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Balneario El Ensueño, Colonia (archivo).

Foto: Ignacio Dotti

Trabajando para usted: vecinos de El Ensueño votaron a favor de pavimentar calles de ese balneario coloniense

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Opinión | La mirada de una habitante del balneario sobre el impacto que generarán las obras en ese lugar dominado por la naturaleza.

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En 1958, cuando la empresa japonesa Sony detectó que muchas personas caminaban con la radio a transistores pegada a la oreja, se le ocurrió dar respuesta a esa necesidad manifiesta creando los primeros auriculares, popularmente conocidos como walkman. Cuando otra empresa, Gillette, sumó a su línea de maquinitas de afeitar descartables unas de color rosado con aloe vera, lo hizo motivada por un estudio de mercado que arrojó como resultado que un gran porcentaje de mujeres utilizaban, a hurtadillas, la maquinita de sus maridos.

Son simples ejemplos para graficar que ninguna empresa crearía o fabricaría un producto o servicio sin que exista la necesidad y/o demanda a priori. Pero ¿qué pasa si nos movemos de la esfera privada a la pública? Veamos qué sucede en el Estado con un ejemplo cercano.

En agosto, vecinos del balneario El Ensueño nos enteramos de manera fortuita de que la Dirección de Obras de la Intendencia Departamental de Colonia tenía previsto –más bien, había decidido– pavimentar el tramo de acceso, arterias principales y rambla del balneario. Escribí en mi anterior columna, “Otra vez sopa”, sobre los efectos nocivos que puede causar el bitumen, particularmente sobre un área de bosque protegido, con fauna y flora autóctona, y la relación vidriosa entre dicha obra y la política, ante la inminente convocatoria a elecciones nacionales.

Como sea, la decisión de hacer esa obra de infraestructura ya estaba tomada. Cabe preguntarse: ¿a demanda de quién? Si no respondía a una necesidad de los vecinos, ¿a quién respondía? ¿Era necesario y prioritario pavimentar un balneario natural, denominado El Ensueño (no hace falta aclarar el porqué del nombre)?

Para obtener respuestas, la comisión gestionó un encuentro entre el secretario de la intendencia, Guillermo Rodríguez, el director de Obras, Gonzalo Santos, y los vecinos. Allí, los funcionarios manifestaron que la obra era un hecho, pero si los vecinos se oponían se echarían atrás. Eso dijeron, pero lo cierto es que la licitación pública ya había sido convocada y adjudicada. Se presentaron cuatro empresas oferentes: Ramón C Álvarez SA, Fabidal SA, Golden Sand SRL y R&K Ingenieros SRL; resultó ganadora esta última.

El pliego dice que la obra duraría aproximadamente cuatro meses, extensión supeditada a cuestiones climáticas, y que comenzaría en setiembre. El presupuesto de la adjudicataria asciende a 7.623.505 pesos. Y adivinen qué. El primer requisito del pliego de licitación, mucho antes de las especificaciones de la obra propiamente dicha, establece (cito textual): “Rubro 1. Cartelón de obra: Se colocará dentro de los diez días de firmado el contrato, un cartelón de obra, cuya posición será definida por la Administración, de acuerdo a las siguientes características: Medidas: 2,97 m x 2,10 (A4 x 100). Leyendas: a definir, de acuerdo a formato a suministrar por la Administración. Especificaciones técnicas del Cartel: - Ploteo a cuatro tintas adherido sobre chapa metálica. - Bastidor en tubular metálico con fondo antióxido y pintado”.

Cada quien es libre de sacar sus propias conclusiones sobre ¿a necesidad de quién responde la decisión de hacer esta obra de modo intempestivo y oportuno? Sumamos a la reflexión del lector información sobre el otro acceso a la zona balnearios que comunica Santa Ana con la salida a Artilleros. Ese puente se anega con cada lluvia, volviéndose intransitable y aislando a vecinos que están obligados a pasar por allí, todos los días, para ir a trabajar. Ni hablar de la ruta interna que comunica Artilleros con Juan Lacaze; se ha vuelto peligrosa por lo averiada que está. Quiero decir, hay necesidades mucho más prioritarias y urgentes que, genuinamente, responden a necesidades de esa población, que requiere del Estado una pronta y prioritaria solución.

