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Cómo identificar un vínculo tóxico con el ejercicio

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El entrenamiento puede ser un aliado para la salud, pero también un potenciador de trastornos de la conducta alimentaria.

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“Voy a correr un rato para bajar todo lo que comí en el almuerzo”. “No puedo juntarme entre semana, perdón, pero tengo que ir al gimnasio”. “¿Me notás más marcado?”. Como estas, algunas frases que pueden pasar como simples manifestaciones de interés por la salud, en ciertos contextos, esconden síntomas de un problema mayor. Cuando entrenar se vuelve una obsesión cuyo único fin es mejorar el aspecto físico, el ejercicio puede ser un detonante o potenciador de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).

Si no está vinculado a potenciar la salud integral y se realiza exclusivamente para adelgazar. Cuando se prioriza la actividad física respecto de cualquier otra cosa. Entrenar cuando se está lesionado o enfermo. Excederse en frecuencias o tiempos recomendados por el entrenador. Todas estas son señales de alerta que pueden indicar que alguien tiene un vínculo tóxico con el ejercicio, explicó a la diaria la psicóloga Viviana Cotelo. Esto puede desencadenar un problema de salud mayor.

Vivir la experiencia del entrenamiento exclusivamente para modificar la apariencia física puede “aumentar la hipervigilancia sobre la imagen corporal y las conductas alimentarias”, dijo la consultada. Por eso, en personas que ya padecen un TCA, entrenar puede ser un potenciador de la sintomatología. En efecto, Cotelo ejemplificó que hay quienes utilizan el ejercicio “como una forma compensatoria para anular episodios de voracidad o para favorecer un descenso de peso más rápido”.

La psicóloga, que también trabaja en la clínica especializada en TCA Vitalis, identificó que en los últimos años “ha aumentado la utilización del ejercicio físico como forma de compensación de una ingesta compulsiva o de adelgazamiento”. Si bien entiende que “son indiscutibles los beneficios de la actividad física regular, la industria del fitness ha colaborado en normalizar un modelo de cuerpo hegemónico y rígido que no respeta las diversidades corporales y que apunta a homogeneizar un único modelo”. Para Cotelo, lo que se provoca es desmotivación y descenso de la autoestima en quienes persiguen un ideal que no se ajusta a las posibilidades reales, “llegando incluso a generar un daño en los cuerpos en vez de mejorar su salud”.

En la misma línea, el nutricionista Miguel Kazarez indicó que “el ejercicio por sí solo no genera un trastorno de la conducta alimentaria, lo que sí puede incidir son factores vinculados a nuestro entorno”. A modo de ejemplo, el profesional dijo: “En familias en las que se pone mucho énfasis en el ejercicio como herramienta para estar delgados y se habla sobre dietas, los menores de edad terminan desarrollando una insatisfacción corporal mucho mayor. Los círculos y vínculos en que nos criamos terminan favoreciendo o predisponiéndonos al desarrollo de estas conductas alimenticias”.

A su vez, el nutricionista deportivo entiende que la industria del fitness y de las dietas también incide: “Por un lado, tenés el mundo del fitness, que te dice ‘vení, quemá calorías y lucí más lindo’, y por otro lado, tenemos a la industria de las dietas, que te dice ‘estás comiendo demasiado’. Vivimos en un tire y afloje constante. Todos estos factores se retroalimentan y nos terminan induciendo o favoreciendo a que tengamos un vínculo tóxico con el entrenamiento, con la comida y con nuestro cuerpo”.

“El ejercicio suele mejorar la composición corporal. Las personas que entrenan suelen tener menos cantidad de grasa y/o más cantidad de músculo, y en consecuencia eso también mejora la autoestima. Entonces, el ejercicio sí puede ayudar a modular nuestro vínculo con el cuerpo”, identificó Kazarez, y agregó: “El tema es cuando aparecen los excesos”.

Nada en exceso es saludable

Más allá de la anorexia y la bulimia, que son quizá los TCA sobre los que hay mayor conocimiento, en los últimos años patologías asociadas a una vinculación excesiva y dañina con el ejercicio y la alimentación tomaron mayor notoriedad. Una de ellas es la vigorexia, que tiene que ver con una obsesión patológica por el culto al cuerpo y el ejercicio físico en busca de una musculatura hipertrofiada. Este trastorno se suele dar más en hombres que en mujeres, y esto responde, en cierto modo, a lo que explicó Kazarez: “Mientras que las presiones sociales de la mujer giran en torno a la delgadez, lo atractivo del hombre suele vincularse con qué tan voluminoso es [en términos de masa muscular]”.

Esta patología está también relacionada con una constante necesidad de perfección y puede derivar en comportamientos compulsivos como la necesidad de pesarse constantemente, controlar la dieta de manera extrema calculando cada macronutriente y dedicar varias horas por día al entrenamiento. En estos casos, el ejercicio juega un rol preponderante en lo que está atravesando la persona, pero en el desarrollo de otros trastornos puede ser un aliado en el proceso de recuperación.

Cotelo explicó que “incorporar la actividad física puede ser necesario en el proceso de recuperación de un TCA para conectar con el propio cuerpo y disfrutar de lo que este puede hacer”. Pero agregó que es clave que estas actividades se orienten al disfrute de lo social y recreativo y al cuidado del cuerpo más allá de su aspecto. “El ejercicio tiene múltiples beneficios a nivel físico, mental y social, y es favorecedor de hábitos que es recomendable mantener de por vida”, subrayó.

