Titular una nota de ciencia con una pregunta abierta podría sonar a una maniobra engañosa para atraer lecturas en un mundo más saturado de carnada para clics que de carnada para pesca en puntas rocosas en la primera quincena de enero. Pero el asunto es que en esta ocasión la pregunta abierta aplica: comenzar a explorar si había una relación entre la microbiota de la boca –es decir, la comunidad de bacterias y otros microorganismos que viven en ella– y el consumo de yerba mate fue lo que se propuso para su tesis de maestría la odontóloga Bárbara García, docente de la Cátedra de Fisiopatología de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República.
Puede resultar extraño que nunca nadie se lo haya preguntado antes (o al menos que nadie haya intentado responderlo mediante una investigación científica), pero la pregunta que guio la tesis de Bárbara nos recuerda algo que refuerza aún más el uso de una interrogante en un título: en ciencia, la pregunta es tanto o más valiosa que la respuesta. Y vaya si su pregunta estaba tan bien formulada como era profundamente pertinente. Veamos.
Para empezar, vivimos en el país con más consumo de yerba mate por persona del planeta. Según un trabajo de mercado de la consultora Id Retail, realizado en 2019, Uruguay consume al año unos 34,8 millones de kilos, lo que arroja unos diez kilos de yerba mate por habitante al año. Así que estudiar cómo un hábito tan extendido y tan nuestro incide en diversos aspectos de nuestra vida no sólo es interesante, sino casi obligatorio: es poco probable que un investigador de un centro prestigioso del mundo desarrollado se ponga a estudiar el efecto de una infusión de la que nunca escuchó hablar en su vida (más allá de que, colonialismo científico mediante, la gran mayoría de las propiedades de las plantas se estudian en países donde esas plantas no crecen).
Por otro lado, a la hora de generar nuevo conocimiento, explotar las diferencias que tenemos respecto de otros países siempre puede ser un plus. Algo así se razonó aquí: si en otros lugares donde tomar té verde es muy frecuente vieron que ese hábito tenía un efecto en la comunidad de microorganismos que se encuentra en la saliva de las personas, acá teníamos la chance de ver si algo parecido sucedía con los tomadores de mate amargo, infusión que comparte algunos compuestos con el té verde –polifenoles, catequinas y algunos antioxidantes–. Más aún, la temática aún no había sido abordada en la literatura científica, así que antes de que alguien en Brasil, Argentina o Paraguay viera la oportunidad de hacer ciencia con una bebida tradicional, estaba también la chance de pegar primero, algo que en la ciencia tiene sus ventajas y que, entre quienes investigan, uno imagina que produce mariposas en el estómago.
Por todo esto del país matero era entonces extraño que nadie se hubiera fijado antes en el mate y las bacterias de la boca. Pero hay además otro factor que hace pensar en lo raro que resulta que nadie se haya hecho antes la pregunta de Bárbara García: los propios avances de la microbiología.
Por un lado, hay un cambio de paradigma, que veremos más adelante, que ha provocado una explosión en la disciplina. Por otro, hoy tenemos tecnologías que permiten estudiar la comunidad de microorganismos que hay en un entorno dado –la boca, el intestino, una muestra de agua, suelo y de cualquier sitio que uno se imagine– de una forma relativamente rápida, certera y económica. La metagenómica justamente permite analizar todo el material genético que hay en una muestra determinada y, mediante ciertos análisis, poder determinar qué organismos están allí. Si fuera una red de pesca, la metagenómica atrapa a todos los peces que hay en determinado lugar, extrae una escamita de cada uno y, comparando esa escama con las de especies conocidas, nos dice qué peces estaban presentes.
La cuestión es que conocer qué microbiota hay en un sitio determinado es algo que está, por decirlo de alguna manera, de moda. Por eso resulta sorprendente que, hasta ahora, en nuestro país no hubiera habido estudios metagenómicos de la saliva. Por tanto, la pregunta de Bárbara, que se refleja en el título de la nota, es también más amplia: al ver si el mate afecta la microbiota de la boca, también es la primera vez que se caracteriza qué bacterias hay en las bocas de los uruguayos y uruguayas.
