“La complejidad del panfleto” puede parecer un término que encierra su propia contradicción. Pero no es ningún oxímoron. Quien lo dude puede ver, desde este jueves 21, a las siete de la tarde, tres piezas del dramaturgo chileno Guillermo Calderón. Estarán disponibles hasta el domingo 24 en la web de la Fundación Teatro a Mil. El panfleto exige sintonizar. Quienes conocen de etimologías dicen que ese verbo deriva de la voz griega “syntonos”, que Aristóteles asociaba con ese acto de poner el espíritu en tensión –como la cuerda del arco– para aplicarse a una cosa.
Hay que llegar a Calderón en la frecuencia de Calderón. Poner el espíritu en tensión para dejarse movilizar por esas tres obras. Dos de ellas, de una hora cada una, deberían verse en continuado. Se trata de Villa (2011) y Discurso (2011). En ese orden.
La “directiva” no se ha puesto de acuerdo en qué hacer con Villa Grimaldi, uno de los centros de tortura clandestinos de la dictadura chilena. Entonces se encomienda a tres jóvenes (que interpretan las actrices Francisca Lewin, Carla Romero y Macarena Zamudio) que resuelvan ellas. ¿Será un museo? ¿Se lo tirará abajo y se creará un parque? ¿Se dejará como está ahora, con ese recorrido en el que lo que ocurrió se intuye en medio del paisaje destruido? Al defender cada una de las opciones, al interactuar entre el asombro y la incomprensión, al ver cómo temas de memorias más ancestrales surgen por detrás de la memoria reciente, las tres mujeres van desenredando la madeja de todo lo que está detrás de esa decisión que tienen que tomar. La versión filmada es una de las puestas que realizaron en Londres 38, otro de los escenarios del horror del pinochetismo.
En Discurso están las mismas actrices. En general se representa inmediatamente después de Villa. Ahora las tres son una sola. Las tres son la presidenta Michelle Bachelet dando su discurso de despedida. Aquí, a la complejidad de cómo asumir las violaciones de los derechos humanos se suma la dificultad de balancear las expectativas y las posibilidades en un gobierno de izquierda, las múltiples pesas que se deben ir poniendo en la balanza para medir si una gobernante es o no es de izquierda, el espíritu de la época, el cuerpo de la mujer, el acto solitario de gobernar.
Ambas obras se presentaron en Montevideo en 2013 y mucho de lo que ahí se dice puede definirse como panfleto, si se acepta que el panfleto es la explicitación de una idea, sin ambigüedades, a partir de un gesto artístico. Cuando es de buena factura, no rehúye ninguna batalla, ni siquiera la de la complejidad.
Si no alcanzó con esas dos piezas, el mismo fin de semana hay una tercera, también de Calderón, que pide tensar aún más la sintonía. En Escuela (2013), un grupo de actores encapuchados monta una coreografía de educación política y militar que parece emular aquella Guitarra armada (1979) de los hermanos Mejía Godoy en los años de la guerrilla sandinista. Nada es casual. Ni siquiera aquello con lo que se elige sintonizar un sábado a la noche.