La delincuencia es un problema creciente en el norte del país. Muestra de ello es lo que ocurre con las cámaras trampa colocadas por investigadores de fauna del Centro Universitario Regional (Cenur) Litoral Norte, de la Universidad de la República, que captan con frecuencia a grupos de individuos que vandalizan los dispositivos. En muchos casos se llevan las pilas y acaban así con las filmaciones; en otros, directamente intentan arrancar las cámaras de los árboles, sin preocuparse por esconder sus rostros.
Los investigadores del país están acostumbrados a que les roben y destrocen las valiosas cámaras que usan para sus trabajos, pero, en este caso en particular, parecen felices, una paradoja que se debe a una razón bien clara: los vándalos no son humanos, sino coatíes, que en algunos bosques de Artigas aparecen en grupos de más de 20 individuos.
“Son chiquilines imbancables que hacen cualquier destrozo. A los juveniles los ves acercarse a las cámaras y prenderse a ellas hasta que descubren la tapa, la abren, y ahí se termina la filmación”, dice a las risas el biólogo y ecólogo Diego Queirolo, docente del Departamento de Ciencias Biológicas del Cenur Litoral Norte, que se ha especializado en el estudio de mamíferos.
Las cámaras que toman imágenes de los coatíes son parte de un esfuerzo uruguayo-brasileño que nos está permitiendo saber más sobre la presencia de mamíferos en los distintos ambientes que componen lo que algunos denominan “sabana uruguaya”, una ecorregión que incluye todo Uruguay y el sur de Brasil, caracterizada por el dominio de pastizales (pero con presencia de otros ambientes como bosques, serranías y humedales). Más específicamente, estas cámaras han ayudado a investigadores de ambos países a entender el impacto de los cambios en el uso del suelo en estos animales.
Esta colaboración surgió de la amistad entre Diego Queirolo y la docente brasileña Flávia Tirelli, del Instituto de Biociencias de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, que nació cuando Diego la ayudó con el trabajo de campo para su doctorado.
Como ambos, en calidad de docentes, realizan muestreos con cámaras trampa junto a sus estudiantes, decidieron coordinar los monitoreos, compartir los datos de los dos lados de la frontera, “repartirse” las especies que aparecen para sus investigaciones y, de ese modo, sacar conclusiones valiosas sobre buena parte de la comunidad de mamíferos en toda la ecorregión. Por ejemplo, sus proyectos incluyen estudios sobre zorro de campo (Lycalopex gymnocercus), zorro de monte (Cerdocyon thous), guazubirá (Subulo gouazoubira), mulita (Dasypus septemcinctus), gato montés (Leopardus geoffroyi), coatí (Nasua nasua) y zorrillo (Conepatus chinga).
La publicación más reciente salida de estos estudios está dedicada al zorrillo y al coatí. Si bien vino del lado brasileño, tiene muchos datos relevantes sobre Uruguay y contó con el apoyo en el trabajo de campo de los biólogos compatriotas Diego Queirolo y Santiago Turcatti. Firmada por Jordani Dutra, Maria João Ramos y Flávia Tirelli, de la ya mencionada Universidad Federal de Rio Grande do Sul, nos muestra cuán distinto responden estas dos especies a los cambios de uso del suelo en Uruguay y en el sur de Brasil.
La fábula del zorrillo y el coatí
El coatí y el zorrillo son dos mamíferos carnívoros ampliamente conocidos y muy carismáticos, pero de los que, paradójicamente, no tenemos demasiada información sistematizada en la región. Son dos ilustres desconocidos.
Estos baches de conocimiento son muy relevantes en la ecorregión en la que vivimos, que ha experimentado una transformación extensiva de sus pastizales en áreas dedicadas a la agricultura, la forestación y la ganadería. Como se ha repetido varias veces en esta sección, los pastizales están entre los ecosistemas más amenazados de la Tierra y en nuestro país han sufrido un retroceso intenso desde comienzos del siglo XXI. Se estima que para 2037 los pastizales naturales cubrirán sólo 46% de nuestro territorio (eran el 80% en 1990) y se perderán, por lo tanto, valiosos servicios ecosistémicos.
El coatí es una especie muy asociada a bosques. Es considerado prioridad de conservación en Uruguay y enfrenta crecientes amenazas en el sur de Brasil, aunque buena parte del público no lo asocia con la fauna nativa de nuestro país. Tal cual puede atestiguar cualquiera que haya viajado a las cataratas de Iguazú, en algunas zonas de selvas tropicales y subtropicales los coatíes se han acostumbrado a la presencia humana y son bastante dados a los pequeños actos delictivos, pero es poco lo que se sabe sobre su ecología y comportamiento en la sabana uruguaya.
