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Foto: Ernesto Ryan

Cuando niños y adolescentes viven la experiencia del rechazo

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Herramientas y principios de Disciplina Positiva para afrontar problemas de aceptación y tomar medidas.

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Nuestra naturaleza es social. Desde que nacemos, deseamos pertenecer, sentirnos conectados y vinculados a otros. También necesitamos saber que importamos y que somos aceptados. Ese deseo, más que una simple aspiración, es una necesidad innata, porque solos no podemos sobrevivir. Desde nuestra llegada al mundo necesitamos a otros para que nos alimenten, aseen, cuiden de enfermedades y protejan ante cualquier peligro. También necesitamos amor, contención y cariño.

El cuidado de nuestros progenitores es, desde la más tierna infancia, fundamental para nuestro desarrollo y sano crecimiento. Cuando esos cuidados están presentes, no sólo nos sentimos seguros sino que también aprendemos a conocer el lenguaje del amor y la aceptación. Los padres o cuidadores nos enseñan cómo se viven los buenos tratos, y nuestro cerebro en desarrollo y experiencias emocionales se van fortaleciendo a medida que crecemos. 

Sin embargo, estas experiencias tempranas que vamos incorporando a nuestro “maletín” como valiosas herramientas para afrontar los retos de la vida, ¿nos hacen totalmente inmunes al rechazo? Hasta ahora, no conozco a nadie que, en mayor o menor medida, no se sienta afectado por el hecho de que otras personas no lo integren, se burlen de él, lo eviten, hablen a sus espaldas o le apliquen la “ley del hielo”. Claro está que el impacto del rechazo varía según un conjunto de factores como la edad, la autoestima, el nivel de conciencia, las experiencias de vida, el contexto ambiental y la fortaleza mental. No obstante, nuestra propia condición de seres sociales y esta necesidad innata de pertenecer nos hace vulnerables al rechazo.

Profundicemos y llevemos esta idea a situaciones cotidianas de la infancia. ¿Cuántas veces has escuchado o visto a niños pequeños, en edad escolar o adolescentes, que son rechazados por otros en el jardín, la escuela o el liceo?

El rechazo por parte de un grupo de amigos puede ser una experiencia dolorosa y traumática para niños y adolescentes quienes, como hemos visto, están en una etapa crucial de su desarrollo emocional y social. Al ser rechazados, experimentan sentimientos dolorosos y emociones intensas. Su autoestima se quiebra y, de manera consciente o inconsciente, comienzan a preguntarse: “¿Por qué mis amigos o compañeros no me aceptan? ¿Ya no les caigo bien? ¿Qué hice para molestarlos tanto? ¿Hay algo malo en mí para que los demás me rechacen?”.

Ya sea en consultas particulares, en mis talleres de crianza positiva o entre madres y padres que hemos vivido esta situación con nuestros propios hijos, siempre se comenta que los niños automáticamente se sienten excluidos. Es común que surjan sentimientos de tristeza, enojo, soledad y baja autoestima. También nosotros, como padres y madres, nos sentimos tristes, enojados, frustrados y un poco desesperados con la situación.

Es bueno reconocer que nuestros sentimientos y dolor muchas veces nos nublan la mente, impidiéndonos ser objetivos y asertivos en los pasos a seguir, no solamente para resolver la situación sino, especialmente, para ayudar a nuestros hijos a tomar la experiencia como una oportunidad para salir fortalecidos.

Con base en estas vivencias, podemos concluir que el rechazo y la exclusión pueden:

  • Hacer que niños y adolescentes se cuestionen su valor personal
  • Afectar su capacidad para pertenecer y vincularse
  • Generar inseguridad y baja autoestima
  • Afectar su habilidad para formar relaciones de cualquier tipo
  • Volverlos cautelosos o temerosos de abrirse a nuevas amistades
  • Crearles vulnerabilidad emocional, dependencia y sentido de complacencia
  • Aumentar el riesgo de problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión

Por todas estas razones, es esencial brindar apoyo y comprensión a nuestros hijos cuando pasan por esta situación, ayudándolos a reconocer su valor y a encontrar lugar en entornos donde se sientan aceptados y valorados. Como padres, madres y educadores, desde la Disciplina Positiva podemos tomar varias medidas para ayudar a niños y adolescentes que han sido rechazados por un grupo de amigos, enfocándonos en el fortalecimiento de su autoestima, el desarrollo de habilidades sociales y la construcción de relaciones saludables; a continuación, veamos cuáles son estas valiosas herramientas.

