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Estación Sayago.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Sayago: un barrio de “murga y carnaval” marcado por su fuerte resistencia a la dictadura

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Habitantes del lugar y estudiantes de historia contaron en diálogo con la diaria anécdotas de un territorio que fue “refugio de artistas”

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Leído por Andrés Alba.
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El barrio Sayago, cuyos orígenes comienzan a fines del siglo XIX, fue creciendo como un “refugio de artistas”, marcado por la “murga y el carnaval” y por su fuerte resistencia a la última dictadura cívico militar, dijeron vecinos y estudiantes de historia a la diaria.

“Los recuerdos de la dictadura están muy presentes en el barrio. Se registraron operaciones represivas incluso con anterioridad al golpe de Estado. Un tema que salió fue el de la militancia por el voto en blanco en 1982, que era impulsado por Liber Seregni, quien estaba preso por la dictadura. Un hecho relevante fue la coordinación en la Facultad de Agronomía de distintos gremios durante la huelga general luego del golpe de Estado”, dijo a la diaria el estudiante de historia Leandro Lereté.

En un documento realizado por Lereté y el estudiante de historia Sebastián Carvalho se sostiene que la huelga general del 27 de junio de 1973 tuvo “repercusión en Sayago”.

En aquella época la Facultad de Agronomía, ubicada en el barrio de Sayago, fue clave para la realización de la huelga general, ya que al estar inserta en una zona de muchas industrias y talleres, fue importante para la movilización de los trabajadores.

Los estudiantes sostienen que los vecinos y comercios de la zona obraron con una gran solidaridad al brindar alimentos para la resistencia.

Por su parte, el vecino Wilfredo Bonilla dijo a la diaria que Sayago es un “barrio de murga y carnaval”, donde los encuentros culturales se producen en las tribunas de Racing.

En dicho barrio nació en 1980 la murga Contrafarsa con el nombre El Firulete, en la cooperativa de Sayago.

“Yo iba al colegio Rosa Mística, y me acuerdo que por los 80, estaba ya El Firulete, que era una murga de niños, que después creció y pasó a ser Contrafarsa. El último año que salió la murga Contrafarsa fue en 2006. Yo fui el chofer ese año de la murga, inclusive en el disco está mi nombre. Fueron tiempos muy lindos, pasábamos en los ensayos, había muchísima gente, tengo fotos guardadas de los ensayos de Contrafarsa. Sayago tiene una historia muy hermosa”, agregó Bonilla.

Tanto Lereté como Carvalho aseguraron a este diario que “Sayago ha sido un barrio marcado por la diversidad de sus manifestaciones culturales”.

En el barrio nació la Sociedad tradicionalista Elías Regules, que tenía como cometido valorizar el folclore nacional. Además, los estudiantes sostienen que Sayago también ha sido una tradicional residencia de artistas, entre ellos: Delmira Agustini, América Moro, Rodolfo Tálice, Elías Regules, Daniel Viglietti, Elsa Baroni, Eduardo Pitufo Lombardo, y Marcel Keoroglian.

“El último año que salió la murga Contrafarsa fue en el 2006. Yo fui el chofer ese año de la murga, inclusive en el disco está mi nombre. Fueron tiempos muy lindos, pasábamos en los ensayos, había muchísima gente, tengo fotos guardadas de los ensayos de Contrafarsa. Sayago tiene una historia muy hermosa”. (Wilfredo Bonilla)

Estas anécdotas surgieron de los vecinos y vecinas que reconstruyeron juntos el año pasado la historia del lugar, en el marco del proyecto “Cuenta la ciudad desde tu barrio” que se lleva adelante en conmemoración de los 300 años de la capital uruguaya.

Historia

El barrio tiene su origen en el Pueblo Sayago, que fue creado en 1873 a partir de la compra de terrenos que pertenecían a Francisco Sayago por parte de Luis Girard. La zona circundaba con la estación de tren, que fue inaugurada en 1869 y su propósito era hacer la conexión entre la Estación Central y el norte del territorio nacional, en dirección a Las Piedras, y el este, en dirección a Pando.

La Estación de Ferrocarril atrajo población a la zona; sin embargo, el lugar ya contaba con casas quinta de la clase pudiente montevideana acompañadas de algunas plantaciones.