Todo lo que vino después de la pregunta quedó recogido en la tesis de maestría de Bárbara García, que tituló Caracterización de la microbiota salival en estudiantes de la Facultad de Odontología, Udelar, consumidores de yerba mate. No estuvo sola: fue tutoreada por Tamara Fernández y Lucía Spangenberg, de la Unidad de Bioinformática del Institut Pasteur de Montevideo, que se encargaron de “supervisar el diseño y la ejecución del estudio”, así como de orientarla “en el uso de las técnicas de metagenómica para caracterizar la microbiota salival, validar los hallazgos obtenidos, y revisar y corregir el manuscrito de la tesis”. También contó con el apoyo de Hugo Naya, de la misma unidad del Institut Pasteur, que “se encargó del control de la calidad de los datos y análisis estadístico”.
En la tesis reportan que entre 2023 y 2024 tomaron muestras de saliva de 104 estudiantes de la Facultad de Odontología, 50 consumidores de yerba mate que tomaban un litro o más por día, ocho consumidores moderados (tomaban cerca de medio litro diario) y 54 no consumidores. De todas esas muestras, lograron secuenciar el material genético de 53 (25 materos y 28 no materos) y, fijándose en regiones del gen 16S del ARN, identificaron qué géneros y especies de bacterias estaban presentes en su saliva.
¿Qué encontraron? Para empezar, que la pregunta iba bien rumbeada. Algo parece pasar en la microbiota de la boca de quienes toman mate. ¿Eso es bueno? “El mate es rock”, contesta Bárbara haciendo cuernitos, su forma de decir que lo que vieron es prometedor. Así que en menos de lo que hierve el agua para el termo, salimos disparados al consultorio de Bárbara García para hablar de las resistencias que encontró en el camino, de bacterias, mate, salud y una tesis de maestría que abre una puerta promisoria para más investigaciones.
Yendo por un camino atípico
Tras leer la tesis de maestría de Bárbara, uno se queda con la sensación de que es insólito que a nadie en toda Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay se le haya ocurrido antes ver qué pasaba con el consumo de mate y la microbiota de la boca. ¿De dónde surgió la idea?
“Ya en 2019 estaba segura de que quería investigar la saliva. Había vuelto de una beca en España, y allá era muy importante la tarea final de grado”, sostiene Bárbara. “Yo no tuve que hacer una investigación final para obtener el grado, pero allá en España cada uno ya se metía dentro de una rama de investigación”, amplía.
Se volvió entonces con ganas de hacer algo relacionado con la saliva. “Pero aquí no había tenido formación en saliva, en Odontología es algo que casi no se menciona”, confiesa. “Entonces ya en 2019 sabía que quería hacer algo en saliva para salir de los temas clásicos de las investigaciones en Odontología, como la caries, la periodontitis y demás”, afirma.
Al principio pensó en hacer algo que relacionara la saliva y el diagnóstico de la diabetes. “Era algo muy ambicioso, entonces en el proceso de bajarlo a tierra, junto con Tamara y Lucía, las tutoras, fuimos viendo por dónde ir”. Y entonces... ¡el momento eureka matero!
“En un zoom entre las tres se nos ocurrió ver qué pasaba con el consumo de mate. Yo tenía que lograr que ellas tomaran el proyecto como algo que les interesara, y creo que lo que fue decisivo fue el hecho de saber que no había otra persona que lo hubiera investigado antes”, dice dichosa. Claro que su salto no era sin red: “Habíamos leído varias investigaciones sobre el consumo de té verde, con sus polifenoles y otros compuestos, y cómo había una asociación entre ese consumo y la microbiota oral. Entonces nos dijimos que acá tenemos una población de la que más consume yerba mate, y vimos que eso nos permitía plantear una investigación súper original”, dice con el mismo entusiasmo que sintieron a fines de 2019. Claro que entonces ignoraban que el universo complotaría contra ellas. De varias maneras.
“A comienzos de 2020 vino la pandemia y la idea de estudiar la saliva me mató. Todos mis compañeros terminaron la maestría durante la pandemia, pero yo seguía tratando de conseguir a alguien que me donara un poco de saliva”, dice riendo Bárbara. Pero pasada la pandemia, y pasados los temores a los contagios por andarse metiendo en la boca de las personas, volvieron al ruedo.
La pandemia no fue la única complicación en el camino de Bárbara. Elegir un tema –la saliva– distinto de los clásicos que se abordan en su carrera, agregarle además estudios sobre la diversidad microbiana, análisis de genes y demás, y todo ello relacionado con una bebida como el mate, que no goza de buena reputación entre los dentistas, también jugaron en contra. De hecho, que Tamara y Lucía, ambas del Institut Pasteur, sean sus tutoras refleja el hecho de que dentro de la Facultad de Odontología no había quienes pudieran guiarla en el camino que se había propuesto. Y de hecho, tampoco para ella las cosas fueron sencillas. Andar viendo los genes 16S y demás tenía sus bemoles.