El zorrillo es una presencia frecuente de nuestros pastizales. Si bien es la víctima preferida de los atropellos en ruta, parece persistir con éxito en ambientes modificados. Incluso quienes veranean en la costa, en medio de balnearios atestados, reciben cada tanto la visita de los zorrillos en sus jardines o sienten su aroma inconfundible.
Con el fin de llenar algunos de los vacíos de información que hay sobre estas dos especies en la sabana uruguaya, los autores del trabajo hicieron un diseño de muestreo con 90 cámaras trampa ubicadas en 15 sitios de los dos lados de la frontera. En cada uno de estos lugares colocaron cámaras en distintos ambientes: bosques nativos, pastizales naturales y áreas cultivadas o forestadas.
Además, crearon mapas predictivos para el zorrillo y el coatí en la sabana uruguaya con la ayuda de modelos de ocupación, herramientas estadísticas que permiten entender cómo algunas variables (como densidad humana, la presencia de cultivos y de forestaciones, la vegetación, la temperatura, etcétera) influyen en la posibilidad de que una especie ocupe una región. Una vez analizados los resultados, ¿qué aprendimos sobre la presencia de estas dos especies en Uruguay y el sur de Brasil?
Zorrillo en Maldonado.
Foto: Sofía González (NaturalistaUy)
Como la noche y el día
Zorrillos y coatíes usan ambientes y horarios muy distintos en nuestra región. De acuerdo a los registros, el coatí se mueve mayoritariamente de día y es bastante madrugador. Comienza su actividad entre las 6.00 y las 7.00, con un pico en la mañana entre las 9.00 y las 10.00, aunque algún que otro ejemplar hace incursiones nocturnas cada tanto.
Cuando el naturalista sueco Carl Linnaeus lo describió para la ciencia, hace ya casi 260 años, aseguró que el coatí “duerme desde medianoche al mediodía” y “pasea desde las seis de la tarde a las 12 de la noche”; lo de dormir hasta el mediodía parece ir en línea con la actitud adolescente mencionada al comienzo de la nota, pero, de acuerdo a este trabajo, no es muy preciso, al menos en nuestra región.
Los zorrillos, por el contrario, tienen horarios de juerga. Aumentan su actividad después de las 18.00, con picos entre las 19.00 y las 23.00, y el pico más alto entre las 00.00 y la 01.00. A veces, también, se los registra de día.
En cuanto a los ambientes, los coatíes aparecieron predominantemente en sitios más prístinos, como bosques nativos, mientras que el zorrillo mostró preferencia por los ambientes de pastizal y también por zonas con agricultura, lo que da pistas sobre su adaptación a la potencial degradación del paisaje.
“Los coatíes son muy frugívoros y necesitan un bosque bastante estructurado. A medida que vas hacia el sur, los bosques van perdiendo estructura, hasta que llega un momento en que algo les falta y no están más, pero no por motivos de degradación ambiental, sino por motivos ecológicos. Por eso en Uruguay están muy localizados en algunos bosques del norte, como los de Cuareim y la cuchilla de Haedo. Es normal que sea así y por eso acá estamos en el extremo sur de su distribución”, explica Diego. El artículo resalta que “los parches de bosque juegan un papel crucial para la especie en este ambiente predominantemente dominado por pastizales”.
El zorrillo, sin embargo, “está bien extendido, pero, lógicamente, no entra a los montes porque no es su ambiente”, agrega Diego. Mientras los zorrillos “dependen de áreas abiertas para una mejor visibilidad y evitación de depredadores, los coatíes dependen de hábitats boscosos para forrajear, reproducirse y refugiarse”, señala el trabajo. De ahí que sus autores hablan de “divergencia salvaje” al referirse a estas dos especies.
Para prosperar, el zorrillo se apoya tanto en su dieta como en sus pestilentes armas defensivas. “A diferencia de las mulitas, muy impactadas por la degradación de los pastizales, a los zorrillos no los cazan, no los comen ni los persiguen mucho los perros. Y les va bien en campos cultivados porque son insectívoros. Hay muchos insectos que son abundantes en la agricultura”, dice Diego.
Esta reputación del zorrillo viene cimentándose desde hace siglos. El jesuita italiano Giovanni Molina, que lo describió para la ciencia en 1782, decía en tono dramático que los perros expuestos al líquido pestilente de los zorrillos “se sumergen en el agua, se revuelcan en el barro, corren gritando como locos por el campo y, mientras el hedor los rodea, no comen casi nada”. Agregaba, ya en modo de película zombi, que “los campesinos no intentan matarlos ni siquiera con un arma, porque si fallan el tiro, temen ser infectados”.
