Florencia Dutrénit había probado con el yoga porque buscaba bajar la ansiedad que le causaba un trabajo de alta demanda. Hace casi siete años que es instructora, y cuenta que empezó a dar clases al aire libre, fuera de su pequeño estudio pocitense, antes de que comenzara la pandemia de covid-19. Cuando el virus llegó a Uruguay, evidentemente esta práctica se incrementó.
“Así ha sido, sin interrupciones, desde la primavera hasta otoño, ni hablar, y me animaría a decir que hasta en invierno hemos llegado a organizar algunas: cuando el tiempo es relativamente bueno o vienen esos veranillos, lo hemos aprovechado. La idea es conectar con la naturaleza, que sé que está de moda, pero es lo que más estamos necesitando todos y es uno de los grandes pilares para el bienestar en general. La naturaleza está disponible y a veces uno no la aprecia, y con muy poquito podés sentirte bien: tocando el pasto, caminando descalzo, moviéndote. Ese es el porqué de hacer clases al aire libre”, resume.
La instructora transita diversas modalidades. Las sesiones de silent yoga, que implican el uso de auriculares, mediante los que el alumno recibe la voz de la profesora y música de fondo, permiten una experiencia inmersiva y personal. “Si bien estamos en multitud, cada uno está en su mundo”, describe Dutrénit, que valora que de esa manera pueden abstraerse del tráfico. Hasta el momento acercó esa modalidad a diferentes enclaves de la rambla y de Parque Batlle, entre otros sitios.
Ese tipo de yoga tiene un costo. En cambio, otras clases que no requieran dispositivos las ofrece a cambio de lo que llama “un valor consciente”: cada cual aporta lo que puede. También hay ocasiones en las que vuelca lo recaudado, en ese caso alimentos no perecederos, a organizaciones como la Red de Ollas al Sur, para que sean utilizados en las ollas populares y merenderos que siguen activos; en otras juntaron artículos escolares para acercar a asentamientos, y han llegado a organizar movidas para personas que necesitan costear un tratamiento de salud.
En cualquier caso, la cantidad de asistentes aumenta, de modo que actualmente, que además es madre de un niño de cuatro años, la ayudan en la organización su pareja y otros practicantes de yoga y meditación. Se trata de activarse y de relajarse, por eso hay encuentros todas las semanas. Hoy a las 19.15 en la rambla de Punta Carretas (atrás de Ártico) habrá una sesión de silent yoga y cuesta $ 300. En sus redes (@ahora.yoga) y por el Whatsappp 096 207 160 comparte información actualizada.