De todas formas, alertó: “El descenso abrupto de peso en poco tiempo ocasiona una alteración en el ciclo hambre-saciedad, desregulación de la autopercepción, hipervigilancia, aumento de la ideación obsesiva y tendencia al perfeccionismo, entre otras graves consecuencias”. Por eso también es clave que la persona diagnosticada con algún tipo de TCA sea supervisada por un profesional que indique en qué momento del proceso es recomendable o no que practique ejercicio.

En el proceso de tratamiento, explicó la psicóloga, se “evalúa permanentemente qué beneficios le aportaría la realización o no de actividad física y de qué tipo. En las personas con bajo peso se desaconseja incluso que no logren un peso que no represente un riesgo”.

Cambiar el chip

“A quemar todo lo que pecaste el finde”. “Vamos a tallar esos cuerpos”. “Dale que es viernes y te tenés que ganar la pizza de esta noche”. Este tipo de arengas todavía se siguen escuchando en los gimnasios. Son varios los profesores que, chistes mediante, intentan motivar a sus alumnos asociando el ejercicio con lo estético. “A los profesores nos falta comprender que a veces lo que decimos no es solamente lo que decimos. Ese tipo de comentarios puede generar ansiedad, incomodidad y mayor obsesión por hacer ejercicio en casos de personas que tienen un TCA”, dijo el magíster en Actividad Física para la Salud Matías Rivero.

El entrenador entiende que es clave promover el entrenamiento apuntando al bienestar y a la adopción de hábitos saludables de forma equilibrada. “Tenemos que dejar de asociar el gimnasio únicamente con la reducción de tejido adiposo o con el aumento de la masa muscular. Es fundamental que en los centros donde se forman los profesionales del movimiento se comience a profundizar en diferentes trastornos para que después los profesores puedan manejar de mejor manera su comunicación en una actividad colectiva o en un entrenamiento personalizado”, agregó.

Lo que sí considera Rivero que pueden hacer los entrenadores es acompañar a los alumnos cuidando los comentarios, evitando hacer observaciones acerca del cuerpo y generando un ambiente de tolerancia y comprensión.

Sobre el rol positivo que puede asumir el ejercicio en el proceso de un TCA, Rivero consideró dos aristas: la psicológica y la fisiológica. Por un lado, la evidencia dice que entrenar favorece la autoestima. Por otro lado, el tipo de estímulo que genera el ejercicio colabora a la regulación alimenticia. “O sea que si hago ejercicio probablemente voy a tener más apetito”, agregó.

El profesor subrayó que el ejercicio en una persona diagnosticada con TCA debería ser indicado por los profesionales adecuados, y que luego tendría que ser controlado a nivel del volumen, frecuencia e intensidad con los que se entrena. “Con el objetivo de bajar de peso o de sentirse de una u otra manera, las personas pueden tender a hacer demasiado ejercicio. Y cuando nos pasamos de la raya, el ejercicio obviamente es negativo. Mucho entrenamiento puede generar un esfuerzo excesivo y terminar en una lesión, generando además, a largo plazo, una vinculación negativa con el ejercicio”, dijo Rivero.

Bombardeo de imágenes

La vigorexia y la ortorexia (obsesión patológica por la comida saludable y por la calidad de los nutrientes) están en ascenso a escala mundial y, según dijo Kazarez, este fenómeno se asocia en parte con el exacerbado acceso a la información mediante las redes sociales. “Ahí se exhibe nuestro cuerpo. Entonces las personas están más pendientes y a veces obsesionadas, todo el tiempo, con las calorías que comen, cuánto comen, qué engorda, y quieren entrenar más porque no es suficiente cubrir los 10.000 pasos al día. Las redes incentivan también a que construyamos un mal vínculo con el cuerpo y la comida, y a que sintamos culpa porque haber comido lo que no debía o no haber entrenado lo suficiente”.

El nutricionista problematizó el poder que pueden tener los influencers que promueven estilos de vida e ideales que parecen inalcanzables. “Muchos de los cuerpos que vemos en redes sociales no son naturales. Hay agentes químicos como los anabolizantes que favorecen el alcance de determinados cuerpos”, dijo Kazarez. “Vemos personas súper marcadas y al verlo tantas veces, creemos que eso es real. Se termina generando en nuestra cabeza la idea de que ‘es posible’, cuando en realidad no lo es. Y esto sólo aumenta la insatisfacción”, afirmó.

En la misma línea, Rivero dijo que las imágenes que se promueven en las redes muchas veces generan la sensación de que si entrenás de tal forma y comés de tal otra, se puede lograr un cuerpo en apariencia perfecto. Pero esa comparación y esa necesidad voraz de verse como esas personas aumentan las frustraciones.

El entrenador remarcó el riesgo que presenta la desinformación que promueven los influencers, que muchas veces ni siquiera son profesionales del entrenamiento: “Al buscar likes, muestran ejercicios cool para llamar la atención. Y hay quienes los copian y terminan lesionados. Tiran datos al azar porque están promocionando una marca o porque simplemente piensan que es así o porque a ellos les funcionó. Pero eso que muestran puede generar una interpretación errónea y traer grandes consecuencias negativas”.

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