Definir el concepto de amistad: hablar sobre las características de una amistad sana les ayudará a distinguir cuándo una relación no lo es.

Validar sus sentimientos: es crucial escuchar a los niños y adolescentes, validando sus emociones sin minimizarlas. Debemos evitar frases como “No te sientas así”, “No es para tanto” o “No pasa nada, ya se arreglará”. En su lugar, reconocer su dolor y tristeza les ayuda a sentir que sus emociones son importantes y que no están solos. Por ejemplo: “Te entiendo e imagino cómo te sientes, hijo. Estoy aquí para apoyarte”.

Fomentar la autocompasión: esto es enseñarles a ser amables consigo mismos y a no juzgarse duramente por ser rechazados. Hay que explicarles que el rechazo tiene más que ver con los prejuicios y valores de los otros que con su persona. Es muy importante ayudarlos a entender que el rechazo no define su valor personal y que siempre deben elegirse y respetarse a sí mismos cuando los demás no lo hagan.

Desarrollar habilidades de comunicación: ayudarlos a expresar sus sentimientos y a manejar situaciones difíciles es crucial para fortalecer sus habilidades sociales y de comunicación. Para ello, la empatía con lo que están viviendo es crucial. “Cuéntame qué sientes, te escucho con atención”, por ejemplo.  

Enfoque en resolución de conflictos: esta herramienta es básica y fundamental en nuestra filosofía. Enfocarnos en soluciones, más que en buscar culpables o castigar (pagar con la misma moneda), hace la diferencia en el desarrollo de habilidades para la vida. Acorde a la edad que tengan nuestros hijos o alumnos, podemos ir incorporando preguntas del tipo: “¿Tienes alguna idea de cómo resolver esta situación?”, “¿Te gustaría que te apoye con algunas?”, “¿Cómo te sentirías si hacemos lo siguiente?”. 

Construir resiliencia: enseñarles que el rechazo es una parte natural de la vida y que todos, en mayor o menor medida, la hemos vivido. Sin embargo, eso no define quiénes somos y no debemos dejar que nos afecte de manera prolongada, explicándoles que otros niños o adolescentes estarían felices de conocerlos. Como padres y cuidadores debemos usar estas oportunidades y retos para ayudar a nuestros hijos a desarrollar resiliencia y crearles una mentalidad más fuerte y positiva.

Promover la pertenencia y la conexión: esto quiere decir que podemos inducir a nuestros hijos a encontrar otros grupos de amigos o actividades fuera del entorno educativo donde se sientan aceptados y valorados. Esto puede ser en clubes deportivos, talleres u otras comunidades donde haya otros niños o adolescentes que compartan intereses y valores.

Involucrar a la comunidad: educar a niños y adolescentes es un acto social. Si bien es cierto que la familia es el primer agente educador y que los valores se adquieren en el seno familiar, la institución educativa también juega un rol fundamental en esta tarea. En este sentido, debe responsabilizarse de lo que ocurre en su entorno, asegurando el bienestar y la seguridad de todos sus estudiantes. Las autoridades deben detener de manera inmediata cualquier situación de acoso o conflicto, investigar las causas y mediar en su solución. De lo contrario, estarían incumpliendo la normativa curricular. Acercarse a docentes, tutores y directores, entre otros, es un paso indispensable en la búsqueda de soluciones para minimizar el impacto del rechazo y la exclusión y, en el mejor de los casos, prevenir futuras situaciones de acoso escolar.

Crear entornos que fomenten la inclusión y el respeto mutuo: esta es una tarea social que involucra tanto a las familias como a las instituciones educativas. Como sociedad, sería mucho más beneficioso y efectivo invertir nuestro tiempo en educar para el respeto mutuo, ya que de esta manera estaríamos previniendo la exclusión y el bullying.

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