En mayo de 2022, un debate sobre la caza en Uruguay se convirtió en uno de los temas centrales de la agenda pública y disparó –término nunca mejor usado– varias discusiones en el ámbito político, académico y social.
La mecha que inició ese debate público fue un decreto gubernamental que flexibilizó las condiciones en las que se practica la caza en el país, una actividad que de todos modos tiene muy poco control en Uruguay. Si bien el propósito explícito del decreto era combatir los efectos perjudiciales de las especies exóticas invasoras, más específicamente el jabalí y el ciervo axis, tanto la forma como el contenido hicieron levantar las cejas a expertos en fauna, organizaciones conservacionistas e incluso a miembros del propio gobierno.
Hubo desaciertos e inconsistencias en el quién, el cómo y el qué. Con respecto al “quién”, el texto del decreto fue redactado o al menos facilitado por dos de las partes interesadas, como la Asociación Nacional de Cazadores del Uruguay y los empresarios dedicados a la caza turística. No hubo participación de científicos ni especialistas en fauna.
El “qué” fue igual de preocupante. Entre otros aspectos, el nuevo decreto habilitaba la práctica de la caza deportiva en todo el país menos en Montevideo (sumando así a Canelones, que estaba excluido), autorizaba la caza deportiva nocturna de especies exóticas habilitadas por la ley –pese a que no existe ninguna lista oficial o vinculante en este sentido– y dejaba de exigir la autorización escrita del propietario del campo donde se caza, sustituyéndola por un consentimiento verbal de dudosa comprobación.
El “cómo” fue quizá lo más ridículo. El texto adolecía de severos problemas de redacción y de concepto, además de incurrir en errores jurídicos que en ocasiones invalidaban aquello que quería permitir.
El veterinario Jorge Cravino, exdirector de la oficina de Fauna del Estado y uno de los principales redactores del Decreto 164 de 1996, que reglamentó la Ley de Fauna, señaló en un informe de 2022 varias de estas inconsistencias. Por ejemplo, explicó que el decreto, al autorizar “la caza deportiva nocturna” de las especies exóticas invasoras, prohibía paradójicamente que se cazara de noche al jabalí, ya que esta es una especie categorizada como de libre caza, no deportiva.
El texto tenía tal opacidad que en 2023 la organización Coendu decidió consultar al Ministerio de Ambiente, mediante un pedido de acceso a la información pública, si el nuevo decreto permitía o no la caza nocturna del jabalí, tal cual pretendía originalmente. La Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos respondió que “la única especie que está habilitada por dicho decreto es el ciervo axis (Axis axis), ya que el decreto habla de especies de caza deportiva que no incluye especies de libre caza”.
La semana pasada, el presidente Luis Lacalle Pou firmó un nuevo decreto con el objetivo de solucionar este error formal, pero en vez de aclarar oscureció aún más las aguas.
Un decreto hecho a medida
Una vez más, fue la Asociación Nacional de Cazadores la que facilitó la redacción de este nuevo decreto para que el presidente lo firmara. Como bien reconoció el propio Lacalle Pou en una reunión con la organización Coendu en 2023, él mismo caza jabalíes con sus perros, y lo que buscaba a través del decreto de 2022 era regularizar la caza nocturna, “que en la vía de los hechos se da”.
Con ese objetivo firmó justamente el nuevo decreto, que supuestamente corrige el error formal del anterior para permitir la caza nocturna del jabalí y reafirmar lo ya resuelto sobre el ciervo axis.
En el “Considerando” del decreto, el texto asegura que la caza “contribuye al control del ciervo axis y el jabalí, siendo la caza nocturna con medios adecuados un método eficiente de captura, pudiendo mitigar los riesgos para otros componentes de la fauna nativa, así como de personas y bienes”. En esa frase ya hay suficientes errores como para extenderse ampliamente, pero por ahora prosigamos con el contenido del documento.
Luego aclara que se exceptúa de la prohibición de la caza nocturna “la caza y transporte de los ejemplares de la especie jabalí (Sus scrofa) y sus productos, y la caza control de la especie ciervo axis (Axis axis) en todo el territorio nacional, excluyendo al departamento de Montevideo”.
