar que por decirlo 100 es más válido que algo que digan 50 sería un sesgo nada científico- , sino que refleja algo que preocupa a un grupo considerable de personas.
El texto de Rewilding Argentina luego pasa a desacreditar a los firmantes de las reflexiones: “tampoco los firmantes son ‘cerca de 120 científicos especialistas en el tema’”, señalan citando a una de las autoras principales del trabajo, y acotan que “entre los que aportaron su firma hay personas que no producen ciencia, colegas que no trabajan en conservación y becarios iniciando su carrera”. La idea de que alguien no pueda reflexionar al estar iniciando su carrera no aparece referenciada en ningún trabajo científico publicado, como tampoco que no pueda hacerlo quien no está actualmente produciendo ciencia -¿eso se mediría en publicaciones?, ¿publicar una reflexión sobre cómo conservar la biodiversidad no es hacer ciencia?- o tampoco aquellos que en su recibo de sueldo no figure que quien paga es una entidad que se dedica a la conservación. Quien aun así quiera ver quiénes firman, en qué instituciones están y desde qué lugares reflexionan, puede consultar el archivo con las distintas filiaciones aquí. Eso sí, una buena reflexión no es aquella concebida porque alguien trabaja en un lugar, sino por la riqueza de lo reflexionado (ejemplos abundan de premios Nobel muy equivocados y la filiación en los artículos científicos tiene más que ver con explicitar desde dónde se investiga que con dar validez a lo que esos investigadores sostengan).
La Fundación Rewilding Argentina procede luego a tratar de que 125 firmantes se vea como una cantidad pequeña: “los cinco autores principales de Guerisoli et al. invitaron para la firma de esta nota de opinión a 351 colegas, pero 65% de los invitados declinaron apoyar con su firma la nota”, sostienen. Que 35% de cualquier conjunto grande de personas coincida no sólo con los argumentos de fondo de un texto, sino también con cada una de las palabras que en él figuran, no es algo despreciable. Sucede que los humanos tenemos matices y diferencias. Y el no poner nuestra firma en un texto colectivo tampoco quiere decir que estamos rechazando de plano cada una de las cosas que allí se diga. La ausencia de evidencia -no sabemos lo que piensan quienes no firmaron- no es evidencia de ausencia -su no firma no es un dato que nos permita afirmar que no apoyan algunas o todas las reflexiones allí vertidas-.
El texto luego sí va al meollo del asunto. “En su nota, Guerisoli et al. consideran que su contribución está dirigida a enriquecer el debate sobre el rewilding como herramienta de restauración ecológica, pero sólo se dedican a descalificarla”, sostienen, agregando además que “la nota está redactada en forma agresiva y parece tener como real objetivo desacreditar el trabajo de Rewilding Argentina”. En el artículo de las reflexiones, en cambio, se dicen cosas que parecen mostrar que más que una descalificación se están señalando aspectos que, para los firmantes, podrían mejorarse. Por ejemplo, el artículo que molestó a la Fundación dice que “quizás muchas de nuestras preocupaciones se disiparían si los distintos programas de reasilvestramiento que se llevan a cabo en la Argentina plasmaran estos aspectos en informes y/o artículos científicos, lo cual pareciera no ocurrir, al menos públicamente”. “Por último, la nota abunda en preguntas retóricas que impiden un debate abierto y fluido”, plantean desde la fundación de reasilvestramiento, mostrando que, de haber redactado ellos la reflexión, no hubieran apelado a esas figuras.
En un texto aparte, Sofía Heinonen, Sebastián Di Martino y Emiliano Donadio, los tres de la Fundación Rewilding Argentina, comparten sus reflexiones sobre las reflexiones acerca del reasilvestramiento en Argentina. Para esas reflexiones se aplican casi los mismos argumentos que desde la fundación emplearon para descalificar a la que los molestaron: no es un texto revisado por pares, es agresiva (por ejemplo, dicen “descalificar, tergiversar y descontextualizar los modos del activismo antirrewilding”) y tiene sesgos, para empezar el de ser parte interesada, en afirmaciones como que “el rewilding es una herramienta poderosa para restaurar” y que, citando a un autor de su agrado, “el mayor impedimento para implementarlo es la falta de voluntad para imaginarlo”, o a título personal, “también para discutirlo seriamente”. Más allá de eso, un ida y vuelta entre críticos y defensores del rewilding sería algo positivo. El asunto es que la fundación fue un poco más lejos.