“En este período, la urbanización no tuvo un gran despliegue, tal es así que para inicios del siglo XX el pueblo contaba con apenas 70 casas. Las principales actividades económicas estaban directamente vinculadas con el medio rural. La que más se destacó fue la vitivinicultura, siendo Sayago uno de sus focos en el departamento de Montevideo”, afirman los estudiantes Lereté y Carvalho en el documento que hicieron para describir la historia del barrio.

“Un dato interesante que nosotros vimos al estudiar la bibliografía [...] es que en realidad en 1879 se funda otro pueblo que se llamó Garibaldino, del que incluso quedaron rastros de su existencia en la memoria colectiva del barrio. Al examinar la documentación, en particular los planos, se puede observar que hay una coincidencia de las calles de este pueblo garibaldino fundado en 1879 con las del pueblo Sayago, incluso la plaza y calle principal coinciden. Podemos inferir que Sayago y pueblo Garibaldino son lo mismo”, dijo Carvalho.

El estudiante de historia afirmó que Sayago no se fundó como un barrio de Montevideo, sino que comenzó como un pueblo, lo que implicaba que tenía sus propias autoridades. Posteriormente, pasa a la categoría de villa, por lo que se lo reconoce formalmente como un barrio más junto con otros que estaban en la periferia.

A partir del siglo XX, se estableció la Escuela de Agronomía (actualmente Facultad de Agronomía) y la Fábrica Nacional de Pórtland, lo que provocó una expansión urbana. Un antecedente temprano de desarrollo industrial en Sayago se puede ubicar con la fábrica de jabones de Antonio Duplessi, emprendedor de origen italiano establecido en Uruguay desde mediados de la década de 1870.

Carvalho afirmó que la historia de Sayago tiene varias etapas, la primera se caracterizó por la presencia de las casas quintas, utilizadas como un lugar de descanso para el patriciado local. Con el desarrollo de las primeras industrias en el siglo XX, Sayago cambió su fisonomía y dejó de ser un lugar de veraneo y de casas quintas y pasó a ser un barrio obrero.

“Tenemos justamente la llegada de varias oleadas de migrantes, entre las que se destacan las de italianos y españoles pero también había provenientes de Europa del este y de Alemania. Incluso hay una parte del barrio que se considera como una colectividad alemana”, agregó el estudiante.

Influencia de migrantes

Washington Lizandro, quien nació en 1961 y vivió toda su vida en el barrio, recordó, en diálogo con la diaria, la fuerte influencia migrante que tuvo la localidad.

“Había muchos alemanes, algunos búlgaros y húngaros. La forma de vivir que ellos establecían era muy dispar con las costumbres de los uruguayos. En verano, a las 7 en punto, estaban limpiando su vereda y en invierno era a las 7.30. También era rígido el horario de la siesta”, recordó Lizandro, quien también es presidente de Racing.

En aquella época, el barrio contaba con pocos teléfonos, por lo que si un vecino necesitaba utilizar uno era para algo “de mucha necesidad y urgencia”, relató.

Camino Ariel esquina 28 de febrero, en Sayago.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

“Cuando los vecinos te decían que necesitaban un teléfono, seguramente era por un accidente o fallecimiento. Había más solidaridad por las necesidades que ahora”, afirmó el vecino.

Por otro lado, relató que el barrio tenía problemas en la conexión de luz, por lo que ante cualquier viento, se caían los cables y los vecinos debían hacer una colecta para que un empleado de cuadrilla de la UTE hiciera un “gancho precario” y solucionara por un tiempo el problema.

“Llegué a ver el hielero vendiendo sus medias barras, el expendio de carnes, que era martes y jueves, con un carnicero que trabajaba a serrucho y cuchillo. También vi la escasez y la hiperinflación en el gobierno de [Jorge] Pacheco [Areco 1967-1972]. Además, observé las tres o cuatro horas esperando al camión de queroseno para que te dieran dos litros, que para la gran mayoría de las familias era imprescindible para cocinar. La gente comprando apenas cobraba porque lo que salía el día primero 10 a fin de mes podía salir 13 o 15 dependiendo del producto”, recordó.

Con respecto a los autobuses, dijo que pasaba el 82 (actualmente 582) cada 20 minutos, cuyo trayecto implicaba el contacto más cercano para ir al centro.