También agrega que se autoriza la realización de estas actividades de caza “exclusivamente con armas de fuego con dispositivos de visión apropiada”.
Si bien el decreto no cita ningún informe técnico como base ni tampoco hay una exposición de motivos –como sí ocurre usualmente con las leyes–, las razones detrás de este decreto fueron expresadas con claridad por la Asociación Nacional de Cazadores y sus miembros a través de las redes sociales.
El cambio en la reglamentación de caza para el jabalí en la noche “fue un pedido de la Asociación Nacional de Cazadores del Uruguay y de muchos productores, ya que los daños que causa el jabalí supera los 100 millones de dólares anuales declarados”, escribió Pablo Borrazás, presidente de la Asociación Nacional de Cazadores del Uruguay y representante para Uruguay de Hikmicro, empresa dedicada a la venta de dispositivos de visión y accesorios de caza.
“La caza es la única manera de controlar estas especies exóticas e invasoras que también causan daño a las especies nativas. Ahora veo muchos defensores de animales que opinan sin tener una idea clara de esta problemática. La caza nocturna es muy importante a la hora de controlar, ya que es una caza selectiva y sin daños colaterales. Una vez más, con esfuerzo y dedicación, la Asociación Nacional de Cazadores del Uruguay logró otro cambio. Vivan la caza y la conservación”, escribió.
En otro video, explicó que el decreto se firmó no sólo a causa de los problemas que generan el jabalí y el axis al agro, sino también por las enfermedades que provocan las especies exóticas e invasoras, “que perjudican al ganado y al humano”. El decreto “es para controlar esas especies”, dijo. Aclaró también que, en el caso del ciervo axis, el más reciente decreto no cambia nada, ya que el propósito fue “corregir una mala redacción” del anterior decreto referida al jabalí.
¿Es ese realmente el cometido del nuevo decreto? ¿Será eficiente para eso si esa fue la motivación? ¿Se corrigieron los errores formales que tenía el criticado texto anterior? El exdirector de Fauna Jorge Cravino, que fue el principal redactor del decreto de 1996 que define las distintas modalidades de caza en Uruguay, nos ayuda a desenredar la trama detrás del texto y las justificaciones de esta nueva disposición. Cabe acotar que el propósito no es entrar en discusiones éticas sobre la caza, que corren por otros carriles, sino en el contenido del documento y las declaraciones.
Si lo hacemos, vamos a hacerlo bien
Para empezar, hay que aclarar que las especies exóticas invasoras constituyen una de las amenazas más grandes para la biodiversidad a nivel global, y que efectivamente el jabalí y el ciervo axis producen daños económicos a la producción agroganadera del país, así como impactos potenciales en la fauna nativa y la transmisión de enfermedades (estos últimos impactos ya están reportados en otros países, pero en Uruguay hacen falta más estudios).
De ahí a afirmar que este decreto tiene como objetivo combatir este problema y que, además, será de ayuda efectiva hay una distancia tan larga como la que el jabalí y el ciervo axis cubrieron con ayuda humana para llegar a Uruguay desde el Cáucaso y la India.
Vayamos a las tres primeras afirmaciones de la sección “Considerando” del decreto: que la caza contribuye al control de estas especies, que la caza nocturna específicamente “es un método eficiente de captura” y que además puede “mitigar los riesgos de otros componentes de la fauna nativa, personas y bienes”. Ya hay dos errores formales que sólo mencionaremos brevemente. No se trata de “otros” componentes de la fauna nativa, ya que el jabalí y el axis no son nativos, ni tampoco la caza nocturna es un método de captura (se caza, no se captura). Lo más grave, sin embargo, está en el contenido y no en la forma.
La caza no es la “única” forma de control de especies invasoras, y de hecho, como tal, resulta muy ineficaz. “La contribución de la caza al control es nimia. El jabalí es de libre caza hace más de 40 años y su tamaño poblacional y distribución han crecido sin afectación significativa alguna”, explica Cravino.
