La industria de la conducción autónoma se encuentra conmocionada luego de que un vehículo sin conductor de la empresa Uber atropellase a una mujer, llamada Elaine Herzberg, en Arizona, Estados Unidos. Este siniestro es el primero registrado en la historia de los autos que se manejan solos, y generó una suspensión de las pruebas por parte de Uber, así como las críticas de diversos analistas que debaten los límites de esta nueva tecnología y si el accidente fue realmente evitable o no.
La policía de la ciudad de Tempe publicó el video que reúne las filmaciones hechas por las cámaras externas e internas del vehículo, en las que se puede ver cómo una transeúnte se cruza a mitad de cuadra con su bicicleta al lado. La cámara que graba el interior del auto refleja que la operadora no estaba prestando atención a la calle de forma continua, sino que bajaba la mirada para chequear el sistema de conducción del vehículo. El video –demasiado explícito– se interrumpe en el momento en que se da la colisión. Como se presentan los hechos, el peatón cruzó de forma indebida y el vehículo autónomo no tuvo tiempo de registrar el movimiento, por lo que no frenó ni redujo su velocidad.
Más allá de las culpas, el accidente pone en duda una tecnología que todavía se encuentra en fase experimental. En teoría, los vehículos autónomos de Uber cuentan con radares, cámaras y sensores LIDAR, que les permiten detectar en tiempo real objetos en movimiento a 360°. Los sistemas más sofisticados de detección a través de ondas de radio, láseres infrarrojos y visión artificial son implementados en estos Volvo XC90, que hasta la fecha no habían generado accidentes fatales. Toyota, por su parte, suspendió las pruebas con autos autopilotados debido al “efecto emocional” de lo ocurrido en Tempe.
Aunque resta conocer el curso legal del caso, los debates sobre la conveniencia de los autos autónomos se aceleraron en estos días. Mientras que para algunos hay que esperar a que la tecnología madure para impedir accidentes, otros, como el periodista Ian Bogost, de The Atlantic, creen que en realidad el problema es la “convivencia” de vehículos autopilotados, por un lado, y peatones y autos “tradicionales” por otro. Para él, en los próximos meses seremos testigos de cómo se irá restringiendo el uso de ciertas avenidas, separándolas en exclusivas para autos robots y autos tripulados por humanos.