“La curva de aprendizaje de la metagenómica tuvo sus dificultades, en muchos momentos me daban ganas de llorar”, dice con sinceridad. “Cada vez que llegaba la información de la secuenciación, eran un montón de datos abrumador que después tenías que ir acomodando, ir viendo qué hacer con todo esto que te llegaba. Todo eso era para mí un nuevo mundo, y una tecnología que es un disparate por todo lo que puede hacer”, recuerda.
Además de la pandemia, de ciertas resistencias en su facultad y del desafío de aprender cosas nuevas, tuvieron que sortear otra adversidad yorugua: conseguir estudiantes no tomadores de mate en un país en el que más de ocho de cada diez personas sí lo toman. “Eso fue súper complejo. En las primeras exploraciones que hicimos con gente del Pasteur, si conseguíamos a alguien que no tomara mate la tratábamos como una estrella, porque su muestra de saliva nos permitía poder ir haciendo pruebas”, dice Bárbara tentada. Pero si bien las adversidades fueron bastantes, ahora prefiere concentrarse en las maravillosas cosas buenas que sucedieron. Así que allá vamos.
La saliva: un paraíso por explorar
Mientras que algunos astrónomos sueñan con encontrar mundos inexplorados, Bárbara y sus colegas encontraron en la boca celeste, más precisamente en la saliva uruguaya, un terreno virgen en el que toda la ciencia de la microbiota estaba por hacerse.
La saliva es fascinante. Según dice la tesis, producimos cerca de 800 mililitros al día –¡como para llenar más de una botella de vino por día! –, pero hay un detalle importante: al producirse, está totalmente libre de bacterias, hongos y otros microorganismos. ¿Cómo es entonces que Bárbara y sus colegas buscarían en ellas qué especies de bacterias había? Es que, como dice en su tesis, la saliva es “un reservorio de microorganismos derivados regularmente de las biopelículas de la placa dental que se adhieren a las grietas gingivales, las bolsas periodontales, el dorso de la lengua y otras superficies mucosas orales”. Así las cosas, en la saliva pueden encontrarse “hasta cien millones de bacterias por mililitro”, y entre ellas hay generalmente unas 700 especies.
Los números de estos pequeños organismos son gigantes. Es que como ya vimos en otras ocasiones, los humanos somos todos unos simbiontes: albergamos en nuestros cuerpos billones de células microbianas. La gran mayoría de ellas están en el intestino, siendo la “cavidad oral” el rinconcito de nuestro cuerpo que “tiene la segunda microbiota más grande y diversa”. Esa comunidad de microorganismos no sólo no es mala, sino que los animales no podríamos vivir sin esos bichitos que tenemos dentro. Y aquí viene el interés para meterse en la microbiota desde la Facultad de Odontología: “El desarrollo de agentes que perturban el equilibrio de los componentes que conforman la microbiota oral genera diferentes patologías a nivel bucal como la caries, la periodontitis e incluso cáncer bucal y del tracto gastrointestinal”, dice Bárbara en su tesis amparada en múltiples trabajos científicos que así lo evidencian.
“La microbiota de la boca es totalmente diversa y está en un permanente intercambio con la saliva”, nos cuenta Bárbara. “La diversidad de la microbiota de la boca es buena, y por ello es que queríamos ver el posible efecto del mate en ella”, dice entonces, y para explicarlo recurre a un ejemplo. “Si tenés un bosque sólo de pinos, no es lo mismo que si tenés una gran diversidad de especies de árboles y otra vegetación. Un bosque diverso es más rico y más resiliente”, señala. Y eso nos lleva al cambio de paradigma del que hablamos en la introducción de la nota, pieza fundamental en esta investigación.
¿Cómo es eso de que cuanto más bacterias, mejor?
La revolución que ha experimentado la microbiología en estas últimas décadas vino acompañada de un cambio de paradigma. Antes los microbios, entre ellos las bacterias, eran los enemigos. Su llegada a nuestros cuerpos traía la enfermedad. Para algunos casos esto puede mantener cierta validez; sin embargo, dada la cantidad de bacterias que viven con nosotros en forma simbiótica –es decir, en un intercambio en el que ambas partes se benefician–, la microbiología se ha sumergido a estudiar a las distintas comunidades de microorganismos que viven en nosotros, ya sea en ecosistemas como el intestino, la piel o, en este caso, la boca.