“La caza individual es absolutamente ineficiente para el control si no está dentro de una planificación colectiva y organizada, si no es parte de una estrategia. La caza por individuos o grupos de personas fuera de un plan de control es irrelevante. Es un argumento fácil, muy directo y llano, pero si lo rascás un poco no tiene ningún fundamento”, agrega.
Mientras estuvo a cargo de Fauna, el propio Cravino propuso por escrito en varios gobiernos un plan piloto de control del jabalí que implicaba el cebado y encierro de los animales en corrales trampa especialmente diseñados, como se hace en algunos lugares de Estados Unidos (en cuyo caso se habla de abatimiento, no de caza). En él se preveía el involucramiento de los productores del área problema y la participación de instituciones (como el LATU) en tecnología de carne y cuero, así como de establecimientos de faena para el procesado higiénico de los productos de la caza de control. “Eso es lo que ha de sostener un plan integrado de control y no el voluntariado de caza. En un programa de caza de control el producto carne se mide en cientos a miles de toneladas y no puede hacerse la vista gorda a que ingrese sin más al comercio”, puntualiza. Eso evitaría que se venda carne sin inspección veterinaria oficial, como pasa hoy con el ciervo y el jabalí. Ninguno de los gobiernos impulsó su proyecto.
Otra cuestión es que el “control” no es posible si hay productores que se niegan a la caza en una zona problema, dice Cravino. Por ello, primero el plan, el acuerdo en zonas con las agremiaciones de productores y los productores individuales, y luego el decreto para regularlo.
“Que la caza no es un método de control está probado, y tenemos un ejemplo cercano: en Argentina hubo un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para el control de palomas, en el que aclaraban que la caza no aplica como un método de control porque es irrisoria la población que puede abatir en comparación con otros métodos de control”, apunta Cravino.
No culpes a la noche
Con respecto a la habilitación de la caza nocturna del jabalí, que el decreto justifica porque “es un método eficiente de captura” (sic), Cravino considera que es un retroceso. “Cazar de noche se permite en algunos países y en otros no, pero quienes están de acuerdo en esto son sólo los operadores directos –los que cazan y los políticos– y no la comunidad en general”, opina.
El problema de la caza nocturna “es muy evidente”. “Yo si fuera un propietario rural no daría nunca el consentimiento para que cacen de noche, porque con esas armas de largo alcance puede haber afectación para personas, animales que no son el objetivo y también ganado de distinto tipo”, señala.
En este sentido, lo que le resulta más insólito es que el decreto justifique la habilitación de la caza nocturna argumentando textualmente que “la caza nocturna con medios adecuados mitiga los riesgos para otros componentes de la fauna nativa, así como de personas y bienes”.
“Este argumento es una falta de respeto a la inteligencia de la comunidad, es insostenible. No se puede tolerar que se diga esto. Es exactamente al revés. De noche todos los gatos son pardos y cualquiera que haya usado un visor nocturno sabe que no es tan fácil distinguir algunos animales”, dice Cravino.
Si lo que el decreto pretendió decir, con redacción errónea, es que cazar de noche “con medios adecuados” mitiga los riesgos con respecto a hacerlo de noche con armas que carecen de dispositivos de visión nocturna, por ejemplo, está admitiendo la falta de control de la normativa que hubo hasta ahora y asumiendo, sin que nada lo justifique, que ahora sí se controlará que se cace con tecnología “apropiada”.
Esa es otra modificación que introduce el decreto, la autorización de la caza nocturna “exclusivamente con armas de fuego con visión apropiada”. La terminología usada es ambigua y muestra la falta de rigor formal del decreto. “¿Por qué razón no se dice ‘nocturna’ en lugar de ‘apropiada’? Lo que quiere decir es que hay gente que ha salido a cazar de noche todos estos años sin dispositivos apropiados de visión”, enfatiza.
Si uno avanza en la lectura del decreto, el asunto no mejora, sino todo lo contrario. Para tratarse de un texto que busca corregir un error de redacción del decreto anterior, termina dándose nuevamente un tiro en el pie.