Túnel de Propios

Por otro lado, Bonilla vive en Conciliación, que es uno de los barrios aledaños a Sayago, y hace 32 años que es conductor y cobrador de ómnibus; durante 15 años trabajó en Garzón y Propios, en la Cooperativa Obrera de Transporte (Codet), y actualmente lo hace en la Cooperativa de Obreros y Empleados del Transporte Colectivo.

Sus hijos fueron a la escuela y liceo en Sayago y “son hinchas del barrio”, afirmó.

Recordó que el túnel de Propios, un paso a desnivel entre una línea férrea que circula por un viaducto y una línea tranviaria que pasaba por debajo, generó varios problemas en el tránsito.

“Cuando vinieron los coches nuevos, que tenían caja de cambio, avanzaban por el medio, trataban de pasar por arriba del túnel de Propios y quedaban trancados si no tenían cuidado. Del lado de abajo, cuando se iba desde Garzón hacia 8 de Octubre, tenías que pasar por arriba del túnel, era como una montaña, y cuando venías de 8 de Octubre para el lado de Garzón, tenías que pasar por el lado de abajo”, afirmó.

Como los túneles estaban hechos de adoquines, se inundaban y los vecinos aprovechaban la oportunidad para empujar autos y conseguir algún dinero, recordó.

“Vi la escasez y la hiperinflación en el gobierno de Pacheco. Además, observé las tres o cuatro horas esperando al camión de queroseno para que te dieran dos litros, que para la gran mayoría de las familias era imprescindible para cocinar. La gente comprando apenas cobraba porque lo que salía el día primero 10 a fin de mes podía salir 13 o 15 dependiendo del producto”. (Washington Lizandro)

“Parte de las anécdotas cuentan que cada vez que reparaban esos túneles, se subía un poquito más, entonces la altura nunca era la real que había quedado del principio, por ejemplo, recuerdo una vez un par de ómnibus de Codet de los nuevos que habían venido, que eran más altos, se metieron a pasar por los túneles y les abolló la escotilla (la tapa que tienen arriba del techo). Definitivamente ese túnel tiene muchas historias. Fue una época muy linda y más sana”, agregó.

Resultados de los talleres

Por otro lado, Bonilla afirmó que durante los talleres se habló sobre la importancia de conservar todos los recuerdos del barrio, porque “muchas cosas se van perdiendo”.

“Queremos hacer un libro, guardar esa historia, hacer documentales para que vayan quedando no solamente en lo anecdotario, sino también en la memoria. Estaría bueno hacer documentales para que les quede también a los gurises que vienen hoy en día, que les vayan quedando con visualizaciones de fotos y todas esas cosas”, agregó.

“Entonces creo que para mí los talleres fueron muy importantes porque muchos vecinos trajeron a la memoria cosas que de repente se les había olvidado a otros, entonces entre todos nos fuimos reviviendo la memoria”, afirmó.

En la misma sintonía, Lereté afirmó que los talleres ayudaron a elaborar una “visión nueva del barrio”.

“Es la confrontación entre lo que vemos en los textos y la visión que tienen los vecinos, la importancia de destacar que la historia no sólo son los documentos escritos, sino que ir al territorio y poder tomar lo que es el testimonio de aquellos que lo vivieron y otros tipos de fuentes también son postales, fotos, banderas o pegatinas que dan cuenta de elementos que en un documento oficial raramente quedan presente”, reflexionó.

En los talleres se pudo ver la lucha por la tierra y cómo eso estaba unido a un período de agitación social, de huelgas en fábricas o en la Administración de Ferrocarriles del Estado a fines de la década de 1980, afirmó.

“En segundo lugar, se encontraron cosas de gran valor, por ejemplo, una vecina tenía una colección de más de 100 negativos fotográficos que eran de su abuelo sobre Montevideo; todo eso se va a digitalizar y la gente va a poder acceder a ese material. Por último, nos da nuevas herramientas para salir del mundo académico”, agregó.

Como conclusión de los talleres, los vecinos decidieron crear una comisión de 300 años que actúa dentro del municipio G con el objetivo de elaborar una revista dedicada a la historia del barrio.

“La revista está por editarse. Nosotros cumplimos el rol de asesorar. Para su realización aportamos el material que estuvimos relevando en los distintos archivos, además de las cosas que se digitalizaron de los talleres y de los testimonios que tomamos de los vecinos. Siempre la idea fue que vecinas y vecinos se empoderen de la historia”, afirmó Carvalho.

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