El paradigma actual postula que las alteraciones a las comunidades de microorganismos son las que permiten que proliferen aquellas bacterias que nos causan enfermedades. Viendo cada nicho de nuestro cuerpo como un ecosistema, quitar actores relevantes permite que otros aumenten su abundancia o logren establecerse. Alterar los equilibrios produce desbarajustes: a escala paisaje, problemas ambientales, a escala de nuestros órganos, enfermedades. Y tanto para el paisaje como para nuestros cuerpos, una mayor biodiversidad asegura que el sistema andará mejor, o al menos que será capaz de recuperarse ante perturbaciones. Mejor dicho, en realidad no es que más diversidad es mejor: la diversidad de cada ecosistema es la que tiene que ser y viene dada por millones de años de coevolución. Plantar 3.000 especies exóticas distintas en un bosque nativo ribereño no hará que el bosque sea más saludable y preste abrigo, alimento y demás funciones ecosistémicas al resto de los organismos que se especializaron en vivir allí. Lo que sí es claro es lo opuesto: disminuir la diversidad de un ecosistema –o de una microbiota de un lugar dado– ocasionará problemas.
En la tesis de Bárbara hay partes que están con un pie más en el viejo paradigma y otras en el nuevo. Por ejemplo, se menciona que bacterias como Streptococcus mutans, Fusobacterium nucleatum y Phorphyromonas gingivalis son de relevancia odontológica por estar detrás del desarrollo de la caries, el cáncer colorrectal y la enfermedad periodontal, respectivamente. Por su parte, buscar si el consumo de mate trae mayor diversidad de la microbiota, lo que permitiría que la boca no sea colonizada con tanto éxito por aquellas que son perniciosas, va más con la línea actual de acercarse a los microorganismos. Le pregunto cómo vivió esta dualidad. “Horrible”, contesta Bárbara con una risa sincera.
“Lo que pasa es que toda la primera parte es un poco el marco teórico, lo que se sabe. Tal bicho daña esto y esto hace esto, pero la verdad es que después eso no es lo que realmente está sucediendo. Yo tampoco es que voy a buscar la bacteria buena y la bacteria mala: simplemente, saco una foto de lo que está ahí en la saliva”, comenta.
“De hecho, traté de no decir que la presencia de tal o cual bacteria es buena o mala porque se puede herir la susceptibilidad de todos aquellos que entienden que Fusobacterium nucleatum provoca el cáncer colorrectal, cuando hoy gran parte de la evidencia apunta a que es un todo que opera a escala del individuo en general. Es muy cultural ese enfoque, así como que Streptococcus mutans es el que forma la caries. Venimos muy de ahí, no pude escapar a eso al citar la bibliografía”, agrega.
“Me parece que estamos como en medio de este cambio de paradigma. Me cuesta mucho explicar que para estos tomadores de mate el tener un montón de bacterias puede ser bueno, porque aún hoy a muchos les parece que tener menos bacterias es mejor”, señala. “Sin embargo, tener menos bacterias significa una menor riqueza en la microbiota, lo que puede desencadenar otro tipo de problemas. Por suerte, esto está cambiando. Cada vez hay más evidencia que respalda que una microbiota más diversa reduce el riesgo de muchas condiciones”, redondea.
Así las cosas, en su tesis dicen que el objetivo de la investigación “fue establecer las diferencias en la microbiota salival” de estudiantes “consumidores y no consumidores de yerba mate en una muestra tomada en la Facultad de Odontología de la Universidad de la República durante el año 2023 y 2024”. Y agregan: “En el campo de la odontología es esencial estudiar los factores que afectan el equilibrio de la microbiota oral, dado que su desregulación puede contribuir al desarrollo de diversas patologías orales y sistémicas”, así como que “caracterizar la composición de microorganismos de la saliva de los consumidores y no consumidores de Yerba Mate podría sumar evidencia científica de las posibles recomendaciones del consumo de esta bebida a la población”. Veamos entonces qué encontraron.
En la boca de todos
La investigación aborda en realidad dos fenómenos de por sí interesantes. Por un lado, es la primera exploración de la microbiota salival en Uruguay. Ver qué había allí y comparar con lo reportado en otras partes ya era de por sí una cosa relevante. A eso se le sumó ver si la ingesta de mate alteraba de alguna forma la microbiota. La maestría de Bárbara aporta en ambos casos. Vayamos al primer aspecto.