Más metidas de pata
El decreto indica expresamente que se exceptúa de la prohibición de caza nocturna la caza y transporte del jabalí “y la caza control de la especie ciervo axis en todo el territorio nacional, excluyendo al departamento de Montevideo”.
Como primer apunte, se alude a que se puede transportar jabalí pero no ciervo axis, una omisión inentendible.
“Del texto surge que no se podría trasladar ciervo por la noche. O sea, formalmente podés matarlo pero tenés que dejarlo ahí”, apunta Cravino. Es, sin embargo, el problema menor en esta parte del decreto.
Según expresa textualmente el documento, se habilita la “caza control” del ciervo axis por las noches, pero el problema aquí es que la normativa vigente tiene una definición muy precisa de lo que es la caza control, que por obligación debe cumplir una serie de pasos.
“Primero, tiene que haber una denuncia de daños, después comprobar esos daños y luego verificar que la solución sea abatir los animales, porque en algunos casos la forma de eliminar los perjuicios puede ser un cercado alto que impida que lleguen los animales, por ejemplo”, explica Cravino.
“En mis 30 años como director de Fauna nunca, salvo una vez en que se realizaron cultivos experimentales en un predio del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria en Las Brujas, se expidió un permiso de caza de control de ciervo axis”, agrega.
Por lo tanto, el decreto vuelve a tropezar con la misma piedra y comete nuevamente errores formales equiparables al de 2022, en este caso al señalar que la caza nocturna de ciervos axis habilitada es la de control, que requiere obligatoriamente una denuncia de un propietario y la apertura de un expediente.
A juicio de Cravino, además, la caza de control no aplica en este caso. “Tiene que ser eficaz, en base a un plan integrado, y carece de valor si se aplica a especies con alta movilidad como la de los jabalíes y los ciervos, porque eso es tirar el problema para el costado. Por eso es importante que sea algo comunitario”, remarca.
100 million dollar baby
Saltemos al siguiente argumento esgrimido para justificar la publicación del decreto. Según los cazadores, el jabalí ocasiona al menos 100 millones de dólares anuales de pérdidas. Sin dudas una especie invasora como el jabalí provoca perjuicios, pero la cifra no se basa en ninguna cuantificación.
El grupo proJab, acrónimo de Proyecto Jabalí, es una iniciativa impulsada por integrantes de las facultades de Ciencias y Veterinaria que realiza actividades de docencia, monitoreo sanitario e investigación de esta especie.
“Esos son datos simbólicos, que no parecen tener base numérica científica. No hay registro sistemático de daños y ni siquiera sabemos la población estimada de animales. Es muy difícil calcular los daños. Por eso es importante saber cuántos ejemplares se cazan, algo de lo que no tenemos idea con el decreto vigente. Sería bueno reglamentar la caza (hoy el jabalí es de libre caza), pero sin limitarla, para saber quiénes cazan, dónde y cuántos, entre otros aspectos clave, para poder integrar esta especie en los programas de control de enfermedades”, asegura el virólogo Santiago Mirazo, integrante de proJab.
En los años 90 se hizo un estimado de daños ocasionados por el jabalí a la ganadería ovina que rondó los tres millones de dólares de pérdidas anuales, pero eran datos que surgían de una encuesta hecha a los propios productores.
“Si cuesta 100 millones de dólares por año y no se hizo nada en todo este tiempo habría que haber echado a todos los presidentes. Si el gobierno tiene constancia de esta cifra, de algún modo vamos a tener que rascar fondos de donde sea para hacer un plan efectivo de control de jabalí, que no es la caza individual, sino algo mucho más importante”, opina Cravino.
Con respecto al argumento de que este nuevo decreto busca combatir las enfermedades que provocan las especies exóticas e invasoras, se trata de un argumento al menos falaz, como se explica detalladamente en una nota anterior.
Pumba
En resumen, el gobierno emitió un nuevo decreto que flexibiliza la práctica de una actividad de riesgo, en línea con el anterior y nuevamente a instancias de uno de los grupos directamente interesados, los cazadores.