Intimación y amenaza de juicio
El texto de la Fundación Rewilding Argentina luego narra la sucesión de hechos que emprendió ante al artículo de reflexiones. “El 14 de mayo de 2023 requerimos por escrito a la editora de la revista Mastozoología Neotropical que discuta con Guerisoli et al. la posibilidad de corregir las citas erróneamente atribuidas al libro Rewilding en la Argentina”, reportan, algo que parece razonable. “Guerisoli y coautores reconocieron sus errores y elaboraron una fe de erratas”, dicen luego, algo que también parece razonable. Pero después, la tormenta.
“Lamentablemente, Guerisoli y coautores se negaron a modificar la sección de su nota de opinión donde, a partir de una cita errónea, definen el trabajo de Rewilding Argentina con las comunidades locales como xenófobo, ya que, según ellos, nuestro trabajo ignoraría la realidad pluricultural de estas comunidades y las forzaría al emprendedurismo”, dice el comunicado de la fundación. El asunto es que la cosa no es tan así.
Haciendo referencia a un trabajo publicado en la misma revista donde se publicó la reflexión, cuyo primer autor es Mario Di Bitetti, donde se decía que “la comunidad científica latinoamericana generalmente se ha opuesto a la presencia de mamíferos que percibe como exóticos en ambientes naturales, sin siquiera considerar cuáles son sus efectos”, ya que “ha dominado una concepción xenófoba y nacionalista que ha producido una demonización de lo exótico”, los 125 investigadores en su reflexión se plantean la pregunta “¿cuál es la concepción xenófoba?”, si la “de reconocer la problemática de las especies introducidas invasoras, o la de subestimar específicamente a la comunidad científica latinoamericana en su capacidad de entendimiento de problemáticas complejas como lo son las invasiones biológicas y el reasilvestramiento desde una perspectiva socioecológica”. Guste o no, es una reflexión. Más adelante retoman el tema, y se preguntan: “¿es xenófobo intentar el control de especies introducidas o lo es ignorar nuestra realidad pluricultural, imponiendo la agenda del emprendedurismo en las poblaciones humanas nativas de América?”. Nuevamente, una reflexión. Puede que no aporte mucho. Puede que estuvieran dolidos por el ninguneo. Pero así planteado, más aún como una pregunta (a la que siguen algunos datos de cómo poblaciones locales no necesariamente se benefician del turismo de la naturaleza), cambiar esa parte no implicaba corregir algo que estuviera mal sino cambiar parte de la reflexión.
Entonces el texto de la Fundación Rewilding Argentina señala que pidieron “a la revista que solicite a los autores que se retracten de tales acusaciones”, a lo que desde la revista les informaron que habían enviado su solicitud a los autores y al 21 de junio estaban esperando la respuesta “y que ya no podían hacer más nada al respecto”.
“La xenofobia está tipificada como delito en Argentina y los trabajadores de Rewilding Argentina condenamos categóricamente esta y toda práctica discriminatoria. Por ello, la falta de respuesta de Guerisoli y coautores en relación a nuestra solicitud de retractarse de la acusación de xenofobia, realizada contra la Fundación y los autores del libro, motivó el envío de una carta documento de parte de Rewilding Argentina para que lo hagan”, dice el texto a continuación, aclarando que tal intimación se envió el 30 de junio. En su texto ponen un link a un pdf de la carta que enviaron al investigador Pablo Teta, uno de los autores principales del trabajo.
En la carta documento se le solicita a Teta, “junto al resto de los coautores del artículo”, que proceda “a retractarse públicamente de los dichos y acusaciones vertidas contra los autores del libro Rewilding en Argentina y contra quienes trabajamos y representamos a la Fundación Rewilding Argentina”. Aclararan que “en particular” se refieren al párrafo donde está la pregunta de qué es más xenófobo, si intentar el control de las especies introducidas o ignorar la realidad pluricultural e imponer la agenda del emprendedurismo en las poblaciones de América.
A continuación dicen que tanto los autores del libro mencionado como la fundación condenan la xenofobia y agregan: “No toleraremos que se nos acuse de semejante accionar”. Con el ambiente caldeado luego señalan: “Consideramos que siendo que la xenofobia es delito penal, tal acusación por parte de los autores constituye un delito de calumnia de acuerdo a la tipificación del art. 109 del Código Penal argentino”. Piden entonces que la retractación pública “se publique en el mismo medio en el cual se vertieron las calumnias, bajo apercibimiento de iniciar acciones judiciales contra Usted y el resto de los autores del Artículo”.
Para cerrar por lo alto la carta documento, agregan que “cabe aclarar que el Código Penal prevé la pena accesoria de inhabilitación cuando los autores de las calumnias son funcionarios públicos”, una frase que agrega peso a la amenaza de emprender acciones judiciales, ya que en Argentina, como sucede también en Uruguay y en buena parte del mundo, la mayoría de los investigadores que trabajan en generar evidencia sobre la conservación y la pérdida de biodiversidad trabajan para instituciones estatales. En otras palabras, o te retractás o podés quedarte sin laburo científico por el resto de tu vida.