En la tesis, tras secuenciar las 53 muestras, amplificar el gen 16S e identificar qué bacterias andaban en la boca de los estudiantes, reportan que se encontraron bacterias pertenecientes a 218 géneros, identificándose más de 309 especies (sólo 32% de las especies no pudieron ser identificadas, no por error del equipo de investigación, sino porque es mucho lo que aún nos falta conocer de la diversidad microbiana).
En lo que refiere a la cantidad promedio de bacterias en la boca de tomadores y no tomadores de mate, la abundancia, en términos de la maestría, sostienen que fue similar para ambos grupos. En las muestras de no tomadores de mate se encontraron en promedio unas 123.400 bacterias, mientras que en los tomadores unas 123.700, prácticamente lo mismo (si debo 123.000 pesos, 300 no hacen la diferencia).
A nivel de qué bacterias estaban, las cosas también fueron similares a grandes rasgos. “El género más abundante es Streptococcus, seguido por Prevotella”, reportan. Y al ver las especies, también hay grandes coincidencias: “Las especies más destacadas, por su mayor abundancia y representación en ambos grupos, son _Streptococcus oralis, Streptococcus salivarius, Haemophilus parainfluenzae, Neisseria perflava, Rothia mucilaginosa y Prevotella melaninogenica”.
Esta caracterización tiene su valor. Por más que hayan analizado un número pequeño, 53 personas, por ahora lo único que hay de referencia es sobre la microbiota de la boca de personas de Uruguay. “Sí, no lo había pensado”, dice. ¿Y qué tan raro fue lo que encontraron? No mucho: “Estas especies son comunes en la microbiota salival”, nos tranquilizan en el trabajo. ¿Y entonces, si las cosas son iguales en ambos grupos, qué pasa con el mate? No tan rápido: hablar de las más abundantes no habla de la diversidad total. ¿Sería lo mismo un bosque en el que los únicos animales que se registraron fueron 100 mulitas que uno en el que se registró un puma y 99 mulitas? ¿Verdad que no? Algo así pasó en la saliva.
El efecto mate
La tesis, más allá de sus complejidades propias, es clara al respecto: “Los resultados mostraron que los consumidores de yerba mate tienen una mayor riqueza de especies”. Hay varios análisis e índices y gráficas que así lo explicitan, y también números: mientras el promedio de lecturas para los tomadores de mate arrojó 495 especies bacterianas, los no tomadores de mate, en promedio, tuvieron 418 (según arrojó el índice de Chao1, un índice “particularmente útil cuando hay especies raras que no se detectan fácilmente en el muestreo”).
A la hora de ver otras diferencias, se reporta que más allá de grandes coincidencias en las 20 especies más abundantes en ambos grupos, Prevotella oralis y Neisseria bacilliformis son más comunes en los consumidores de yerba mate, mientras que Treponema refringens y Stenotrophomonas maltophilia lo son en los no consumidores (de acuerdo al análisis de escalado multidimensional no métrico).
Por tanto, reportan que “el consumo de yerba mate podría estar asociado a una mayor riqueza de especies microbianas en la microbiota salival”, algo que coincide con lo visto en otros estudios respecto del té verde.
También agregan que “la mayor riqueza de especies observada en los consumidores de yerba mate sugiere una microbiota más equilibrada y resiliente, lo que podría tener implicaciones protectoras frente a condiciones relacionadas con disbiosis, como la caries dental y las enfermedades periodontales”. Es más: “entender cómo la yerba mate y otros hábitos dietéticos influyen en la microbiota oral podría contribuir al desarrollo de estrategias preventivas y terapéuticas más personalizadas en la práctica clínica”, enfatizan. En palabras de Bárbara: ¡el mate es rock!
Le pregunto qué sintió cuando, tras todas las complicaciones, vio que había una diferencia en la microbiota de los tomadores de mate. “Me pareció inmenso. Con Lucía y Tamara no podíamos parar de tirar cohetes, porque todo esto mostraba que la pregunta y la investigación eran relevantes”, dice como quien grita un gol tras 90 minutos complicados.
“Ahora estamos peleando por la publicación, lidiando con los revisores para la publicación del paper”, dice en relación con el artículo en el que comunicarán esto al resto de la comunidad científica. “Obviamente que la investigación tuvo sus limitaciones, lo sabemos, pero igual es algo hermoso y que da pie para seguir trabajando”, sostiene.