Lo hizo sin apelar a informes técnicos que fundamenten que esa es la forma adecuada de control y sin la participación de los especialistas en conservación y biodiversidad que trabajan para el propio gobierno. En el proceso cometió inconsistencias y serios defectos formales que atentan contra las propias intenciones del texto y justificó los cambios en nombre de un objetivo medioambiental –control de especies invasoras– y otro económico –reducir los daños al agro– que requieren de un plan integrado que ningún gobierno puso en marcha.
“Si el jabalí y el ciervo axis son un problema tan grave para el país, que amerita que un presidente de la República saque un decreto exprés, antes tendría que haber promovido que sus oficinas estudiaran una manera de controlar esa plaga. El Ministerio de Ganadería tiene un Área de Vertebrados Plaga, por ejemplo. ¿Han sacado adelante o han promovido aquí una estrategia para controlar jabalí y ciervo?”, se pregunta Cravino.
“Uruguay se descansó durante años en la libre caza. Si lo considera un gran problema, tanto el gobierno como los organismos de investigación agropecuaria y los sanitarios deberían haber puesto su foco en eso”, razona.
El exdirector de Fauna lamenta que desde que se aprobó el Decreto 164 de 1996, que reglamentó la Ley de Fauna 9.481 del 4 de julio de 1935, todas las modificaciones que se han hecho han sido a instancias de actores políticos y grupos interesados, en vez de informes técnicos fundamentados. Cuando en 2020 asumieron las nuevas autoridades, de hecho, hizo llegar al gobierno entrante un informe sobre algunos de los desafíos que enfrentaba la Dirección Nacional de Medio Ambiente, con un capítulo aparte dedicado a la “inacción en el control del jabalí”.
“Estos temas generan opinión y decisiones que dejan de lado el aspecto técnico. ¿Por qué? Porque no tenemos un tema equivalente a la covid en la fauna silvestre o el ambiente que haya puesto arriba a los científicos que estudian a los animales y que se embarran en los bañados para realizar sus trabajos. Quizá a un médico o a un virólogo se lo escuche si dice que no se puede hacer tal cosa, pero a un especialista en fauna ni se lo considera”, agrega.
Cravino critica además que el decreto justifique las modificaciones explicando que el ciervo axis y el jabalí son especies exóticas que están “generando daños y amenazando la conservación de la biodiversidad y la preservación de los recursos naturales”, argumento que a su juicio es “generalista, simplista e irrelevante”. Si es por eso, “hay muchas otras especies exóticas que están creando problemas más graves de biodiversidad”, dice.
“Más afectación que un millón y medio de hectáreas de soja y otro millón y medio de hectáreas de forestación de eucaliptos y pinos no hay. Entonces no vale como argumento para justificar el decreto decir que afectan la biodiversidad, porque son un mosquito arriba de un gran buey llevándose todo por delante”, concluye.
Con este decreto, lo que hizo el gobierno no fue autorizar la caza de jabalí y ciervo axis por las noches, como se tituló en varios sitios. Ya lo había hecho hace dos años, pero con errores de forma tan evidentes que no era posible implementar legalmente esos cambios. Lo que hizo con el nuevo decreto fue corregir algunos de esos errores pero agregando otros y generando nuevas dudas.
También lo hizo sacando la discusión del eje. Si el gobierno considera que está bien que se cace jabalí y ciervo axis de noche, porque es una actividad deportiva que quiere promover y que incluso puede reportar beneficios económicos por turismo cinegético, entonces no debe disfrazarlo o justificarlo con intenciones ambientales, porque en ese caso amerita dar un debate muy distinto.
“Creo que cometieron tantas macanas con el anterior decreto que quisieron solucionar al menos un poco y terminaron haciéndolo peor. Esto es malo y sólo se explica por una presión desmedida o porque se trata de un hobby del presidente, pero en ese sentido es como sacar un decreto que impulsara el surf y estuviera enteramente basado en conceptos erróneos”, resume Cravino.