Este viernes, a partir de las 17.00 el liceo 28 Purificación (Bulevar España 2772) invita a sumarse a la celebración de su 50º aniversario. La casa de estudios dará la bienvenida con un panel de fotos antiguas y un libro de visitas que permitirá a los asistentes dejar sus saludos y recuerdos. Además, se exhibirán los trabajos que los estudiantes hicieron en los talleres artísticos que coordinó la ilustradora y exalumna Denisse Torena.
En los actos previstos se reconocerá a quienes pasaron por la institución y tuvieron una trayectoria destacada, ya que allí se educaron desde artistas como la cantante de tango Francis Andreu hasta deportistas y numerosos políticos. Entre otras autoridades, serán parte de los festejos el investigador e historiador Alejandro Giménez, también en carácter de exalumno, la arquitecta Alma Varela, coordinadora ejecutiva del área patrimonial de Pocitos, y el maestro Luis Garibaldi. En un cronograma que prevé homenajes, anécdotas y recorridos por las instalaciones, habrá tiempo para disfrutar de actuaciones musicales de los coros liceales, así como de dúos, bandas y una cuerda de tambores.
Lo cierto es que, como cuenta el director, Leonardo Villabona, que comenzó en la institución como adscripto, 17 años atrás, en 2023 cayeron en la cuenta de que en 1974 el liceo 7 Joaquín Suárez dejó la casona pocitense donde luego se instaló el liceo 28. Se trata de un local de enseñanza media superior (EMS) donde funcionan dos turnos extendidos, ocho grupos en Ciencias Sociales y Humanidades por turno, lo que suma un total de 358 estudiantes. Cuando, hace dos años, fueron parte de las jornadas del Día del Patrimonio dedicadas a constructores de escuelas y liceos, la directiva comenzó a dimensionar la importancia del 28 en su contexto. “Fue el primer liceo de segundo ciclo laico, gratuito y público en la zona”, destaca Villabona. “Representamos una especie de faro de la educación pública en el barrio, rodeado de un corredor cultural privado; fuimos pioneros”.
Alma Varela acompaña este proceso de relevamiento y puesta en valor de la casona como parte de la Comisión Especial Permanente del Consejo Auxiliar de los Pocitos. Esa oficina técnica, que cuenta con representantes de los vecinos, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República, de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, de la Intendencia de Montevideo y de la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay, se constituyó hace 35 años “para identificar, valorar y proteger todo lo que tiene que ver con el patrimonio arquitectónico y urbanístico del área”.
Varela apunta que “una de las características del liceo es que tiene mucho arraigo, es muy conocido, justamente, porque la casona que lo alberga fue el primer lugar donde hubo un liceo público en el barrio”. “Originalmente allí, en 1944 se instaló el liceo 7, conocido como Suárez, que hoy tiene su sede a un par de cuadras. Ha visto muchas generaciones de estudiantes pasar por esas aulas, que ocupan un edificio que originalmente era una vivienda para un núcleo familiar individual. Es por eso que le llaman ‘la casona’ y es por eso también que funciona como un factor de identidad, en un barrio que se había iniciado como balneario en las primeras décadas del siglo XX y que fue variando y ampliando su densidad poblacional, por lo que requería un servicio público gratuito”, explica.
Foto: gentileza Liceo 28.
Testimonio de una época
Durante un taller sobre patrimonio, una materia optativa dictada por la profesora Mariana Rava en el liceo Purificación el año pasado, los alumnos identificaron y clasificaron distintas documentaciones sobre el espacio. Rava relata que era una mujer, presuntamente una viuda, la dueña original del edificio. Los datos obtenidos señalan que la construcción finalizó en 1917, aunque en Catastro figura datada en 1924. Sobre el predio, saben que se trataba de dos padrones que fueron unificados y vendidos en 1913 por Joaquín Jubín a Ignacia G de Márquez. Luego pasó por distintos propietarios: en 1927 fue vendido a Ramón y Pedro Díaz, en 1946 lo adquirió Salomón Tenzer, en 1950 fue vendido a Rivadavia SA, entre 1946 y 1989 fue alquilado por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) hasta que en 1989 Alfredo Tauszin, al frente de la citada sociedad anónima, se lo vendió a la ANEP por 46.237,20 UR, según consta, con firma de Juan E Pivel Devoto.
Rava destaca el papel de la curiosidad de los estudiantes para recuperar una parte de la historia que opera a otra escala y cómo, en definitiva, la edificación sobrevivió a los cambios de la ciudad, fundamentalmente, porque pasó a ser utilizada como centro educativo. Más allá de detenerse en las molduras, la herrería, la escalera, la calefacción central y otros detalles de una construcción de estilo ecléctico, propio de su época, sostiene que “es una vivienda que no es la casaquinta de Williman, no es el Pocitos característico de las casas de clase media alta, de la intelectualidad, o con un diseño de un arquitecto importante, sino que es una vivienda de una familia acomodada”, señala.
“Es muy difícil rastrear a Ignacia, la primera dueña, ponerle cara, porque es totalmente ignota. Ya no hay datos en el nomenclátor social. O sea, la casa perteneció a una familia cualquiera y eso hace que la vivienda en sí sea muy interesante, porque esa casona se conservó no por la calidad de la edificación, no por las personas que la habitaron –si nos fijamos, en esa cuadra el resto son edificios de altura, de propiedad horizontal–: esa vivienda se conservó porque era un liceo. Al revés de lo que sucede normalmente con los edificios patrimoniales, lo que la salvó de ser transformada en un edificio de altura fue que era un liceo”. Por supuesto que en los diversos traspasos la casa fue adaptando sus espacios: la sala de costura, sus habitaciones se transformaron para servir a otras funciones.
Logo diseñado por alumnos del liceo. Foto: gentileza Liceo 28.
Tanto profesores como personal del liceo se involucraron en la pesquisa, que continúa, sobre la edificación y sus diversos ocupantes. Los adolescentes hicieron entrevistas, buscaron planos y fotos antiguos, incluso hicieron videos para TikTok. En esa línea de tiempo esperan que la actividad de este viernes les pueda acercar testimonios o nuevos datos para reconstruir su historia. Entre tanto, los alumnos diseñaron un isotipo inspirado en la fachada de la casona, que ahora sirve de escudo del liceo.
La mirada patrimonial, en este caso, también aplica a las condiciones intangibles, a los activos que son incluso los exalumnos, que no en pocas ocasiones han vuelto al liceo como docentes, por considerarlo parte de su identidad.
Al mismo tiempo, los distintos actores que celebran este medio siglo del liceo pocitense, una red que se extiende a instituciones privadas de la zona, no descartan la posibilidad de postular el edificio para que sea declarado Bien de Interés Municipal y continuar así sistematizando todos estos elementos que son significativos para seguir pensando cómo se habitan los espacios cotidianos.