Luego de la reunión con los funcionarios, la comisión decidió convocar a un plebiscito entre los vecinos. El objetivo era conocer de manera fehaciente la opinión del colectivo y que se respete la decisión de la mayoría. Se establecieron cuatro opciones de voto que, de menor a mayor, establecían: 1) nada de pavimento; 2) pavimento sólo en el tramo de acceso al balneario; 3) pavimento en el tramo de acceso + diagonal + arteria conectora con el balneario Santa Ana; y 4) esto último + arteria que conecta acceso a la rambla + rambla propiamente dicha. Cuatro mapas graficaban cada alternativa.

La elección se llevó a cabo el domingo 9, de 10.00 a 14.00, en modalidad presencial en cuarto secreto, y virtual para quienes no estuviesen en el balneario. La jornada cívica transcurrió con total normalidad y gran afluencia de vecinos y hubo un total de 177 votantes, de los cuales el 26% (68) votó de manera virtual mediante ficha electrónica. La apertura de la urna y conteo de votos se realizó frente a los vecinos, arrojando el siguiente resultado: opción 1: 18%; opción 2: 12%; opción 3: 46%; opción 4: 24%.

La alternativa de pavimentar el tramo de acceso al balneario + diagonal y arteria Aymaras, que ofrece continuidad con el balneario vecino, fue la preferida mayoritariamente por los vecinos (46%).

Consultados los votantes, entre los motivos que alegan quienes prefieren el bitumen en cualquiera de las tres opciones, se menciona: “no levanta polvo como el balastro”, “como está actualmente embarra la moto”, “con el balastro rompí los amortiguadores del auto”, “no se puede evitar el progreso”. Ninguno de ellos manifestó tener una postura medioambientalista. Los que perdimos, los que entendemos que esa obra es absolutamente innecesaria y dañina, tenemos una postura proteccionista del medioambiente. Pero perdimos.

En este sentido, linkeo a una nota que leí el pasado fin de semana: que lleguen peces tropicales no es una buena noticia. Recomiendo su lectura pero, a los efectos de esta columna resumo: habla del calentamiento global y las altas temperaturas anacrónicas que provocaron la migración de peces tropicales, nuevas especies que luego no soportan el frío fuera de su hábitat natural y se pueden percibir vueltos pescado maloliente sobre nuestras playas. Lamento ser portadora de otra mala noticia: el pavimento en el balneario incrementará la temperatura en tres grados. Eso es el calentamiento global.

Como sea, y mal que nos pese, la conciencia cívica obliga a respetar la decisión de las mayorías. Aunque estén equivocadas. Aunque aleguen razones superfluas. Aunque sostengan que se trata de progreso. Lo tengo que decir: el progreso no es mirarse el ombligo; el progreso es mirar, a conciencia, hacia adelante.

Por último, resta que los funcionarios sostengan su palabra y desistan de la peor opción (4), a cambio de la menos mala (3), elegida por mayoría. Que, en vista de que trabajan para nosotros, como versa el cartel, pospongan la ejecución de la obra para que no interfiera con la pretemporada y temporada turística, y la retrasen hasta después de la Semana de Turismo.

Que, junto con la obra, contemplen la colocación de lomos de burro y cartelería limitando la velocidad en un balneario mayormente peatonal, donde no hay veredas y conviven en la misma calle caminantes, ciclistas, corredores, niños, mascotas y caballos. No queremos sufrir el primer accidente vial bajo las ruedas de los pseudo corredores fórmula 1, que son habitué por estos pagos, y para ellos el asfalto será una pista de carrera.

Como ocurrió cuando la aparición del walkman o la maquinita rosa, estas son todas necesidades genuinas y prioritarias que se advendrán al pavimentar, y que el Estado deberá contemplar y resolver. Sólo en ese caso el “Trabajamos para usted” sería verosímil.

Andrea Paula Garfunkel es escritora y columnista en diversos medios de la región. Es autora de un libro de no ficción y seis novelas. La última, Wunderkammern, obtuvo el primer premio literario en narrativa en 2022, otorgado por la Intendencia de Colonia.

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