Un poco de mesura
Sobre todas estas amenazas de acciones judiciales, quejas a la revista científica y pedidos de retractaciones había un gran manto de silencio. Los científicos no están acostumbrados a ser acusados judicialmente por expresar lo que piensan. Su contacto con abogados, fiscales y demás no es algo muy frecuente, o no más que el de cualquier persona que se dedique a una actividad no vinculada con ese ámbito. Sin embargo, ante los anuncios públicos de la Fundación Rewilding Argentina, ya no era posible no decir absolutamente nada.
Es así que el 10 de julio, Pablo Teta, curador de la Colección Nacional de Mamíferos y jefe de la División Mastozoología del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, hizo público un texto entre sus colegas de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (Sarem).
“Como muchas/os de ustedes sabrán, en los últimos días se ha suscitado un conflicto que probablemente no tenga antecedentes en la mastozoología argentina”, dice. “Las derivaciones de estas noticias -y otras relacionadas- han ocupado varios portales de internet, diarios y redes sociales”, agrega, reconociendo que “si bien este conflicto no afecta directamente a nuestra sociedad, sí afecta a muchos de nuestros socios, incluyendo a quien subscribe”.
Recapitulando lo que ha sucedido, sostiene que “este conflicto comienza” con la publicación del mencionado artículo de reflexiones sobre el reasilvestramiento y confiesa que el objetivo de ese trabajo era “debatir, de forma multidisciplinaria y sobre la base de evidencias científicas, algunos proyectos de reasilvestramiento que se están ejecutando en Argentina”, invita a leerlo y afirma que “el mejor ejercicio que se puede recomendar es que cada una/o lo lea y reflexione sobre esta temática”.
“Uno de los resultados inesperados de nuestra publicación fue que Fundación Rewilding Argentina, mediante una carta documento, nos solicitó retractarnos de algunos de nuestros dichos, bajo apercibimiento de iniciar acciones judiciales en nuestra contra por el delito de calumnias”, se lamenta Teta. A ese respecto, destaca que “dicha fundación no es mencionada directamente en ninguna parte del artículo”.
“Siendo presidente de la Sarem y uno de los primeros autores del artículo, no sería éticamente correcto utilizar mi posición como presidente para movilizar desde nuestra sociedad una nota de preocupación por toda esta situación. Sin embargo, no puedo dejar de preocuparme por los otros autores que están en mi misma situación, especialmente de aquellos que están comenzando sus carreras de investigación. En este sentido, expreso enfáticamente -y a título completamente personal- mi apoyo al conjunto de autoras/es de la nota en cuestión, frente a lo que considero que es una situación grave”, prosigue.
“Más en general, y ya como científico, me inquieta profundamente que un debate que debiera darse en un ámbito académico intente ser judicializado o que el intercambio de ideas quede supeditado a otras solicitudes o condiciones”, manifiesta Teta. “Nadie es dueño de la verdad y seguramente muchas de nuestras aseveraciones se puedan contrastar con otras evidencias o poner en tela de juicio; más aún, eso sería hasta deseable si lo que se quiere es contribuir con un debate fructífero”, afirma.
“Espero que en las semanas que siguen la discusión se encarrile hacia su ámbito natural y siga la lógica de todo debate científico”, va cerrando su misiva. “Espero también que el resto de la sociedad no se mantenga indiferente a esta situación, que no aporta nada a lo que realmente debiera importarnos, que es el estudio y conservación de nuestros mamíferos”, concluye.
Al igual que a muchos de los mamíferos que se pasean en nuestro país, que comparten su distribución con Argentina, lo que pasa en la vecina orilla nos afecta. Más aún cuando hay proyectos en Uruguay que abiertamente reconocen haber sido inspirados por la forma de trabajo de la Fundación Rewilding Argentina, por lo que bien vale estar al tanto de la discusión científica y social de qué tanto puede aportar esta aproximación a la conservación de la biodiversidad y de los sistemas socioecológicos. Y con más razón todavía cuando parte de los 125 investigadores e investigadoras que firman las reflexiones llevan años haciendo valiosísimas contribuciones desde la comunidad científica uruguaya.
El mundo entero debería estar pendiente de cómo sigue todo este entuerto. Pablo Teta y el resto de los investigadores intimados a retractarse pueden estar seguros que aquí, cruzando el charco, también hay parte de la sociedad que no se mantiene indiferente a esta situación. Como ya dijimos anteriormente, como sociedad tenemos mucho más para ganar demandando ciencia que demandando a la ciencia.