No cualquier bosque
El ambiente intervenido que no favorece a ninguno de los dos mamíferos es la forestación, de acuerdo a los modelos de ocupación desarrollados por las investigadoras en este trabajo. “Los valores de ocupación más bajos predichos para ambas especies se observaron en áreas sometidas a una intensa actividad forestal, particularmente en Uruguay”, apunta el trabajo.
“A especies de áreas abiertas, como los zorrillos, les ponés un monte de eucaliptos y no entran. Por el otro lado, a los coatíes les pasa lo mismo que a los gatos monteses con la forestación. Los árboles son columnas, no pueden subir. Entonces, para ellos son campos estériles”, comenta Diego.
En resumen, la investigación muestra que el zorrillo tiene una “excepcional resiliencia” y una “mayor capacidad que el coatí para atravesar paisajes potencialmente inhóspitos”, con una distribución más uniforme en toda el área de estudio. Los coatíes, una especie considerada rara en esta ecorregión, persisten, “pero sólo en sitios bien conservados”, lo que “enfatiza la importancia de los bosques ribereños y de quebrada para su conservación”. Son, además, “dispersores de semillas que podrían estar desempeñando un papel activo en la alteración de la dinámica forestal de la sabana uruguaya”, asegura el artículo.
Por un lado, entonces, tenemos una especie que parece estar resistiendo bastante bien la presencia humana –el zorrillo–, pero que ha sido poco investigada en la región como para entender bien los efectos que le provoca la expansión de la agricultura. Por el otro, tenemos una especie no muy frecuente –el coatí–, cuya conservación está directamente relacionada con el mantenimiento de los bosques nativos. El trabajo recomienda en sus conclusiones que se hagan nuevas investigaciones centradas en otros carnívoros que habitan la sabana uruguaya y que se sigan “evaluando los impactos a largo plazo de la expansión de la forestación y el cambio climático en la ocupación de carnívoros”, una prioridad en una región bajo amenaza.
Zorrillo en Rocha.
Foto: Leyla Cuello (NaturalistaUY)
Qué verde era mi valle
“La degradación de los pastizales reduce enormemente las poblaciones de especies nativas. El cultivo de tierras afecta específicamente la abundancia, diversidad y supervivencia de los mamíferos en los pastizales de todo el mundo”, advierte el trabajo, que agrega que en nuestra región la biodiversidad está bajo amenaza debido a “la expansión del cultivo de soja y los monocultivos de eucalipto y pino, que están reemplazando rápidamente los pastizales naturales”. Por ejemplo, señala que unas 16 especies de carnívoros se ven afectadas por estos cambios en la sabana uruguaya, incluyendo algunas endémicas.
“Hay casos emblemáticos como la mulita, que sufre horriblemente la degradación del pastizal, o el gato de pajonal, que es prácticamente endémica y es probablemente la especie en situación más crítica que tenemos entre los mamíferos carnívoros. La verdad es que su cuidado en el país es un desastre, no le prestamos casi atención”, amplía Diego.
“Y luego están los grandes herbívoros del período prehispánico, que eran el venado de campo y los carpinchos, que también se han visto muy afectados por los cambios en el uso del suelo. La situación se ha modificado muchísimo en los últimos 20 años, porque hay que pensar que fue recién a comienzos del siglo XXI que llegó la soja, las praderas artificiales y la extensión de plantaciones de eucaliptos en forma masiva. Aún no tenemos evaluado del todo el impacto que han producido en la fauna en este período”, agrega.
Los autores del trabajo destacan que las investigaciones que están haciendo con mamíferos “enfatizan la importancia para la conservación de la sabana uruguaya”, y debaten también la vulnerabilidad de esta ecorregión.
“Creo que en Uruguay no nos cuestionamos el estado de los pastizales porque los comen las vacas y parecen estar bárbaros”, sostiene Diego. Pero, para él, hay pastizal degradado por sobrepastoreo. Y el trabajo nos muestra que la transformación de pastizales por forestaciones poco hace por la conservación de nuestra biodiversidad.
En este panorama, estudios extensivos con cámaras trampa están permitiendo entender de qué forma impactan estos cambios en nuestros carnívoros, piezas clave en los ecosistemas, y nos dan una pauta de lo que podría ocurrir en el futuro ante el avance de la agricultura y la forestación. Como en las proyecciones de prueba del cine, hay que ver qué parte de la película nos permitirán ver y qué es lo que podemos cambiar.
Artículo: Wild Divergence: Molina's Hog-Nosed Skunk (Conepatus chinga) and South American Coati's (Nasua nasua) Responses to Landscape Changes in the Highly Neglected Uruguayan Savannah
Publicación: Austral Ecology (setiembre de 2025)
Autores: Jordani Dutra, Maria João Ramos y Flávia Tirelli.