“Espero que despierte un cierto interés para que nos unamos más y podamos hacer equipo como para generar una línea de investigación en el área”, confiesa Bárbara. “Fue un desafío sacar adelante el proyecto con recursos muy limitados, pero gracias al compromiso y dedicación de Lucía y Tamara, logramos que todo saliera adelante”, señala,
Entre la clínica y la curiosidad
Volvamos a la pregunta del título. ¿Afecta el mate la microbiota de la boca? Parece que sí. ¿Eso puede tener algo que ver con la salud, con las caries y demás? ¡Hay que explorarlo! Le pregunto si piensa seguir con el tema, por ejemplo, en un doctorado. O si piensa presentarse a algún fondo para conseguir financiación y profundizar en un campo donde fueron pioneras.
“Me costó mucho llegar a donde llegamos. Después de toda la euforia de haberlo logrado, de que lo pudiste a conseguir a pesar de todos los peros y resistencias, como que tenés una nueva energía. Pero tengo que ver bien qué hacer, aún no lo tengo claro”, confiesa Bárbara.
“Pienso que voy a ir a por más, pero ahora me gustaría que la cancha no fuera tan difícil, lograr que por lo menos no haya tanta resistencia. Sería ideal una cosa un poco más fluida”, dice recordando los tragos amargos (y no por el mate). “Ahora que se logró esto, debiera ser más fácil que se viera que hay un campo a estudiar. Me encantaría presentarme a un fondo o algo así, tendría que ver con Tamara y Lucía qué energías tienen para seguir bancándome”, ríe entonces.
“También sucede que ya no soy la misma que cuando arranqué la maestría, cuando tenía otro tiempo para dedicarle a esto. Si le meto a la academia, es por amor. Porque el mundo de la ciencia requiere mucha dedicación. Yo no me imaginé que era tanta”, larga entonces.
La entrevista la estamos haciendo en su consultorio. Allí hay una impresora 3D en la que Bárbara obtiene prótesis y placas para sus pacientes (lo que le implicó también estudio de nuevas tecnologías). Porque sí, en estos años Bárbara ha intercalado su investigación de maestría con su práctica clínica, que es de donde obtiene ingresos.
“De por sí soy una persona bastante curiosa y ando por muchos mundos. Por ejemplo, estudio tap y me encanta. Tengo esa curiosidad por cosas que capaz que no son tan convencionales”, dice. “Esa curiosidad fue la que me empujó a hacer esto también, me gusta andar por esos lugares donde de pronto no es tan sencillo andar. Eso te trae estas cosas: poder decir qué de más, poder lograr algo súper original, un terreno que podría dar para rato cuando casi nadie daba ni dos pesos”, reflexiona. Pero...
“Pero también me pasa que soy re clínica, me encanta el sillón y la atención del paciente. No me veo dedicándome al mundo de la investigación puro y duro. Muchas veces me preguntan si me voy a dedicar a la academia, que por qué estoy haciendo esto, porque esto del mate no es algo a lo que le vaya a sacar partido en el consultorio particular. No es que vaya a tomar una muestra de saliva y la mande a secuenciar, no hay tiempo para eso. No sé si va a ser por ahí... aunque quién sabe. En un momento pensé armar un laboratorio salival, tomar muestras de saliva y en vez de analizar sangre, ver qué pasa en la saliva”, dice, mostrando que en su cabeza las neuronas también están bailando un tap frenético.
“Quién sabe cómo puede terminar esto, pero hoy en la práctica en el consultorio no es algo que pueda aplicar inmediatamente. Aunque sí, soy una de las odontólogas que dicen que el mate es rock and roll. La gran mayoría te van a decir que te mancha los dientes, pero a mis pacientes cuando les pregunto si toman mate, les digo que está todo muy bien con tomar mate, que yo también tomo”, remata Bárbara.
La investigación que hizo es fascinante. Que ella, si así lo desea, la pueda continuar sería una ganancia para todos los que en este rincón del planeta tomamos mate. O para quienes en cualquier rincón del planeta sienten mariposas en el estómago ante el conocimiento nuevo. Y si Bárbara se inclina por la clínica, el tap o lo que sea, su aporte es enorme. Dejó la pregunta del título picando. Qué amargo sería que nuestra ciencia no pudiera cabecear ese centro.
Tesis: Caracterización de la microbiota salival en estudiantes de la Facultad de Odontología, Udelar, consumidores de yerba mate
Título: Magíster en Ciencias Odontológicas, opción Biología Oral, Facultad de Odontología de la Udelar (2024)
Autora: Bárbara García
Tutores: Tamara Fernández y Lucía Spangenberg.